viernes, 28 de diciembre de 2012

El brindis. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que es tiempo de controles de alcoholemia, normal, si contamos con la cantidad de comidas, cenas y hasta desayunos de empresa y familiares que se dan en esta época.

Nunca me han parado en uno de esos controles, y no he soplado por el tubito en mi vida, aunque a tenor de lo que bebo (alcohólico, porque de agua y refrescos soy una esponja), daría un hermoso, bonito y alardeante 0,0.

Pero voy a hacer un brindis virtual, no creo que me atreva a hacerlo en persona delante de mis comensales de esa noche.

El 2012 ha sido un año con muchos sinsabores, y con algunas cosas dignas de reseñar, de las que ahora no me acuerdo, lo que ha terminado de afearlo definitivamente es que todos los que lo empezaron no han podido terminarlo. Por mi parte, comencé el año perdiendo a una amiga y lo voy a finalizar habiendo perdido a mi padre, cosas de la vida, hay años que visitas varias veces el tanatorio y otras ni te acercas. Por este motivo no voy a caer en la tentación de brindar por el nuevo año, porque sea mejor (que lo espero), aunque sé positivamente que siempre hay mucho margen para empeorar.
El año que viene será como sea y se irá desgranando día a día, lo de hacer balance es un artificio humano, nos gusta hacer resúmenes de todo.

Este brindis es por todos vosotros, por aquellos que esa noche compartiréis conmigo mesa y mantel y por todos los que estaréis compartiéndolo con otros.

Os deseo que viváis cada día de este 2013 que se estrenará, no como si fuera el último (¡qué angustia!), sino como si fuera Único, como de hecho es, no habrá otro día igual en vuestras vidas, para bien o para mal.

Porque hay un momento para ir deprisa, deprisa, atropelladamente sin tiempo para nada, y otro momento para parar, tomarse un respiro y hacer lo que sea que debamos o queramos al ritmo y cadencia que el asunto requiera.

Porque hay un momento para hacer varias cosas a la vez, y otro para realizar solo una, en la que se concentre toda nuestra atención, nuestro interés y nuestra energía, sacándole  todo el jugo a esa experiencia.

Porque hay un momento para el control y la planificación y otro para dejarse llevar por los acontecimientos, quién nos dice que no es ese el camino que nos llevará a cumplir nuestros objetivos.

Porque hay un momento para la angustia, la desesperación, la pena y la tristeza y otro para preguntarse si todo eso nos servirá para seguir.

Porque hay un momento para dejar para mañana lo que podrías haber hecho hoy, y otro para hacerlo, no vaya a ser que el mañana nos pille a contrapié.

Lo difícil es saber cuál es el momento adecuado para cada cosa, lo cual me lleva al último: hay un momento para equivocarse, no somos infalibles.
Os deseo por tanto que piséis fuerte cada día del calendario, que no haya ninguno que se quede en blanco, anodino.

Y un brindis por los que ya no están, que sin querer o queriendo, ya han dejado su huella en nosotros, como los tatuajes, algunos brillantes y llenos de colores, otros cargados de significado, todos indelebles para el recuerdo.

Por 365 días intensos, calmados, alegres, tristes, caóticos, ordenados, sencillos, complejos, desesperantes, esperanzadores, libres….llenos de vida.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Inmersión. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que el término inmersión siempre le recuerda a los submarinos, y a las películas, en las que el oficial al mando, en medio del caos ante la llegada de un barco enemigo gritaba desaforado: “Inmersión, inmersión”, y todos aguantábamos el aliento expectantes, ¿les daría tiempo o no?, ¿conseguirían sumergirse antes del lanzamiento de los proyectiles?.
                                                                                 
Sin embargo estos días la inmersión flota en el ambiente lejos del mar y del océano.

Y esta mañana en los descafeinados Desayunos de TVE (que se han vuelto tan oficialistas como el resto de su programación), alguien ha vuelto a hablar de inmersión, pero esta vez haciendo oídos a un prestigioso economista que revelaba la fórmula contra el fracaso escolar de nuestros pequeños, a saber, la inmersión en Matemáticas e Inglés.
No quiero ser mordaz, pero como su negociado anda un poco despistado y no se ponen de acuerdo en lo fundamental, es decir si crecemos o nos seguimos desecando, pues debe considerar que es mejor ponerse a opinar de otros. Lo cual no me parece inoportuno (yo también opino de Economía, sin despeinarme), si se toma como lo que es, una opinión, no la sentencia del Oráculo de Delfos.

Que nuestra educación está fallando hace tiempo que lo sé, pero no por una cuestión de promedios, ni de las calificaciones de nuestros estudiantes en los exámenes comunitarios o internacionales. Nuestra educación falla por una variedad de circunstancias a las que no nos hemos sabido adaptar (a nivel mundial, por eso no me sirven los sistemas de medida), ni la sociedad, ni los programas, ni los profesionales, ni los alumnos y los que menos de todos los gestores que deberían haber promocionado un cambio de paradigma.

Hemos ido enfocando y por lo tanto, lo que más nos ha importado, es la medición, ahí es dónde depositamos el valor de nuestros estudiantes, del 5 para abajo no vales, y el único objetivo del curso, de la clase, del profesional y del alumno es superar la prueba, el resto (si aprendes, si asimilas, si comprendes la materia, si la haces tuya) si sucede bien y si no, no importa. Lo que produce a la larga, a la corta y a la media, tanta frustración en cualquiera de las partes que es casi un milagro que el sistema todavía funcione y se siga soportando.
Hemos hecho de la medición un fin en sí mismo y no un medio, lo que siempre fue, uno de tantos, importante, pero no el único.

La inteligencia, y esto no lo digo yo que soy como quien dice una inexperta en la materia, es tan variopinta, tan diversa y, en casi en todos los casos, tan poco medible, que no se circunscribe a una disciplina concreta (ni a dos), aunque muchas básicas y necesarias para el desarrollo del ser humano.

A algunos economistas les hubiese venido de perlas una inmersión en Historia, por aquello de no cometer los mismos errores cíclicamente. En esta época convulsa y oscura, donde vuelven a hacerse preguntas que antes se habían olvidado, no vendría mal una inmersión en Filosofía, madre de todas las ciencias modernas, una reflexión sobre el fin, los medios, los valores, y todas esas “chorradas” para algunos pragmáticos.

O de qué me sirve ser multilingüe si no pongo ni la voluntad, ni el interés en escuchar al otro, hable el idioma que hable.
Las Matemáticas, o la certeza en un mundo incierto, no el instrumento de la usura.

Como en el submarino del principio, no quiero hacer una inmersión de urgencia, por la vía rápida, para que en los test de capacitación “mis chicos” den la talla.
Quiero a estos míos empapados hasta la médula de toda la sabiduría posible, que sepan hacer despertar la creatividad que todos llevamos y, que nos ha hecho unos investigadores estupendos en cualquier campo, quiero que exploren el mundo, no por necesidad perentoria, si no por afán aventurero (no como ahora), quiero que aprendan primero y luego sepan hacer exámenes porque lo necesitarán para abrir algunas puertas.

Mucho me temo que estoy haciendo una inmersión en Utopía, con el agua al cuello y el periscopio bajado me hundo lentamente….

viernes, 30 de noviembre de 2012

Chorizos. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que el otro día le pasaron un vídeo de un economista que empezaba su disertación diciendo que éramos un país de chorizos.

No puedo estar menos de acuerdo con una aseveración tan tajante y generalista, perdóneme usted, señor economista del que no recuerdo su nombre, pero yo como otros muchos que conozco no soy una choriza. No sé si la densidad de chorizos de nuestra población es mayor que la de otros países, la impresión generalizada es que sí, aunque las impresiones no siempre se corresponden con un análisis más minucioso y exhaustivo de la realidad, pero una cosa no quita la otra, y no se puede negar que parece que se ha abierto la veda al “destape” de este particular clan que hasta ahora parecía actuar bajo cuerda, en una especie de secreto a voces.

Es posible que, sin yo saberlo, me haya topado con algún que otro chorizo de poca monta (no me muevo en ambientes selectos). Hasta ahora, ya que, en este momento, sí puedo afirmar que conozco si no un chorizo, una subespecie, el estadio inmediatamente anterior, el marrullero tramposo, ése que, sin llevarse nada (aparentemente), hace enjuagues con el dinero que no es suyo, tapando agujeros generados de líos anteriores, liquidándolos con maniobras cuando menos dudosas.

Este personaje, presidente de nuestro club de futbol, podríamos haberle puesto el sobre-nombre de “El Hombre Invisible”, porque nunca ha ido a ver jugar a nuestros hijos, ni ha aparecido nunca para hablar con nosotros (incluso en los peores momentos del club), y muchos padres no saben ni ponerle cara. Yo le he visto dos veces, a lo lejos (¡¡Mira ese es el presi!!), y otra vez cuando me pagó la lotería de Navidad, pero sé de sus andanzas, y de sus teje-manejes, y una vez presencié cómo un individuo le llamaba de todo, menos bonito, porque debía dinero en todas partes. A este señor sólo le interesa el equipo profesional, al que paga, no religiosamente, ya que también les deja a deber de vez en cuando, pero la Escuela de Fútbol, es decir, nosotros, ésta es para él una mosca cojonera, que no le aporta nada y últimamente sólo le da problemas, porque le ha salido respondona.

Casi nos quedamos sin equipación (que ya teníamos apalabrada y el dinero recaudado), porque él tenía trampas en el almacén y como somos una única entidad, primero debía liquidar las deudas.

