jueves, 22 de septiembre de 2011

Mi amiga, Tu amigo. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que ha oído en alguna ocasión, a compañeros de especie varones hablar del particular concepto que tienen las mujeres de la amistad. Por primera vez y, sin que sirva de precedente (o sí, ya veremos), me adentraré en el mundo de los estereotipos, de las diferencias en cómo conciben ciertas cosas los hombres y las mujeres y, como no, caer en los errores de la generalización y la simplificación.
Porque seguro que de lo que digo, a todos se les ocurren unas cuantas excepciones a esta tan imperfecta regla.

Bueno, pues según estos compañeros de especie varones, las mujeres concebimos la amistad con vocación de temporalidad, pasamos de estar tremendamente unidas con otra mujer y, de pronto, por una tontada (al menos es como ellos lo definen), nos vamos al otro extremo o nos dejamos de ver casi para siempre. Otra de las cosas que parece, nos echan en cara, es que siempre tenemos roces y encontronazos.

Desde mi punto de vista, tenemos conceptos de amistad diferentes, aquí la primera generalización, ya que no todos los hombres, ni todas las mujeres nos ajustamos a los mismos clichés. Pero al hilo general, nuestros compañeros de especie varones son en esto de la amistad más superficiales, si tienen amigos de toda la vida los conocen, por supuesto, pero jamás hablan de ello. Es decir, parece que no les interesa lo que sienten, sus pensamientos más íntimos, cómo les afectan los acontecimientos y circunstancias si no es material, objetiva y tangiblemente, digo parece, ya que si es amigo verdadero les importa, pero antes se cortarían un dedo que hablar abiertamente de ello.

Frente a esto las féminas, vamos pertrechadas de pico, pala, martillo neumático y cuantas herramientas sean necesarias para entrar hasta el fondo si alguien nos interesa, hacemos auténtica minería personal, y podemos llegar a conocer de la otra, detalles tan íntimos y privados que harían sonar todas las alarmas.

Conocer tan a fondo a alguien supone saber de sus fortalezas y de sus debilidades, de sus “talones de aquiles”. Es, por lo tanto, una amistad arriesgada, ya que se expone mucho, y se tiene mucho que perder, y es ciertamente difícil que no haya ocasiones en las que puedas sentirte engañada, dolida, o decepcionada por la otra persona y viceversa.

Pero ni todas las amistades de las mujeres son tan profundas, ni todas las de los hombres son tan superficiales, aunque es más probable que dos mujeres que se conocen ahonden más que dos hombres, a los que les cuesta mucho expresar abiertamente todo lo que tenga que ver con sentimientos, emociones, sensaciones…

Lo dicho, frente al riesgo de una clase de amistad, está la seguridad de otra, pero aún así  a muchas mujeres nos gusta tener amistades seguras, y otras con profundo riesgo.

Estas últimas son las que nos llenan de verdad, a pesar del peligro (quien no arriesga no gana), son las que nos aportan luz en la oscuridad, consuelo, risas y calidez.  Porque como ya dije antes, mucho se puede perder, pero queridos colegas de especie varones, merece la pena.

jueves, 15 de septiembre de 2011

La Canicería. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que una vez oyó decir a un gerente de su organización que la empresa vendía “carne”. Casi se le saltan los ojos de las órbitas, o peor, casi quiere arrancarle los ojos al autor de semejante despropósito, porque no hay que aclarar que ni Hortensia, ni el semejante trabajaban en una carnicería.

Aunque se pudiera pensar que es un hecho aislado, me temo que no, aunque no de una manera tan brutal y grosera, algunos componentes del staff directivo siguen pensando que las empresas cuyo negocio principal es el Outsourcing, mercadean con personas, y por lo tanto me pregunto ¿qué se puede esperar de ellas y de las compañías que dirigen respecto a las políticas de Recursos Humanos?.

Durante todos estos años en distintos departamentos de selección no he dejado de invertir parte de mi tiempo en combatir esta u otras ideas parecidas:
  Los que confunden la disciplina y la responsabilidad con el autoritarismo.
  Los que no conciben que dos compañeros cooperen, sino que sólo pueden estar relacionados mediante la jerarquía (uno manda y el otro acata), y si no cada uno hace su trabajo porque es un despilfarro de dinero, tiempo y recursos.
  Los que piensan que el cumplimiento del deber sólo se realiza si hay alguien detrás que te vigila.
  Los que miden el grado de satisfacción y motivación exclusivamente por la nómina.
  Los que creen que el sobreesfuerzo es un obligación, y una esclavitud, y no algo puntual que debe hacerse con un motivo concreto, un objetivo definido y por un tiempo limitado.
  Los que opinan que cualquier trabajo, excepto el suyo, no entabla dificultad y lo puede hacer cualquiera……

