Mi amiga Hortensia dice que viajar a lugares exóticos no siempre es sinónimo de aventura, de hecho, el destino más común, puede llegar a ser una experiencia ¿inolvidable?.
Hace años, muchos, tantos que Europa tenía fronteras y muchas monedas, tantas como países la conformaban, Hortensia y su prima decidieron hacer un viaje a Italia, país maravilloso lleno de historia, arte y belleza, pero poco deslumbrante si lo comparamos con las últimas modas en viajes de recreo o aventura. Además de visitar ciudades míticas, tenían una idea en mente, varias para ser precisos: juerga, diversión y chicos guapos.
Llegaron al punto de encuentro y se encontraron con un grupo en el que eran, claramente las benjamines, bueno sería mejor decir, que gracias a su juventud la media del grupo había bajado, pasando de ser carroza a madura aceptable, todos eran parejas o matrimonios, salvo un grupillo de tres treintañeras, Flora, Fauna y Primavera, nada parecidas a las chicas de Sexo en Nueva York. Sus padres, que se habían acoplado cual marsupiales a sus espaldas, quedaron satisfechos, pues las dejaban en buenas manos.
Tras la primera decepción, y sin perder la esperanza porque otro grupo les esperaba en Zaragoza, subieron al autobús, prestas a disfrutar del viaje.
Si el grupo de Madrid era, digamos, maduro, el que les esperaba en Zaragoza, todavía más, incluso el autobús era una tartana que contaba los días para un merecido retiro.
O sea, que lo de los chicos guapos, como no los encontrasen por el camino….
En la asignación de asientos, Hortensia tuvo especial mala suerte, aunque procuró por todos los medios a su alcance (incluido el soborno), ponerse cerca de las Tres Hadas, no lo consiguió, tocándole un matrimonio de Bilbao que le haría las “delicias” durante todo el trayecto.
DÍA 1: Barcelona. Cuando la visitas años después, entiendes, aunque no compartas, la machacona corazonada de Gallardón, y su empeño obsesivo en querer hacernos desfilar bajo los 5 aros olímpicos. El hotel, clase “Psicosis”. Al día siguiente partimos sin lamentar desgracias personales.
DÍA 2: Niza - Montecarlo, un paisaje maravilloso. Niza es todo glamour, con una playa que a los franceses les parece el no va más, para nosotros un poco decepcionante. En Montecarlo estás fuera de lugar, no es tu ambiente, es como si te hubieras colado en una fiesta de la jet set sin invitación, pero a cambio y para compensar, gané en el casino.
Llevábamos pocos días de viaje, pero mis compañeros de retaguardia ya empezaban a comportarse como unos auténticos plomos, en concreto, ella, la Cocochas, se quejaba continuamente, del paisaje, de la temperatura, de la comida, del pis que se hacía continuamente. Algo que no me explico ¿por qué salió de su casa para recorrer un país que encontraba abominable y un viaje que aborrecía?. Era simplemente inaguantable y, a lo largo de los días varias veces se nos cruzó por la mente dejarla abandonada en algún lugar recóndito (para que tuviese motivos de queja). Si Italia era un horror, su querido Bilbao y alrededores era la octava maravilla del mundo, y la comida sin parangón, de hecho ella hacía unas cocochas de chuparse los dedos.
Todo esto una y otra vez durante días y días sin parar.
El marido tenía suficiente con aguantar estoicamente sus arrebatos de mal genio, subirle y bajarle continuamente la chaquetita para el frío y salir corriendo en cada parada para guardarle un sitio en la cola de los aseos.
DÍA 3: Niza – Pisa - Florencia. “Este carrete está mal, llevo un montón de fotos hechas y no se acaba nunca”. Efectivamente, me había cargado todas las fotos que llevaba hasta el momento, me puse a despotricar como una verdulera y terminé comprando unas postales horrendas.
¿Los que hacen de guías no tienen que pasar un examen de comportamiento?, porque si es así, esta nuestra lo habría suspendido sin remedio, antipática, estirada, irritable, o sea un amor de tía, explicaba poco, mal y tarde, era evidente que ella ya se lo sabía, pero nosotros, no. Despedía por todos los poros de su cuerpo el aburrimiento más supino por un viaje que, habría hecho cientos de veces, nos reñía a cada momento y se desentendía de nosotros siempre que podía.
No sé si para torturarnos, ponía el aire acondicionado a las 7 de la mañana en la tartana, según ella el calor se estaba levantando (a lo que mi prima, bajito para que no la oyera, le apostillaba, “sí, se está levantando…de la cama, como nosotros”). Por esta razón, y contra todo pronóstico meteorológico, salíamos del autobús cual palitos de merluza congelados, éramos La Expedición del Capitán Pescanova, buscando el sol para poder llegar a la edad adulta con todos los dedos intactos. Esta terapia de crionización nos procuró llegar a nuestro destino mucho más jóvenes y lozanos de lo que habíamos salido, cosa que agradecieron los miembros más venerables de nuestro grupo.
DÍA 4 y 5: Florencia. Sin duda la ciudad que más me impresionó de toda Italia, es coqueta, recoleta y sorprendente por los cuatro costados.
Aquello era un rollazo alucinante, me apasiona el arte, amo la historia y admiro la belleza y disfruté por ello de cada momento, pero ¿dónde estaba la diversión, la juerga y sobre todo, ¡¡¡¡LOS CHICOS GUAPOS!!!!?, lo que traíamos de casa, mejor ni mirarlo, pero los italianos, ¡con la fama que tienen!. Se nos pegaban los mismos “cuerpoescombro” que en España, más pesados si es posible.
Cuando pierdes la esperanza, cambias el foco, dejas por fin que los acontecimientos transcurran, te relajas y empiezas a divertirte. Te llevas algunas sorpresas agradables. Es lo que les pasó a Hortensia y a su prima en la segunda parte de su viaje, simplemente lo mejor estaba por llegar.
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