miércoles, 6 de febrero de 2013

Uno de los Nuestros. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que no puede estar más tiempo callada ante tantos buenos sentimientos de los que está siendo testigo últimamente.

Creo que ya he comentado en alguna que otra ocasión mi experiencia laboral con un cliente hace unos cuantos años. Esta señora, jefa mía para mi desgracia, atesoraba dentro de ella un variado abanico de patologías del DSM-IV, lo cual hacía difícil la convivencia personal y, lo que es más importante, la laboral. A resultas de todo ello, y como el cliente siempre tiene razón (para la empresa privada), cargaba a sus espaldas una larga lista de colaboradores reprobados de distintas empresas, por motivos variopintos e incluso sorprendentes, como el mío, ya que mi gran error fue no pensar como ella, es decir desquiciadamente. A lo que iba, mi jefe (el de mi empresa), aprovechando una baja médica que me tuvo varias semanas hospitalizada, decidió mandarme a las oficinas centrales, sin explicaciones, con una amonestación verbal y con una advertencia: “la próxima vez, a la calle”. Acto seguido escribí una carta a los Reyes Magos y pedí mi regalo de Navidad con muchos meses de anticipación, léase, no volver a trabajar con personas a las que les faltase un tornillo o, en su caso, que no estuviesen tratadas convenientemente. A cambio me concedieron otro deseo, estrategias para hacerlas frente en lo sucesivo.

Sin embargo, no me hubiese venido mal en ese momento un poquito de esa “lealtad sin fisuras” que están demostrando algunos dirigentes de muchos partidos políticos con ciertos miembros o trabajadores de su organización. Ya les puede caer la sombra de la sospecha más negra, social o judicial, sobre ellos, que ellos confían, les apoyan y les dan facilidades, ¡qué conmovedor, ni la canción de Los Manolos (lailolailo lailola) representa mejor la esencia del compromiso de ser Uno de los Nuestros!.

Muchos años más tarde mi empresa, no encontrando ninguna razón para un despido objetivo, sin afligirse un poquito, rescindió mi contrato improcedentemente con la consiguiente indemnización. En aquel momento me hubiese gustado que los directivos de la organización, desasosegados por dejarme en la calle después de mi implicación en ella, o imbuidos por una rectitud sin tacha, no hubiesen procedido al despido al no encontrar fallo alguno en mi actuación (fallo contemplado en la legislación vigente). Porque un empresario o encuentra motivo objetivo de cese o se come con patatas al trabajador, eso es sabido por todos, si no que se lo cuenten a los seis millones de desempleados. ¡Vuelve a recorrerme un escalofrío por el cuerpo y una lágrima resbala por mi mejilla!.

Y el Honor, y esa pregunta que flota en el ambiente ¿Cómo habéis podido pensar eso de mi?, pregunta que unos se hacen en silencio, porque dan la callada por respuesta, otros con indignación, alguno con el rostro descompuesto y sin aceptar preguntas y los más osados con arrogancia, sonrisa en la boca e insulto fácil. Y no puedo estar más de acuerdo, con la pregunta, no con las formas, porque es la misma que me llevo haciendo yo desde hace más de un año.
¡¡¿Cómo habéis podido pensar eso de mi?!!
¿Cómo habéis podido pensar que estaba llevando un tren de vida inadecuado a mis ingresos?
¿Cómo habéis podido pensar que he utilizado mis prestaciones por desempleo para viajar a paraísos tropicales o acomodar mi casa con electrodomésticos de última generación?
¿Cómo habéis podido pensar que me he servido del sistema de salud público para hincharme a medicamentos o hacerme toda clase de pruebas e intervenciones innecesarias?
¿Cómo habéis podido pensar que era tan manipulable, dócil y obediente que o bien me tenía que aguantar en silencio para no “dañar” la imagen de mi País, o si no, estaba gobernada por fuerzas extremistas y desestabilizadoras?.

Y el caso es que no solo lo habéis pensado, me habéis juzgado, encontrado culpable y aplicado un castigo.

Quizá, sólo quizá porque yo no soy Uno de los Vuestros.