Pero ya me cansé de todo esto.
Primero porque me estaba pareciendo más a un predicador que a una seleccionadora.
Segundo porque yo tampoco estoy en posesión de la verdad y, por eso, dejo resquicios para la duda.
Tercero porque no conseguí nunca nada más que enfadarme sin hacerles mover un ápice sus ideas.
Cuarto porque me estaba convirtiendo en uno de ellos, todo el día, charleta va y charleta viene, distrayéndome de mi cometido.
Y quinto, porque para que uno cambie estas ideas simplistas, dogmáticas, intransigentes y recalcitrantes, debe hacerlo desde la propia reflexión, poniéndose en la piel del otro y con cierto sosiego pensar qué hay de verdad en todo ello, y con qué matices.

Para llegar a este punto auto-reflexivo, me gustaría lanzarles unas preguntas, pero para que las respondan en la más estricta intimidad, para que sus respuestas sean sinceras y honestas no, políticamente correctas:

¿Qué representan las personas en tu organización?
¿Qué esperas de los empleados de tu empresa?
¿Qué ofreces a cambio?

Y por último, aunque no menos importante,
¿Te gustaría ser un empleado de una empresa que considerase a las personas tal y como tú las consideras, que te exigiera lo que tú exiges y te ofreciera lo que tú ofreces?

Y cuando respondan a estas preguntas quizá, sólo quizá, dejen de vender “carne” o de mercadear con personas.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Espías. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que siempre le han gustado las novelas y las películas de espías, esas tramas tan interesantes, que juegan hasta con el continuo espacio-tiempo, intrincadas, para que no consigas hasta la última palabra adivinar el final, a veces tan rocambolesco que un buen comienzo y un buen nudo queda chafado por un decepcionante desenlace.

Existe una gran variedad de espías, los primeros, como no, los más rutilantes, ésos que, un poco más y son casi súper-héroes, guapos, jóvenes, musculosos, elegantes y con un toque pícaro, entrenados en las más exigentes disciplinas físicas y psicológicas. Con un esmoquin impecable pueden hacer volatines con las piernas sin que se les mueva un hilo de la camisa. Los mismos que después de sufrir torturas inhumanas, sólo tienen un objetivo en la cabeza, salvar el código que librará a la humanidad de penalidades impensables.

Pero existen más, los secundarios, aquellos que son agentes de campo, informadores de medio pelo, contactos sospechosos, cebos, éstos, sin embargo, no cuentan con todas las habilidades de los primeros, ni con el reconocimiento de sus semejantes, ni con los favores en el arte de la seducción. A lo más que pueden aspirar es a ser héroes alternativos, porque muchos de ellos acaban sus días de manera abrupta. Son simples daños colaterales.

Y los que se dedican a tareas menos enigmáticas, aunque igual de intrigantes, los espías industriales, y aquí también hay categorías y secretos que van, desde aquellos que afectan a la salud mundial, a los que desnivelan la balanza comercial entre dos competidores.

Pero todo ello no es más que ficción, porque ¿existen de verdad los Espías?, por supuesto que sí, contestarían muchos sin dudarlo, pero yo creo que esa pregunta no se puede responder de manera categórica si no has conocido a ninguno, ¿alguien ha conocido o conoce a un Espía?, ¿alguno de vosotros, queridos lectores, es Espía?.

Yo hace muchos años, cuando era joven, escandalosamente joven e inexperta, conocí, no a uno, sino a dos, pero no supe que lo eran hasta hace muy poco. ¡Cómo iba a saberlo!, no llevaban sombrero, ni esmoquin, ni maletín, ni ningún bulto sospechoso en la americana, ni se hacían señas, ni hablaban en clave, pertenecían a un país que tiene una reina que debe ser el no va más contando chistes porque la apodan “Graciosa”. Era un matrimonio joven, extrovertido, simpático y afectuoso, de ese tipo de personas que te da gusto conocer a los que enseguida le das tu confianza y, por supuesto, Yo no era su objetivo.

En resumen, los espías existen, son reales, están entre nosotros, podemos incluso conocer alguno sin saberlo, porque lo que si hacen los espías es disfrazarse.

Desde que conocí tan terrible verdad, leo y veo las historias de espionaje con otros ojos, me resultan más cercanas, verdaderas, auténticas y mejores las que se despojan de tanta parafernalia superflua y nos hablan de los otros espías “los de andar por casa”, aquellos que pueden ser nuestros vecinos, que se camuflan entre nosotros, estas historias me resultan quizá mucho más inquietantes, debe ser que en el fondo veo más complejidad, arte e inteligencia en hacerse invisible que en destacar a toda costa.

Y además….mucho más misterioso, porque ¿Quién os dice que yo no soy una Espía?.