miércoles, 25 de mayo de 2011

Italia: juerga, diversión y chicos guapos. Mi amiga Hortensia dice... (1ª Parte de Madrid a Florencia)

Mi amiga Hortensia dice que viajar a lugares exóticos no siempre es sinónimo de aventura, de hecho, el destino más común, puede llegar a ser una experiencia ¿inolvidable?.

Hace años, muchos, tantos que Europa tenía fronteras y muchas monedas, tantas como países la conformaban, Hortensia y su prima decidieron hacer un viaje a Italia, país maravilloso lleno de historia, arte y belleza, pero poco deslumbrante si lo comparamos con las últimas modas en viajes de recreo o aventura. Además de visitar ciudades míticas, tenían una idea en mente, varias para ser precisos: juerga, diversión y chicos guapos.
Llegaron al punto de encuentro y se encontraron con un grupo en el que eran, claramente las benjamines, bueno sería mejor decir, que gracias a su juventud la media del grupo había bajado, pasando de ser carroza a madura aceptable, todos eran parejas o matrimonios, salvo un grupillo de tres treintañeras, Flora, Fauna y Primavera, nada parecidas a las chicas de Sexo en Nueva York. Sus padres, que se habían acoplado cual marsupiales a sus espaldas, quedaron satisfechos, pues las dejaban en buenas manos.
Tras la primera decepción, y sin perder la esperanza porque otro grupo les esperaba en Zaragoza, subieron al autobús, prestas a disfrutar del viaje.
Si el grupo de Madrid era, digamos, maduro, el que les esperaba en Zaragoza, todavía más, incluso el autobús era una tartana que contaba los días para un merecido retiro.
O sea, que lo de los chicos guapos, como no los encontrasen por el camino….
En la asignación de asientos, Hortensia tuvo especial mala suerte, aunque procuró por todos los medios a su alcance (incluido el soborno), ponerse cerca de las Tres Hadas, no lo consiguió, tocándole un matrimonio de Bilbao que le haría las “delicias” durante todo el trayecto.

DÍA 1: Barcelona. Cuando la visitas años después, entiendes, aunque no compartas, la machacona corazonada de Gallardón, y su empeño obsesivo en querer hacernos desfilar bajo los 5 aros olímpicos. El hotel, clase “Psicosis”. Al día siguiente partimos sin lamentar desgracias personales.

DÍA 2: Niza - Montecarlo, un paisaje maravilloso. Niza es todo glamour, con una playa que a los franceses les parece el no va más, para nosotros un poco decepcionante. En Montecarlo estás fuera de lugar, no es tu ambiente, es como si te hubieras colado en una fiesta de la jet set sin invitación, pero a cambio y para compensar, gané en el casino.

Llevábamos pocos días de viaje, pero mis compañeros de retaguardia ya empezaban a comportarse como unos auténticos plomos, en concreto, ella, la Cocochas, se quejaba continuamente, del paisaje, de la temperatura, de la comida, del pis que se hacía continuamente. Algo que no me explico ¿por qué salió de su casa para recorrer un país que encontraba abominable y un viaje que aborrecía?. Era simplemente inaguantable y, a lo largo de los días varias veces se nos cruzó por la mente dejarla abandonada en algún lugar recóndito (para que tuviese motivos de queja). Si Italia era un horror, su querido Bilbao y alrededores era la octava maravilla del mundo, y la comida sin parangón, de hecho ella hacía unas cocochas de chuparse los dedos.

Todo esto una y otra vez durante días y días sin parar.
El marido tenía suficiente con aguantar estoicamente sus arrebatos de mal genio, subirle y bajarle continuamente la chaquetita para el frío y salir corriendo en cada parada para guardarle un sitio en la cola de los aseos.

DÍA 3: Niza – Pisa - Florencia. “Este carrete está mal, llevo un montón de fotos hechas y no se acaba nunca”. Efectivamente, me había cargado todas las fotos que llevaba hasta el momento, me puse a despotricar como una verdulera y terminé comprando unas postales horrendas.