Y llega la Navidad y con ella la lotería. El año pasado nos dieron papeletas para vender, y tocó (¡qué mala pata!), ya que alguno de nosotros cobramos la última este mes de septiembre. Así que como mi memoria está intacta, y, aunque se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, esta mujer que os escribe, no, por eso sólo quiero décimos que puedo cobrar en cualquier administración, no vaya a ser que toque.

Cuando Mª José nos pasó el mensaje de que el “presi” ya tenía preparadas no sé cuántos tacos de papeletas, yo en una alarde de grosería y empleando un lenguaje soez, indigno de la educación que he recibido, le dije que me hiciese el grandísimo favor de enviarle mi contestación, a saber, que se podía meter los tacos o las papeletas una a una (a elegir) por donde amargan los pepinos. O bien que se dignase a venir a vernos, que yo gustosa se lo decía en persona. Vista nuestra reacción, la suya no se hizo esperar, sorprendido, indignado (por nuestra buena memoria), arrogante y prepotente, lanzó su chantaje: sin papeletas, no hay décimos, así que no hay lotería para nadie.

¿¡Qué me esperaba acaso, un acto de sincera contrición!?, arrepentido de su sinvergonzonería reiterada, de no parar de escamotearnos las subvenciones que nos da el Ayuntamiento (para la Escuela), de no reintegrarnos el dinero de lo que se recaudó el año pasado con las aportaciones loteras, de desviar las devoluciones de las cantidades que pagamos a los árbitros y que luego nos devuelve la Federación, y de tantas y tantas cosas más que habrá debajo de la alfombra y que desconocemos.

Lejos de esto, los chorizos y las subespecies asociadas, se creen por encima del Bien y del Mal, se sienten con el derecho de hacer lo que seguro piensan harían todos si tuviesen la oportunidad y por eso, lejos de pedir disculpas o avergonzarse, se envalentonan.

¡Qué ganas tengo de echármelo a la cara!, aunque creo que no sucederá, será una característica del chorizo (o de la subespecie) o de este individuo en concreto, pero no dan la cara, se escamotean todo lo que pueden, en definitiva tienen un tufillo cobarde.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Una Petición. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que la próxima vez que vaya a la frutería, cosa que pocas veces hace, ya que tiene un Queridísimo encargado de la tarea, va a cambiar la lista de la compra por una estrategia distinta.

Imaginemos por un momento que frente a frente con el frutero, un hombre cordial y simpaticón donde los haya, me planto y en vez de contestarle directamente a su pregunta, “¿Qué te pongo?”, empiezo a lanzarle sutiles mensajes sobre mis problemas digestivos, “que si últimamente tengo cierta tendencia a la acidez de estómago”, “que si no hago bien las digestiones”, “que unas veces ando algo estreñida y unos días más tarde el arroz blanco es mi única comida”, o utilizo los globos sonda sobre la economía doméstica, o una queja en toda regla: “no consigo que los niños coman fruta ni a tiros”. Tras los primeros minutos de confusión, mi frutero, al margen de pensar que me habría desquiciado (¡pobrecilla!), insistiría en la pregunta: “Pero ¿qué te pongo?”. Yo, por mi parte, podría pensar que es más que evidente, después de tantos años que me conoce y de toda la información que le he dado, tendría que haberle quedado claro que lo que quiero es: un par de manzanas, un par de peras, un manojo de acelgas, medio de judías verdes y cuatro plátanos, aunque esta vez voy a pasar de las mandarinas (por aquello de los ácidos) y de todos aquellos productos fuera de temporada que estarán carísimos.

Esta situación resulta chocante, pero no lo es tanto si sustituimos “la cesta de la compra” por peticiones más personales: qué quiero, qué necesito, qué espero de ti, qué esperas de mi, por qué me has dicho o hecho tal o cuál cosa o has omitido, cómo puedo ayudarte o ayudarme, cómo me siento, cómo te sientes. Con todas estas cuestiones pretendemos que los demás estén al tanto de los más mínimos detalles, un gesto, un bufido, una palabra fuera de contexto o un silencio “relevante”. Cuando nos damos cuenta que nada de esto surte el efecto deseado, es decir que el otro (que ciertamente nos conoce demasiado), no reacciona, pasamos a elaborar una historia paralela sobre los motivos, la aderezamos convenientemente con explicaciones, añadimos más y más detalles y nuestro enfado sube enteros por momentos. Incluso podemos llegar a barajar la remota posibilidad de que el otro (haciendo gala de una torpeza sin límites, ya que nuestra información, aunque sutil era clarísima) no se haya enterado de la misa la mitad, pero nunca, nunca emitimos una petición. Todo esto saldrá tarde o temprano, con la excusa de algún enfado como reproche ácido y envenenado.

Yo en esto, aunque quiero fervientemente mejorar, tengo que reconocer que tengo algún que otro pensamiento mágico al respecto. Pienso que con la fuerza de mi mente conseguiré que los demás hagan algo que, por otra parte para mi es obvio, pero me olvido de pedirlo abiertamente.
Me pasa siempre que dejo la ropa tendida. Sé que saldré tarde, volveré cansada y lo que menos me apetece es recoger la ropa del tendedero, entonces, me concentro, pienso, pienso y pienso, transmito la información, a través de canales etéreos, a los que están en casa para que se les encienda la bombilla, abran la ventana de la cocina, vean todas las cuerdas plagaditas de ropa ya seca y la recojan “convenientemente” (faltaría más). Y siempre, siempre me pasa lo mismo, llego esperanzada y “me cojo un rebote del quince” cuando lo que yo “transmití” mentalmente, no ha pasado. Me enfurruño, empiezo a rezongar por las esquinas y no paro de pensar que son todos unos desconsiderados conmigo (¡con todo lo que yo hago por ellos!), y como alguno me pregunte…ja….¡vaya chorreo que se lleva!, y ¡vaya cara de pasmo y de incredulidad que se le queda!.

Con lo fácil que hubiese sido haber pedido claramente que lo hiciesen, sin más, sin malos humos, sin necesidad de enfados, sin crear guiones ni tramas alternativas, ni interpretar lo que no es.

Es injusto, y nada beneficioso para nosotros esperar que los que nos conocen, que los que nos quieren, nos adivinen.

Hacer una petición es un acto valiente, maduro y arriesgado, nos exponemos no sólo a escuchar lo que no queremos, a que se nieguen a nuestra petición, sino que brindamos la oportunidad al otro de que se “retrate”, pero merece la pena si preferimos la claridad y no la confusión, si queremos saber para construir y no elucubrar para sufrir, si queremos confiar u optamos por la suspicacia.

Hoy no he puesto la lavadora, mañana, si voy a llegar tarde, haré mi petición.

martes, 13 de noviembre de 2012

Estoy en duelo. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que la muerte forma parte de la vida querámoslo o no, es una verdad indiscutible, quizá una de las pocas que existen, aunque nosotros, simples mortales, finitos en el tiempo, nos empeñemos tozudamente en obviarlo.

Hace unos meses, cuando murió mi amiga Virginia, tuve una conversación con Mayte, una de esas que de tan sencilla y aparentemente poco trascendente, me hizo reflexionar largo y tendido sobre cuánto tiempo invertimos en preparar ciertos acontecimientos y otros los dejamos sin cerrar. Casi, y sin casi, en los peores instantes de tu vida, cuando el dolor, la pena y la ofuscación mental te envuelve toda, tienes que empezar a decidir cuestiones materiales: qué, cuándo, cómo y de qué manera quieres despedir a tu difunto. No sólo eso, debes tener en cuenta que los motivos del certificado de defunción sean indiscutibles, no vaya a ser que el forense sospeche, o los papeles oficiales que tendrás que recibir para acto seguido empezar con tu particular vía crucis burocrático.

Al final de todo ello, Mayte y yo convinimos que ciertas cuestiones deberían formar parte de nuestra preparación vital, por morboso que parezca, no sólo el testamento, sino qué queremos que hagan con nosotros cuando nosotros ya no somos nada de nada, como último acto de altruismo al que se queda, aunque ciertas cuestiones siempre serán inevitables.

Heme aquí, ni dos horas han pasado desde que ha muerto mi padre y estoy en un cuchitril aguantando como puedo las explicaciones sobre las distintas opciones que tengo en cuanto a ataúdes, tanatorios, urnas, crematorios, coronas y como no, las tarifas reducidas que pueden aplicarme si se llevan a mi progenitor (lo que queda de él) a El Escorial o a Tres Cantos (esta última opción podemos verla mediante circuito cerrado, tipo Super Bowl, incluso puedo, si quiero, asegurarme de que es a mi padre a quien meten en el horno crematorio, para que no haya malentendidos). Eso sí, no paran de darme sus condolencias, pero no me enfado por ello, esto al fin de al cabo es un negocio y ellos hacen su trabajo, no hay nada que reprochar.

En el tanatorio estoy a gusto, faltaría más después del mal trago, y me pasan unos arbolitos para el recuerdo para que los plante y un libro escrito por un hermano carmelita, que me llevo, sospecho que me hablará de la eternidad, pero nunca se sabe, estoy pendiente de leerlo.

Todo sale a pedir de boca, incluso tenemos catering y pañuelos de papel para aburrir, por cierto que me han irritado la nariz y llevo dos días dándome vaselina para no despellejarme viva.

Estoy en duelo, en paz conmigo misma, porque afortunada fui, tuve la oportunidad de pasar dieciséis días para dejar casi todo hecho y dicho con mi padre.

No me he hecho la pregunta maldita ¿Por qué?, no la he necesitado, y además hace tiempo que supe la respuesta, y eso reconforta.

No estoy enfada con el mundo, solo triste y le añoro cada segundo.

Espero que cuando esta pena negra deje de envolverme, lo que sucederá con el tiempo, este mismo tiempo me devuelva a mi padre, para que me acompañe y se haga eterno como se merece.

Aún así, quiero ser consecuente y me voy a poner a dar instrucciones sobre qué quiero que hagan conmigo, a mi no es que me vaya a importar mucho, pero quiero ahorrar a los que se queden algún mal trago que otro, no estoy muy segura que se pueda, que el negocio esté preparado para que los vivos elijan antes. 
Ahí puede haber un filón, una nueva idea para desarrollar en el futuro.

lunes, 22 de octubre de 2012

Unión de Patanes Asociados. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que tantos años y tantas ediciones de ese macabro programa de Gran Hermano tenían que pasar factura tarde o temprano. Tantos años y tantas horas de encumbrar la mala educación, la grosería, el despropósito y la desmesura, sin pensar en las consecuencias de lo que se dice por unos minutos de gloria radio-televisados, no podían caer en saco roto.

Siempre pensé que los que terminarían pagando las consecuencias, bueno las consecuencias las pagaríamos todos, pero que los que tomarían estos malísimos ejemplos como la prueba de que el fin justifica los medios (ganarse de la vida de cualquier forma), serían las generaciones más jóvenes. Sin embargo, y casi con lágrimas en los ojos (de alegría), veo que prefieren otras cosas. Nunca se me ocurrió que la ponzoña acabaría anidando en otros, más maduros (¿?), más vividos, de más edad y claramente mucho, mucho, mucho más irresponsables.

Creo que se hace más que necesaria la creación de una nueva asociación, hay muchas, aunque ésta es de vital importancia, ya que a ella irían a parar todos aquellos que, independientemente de su afiliación política, tengan el  “patanismo” en niveles peligrosos para la salud propia y ajena, yo lo llamaría la Unión de Patanes Asociados o Partido Patán, como más guste.
Últimamente, será por los temas que se suscitan, porque está el personal algo nervioso, porque las horas de tele o de radio se cotizan al alza, porque estemos en campaña electoral casi permanentemente o porque seamos un país de bravucones, si alguien dice una burrada, siempre hay otro que, medio segundo después, lanza un exabrupto todavía peor, y lejos de quedarse ahí la cosa, la bola de nieve crece exponencialmente.

Hay frentes abiertos por doquier, el tema catalán da mucho juego, aquí se dividen entre los que se envalentonan de uno y otro lado: “pues yo tengo a los Mossos” y llega otro, un vejestorio con añoranza de ruido de sables, “pues yo al ejército” y otro más “y yo, a la Guardia Civil”. Y todos tan anchos.

Pero no son los únicos, hay otro patán, cuyo nombre he querido olvidar, que hace poco dijo que la ley estaba para ser violada como las mujeres. Sin comentarios.

Si estamos en el fragor de un mitin o en pleno debate en el Congreso entonces ya existe patente de corso para decir lo que se quiera: el candidato del partido rival ha matado a no sé cuántos él solito, o españolizar lo que él mismo considera español (lo cual sería una redundancia), o los abuelos de no sé quién han quitado la infancia a los que ahora quieren quitar las pensiones (¡qué trabalenguas, creo que me he liado!), o el carnet de mujer por puntos o la comparación bastante desafortunada (por decirlo finamente) entre las asociaciones de padres de alumnos que se suman a las protestas en defensa de la educación pública y cierta banda armada y su entorno (¡aggg, chirría!).

Alguien podría tacharme de intransigente, por aquello de no perdonar los deslices. Meter la pata, cometer un desliz, es humano, y todos tenemos amargas experiencias, otras incluso graciosas, de meteduras de pata grandiosas. Lo que diferencia a un patán, es su pertinaz obstinación en no reconocer cuándo ha cometido la falta, asumirlo, desdecirse y explicarse mejor, no, un patán no sólo no reconoce, se empecina en decir que no ha dicho lo que ha dicho, y si lo ha parecido es que se ha interpretado mal. Conclusión: te lanza el cóctel molotov verbal y luego te llama necio. También existen patanes más peligrosos, los que quedan absolutamente satisfechos de cuanto dicen, sin remordimientos, sin sombra de duda.

La fila da tres vueltas a la manzana, son muchos los que han mostrado interés por sumarse a esta nueva asociación, bien por convicción propia o animados por compañeros, así las diferentes instituciones sanean sus filas.

Como el resto, la gran mayoría somos, como mucho, metepatas, lejos de condenarlos al ostracismo por toda la eternidad (revisando su condena o no), les daremos la oportunidad de reinsertarse mediante buenos programas educativos.

lunes, 8 de octubre de 2012

Martes, Manifestación. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que la ola de manifestaciones que desborda nuestro país últimamente ha puesto muy nerviosos a algunas de nuestras autoridades. Como ya tienen las tijeras en la mano y están a todas horas utilizándolas, parece que no se les ha ocurrido otra cosa que empezar a dar tijeretazos también a los derechos fundamentales.

De acuerdo, muy de acuerdo, ¡qué molestos son los manifestantes!, ¡qué vocerío más desproporcionado!, egoístas ellos, no se percatan del daño a la imagen de este país (¡mecachis!), del trastorno a la vida cotidiana que producen, del gasto (en estos tiempos) en limpieza y en horas extras de antidisturbios, a los que ya tenían prometido un bonito recorte, porque también son funcionarios públicos, de los quebraderos de cabeza que provocan a las mentes pensantes y a sus señorías, ¡qué despropósito!.

Por todo ello he pensado que la alternativa es, sin duda, la Manifestación Unifamiliar, es decir que cada uno se manifieste en su casa y que invite a quien quiera, vecinos, amigos o familiares, pero en un entorno recogido, sin prensa, sin gasto público, en la intimidad del hogar (como un buen españolito, como le gusta a nuestro presidente, calladitos todos), así no molesta al resto de sus conciudadanos (bueno a alguno sí, a los que viven abajo, o arriba o a los lados) y, por supuesto, no inquieta a los gobernantes, que bastante tienen ellos con las charlas que les dan desde Bruselas o Berlín, para tener que aguantarse con esto, “¿No votaron hace poco?”, se preguntan.

El caso es que yo, como soy una mujer práctica, he propuesto a mi entorno más próximo establecer el Martes, como el día para manifestarse, en mi casa claro, aprovechando que mi hermana vive en el piso de arriba, mi hermano pequeño está a diez minutos en coche, mi madre viene a verme, e incluso a veces mis suegros. El motivo, ya lo someteremos a votación, hay muchos Martes y muchos más motivos de protesta, lo difícil será ponerse de acuerdo, no vaya a ser que encima de pocos, mal avenidos.

Pero en mi manifestación unifamiliar voy a hacer trampas, ¡cómo no, para eso la he inventado yo!, y no me voy a privar de nada.

Voy a contar con la prensa, llamaré a mi hermano el mayor, reportero de Madridiario para que cubra la noticia, ya que qué sentido tiene una manifestación si no se difunde.

Como delegada de gobierno de mi casa, y al mismo tiempo, promotora de la manifestación tengo un conflicto de intereses, o como diría el cantante “el corazón partío”, entre protestar y salvaguardar mis figuritas de porcelana. Ciertamente cuando las cosas se calientan se pierden los papeles y a ver si a mi hermanillo le va a dar por quemarme el cubo de la basura dentro de casa o volcarme alguna silla.
Solución: tendré que optar por llevar un agente para salvaguardar el orden público/privado. Como mi hija quiere ser policía desde que tiene uso de razón es la candidata ideal, aunque últimamente no lo tiene tan claro, ver las cargas policiales (algunas tan “selectivas” y “proporcionadas” como la que le llevó a mi hermano, el reportero, a llevarse más palos que una estera) le están dando qué pensar, pero yo le digo que sosiegue, que la policía hace otras muchas labores más amigables.
Definitivamente se encargará de este tema, le pondré el escurre-verduras en la cabeza y le daré un cazo como arma preventiva, pero con la promesa de no utilizarlo.

Ya tengo el itinerario hecho, pero las proclamas tendremos que improvisarlas, y dependerá del motivo de la “mani”.

Dejaré libertad de expresión para todos aquellos que acudan, allá ellos con lo que dicen, mi hija tiene el punto de ebullición bajo y como le toquen la fibra, me la veo corriendo detrás de su tía blandiendo el cazo amenazadoramente, mientras su tío de la prensa (convenientemente identificado), le hace fotos.

No sé si decirle a mi madre que ese día se abstenga de venir, tiene ya una avanzada edad y me da miedo que en una “tangana” con algún manifestante loco, espía infiltrado o violento profesional, se tropiece con la mesita del café y se caiga pasillo abajo.

Este Martes, no puedo, pero al siguiente estrenaré el Manifestódromo casero, aunque pensándolo bien creo que si quiero manifestarme lo voy a seguir haciéndolo en la calle como siempre, ¿No será que lo que les molesta no son las manifestaciones sino el motivo por el que se manifiestan?.

martes, 2 de octubre de 2012

Quiero darme de baja. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que nunca ha trabajado para una compañía de telefonía móvil.

Como técnico de selección, y como responsable de departamento mi ámbito de trabajo fue siempre otro bien distinto, nunca me pidieron que seleccionara personas para servicios de atención al cliente de compañías de telefonía móvil, quizá por esto, desconozco cuáles son los requisitos que se demandan de estos perfiles.