¿Los que hacen de guías no tienen que pasar un examen de comportamiento?, porque si es así, esta nuestra lo habría suspendido sin remedio, antipática, estirada, irritable, o sea un amor de tía, explicaba poco, mal y tarde, era evidente que ella ya se lo sabía, pero nosotros, no. Despedía por todos los poros de su cuerpo el aburrimiento más supino por un viaje que, habría hecho cientos de veces, nos reñía a cada momento y se desentendía de nosotros siempre que podía.
No sé si para torturarnos, ponía el aire acondicionado a las 7 de la mañana en la tartana, según ella el calor se estaba levantando (a lo que mi prima, bajito para que no la oyera, le apostillaba, “sí, se está levantando…de la cama, como nosotros”). Por esta razón, y contra todo pronóstico meteorológico, salíamos del autobús cual palitos de merluza congelados, éramos La Expedición del Capitán Pescanova, buscando el sol para poder llegar a la edad adulta con todos los dedos intactos. Esta terapia de crionización nos procuró llegar a nuestro destino mucho más jóvenes y lozanos de lo que habíamos salido, cosa que agradecieron los miembros más venerables de nuestro grupo.

DÍA 4 y 5: Florencia. Sin duda la ciudad que más me impresionó de toda Italia, es coqueta, recoleta y sorprendente por los cuatro costados.

Aquello era un rollazo alucinante, me apasiona el arte, amo la historia y admiro la belleza y disfruté por ello de cada momento, pero ¿dónde estaba la diversión, la juerga y sobre todo, ¡¡¡¡LOS CHICOS GUAPOS!!!!?, lo que traíamos de casa, mejor ni mirarlo, pero los italianos, ¡con la fama que tienen!. Se nos pegaban los mismos “cuerpoescombro” que en España, más pesados si es posible.

Cuando pierdes la esperanza, cambias el foco, dejas por fin que los acontecimientos transcurran, te relajas y empiezas a divertirte. Te llevas algunas sorpresas agradables.  Es lo que les pasó a Hortensia y a su prima en la segunda parte de su viaje, simplemente lo mejor estaba por llegar.
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jueves, 19 de mayo de 2011

Yo Confieso. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que el maltrato se puede dar en cualquier faceta de nuestra vida, incluida la laboral, y lo puede sufrir cualquier persona, aunque hay quien piensa “a mi no me pasaría nunca, porque yo haría…”. Yo también lo pensaba.

El maltratador es un lobo con piel de cordero, te embauca, te corteja hasta que te tiene en sus manos y después se quita la máscara.

El maltrato laboral se dice que es sutil, porque no deja evidencias, no hay magulladuras, ni heridas sangrantes, pero puede ser igual de cruel, brutal, despiadado y violento como cualquiera. No te anula a ti, como profesional (eso lo hacen los malos jefes, tóxicos también, pero no tan destructivos), te anula como persona, o lo intenta.

Hay reunión, la tensión se palpa en el ambiente, la gente está nerviosa, yo estoy nerviosa. Todos miramos nuestros papeles, no podemos agachar más la cabeza. Pienso, ojala hoy no me toque a mí, pero si no es a mi, será a otro, lo prefiero (lo sé, es mezquino). Ángel tiene la camisa empapada en sudor y a punto está de llorar, ÉL se está cebando (¡¡¡es que nadie va a decir nada, es que YO no voy a decir nada!!!, cobarde).

Mi inmediato superior no duerme desde hace días, le llama a cualquier hora, de día o de noche, tiene que buscar excusas para poder desconectar el teléfono. Nos vamos a comer, y por tercera vez en esta semana, ÉL le hace dejar la comida en la mesa y volver a la oficina, no quiere nada, es por el simple placer de sentirse obedecido.

Segunda reunión, se me revuelve el estómago. Empieza el repaso, parece que he salido airosa, le toca a Ricardo y se atasca, hay algún problema, pero…¿Qué haces?, ¿Por qué me echas la culpa? Sabes que eso no es verdad, Ricardo, no sigas por ese camino, porque si me buscas me vas a encontrar, esto no es solo trabajo, es algo más, es o tú o yo. Todos me miran, ÉL también, y esperan mi respuesta, y según salen de mi boca las palabras ya me estoy arrepintiendo, pero es demasiado tarde, y quiero decirle a Ricardo, te lo dije, te lo advertí, me acorralaste y tengo miedo. ÉL, sonríe satisfecho, le encanta ver cómo nos despedazamos entre nosotros, y yo, no me reconozco, nunca pensé que pudiese caer tan bajo. Ricardo, seguramente lo tiene peor, va a ser implacable con él, cómo es posible que se haya dejado arrumbar por una advenediza.

Hay algún díscolo, Enric, ya no le teme, le sigue teniendo pillado por el tema económico (con un asunto feo), pero ya no le tiene miedo ni a ÉL ni al Fisco.
Me piden que le vigile, que controle sus idas y venidas, espíe sus correos, sus llamadas de teléfono, e incluso que le sonsaque, digo NO (buenas sensaciones), paso a ser yo la espiada.

Otra reunión, hoy viene especialmente mosqueado, pero con prisas, por lo que reparte sin ensañarse mucho, ¿¡¡¡Me ha insultado!!!?, ¿Lo vas a aguantar?, ¿Qué será lo siguiente? (algo hace click en mi cerebro), y digo NO, no quiero que me insultes (¿¡Qué hago!?), veo las caras de espanto de mis compañeros.

Ya no te tengo miedo, ya no me coaccionas, YO tengo el control, ya no eres ÉL.

viernes, 13 de mayo de 2011

Esta vida es un anuncio. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que si siguiera al pie de la letra todos los consejos publicitarios que ve diariamente en la tele, su vida podría convertirse en esto:

Suena el despertador y se escucha a un gallo cantar, porque Hortensia pertenece a una Compañía para gente despierta. Se levanta, se despereza y se mete en la ducha, con un gel tan cremoso y fragante que hasta los bebés querrán separarse de sus madres. Aliento fresco, deja el espejo hecho una pena y una bomba sacude las cañerías, pero lo más importante, el cuidado de la piel, con un toque de sol,  y una hidratante con siete efectos y ¡a un precio de ganga!.

En su casa ya todos están despiertos, aseados, vestidos y con una gran sonrisa, felices porque empieza un nuevo día, y en la cocina, que por arte de magia se hace enorme y entra un sol radiante, aunque de a un patio de luces, desayunan todos juntos en unión y armonía. Como el desayuno es la comida más importante del día, ponen especial cuidado, zumo recién extraído de huerta valenciana, yogur de beber (el de los inmunitas, esos bichejos que te cuidan las tripas), una rebanada de pan con crema de avellanas, o un bol de cereales que chocolatea todo lo que le cae cerca, y después, el clásico, la leche con cacao. “Estos niños míos están hoy especialmente energéticos”, piensa Hortensia, sin desdibujar la sonrisa de su rostro, “¿no será que en vez de leche con cacao han tomado leche con te da alas?”. Pues, ya está, listos para el cole, para el recreo, como Hortensia no es muy partidaria de la bollería industrial, les ha preparado unos bocadillos de foie-gras, de los de toda la vida, los que están más buenos que el pan.

En este momento, se produce un hecho sorprendente, mágico, además de tremendamente doloroso, Hortensia se desdobla. Una de las Hortensias, la profesional se pone un casco, debajo del brazo lleva unos canutos larguísimos (deben ser los planos del edificio que está construyendo) y se va de casa para montarse en el coche, para ella imprescindible, por lo que tiene que tenerlo bien asegurado. La otra, la Hortensia doméstica, se dispone a limpiar el polvo, pero harta de hacerse brechas en la frente, esta vez utilizará un producto que lo hace desaparecer exactamente el tiempo que tardas en abrir de nuevo las ventanas. Para la siguiente tarea, Hortensia necesita consultar al Oráculo, poner la lavadora no es una tarea baladí, ¿detergente en polvo, líquido, gel, pastillas?, el quitamanchas que tiene no le sirve, es como agua, necesita uno que se adhiera a la prenda, y ¿el suavizante?, claramente el de perlitas, el que va dejando rastro durante todo el día (así cuando alguien vaya en el metro o en el autobús no le importará olerle el sobaquillo al vecino). No debe olvidar, las manchas de cal de los baños, todo el día fregando y están hechos un desastre.

La Hortensia profesional está todo el día pegada al teléfono, suerte que hace poco contrató una tarifa, la llamada sapo gusarapo, por la cual hablas 1 minuto y pagas dos (¡uy, perdón, al revés!). Ha quedado con un grupo de amigas para comer, para hablar de sus cosas, tiene noticias que contarles, unas bandas de cera fría con una lengüeta que te permite tirar llevándote todos los pelillos, su otra amiga es más partidaria de la máquina quitapelos que puedes utilizar hasta debajo del agua, pero para unas prisas, lo mejor, la cuchilla, específica para chicas, con almohadillas jabonosas, ¡el no va más!.

Aquí se me plantean varias dudas:

¿Cuál de las dos Hortensias se preocupará por comerse un bol de Special-Copos para guardar la línea?, tiene un mensaje tan políticamente correcto, algo así como “encuentra tu cuerpo y quiérelo”, al mismo tiempo que te sacan a una mujer que está estupenda (¿será por si no lo encuentras o por si no lo quieres una vez encontrado?).