Sin embargo cuando, apretado por las circunstancias, casi en un callejón sin salida, no te queda más remedio que tomar la decisión, dolorosa por otro lado, de comunicarte con tu compañía de telefonía para anunciarles, con pesar, que quieres darte de baja del servicio, es entonces cuando te planteas, qué destrezas, habilidades, experiencias y conocimientos tienen en cuenta las mentes pensantes de dichas empresas para elaborar los perfiles de los empleados de los servicios de atención al cliente.

Las malas noticias es mejor darlas a bocajarro, sin miramientos y sin paños calientes (teniendo en cuenta que no mantienes una relación personal con la compañía, aunque te haya acompañado en tantos momentos entrañables), y cuando pronuncias la frase “Quiero darme de baja”, esperando una reacción lógica al otro lado de la línea, interesándose por el motivo de tu partida, te encuentras con una persona que parece tener un problema de comprensión verbal (lo cual no es muy probable), o le importa un bledo lo que le estás contando (esto sí es más posible), porque en una maniobra envolvente “pasa” literalmente de ti y te ofrece un cerro de alternativas sobre lo que hacer con tu línea.

O sea, que una de las características básicas de este “perfil tipo” es ser creativo. Ahora entiendo que yo, habiendo contemplado una única posibilidad (léase, darme de baja), se me bloquee la mente con otras tan variopintas como trasladarla a otro domicilio, dársela a un amigo o incluso, ya si te pones, regalársela a una ONG.

No es el caso, no me satisface ninguna de ellas e insisto en irme, pero me encuentro con una tozudez sin límites.

Segunda característica, ser duro de oído o mostrar una habilidad extraordinaria en el “habla chucho que no te escucho”.

Tengo cierta vena aragonesa y a cabezota me gana poca gente. Pero cambia de tercio, ¡qué hábil!, porque ahora me sale con que tengo contrato de permanencia y tengo que pagar “nosecuantos” euros de más, y esgrime: “Tengo la grabación”, pero no me arredro: “Pues mándamela”. Llevo tres días sin salir de casa esperando la grabación como si fuera yo Garganta Profunda y aquello el Watergate.

Tercera característica, ser un desmemoriado o saber tirarse faroles.

Muevo ficha y, aunque me duela (no están los tiempos para tirar los euros ni para regalárselos a quienes ya tienen muchos más que yo), me decido a apearme del burro y me comprometo a pagar la permanencia. Esta vez se ha pasado con las drogas o ahora, sí que sí, tiene un serio problema mental porque la comunicación es imposible, no me hace caso y sigue con su letanía sobre qué podría hacer yo con mi línea…de todo, menos darme de baja.

Cuarta y quizá última característica, anestesia absoluta de empatía con el cliente.

Viendo el perfil, si yo tuviera que seleccionar un candidato y contarle todo esto lo tendría muy difícil, honestamente tendría que contarle que el único objetivo e interés de mi compañía es la permanencia a TODA COSTA del cliente, independientemente de sus gustos, de su interés o de su satisfacción con el servicio, por lo que su único objetivo, como empleado, es dilatar con cualquier excusa (o artimaña si fuera necesario) cuantos más días mejor, para hacer caja, nada de facilitar la tarea y quedar como un señor.

Suerte, para mí y para muchos clientes, que no siempre es así.

Estoy quemando mis últimos cartuchos, se me acaban las opciones antes de entrar en la lista de morosos por negarme a pagar una cuota más de una línea que no quiero. Propondré la creación de una lista tan negra como esa, para las compañías que juegan con nosotros, porque sigo pensando (en mi candidez?) que otra forma de hacer negocios es posible.


lunes, 24 de septiembre de 2012

Yo,Yo,Yo, Yoísta. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que existe riesgo de contagio.

Ante todo he decir que no ha sido a mí a quien se le ocurrió el término, fue a una amiga mía, y aunque parezca que no es muy ortodoxo, describe a la perfección esta enfermedad, este virus antiguo como la Humanidad, pero que hoy en día (como las plagas de piojos), se ha acrecentado y multiplicado, porque aunque estamos rodeados de gente, muchas veces nos sentimos tremendamente solos y desamparados.

No hay que decir, o sí, que esta amiga mía y yo, tenemos otra amiga común yoísta hasta la médula, pero ella, como la mayoría de afectados, no lo sabe. A veces, a esta amiga y a mí, se nos hace insufrible soportar los síntomas.

El yoísta es un paciente duro de pelar, primero porque no se considera aquejado por el virus, segundo, porque en el caso de que alguien le ponga en antecedentes y le haga ver lo que hace, tiene una imagen tan distorsionada de sí mismo que considera que aquel insensato sólo pretende ofenderle  y le tiene especial animadversión y tercero, porque necesita desesperadamente la atención del respetable.

¿Cómo reconocer a un yoísta? Sea cual sea el tema que se sugiera en una conversación, el yoísta tomará enseguida la iniciativa empezando su frase con un “yo hago, a mi me pasa, yo conozco…” para hilvanar acto seguido con cualquier elemento discursivo que tenga que ver o no con lo planteado.
El yoísta charla sin parar, interrumpe sin remordimientos, termina tus frases si tardas más de la cuenta (estás invadiendo su preciado tiempo), te interroga si necesita información, te examina para asegurarse de tu atención y en casos muy graves llega a recriminarte si te coge en un renuncio.

El yoísta es un agujero negro que absorbe todas las conversaciones y las transforma en yoa-logos (no hay diálogos).
El yoísta resulta tan cargante que aleja de sí a toda aquella persona que no tenga una voluntad de hierro y que no decida, por amor o amistad, mantenerse cerca a pesar de los pesares, lo cual provoca aislamiento, no convoca la cantidad de auditorio que les gustaría y eso acrecienta más los síntomas.

No hay espectáculo más espléndido que una batalla de yoístas, el resto de los allí presentes sólo deben sentarse con una buena bolsa de pipas y ver cómo luchan denodadamente, cómo te utilizan, cómo hacen prisioneros, cómo se alían primero con unos y luego con otros y por último, cómo se rinde uno, y el otro sale triunfante…amargo triunfo, ya que los allí convocados hartos ya del duelo sólo desean no volver a verlos en su vida.

Hace ya unas semanas que propuse a unas amigas un curso de relajación, quizá fue un mal planteamiento, ya que la idea no es llevar la colchoneta, los bombachos y hacer tres respiraciones profundas, sino empezar la casa por los cimientos, ahondar en el hecho de que la relajación es quizá la última estación de un largo camino que hay que recorrer, y que pasa por la conciencia de uno mismo, la buena gestión de nuestras emociones, aprender a escuchar y observar las señales de dentro y de fuera, saber lo que nos limita y lo que nos potencia y contar con ello para llevar a cabo todo lo que nos propongamos. No tuvo mucho éxito y me temo que no me vendo muy bien.

Sinceramente creo que sería beneficioso para todas esas personas yoístas, pero para otras también, incluida Yo.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Profesiones de Futuro. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que cada año los estudiantes y sus preocupados progenitores se devanan los sesos para intentar dilucidar cuáles serán las profesiones más demandadas en el futuro.

Para mi es un planteamiento tramposo de inicio, ya que quién sabe con las vueltas que da la vida y los avatares que estamos sufriendo qué va a ser más útil, e iría, incluso, un paso más allá, ¿dónde ponemos la utilidad o no de una profesión?. Yo por mi parte, cambiaría útil por Valioso, me gusta más y le añadiría al guiso dos ingredientes: Cariño por lo que haces y Respeto. A partir de ahí las posibilidades son inmensas, cómo juegues con la fusión de tus conocimientos, experiencia y gustos, para ponerlos a merced de lo que puede ser valioso también para otros, útil también.

Reconozco que estas ideas mías no son compartidas por muchos, no desespero, ya que mi Queridísimo, un hombre pragmático donde los haya, ya ha mutado. El otro día me sorprendió dándole la charla a mi hija, diciéndole lo mismo que yo le había dicho hace tiempo y creyéndoselo. Pero no todos son así, y ayer mismo mi peluquera, una chica nada sospechosa de encefalograma plano, me miraba como si me faltara un tornillo (o varios), cuando empecé a obsequiarla con mi diatriba sobre las profesiones del futuro.

Mientras te están dando el pegote del colorín, te someten a un tratamiento de calentamiento intensivo de cabeza para que el tinte se fije definitivamente, te lavan la cabeza y te dejan medio sorda con tanto chorro en las orejas y después tienes a tu alrededor el parque eólico de secadores, las conversaciones de cierto calado con argumentaciones, que den lugar a un cambio de impresiones y a un debate o dialéctica sobre el por qué de tu razonamiento, no tienen cabida. Así que yo aprovecho estos momentos para estar calladita o mantener charlas más livianas que se puedan interrumpir y dejo la artillería pesada para cuando tengo que abonar la dolorosa, que en este caso es muy, muy dolorosa.

Como ayer iba acompañada y tenía cierta prisa, no tenía intenciones de hacer de Seneca, pero siempre me tiran de la lengua, o al menos es lo que yo me creo (¡¡¡maldita vanidad la mía!!!), y esbocé rápidamente mis ideas sobre las profesiones que en el futuro serán las más demandadas, a saber: Filósofo, Historiador, Lingüista, Literato y en general todo lo que tenga que ver con lo denominado, Arte, y, por supuesto, Psicólogo, dejándome a un lado lo más convencional, léase, todo lo tecnológico.
Se puede imaginar uno la cara que puso la muchacha, no sabía si estaba de broma, si formaba parte de mi fina ironía, si lo decía en serio (y necesitaba tratamiento rápidamente) o era con afán de polemizar.

Antes de nada he de decir que todas las profesiones,  con o sin título académico, me merecen el mayor de los respetos siempre que se ejerzan con estos tres ingredientes básicos que ya apunté al principio de este post: Cariño, Respeto y Validez, aún así sigo pensando que tendremos que volver a retomar nuestros valores como seres humanos, nos deberemos reencontrar con nuestra esencia para saber hacer útil la tecnología que tenemos a nuestro alcance, sin que ella nos alcance a nosotros y nos destruya.

Todo esto no pude argumentarlo….las prisas.

Quizá esté absolutamente equivocada y las profesiones del futuro no sean estas, sino otras, da igual, ¿qué es lo importante? Que nuestros hijos estudien o hagan aquello que más les guste, para que luego puedan encontrar la forma de hacer de su pasión, su medio de vida.

viernes, 31 de agosto de 2012

Vacaciones. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que hoy es el último día de Agosto, ya huele a Septiembre, a libros, a la vuelta al cole, a la verdadera cuesta por la subida del IVA, a un otoño caliente, a fascículos y colecciones que se empiezan y nunca se acaban, y a una palabra maldita, esa que parece no debemos pronunciar porque da mala imagen y  desasosiega, como si el culpable de todos los males fuese llamar a las cosas por su nombre y no hacerlas mal. Pero a lo que huele definitivamente es al fin de las vacaciones.

Y ya tenía yo ganas, que este año me las tomé in extremis, casi, casi, a hurtadillas, y estaba un poquito harta de ver a todo el mundo pasar por delante de mí con los cachivaches rodantes (ya no los hay de los de siempre, ataditos con cuerdas), rescatando del baúl de los recuerdos el pueblo de la niñez o retomando después de años las amistades o las relaciones familiares con apartamento en la playa.

Por supuesto, nada de cruceros, ni de tours por Centro-Europa, ni nada de un “Todo Incluído” en una jaula de oro en Punta Cana o en la Riviera Maya, eso para otro año, porque en este hasta los que podrían, para dar buena imagen o para no crispar, han hecho el paripé de irse, pero poco, o irse, pero a lugares poco glamorosos, como si con ello engañasen a alguien o deshiciesen algún entuerto.

Yo cambié el sur por el norte, ya había pasado suficiente calor este año, y la playa, por el camino, y la gente….esto no lo cambié porque seguía habiendo gente por todas partes, andando, en bici, y vacas, muchas vacas, y hasta unos dinosaurios (más bien dinosaurias), que se debieron escapar del Museo del Jurásico de Muja, a las que no pude datar ya que hubiese necesitado la técnica del Carbono 14, pero que calculo yo a ojo tendrían entre 100 y 10.000 años de edad y un color de piel caramelo por la sobre-exposición al sol. Tanto tiempo en  un museo sin saber qué ponerse, debieron creer que el short y la camiseta de tirantes era la indumentaria correcta independientemente de tu edad, carnes, peso específico y tersura de la piel, e iban ellas tan ufanas por el paseo marítimo luciendo pellejo, que pensé yo que en uno de esos vaivenes del colgajo se les desprendería del hueso dejando un esqueleto perfecto.

También me llamó la atención, cómo reaccionamos ante la manifestación de la Naturaleza en estado puro, es decir, las vacas a su aire, seguro que si baja una nave espacial del cielo no nos sorprende tanto como este hecho. Tan estupefactos estábamos todos de la comunión entre hombre y vaca, íbamos caminando a la par sin agredirnos, que el hombre sacaba cada dos por tres la cámara de fotos para inmortalizar este momento: “Hazme una con la vaca pastando”, “A mi, a mi, con la vaca tumbada a mi lado”.

Este año he hecho mía la máxima de entra en el sitio más cutre, te saldrá bien de precio y comerás de maravilla, y aunque la mayoría de las veces es cierta, a veces, el sitio más cutre es el más cutre por algo.

Y volví con mis cachivaches, ya feliz. Como me fui de las últimas ya no he tenido que ver cómo otros se iban, ni siquiera he visto volver a tantos, volvieron antes que yo, porque los períodos vacacionales también sufrieron recortes y severos. Encaro el final de este año con ánimo porque es mi etapa preferida, llega el frío, se acortan los días y yo revivo, proporcionalmente a como me marchito en primavera y agonizo en verano, rarita que soy.

Pero las vacaciones siempre son necesarias no importa el destino, ni cuanto dinero inviertas en ellas, necesitas poner tierra de por medio, cambiar la rutina, aunque sea por otra distinta, lo único que deseo es que el año que viene no se hagan tanto de rogar como en este.

lunes, 6 de agosto de 2012

Vendo Oro. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que hace unas semanas atracaron a su madre para quitarle una cadenita de oro.

Ya lo sabía yo que con esto de la crisis, la falta de parné en el ambiente, la subida como la espuma del precio del oro y, por consiguiente, la proliferación de los negocios que compran el valioso metal, los cacos sumarían dos y dos y empezarían a buscar una fuente de financiación alternativa al cobre, al papel moneda, a los narcóticos o a cualquier otro negocio sucio que ya estuviese algo agotado.

Todo se agota, nuestras existencias de cobre deben estar ya por los suelos, o en un círculo vicioso de mercado negro, limpieza y mercado blanco.
El papel moneda ya no es lo que era, cada vez vale menos, casi tanto como los billetes del Monopoly. Por cierto, un inciso, yo tengo uno, voy a probar a bajarme al ultramarinos unos cuantos, por si empiezan a servir como moneda de cambio.
Y los narcóticos, bueno éste es un negocio que ya se está volviendo demasiado legal con la industria farmacéutica a la cabeza.

O sea que lo mires por donde lo mires, volvemos a nuestros orígenes, al oro, al Rey Midas. Y lo mires por donde lo mires, los ladronzuelos siguen en sus trece de emplearse a fondo en barrios deprimidos y abusar de personas mayores, como mi madre, que son facilonas. El delito es delito allá donde suceda, pero digo yo que podían cambiar de estrategia, pero no estamos hablando de robinjudes, sino de pelanas que son el último eslabón de una cadena, de una mafia que está desprovista de moralidad bandidesca.

Después del disgusto, del susto de mi anciana madre, de la corajina que le entró porque además, en la meliflua cadenilla, iban insertadas unas cuantas medallitas (éstas no de oro) que eran recuerditos suyos, con poco valor material y mucho sentimental, me dediqué a otra cosa mariposa, dados los calores veraniegos.
Y hete aquí que empezaron los Juegos Olímpicos, y las apuestas sobre el medallero de España.

Llevamos ya unos cuantos días de competición y qué decepción, las medallas se nos resisten.
Es cierto que en algunas disciplinas ya las llevábamos colgadas al cuello como si no hubiese que entrar en concurso, y por eso, nos dieron la primera en la frente. En otras, como juega en nuestra contra la mala suerte, la que nos persigue en estas grandes citas. En las más, pensar que las cosas se construyen de un día para mañana y en el deporte, hay que invertir mucho, aunque el resultado nunca esté garantizado.
Pero tras los primeros batacazos, nuestra niña de cara cuadradota y mirada limpia, se ha colgado dos de plata, después de quitarse de la cabeza las telarañas en las que se envuelve cuando entra en el certamen (gracias a la ayuda de su psicólogo, para que luego digan que no sirven para nada), y una de bronce de otra mujer en aguas bravas, que a buen seguro, pocos sabían que se competía en eso.

Pero ¿Y el Oro?, pues ni está, ni se le espera, me temo.

Por muchas razones.
Las que esgrimirían los expertos serían las de siempre, cuando se deja de apostar por los deportistas de cualquier disciplina (desde hace ya unos cuantos años), los resultados se resienten y sólo destacarán aquellos con muchas dotes, con un buen patrocinio o con una estrella en salva sea la parte.

Aún así, mi razón no es esa, yo creo que lo están haciendo adrede, en cuanto se ven con la más mínima posibilidad de ganar, se arrugan, se encogen, les entra el miedo, y no el escénico por la presión, no, sino por recibir una medalla de oro, y bien gorda, delante de millones de personas, con tu cara en la tele para que todo el mundo te reconozca.

Porque quien es la guapa o guapo que viene con ella colgada del cuello, ja, ¡para que luego te den un tironcejo y te la manguen, con lo que te ha costado conseguirla!.

lunes, 23 de julio de 2012

El palito. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que existen señales que no siempre queremos escuchar, como aquellas de advertencia o de alarma que nos envía nuestro cuerpo, o las que desde otros organismos vivos, seres de nuestra especie, nos lanzan y nosotros desoímos por distintas razones.

Por eso comprendí que no podía ser fruto de la casualidad que mi hermano en su vuelta a la bitácora escogiese el tema del desánimo y de los caminos alternativos, y que una amiga mía estuviese ofuscada por el derrotero de las conversaciones vespertinas, parecía que todas terminaban hablando de lo mismo….la SITUACIÓN.

Sí señores, por causas que no es objeto de este artículo ni de esta escritora explicar, puesto que nos meteríamos en una discusión sin fin, nos ha caído una M…de dimensiones espectaculares, que nos ha dejado en estado de shock. Primero nos dijeron que era caca sin importancia, incluso ni se la ponía llamar así, pero con el tiempo hemos visto que no, que aquello es un excremento y de los gordos. Entonces han aparecido los equipos encargados de analizarlo (expertos y no tan expertos): longitud, profundidad, dimensiones, textura, pero en lo que todo el mundo está de acuerdo es que despide un olor nauseabundo.

Esta gran excreción o Crisis ha producido algo muy humano, primero desconcierto, después estupefacción, enfado y por último abatimiento y derrotismo.