¿Cuál de las dos Hortensias se subirá en las zapatillas balancín que tonifican glúteos y piernas?

¿Cuál de las dos Hortensias se sentirá hinchada?

Después de un duro día de trabajo, las dos Hortensias se reencuentran y se hacen una. El queridísimo ya ha llegado, pobre, también él ha tenido lo suyo, ¡venga a caerle ángeles del cielo, mientras desliza, sin tirones, la cuchilla por su bello rostro!, aguantando después que le llamen medio inútil porque no sabe hacer una sopa. Pero, Hortensia ha pasado por la farmacia y tiene una sorpresa, ha comprado un gel, el mismo que cuando se lo das a tu marido en el cuello le sale un tigre y si te lo das tú, una boa constrictor.

Y aunque después del sexo se descansa muy bien, de repente, la casa de Hortensia se llena de tiernos corderillos blancos que la arrullan hasta que se queda finalmente dormida.

Felices sueños, Hortensia.

viernes, 6 de mayo de 2011

En busca de la Felicidad. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que hace unos días, y por casualidad, a una persona de las que charla habitualmente con ella se le ocurrió decir que la vida era una mierda, no “su vida”, sino, en general, como concepto, que el trabajo se vuelve rutina insoportable y que todo lo que empieza como vocación acaba convirtiéndose en monotonía y tedio.

Alguien, para quitar hierro al asunto y pensando que la conversación tomaba tintes deprimentes, dijo que pocas veces había tenido ese problema, ya que había empezado de cero en tantas ocasiones que siempre estaba ilusionado. A renglón seguido, y ya más en serio, que también dependía del cristal con que mirases las cosas y que estar o no motivado no está sólo en manos de otros, sino en las tuyas propias.

Como cada uno hace unas asociaciones mentales muy particulares, empezaron a aflorar los temas más variopintos, que si la felicidad absoluta no existe, que si los pobres no pueden ser felices, que nos creamos unas necesidades ficticias y somos más desgraciados por ello, que después de una terrible experiencia vital te cambian las prioridades, o sea, un pastiche de ideas tipo “libro de auto-ayuda”.

Rápidamente un “equipo de psicólogos aficionados voluntarios” trataron de “hacer terapia” a los pesimistas del grupo, para que cambiaran y descubrieran las maravillas de pensar en positivo, aprender de los errores y ser feliz con lo que se tiene. A lo que los otros, que se resistían con uñas y dientes a ser  terapeutizados, contestaban que lo de pensar en positivo es vivir en un mundo de fantasía irreal, que aprender de los errores no sirve de nada, y que a ser feliz con lo que se tiene se le llama conformarse.

Como es habitual en este tipo de conversaciones no se sacó nada en limpio.

Ninguno de los dos bandos mueve un ápice su posición, es más, la defiende como si de ello dependiera su vida. Digo yo que considerar otras alternativas, y darles, aunque sea una pensada, unos minutos de reflexión, no cuesta tanto, no creo que desestabilice tanto nuestro sistema de valores y nuestra línea de pensamiento. Puedes incluso pensar que parte de lo que dicen puede estar acertado.
Pero no, antes preferimos mantenernos firmes. Creo que, en el fondo, confundimos firmeza con intransigencia y obstinación.

Así que con las mismas, se fueron pensando, unos, en lo ilusos que eran el “Grupo Feliz”, y otros, lo desgraciados y necesitados de ayuda que estaban el “Grupo Pesimista”.

Hortensia cree que el problema no está en expresar “tu verdad” ni  siquiera intentar convencer al otro con argumentos, sino en querer adoctrinarle, cuando alguien vislumbra que otro lo intenta, inmediatamente se pone a la defensiva, se pertrecha tras sus escudos protectores y se hace inmune a cualesquiera ideas, por razonables o beneficiosas, que estas sean, porque el adoctrinamiento, tiene un puntito de suficiencia y presunción que produce rechazo, porque supone que te crees más listo, que estás por encima porque has descubierto lo que otros no han visto y estás designado para iluminar a los ignorantes.

“Felices” y “Pesimistas” volvieron a reunirse a la semana siguiente, y todavía seguían con la coña, entre risas. Ninguno cambió de opinión, ni siquiera meditó sobre el tema, sólo sobre las maneras de defenderlo de los otros. En este caso el Qué era lo importante pero estuvo desvirtuado por el Cómo, ¡una pena!.