Al principio pensé que la fascinación por la magnitud de la enorme cagarruta, daría paso a un alejamiento y al repudio más absoluto, porque ya os digo que la fetidez es insoportable, pero lejos de ocurrir esto, estamos total y absolutamente deslumbrados (debe ser por el shock del que todavía no nos hemos repuesto) e incluso estamos con el palito venga a removerla, lo que airea más la peste.

Mientras estás ahí, respirando los vapores, es imposible que tu cerebro tenga oxígeno suficiente para pensar en si es mejor rodear el emplaste, tirar un puente colgante, calzarse las botas de goma y meterse hasta las rodillas para cruzarlo cuanto antes o cualquier otra solución.
Mientras estamos ahí todos juntitos, con el palito, alguno cuenta cómo el cuñado de su prima se metió hasta el cuello y consiguió salir (a éste le miran con cara rara y le mandan a buscar más palitos), otro parece entrever las piernas del quiosquero de su barrio que cayó de los primeros.
Mientras estamos ahí, ya no estamos enojados, estamos tristes, desanimados, desmoralizados, incapaces ya de encontrar nada y asumiendo lo que tenga que venir como corderos en el matadero.

Oí las señales, ya desde hace tiempo no hacía caso de los olores, y me alejé un poco. Sencillamente encontré, el aire un poco menos viciado, si tengo que buscar alguna solución, camino alternativo o cualquier salida necesito tomar perspectiva (alejarme del olor y verlo desde otro punto de vista), a algunos enfadados o indignados pero con esperanza, otros creativos y los más, más o menos como yo, oxigenándonos un poco para dar nuestros primeros pasos, tímidos o confiados dependiendo de quien los dé.

No he dado con la solución, ni personal ni universal, pero en el centro de la gran M tampoco estaba haciendo nada de nada, aquí tengo las fosas nasales más despejadas, la cabeza más limpia, empiezo a tener ideas (unas más peregrinas que otras).

Entiendo que los equipos de expertos que tienen que seguir analizando la plasta sigan allí, para que luego puedan documentarlo todo muy bien y saquen conclusiones para los libros de Historia. A mi ya no me hacen falta más análisis, de momento, saqué mis conclusiones. Los que quieran quedarse allí cerquita, que se queden, como si en vez de ser lo que es, fuese un faro deslumbrante, pero por favor os lo pido ¡¡¡dejad ya de removerla con el palito!!!.

lunes, 16 de julio de 2012

Neurotransmisores. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que en el último curso de carrera escogió una asignatura que se llamaba Neuropsicología, que le pareció interesantísima.

Sin embargo, aunque es una de mis pasiones y uno de mis intereses, el estudio cerebral, la neurociencia, y el método científico, no terminan de adaptarse a mis características caóticas personales. Se necesitan grandes dosis de paciencia, que yo no tengo, de constancia, de avances diminutos para llegar al objetivo, y sobre todo, se necesita una capacidad de conservar nombres que, a mi se me resiste, ni los de las personas, las capitales, ni mucho menos los de las zonas cerebrales.

Pero yo doy ideas, por si algún científico quiere investigar, y creo haber descubierto un nuevo neurotransmisor en el cerebro, que a falta de otro nombre mejor ideado, he dado en llamarle Malababanina, y del que estoy descubriendo cada día sus efectos nocivos y perniciosos en el comportamiento humano. La Malababanina, no es más que el exceso de mal humor, mal genio, mala baba o lo que viene a ser “estar de morros”, las causas son lo de menos, de todo hay, pueden ser objetivas, subjetivas o sin causas aparentes, lo importante son las secuelas que producen en nuestro organismo.

Hace unos días, entré a la farmacia (local que últimamente acumula personas con altas dosis de Malababanina, por aquello del copago), y percibí un tufillo extraño (este neurotransmisor se caracteriza, entre otras cosas, porque despide un cierto aroma acre muy reconocible), al salir la boticaria, confirmé mis temores…estaba de mal humor (también es otra de sus características, afecta a los músculos faciales, entre otros). En estas circunstancias lo breve, dos veces bueno, así que le espeté el nombre de la medicina que iba buscando (sin receta) para acabar cuanto antes la transacción comercial. A mi los laboratorios farmacéuticos no me consultan el nombre que le ponen a sus preparados, bastante tengo con hacer un esfuerzo supino y acordarme de cómo se llaman los que necesito.

La farmacéutica me miró con cara de nulo entendimiento y empezó a cortocircuitarse. Repetía una y otra vez el nombre del medicamento en voz alta para ver si acudía a sus manos, como en el hechizo de Harry Potter, mas no quise decirle que le faltaba la varita y la palabra mágica. Como aquello no surtía efecto, probó abriendo todos los cajones del almacén, mientras seguía repitiendo el nombre dichoso. Después de un rato, el nivel de Malababanina iba en aumento, por su torpeza, así que pegó un bocinazo a su colega que estaba en la rebotica, la cual le indicó en dos segundos dónde estaba el susodicho fármaco.
Podría haberme ido a mi casa en este momento sin sufrir más daños ya que no era yo ni la causa ni el objeto de su enfado, pero ahí cometí mi primer y único error. Cuando ya me estaba cobrando, mi hija, me recordó que nos faltaba uno, y se me ocurrió pedírselo. Me devolvió una mirada de perro y de manera ciertamente tirante, inquirió que primero me cobraría y luego se ponía a buscar el siguiente.

“BiominolA”, le dije yo, y directamente, entró en bucle, uno de esos malignos, dañinos, interminables.
De nuevo probó con el hechizo (¡¡qué te falta la varita!!) y con los cajones, y una sirena silenciosa se disparó porque la Malababanina estaba en límites críticos. Otro bocinazo, y la colega de la rebotica le contesta con tono de estaestontaderemate: “2º cajón, donde las gotas, la caja azul de toda la vida”.

La boticaria sale del bucle, pega un vaivén de cabeza tipo porqueyolovalgo y….
Me dice A MI: “Claro, las vitaminas de toda la vida, las que le daba mi padre a los pájaros (mi hija se pone a trinar como loca, porque lleva 2 años tomándolas), si me hubieses dicho BiominolA, te habría entendido”.
No temo al peligro….”Pues claro, lo que te he dicho, BiominolA”
“Ah, pues yo te había entendido BiominolA”.

Conclusión: la Malababanina tiene un efecto corrosivo sobre el procesamiento del sonido, la comprensión del lenguaje, la recuperación de conocimientos de la memoria, el bloqueo mental en general y además impide reconocer cuándo nos hemos confundido y hemos de asumir la disculpa.

Ayer tuve un subidón inexplicable de Malababanina que me ha dejado unas consecuencias hasta ahora no documentadas, un trastorno intestinal y un dolor de estómago apoteósico….Tomaré nota.

lunes, 9 de julio de 2012

Excusas. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que la semana que viene tiene que llevar el coche a pasar la ITV.

Como siempre, todos los años, me pasa lo mismo, igual que lo de ir al taller, me sale sarpullido. Entonces me busco una excusa, una excusa que por supuesto nadie se cree, y termino por reconocer delante del Queridísimo que odio todo lo relacionado con el “4 ruedas” y no me queda más remedio que hacerle una petición formal, porque mi excusa no tiene excusa.

Ayer sorprendida me quedé, aliviada al ver que no soy la única que tira de excusas, cuando una amiga mía puso el pretexto menos contundente, más quebradizo, menos solvente que he visto para no llevar a cabo el plan del fin de semana propuesto, y conste que la entiendo, porque me sé los detalles y, en su lugar, es posible que yo también me encontrase en esa tesitura.

Sin embargo yo estaba allí contemplando el panorama, como todos (excepto yo) desmontaban la coartada de mi amiga, creyendo que le hacían un favor, mientras ella sonreía por fuera y retorcía pescuezos por dentro. Yo intentaba por todos los medios pensar con rapidez para darle una salida airosa, pero éste nunca ha sido mi fuerte, ya que todo lo que se me ocurría era tan retrógrado y casposo que iba a sonar muy poco creíble. El mal ya estaba hecho.

¿Qué hay detrás de una excusa?, pues un enorme “No me atrevo” a decir “No quiero o No me apetece”. Porque ese atrevimiento puede resultar muy caro, bajo nuestra perspectiva de las cosas, puede desencadenar consecuencias de magnitudes desproporcionadas, o al menos eso es lo que creemos, y antes de meternos en esos jardines, probamos la disculpa. Si nos sale bien solventamos la situación, pero no resolvemos el problema, ése siempre sigue ahí, irresoluble.

En este caso, como en otros muchos los consejos de poco sirven, los “yo le diría” o “tienes que hacer” son papel mojado:
Primero porque sueles desconocer datos cruciales y fundamentales de la ecuación.
Segundo porque se produce un hecho biológicamente insólito, los canales auditivos se despejan de cerumen, las conexiones neuronales desaparecen y el sonido de tus palabras entra por la oreja del receptor de tus consejos y sale por la otra y se pierde en la inmensidad del espacio.
Y tercero, pero no por ello menos importante, te puedes encontrar con la tortilla dada la vuelta, es decir, recibiendo consejos, los mismos que tú diste anteayer (jaja, ¡qué desmemoriada!).

Sin embargo no todo está perdido, la solución debe encontrarla el que tiene el problema, plateándose primero qué quiere conseguir y qué es lo que le impide conseguirlo. Como primer paso no está mal, a partir de ahí, hay que seguir avanzando. Los resultados suelen ser espectaculares y uno se pregunta por qué no lo habría hecho mucho antes, seguramente porque no estaba preparado y no era el momento, todo tiene su tiempo de cocción.
  
Si a mi amiga le sale mal, por lo menos en la siguiente ocasión pensará una buena evasiva, o si decide que está preparada, que ha llegado el momento, planteará la cuestión desde otro punto de vista, abordando el “No quiero” directamente, ella decidirá a su tiempo.

Yo, por mi parte, sigo intentando zafarme de llevar el coche a la ITV, ahora ya sin excusas, ¿Qué es lo peor que me puede pasar?....que me diga que no.

lunes, 2 de julio de 2012

El Desenlace. Organización de Eventos. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que los datos fríos nos dejan el siguiente balance: Un superávit recaudatorio que fue convenientemente revertido, índice de morosidad, 0, índice de impago, 0.

Sin embargo todo el mundo sabe que cuando se trata de hacer un análisis del éxito o el fracaso de cualquier evento, los números desapasionados no bastan, existen otros elementos que influyen de manera crucial, elementos que no son tan medibles, menos cuantitativos, más abstractos, más subjetivos.

Aquel día tenía yo bastante con aguantarme, no porque estuviese de mal cariz, ni mucho menos, sino que literalmente me costaba estar de pie y, por contagio, me envolvía una anestesia mental preocupante. Sería por la ley de la compensación o por otra de naturaleza desconocida, el Queridísimo era todo positivismo, donde siempre ve problemas, encontraba soluciones. Tanto es así que cuando llegamos al campo y nos dijeron que, por quincuagésima vez en este año, nos habían vuelto a dejar sin fluido eléctrico (por el robo del cobre), rápidamente se puso a buscar alternativas e incluso no descartó la cena a la luz de las velas (¡¡¡¡¿Quién eres tú y qué has hecho con mi Queridísimo?!!!!).

Y yo, mientras, deambulaba por allí, definitivamente perdido el contacto con la nave nodriza.

Siempre existen mecanismos en tu interior que no dejan de sorprenderte, cuando estás “empanada” para ciertas habilidades que suelen ser tu fuerte, se abren paso otras que jamás creías que tenías y acudieron a mí las “artes económicas” y como contable avezado (ya no tengo abuelas) empecé a clarificar el panorama de los dineros, los que había, los que no, los que faltaban, cómo habría que realizar los pagos, dejando a otros el “arte recaudatorio” mitad negociación, mitad acto diplomático.

Al filo de las 3 de la mañana alguien dijo que nadie quería apuntarse a nuestro club porque nos consideraban “un equipo de mierda” (¡vaya, no sabía yo que estuviesen por los aledaños los descendientes de los Messi y Ronaldo o de nuestras estrellas patrias que no pillan un balón de oro por muchos méritos que hagan!), y volví a pensar en los datos, en ésos objetivos, fríos, parecidos a los del principio, como son: que cada retraso en las cuotas les cuesta a los entrenadores dejar de cobrar, que no metemos ni un gol al arco iris y que hemos quedado los terceros por la cola en liga, en la categoría más baja que hay. Visto desde ese punto, la conclusión es inapelable….pero como todo el mundo sabe, existen otros elementos de juicio.
Si el objetivo de nuestros hijos fuese ganarse la vida como profesionales de las pataditas, éste no sería su equipo, pero si es otro, quizá sí lo sea, porque en qué otro equipo de fútbol el entrenamiento y los partidos de los chicos son un mero pretexto para las reuniones de los padres, ya que cuando se acaba la temporada nos despedimos tristones, con la esperanza de reencontrarnos el próximo septiembre. Porque en qué otro equipo de fútbol, cuando no tenemos luz, llega el “chispas” o padre del delantero y saca la escalera, los metros de cable y la caja de herramientas y hace un apaño para iluminarnos. Porque en qué otro equipo de fútbol el que no paga las cuotas sigue jugando, ya que el muchacho no es responsable de las apreturas de sus padres y no en tantos equipos las cenas de final de temporada se viven con esta intensidad, ni se ríen tanto, seguro.
Pero claro, todo depende de tus objetivos, de tus expectativas, de lo que valores y por supuesto, de lo que estés dispuesto a recoger de cuanto se te ofrece, es, por consiguiente, una elección que haces.

En conclusión, si analizamos los datos, la cena fue un éxito rotundo y sin paliativos, aunque seguro que no todos piensan lo mismo (“el arroz estaba pasado”, “la pizza no me gustaba”, “la música…. ”….). Si analizamos los datos, este equipo es ruinoso lo mires por donde lo mires, pero no todos pensamos lo mismo.

Como la “nave madre” me había abandonado a mi suerte, no tuve más remedio que confraternizar con estos absurdos terrícolas, tan graciosos, cantando, bailando con ellos y riéndome de una cosa llamada “epiglotis” que debe ser la bomba porque se ríen a carcajadas de ella.

lunes, 18 de junio de 2012

Organización de eventos. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que la organización de un evento es algo que suele suscitar siempre cierta polémica.

La “Vice” nos falló este año, presentó su dimisión con carácter irrevocable como organizadora de la cena del equipo. Todos miraron a su alrededor para intentar pasarle el muerto a otro y concluyeron que, en ese momento, la que tenía más cara de prima era yo. Guardé la calma, recogí el testigo y lejos de asumir plenamente toda la responsabilidad, en una maniobra sin precedentes (para mis escasos recursos), les hablé de la necesidad de repartir los esfuerzos, de poner todos, nuestro granito de arena y de que entre unos cuantos seguro que aquello salía mucho mejor y resultaba menos costoso….y funcionó. Así que nos dispusimos a la tarea el “equipo pelotilla”, con poca ilusión, pero esperanzadas en que los únicos problemas que nos íbamos a encontrar iban a ser los de todos los años, la recaudación del dinero, la morosidad y el impago.

La decisión sobre el regalo del míster fue tan fácil que nos hizo creer en que todo sería un camino de rosas.
Siempre nos realiza el menú la misma persona, pero este año nos encontramos con que no podía por diversos problemas técnicos (falta de luz, de gas…y de ganas) y no hacía más que ponernos pegas a todas nuestras propuestas. Con este panorama, hicimos un rondo de consultas entre los padres y salieron varias propuestas, entre ellas:
1)      Propuesta 1, Comida Campera: esta propuesta consistía en que cada madre (los padres por aquí no aparecían), se encargaba de hacer una comida, para treinta, que llevábamos y compartíamos. Cuando alguien se quedó con la alternativa sándwich, otra con la empanada (comprada) y otra con la tortilla, sólo quedaba el conejo con tomate, los filetes empanados y algún que otro guiso tortuoso que hacer para un regimiento. Se me pusieron los pelos como escarpias viéndome en la cocina ante semejante reto gastronómico, y como mi queridísimo es el cocinero oficial de esta familia, yo, en mi candidez, intenté colarle el “marrón”. Se volvió tranquilamente, me miró a los ojos y dulcemente me dijo “Cariño, ¿te has tomado hoy toda la medicación?”. Después de esto, mi voto fue un rotundo “NO”.
2)      Propuesta 2, Cada uno que se apañe: lo que suponía que individualmente, cada cual se llevaba su propia cena y a correr.
3)      Propuesta 3, Barbacoa Salvaje: Sin aparato, ni carbón, ni nada, es decir, a lo bruto, un bidón enorme, unos tablones de madera y una plancha de metal. La última vez que lo intentaron vino la policía porque las llamaradas se veían desde Alcorcón.
4)      Propuesta 4, Hamburguesería, suponía desplazarse desde nuestro espacio natural de recreo a un sitio pequeño en el que no cabríamos los cincuenta que éramos, ni podríamos hacer todo lo que pretendíamos.
5)      Propuesta 5, Paella: encargar unas paellas de encargo y llevarlas al campo donde íbamos a celebrar la fiesta.

Después de unos cuantos dimes y diretes, salió la alternativa 5 e hicimos el presupuesto.

Recaudar el dinero es algo que desde hace años nos ha proporcionado innumerables anécdotas, desde los que hay que perseguir hasta el último momento, los que pagan a regañadientes, los que desaparecen y están ilocalizables, los que se niegan porque dicen que no han comido mientras les asoman los bigotillos de las gambas por las comisuras de los labios, o no beben y se han debido hidratar por ósmosis, o los que pretenden que con el dinerillo que ponen, paguen el regalo, la comida y ya, si acaso, un fin de semana en Puerto Banús. También nos acechaba el fantasma del impago, con el que nos hemos encontrado año tras año, los que vienen, comen y se van, por “despiste”.

Todos estos nubarrones amenazaban con aguarnos la fiesta, con echar por tierra el primer experimento de organización de eventos en equipo, de, porqué no decirlo, pasar la mirada inquisitoria de la “Vice” que, aunque retirada, estaría a la expectativa y deseando comparar con años anteriores.

Pero todo esto tendrá que esperar al siguiente, porque pasaron cosas que no estaban previstas.

lunes, 11 de junio de 2012

Experiencia SPA. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que el otro día fue al Spa.

Mi primer dilema fue decidirme por el paquete que iba elegir entre los dos que me sugerían. Tras unos minutos de deliberación opté por el “Eterna Juventud”, de nombre sugerente y cuyos resultados ya estoy empezando a sentir. Mi reloj biológico es ahora diez o doce segundos más joven que hace unos días, y todo me hace pensar que seguirá decreciendo, aunque esto no podré confirmarlo hasta el próximo Noviembre cuando empiece a cumplir años al revés como Benjamin Button.

El caso es que el paquete en sí consistía en un masaje “arenoso” o peeling que me quitó todo lo muerto que tenía en la piel, que debía ser mucho ya que jamás me había hecho nada parecido, tras lo cual, una ducha para deshacerme de las células cadáver y limpiarme el potingue sobrante. Con esto ya me habría dado por contenta porque estaba muy suave y perfumada, pero había más, me esperaba una bañera de burbujas, de la que tuvieron que sacarme, casi a la fuerza, porque se estaba tan a gusto que me hubiese quedado hasta arrugarme como una pasa, anulando por otro lado los efectos rejuvenecedores del tratamiento anterior. Y como colofón y fin de fiesta, un masaje relajante que incluía cara y cráneo, con aceites esenciales.

Tengo que hacer una mención especial a la joven que se encargó de llevar a cabo dicho tratamiento con maestría, encanto, cordialidad y que hizo sentirme cómoda incluso con mi propia desnudez, cosa algo difícil para las que somos algo timoratas.

Sin embargo esta experiencia tan placentera, que pude disfrutar gracias a mi cuñada, autora de este regalo tan especial, tuvo un inconveniente en forma de pequeña bolsita de plástico que contenía una prenda interior desechable.

El paquetito en sí era diminuto y contenía, según me dijo Esther, un “tanguita” de usar y tirar, que era la única prenda que debía llevar durante todo el tratamiento, excepto para los desplazamientos, para los que podía (más bien debía) ponerme, un albornoz. Mi primer deseo fue que aquello se pareciera a los paracaídas, que van en una pequeña mochila y cuando tiras de la anilla son enormes, y el segundo deseo fue que lo de “tanguita” fuese un eufemismo. Pero ni una cosa, ni la otra, el término era sencillamente una descripción objetiva de la realidad.

Los que me conocen saben que no tengo las posaderas como el bombo de una orquesta, pero no hace falta ser un hacha en cálculo de volúmenes para saber que aquella ridiculez cubriría una ínfima parte de mi anatomía. Lo miré incrédula y desesperada por saber qué parte iba delante y cuál detrás y opté por la lógica “tanguil”, lo estrecho hacia atrás y lo ancho hacia delante. Puse especial cuidado en desplazar la endeble prenda por las piernas para que no se rompiera, encontrándome con la primera dificultad, las gomas de los lados se enrollaban sin control por muy despacio que intentase subir el artilugio maligno.
Después de cinco minutos, agotada, con los nervios a flor de piel, tal como si hubiese estado desactivando una bomba de relojería, me encontré, con un globo por delante, un hilo dental por detrás y los laterales hechos un lío de mil demonios. Con una maniobra mixta, desenredando los laterales pretendía, al mismo tiempo, hacer surgir de nuevo la trasera del tanga que estaba desaparecida, pero si forzaba demasiado corría el peligro de romperlo y tener que pasar a la solución de emergencia o “nudo marinero”, así que como pude me subí a la camilla. Ya tumbada lo coloqué para que Esther no se llevara una experiencia impactante al entrar (¡qué se le va a hacer, todos los trabajos tienen sus riesgos!).

Después de la ducha, otra bolsita me esperaba, y probé la opción B, lo de delante hacia atrás, pero fue peor si cabe, así que aún a riesgo de cargarme el trapillo, modifiqué la colocación. 
Hasta tres veces tuve que ponerme tres pingajos de esos y ninguna de ellas conseguí la más mínima pericia.


¿Qué lección extraigo de todo esto?, pues no sé, que hay que disfrutar de ciertos momentos, incluso de las peripecias más triviales.

lunes, 4 de junio de 2012

Imagen Pública. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que es una medusa, ha llegado a esta conclusión tan sorprendente después del ejercicio que ha tenido que hacer a resultas de un curso que ha realizado.

El citado ejercicio se llama Imagen Pública y le pides a tres personas de tu entorno que se estrujen el cerebro exponiendo de ti 3 cosas que se te dan bien y otras 3 que no se te dan tan bien, con ejemplos y todo.

Es una práctica, una apuesta arriesgada y para los destinatarios un compromiso, porque tienen que medir muy bien sus palabras, para cumplir con el objetivo marcado y no perder el contacto contigo definitivamente. Y tú te arriesgas a leer lo que no quieres y de personas que no crees que piensan eso de ti.

La crítica no siempre es bienvenida y sobre todo cuando toca fibras muy sensibles.

Yo me arriesgué y mucho, ahora lo pienso, e hice una apuesta casi suicida, porque se lo pedí a tres personas que me importan de verdad, que me importa lo que piensan y sobre todo de las que estaba segura iban a ser escrupulosas con el espíritu del ejercicio, manteniendo lo más posible la ecuanimidad, sin alabarme, llamando al pan, pan y al vino, vino.

Y llegó la sorpresa, ¡¡¡SOY TRANSPARENTE!!!

De las tres características, llamémosle “positivas”, no me asombro porque esas las sabes de sobra, las explotas a tu favor, las divulgas a los cuatro vientos.
Pero de las otras, ¡por favor!, toda la vida intentando ocultarlas, ¿para qué?, son tan evidentes como si las llevase con un post-it en la frente, a la vista está porque hubo coincidencias.

Pero también me sorprendió, que no me sorprendiera ninguna de ellas, todas me encajaban,  de ninguna pude decir “No, yo no soy así”.

Y la última de las sorpresas es que no estoy dolida, con alguna de las cuestiones sé que tengo un problema, y algo tendré que hacer con ello.

Pero, ¡¡¿de qué me sorprendo?!!, nunca me he caracterizado por mis dotes de farsante o de misteriosa enigmática, se me ve venir a distancia.

Así que a esta medusa sólo le queda cambiar lo que le limita, conservar lo que le sirve y seguir paseándose, disfrutando de esta tranquilizadora transparencia.

lunes, 28 de mayo de 2012

¿Qué es un pensamiento mágico?. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que hace unos días habló del horóscopo, de la esperanza depositada en una predicción de dudosa solidez.

Mi tía que ya lleva unos cuantos años criando malvas, cuando era una joven con toda la vida por delante vivía en casa de sus tíos con su madre viuda. Una casa grande, espaciosa y con una inmensa terraza que, a falta en aquellos años de los diseños suecos, estaba decorada al uso de la época, con macetas y jaulas de pájaros por todos lados. Y siguiendo los usos de la época también, su existencia seguía los vaivenes propios de las muchachas de su edad, y de los tiempos de apreturas y escaseces.

Será porque su madre era especialmente severa o porque considerase que mi tía tenía cierta tendencia a la ligereza de cascos o era inocente o, peor aún, la considerase tonta de remate, la sometía a un control estricto sobre su vida social, sus entradas y salidas, y, como no, la peligrosa, pero inevitable, relación con el sexo opuesto.

Ella, una chica alegre y vivaracha, se asfixiaba con una madre adusta y autoritaria, con ligereza en sacar la mano a pasear, refugiándose en su tío, más templado, y en su tía tan opuesta a su hermana como la noche y el día.

Mi tía no deseaba ser la nueva Pasionaria, ni reivindicar el amor libre, ella era tan tradicional como la que más, sólo quería echarse novio formal, casarse y crear una familia de lo más convencional, pero ninguno de los candidatos cumplía los requisitos o llegaba a buen puerto, y entonces empezó a pensar que algo estaba pasando al margen de sus cualidades como fémina.

Cuando subía a cuidar el pequeño jardín de la terraza, su tía le repetía, sonriendo, la misma letanía: “hortensia en casa, niña que no se casa”, y ¡cuántas hortensias tenía esa terraza!. Cada día como un machacón mantra se repetía mi tía el dichoso chascarrillo, y sin poder encontrar otra explicación razonable a su falta de éxito en la búsqueda de marido, dedujo que toda la culpa era de las malvadas plantas que estaban lanzando un embrujo que frenaba su objetivo vital.

Así que una vez hallada la fuente de sus desvelos, elaboró el plan para acabar con ellas, lenta, inexorablemente, sin compasión.
Se ofreció voluntaria para subir todos los días a cuidar el jardín, y  mantuvo a las pobres hortensias a dieta hídrica estricta.
Aunque son unas plantas resistentes, no hay ser vivo que resista sin beber durante tanto tiempo y una a una fueron cayendo, ante el asombro de la madre y la tía que no comprendían qué estaba pasando. Cuando la última murió, mi tía descansó tranquila, sin remordimientos, ya que su meta era mucho más importante y elevada que unos míseros vegetales.
Y se obró el milagro, porque meses después se ennovió con un muchacho, se comprometió y, pasado un tiempo, se casó finalmente.

No sé si sobra decir que la muerte de las hortensias fue gratuita y evitable, porque en nada contribuyó a los acontecimientos posteriores, pero esto no es del todo verdad, claro que las hortensias no impiden que las niñas de la casa se casen, pero a mi tía, acabar con ellas le hizo creer que se liberaba de un supuesto gafe, mal de ojo, impedimento mágico que realmente sólo estaba en su cabeza y le otorgó seguridad, confianza y aplomo en la consecución de su objetivo. Al igual que lo hace nuestro amuleto de la suerte, o nuestro número mágico o el rito de hacer algo siempre de la misma manera.

Todos tenemos estos pequeños enganches, pensamientos mágicos tan consoladores y que realmente nos ayudan, siempre y cuando los mantengamos a raya, no tomen el control de nuestras vidas y seamos sus esclavos.

Muchos años más tarde, estaba con mi tía en su pequeño jardín, rodeada de hortensias que cuidaba con mimo y, al repetir sonriendo la invocación, nos prohibió terminantemente a mis primas y a mí acercarnos a ellas.