lunes, 24 de septiembre de 2012

Yo,Yo,Yo, Yoísta. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que existe riesgo de contagio.

Ante todo he decir que no ha sido a mí a quien se le ocurrió el término, fue a una amiga mía, y aunque parezca que no es muy ortodoxo, describe a la perfección esta enfermedad, este virus antiguo como la Humanidad, pero que hoy en día (como las plagas de piojos), se ha acrecentado y multiplicado, porque aunque estamos rodeados de gente, muchas veces nos sentimos tremendamente solos y desamparados.

No hay que decir, o sí, que esta amiga mía y yo, tenemos otra amiga común yoísta hasta la médula, pero ella, como la mayoría de afectados, no lo sabe. A veces, a esta amiga y a mí, se nos hace insufrible soportar los síntomas.

El yoísta es un paciente duro de pelar, primero porque no se considera aquejado por el virus, segundo, porque en el caso de que alguien le ponga en antecedentes y le haga ver lo que hace, tiene una imagen tan distorsionada de sí mismo que considera que aquel insensato sólo pretende ofenderle  y le tiene especial animadversión y tercero, porque necesita desesperadamente la atención del respetable.

¿Cómo reconocer a un yoísta? Sea cual sea el tema que se sugiera en una conversación, el yoísta tomará enseguida la iniciativa empezando su frase con un “yo hago, a mi me pasa, yo conozco…” para hilvanar acto seguido con cualquier elemento discursivo que tenga que ver o no con lo planteado.
El yoísta charla sin parar, interrumpe sin remordimientos, termina tus frases si tardas más de la cuenta (estás invadiendo su preciado tiempo), te interroga si necesita información, te examina para asegurarse de tu atención y en casos muy graves llega a recriminarte si te coge en un renuncio.

El yoísta es un agujero negro que absorbe todas las conversaciones y las transforma en yoa-logos (no hay diálogos).
El yoísta resulta tan cargante que aleja de sí a toda aquella persona que no tenga una voluntad de hierro y que no decida, por amor o amistad, mantenerse cerca a pesar de los pesares, lo cual provoca aislamiento, no convoca la cantidad de auditorio que les gustaría y eso acrecienta más los síntomas.

No hay espectáculo más espléndido que una batalla de yoístas, el resto de los allí presentes sólo deben sentarse con una buena bolsa de pipas y ver cómo luchan denodadamente, cómo te utilizan, cómo hacen prisioneros, cómo se alían primero con unos y luego con otros y por último, cómo se rinde uno, y el otro sale triunfante…amargo triunfo, ya que los allí convocados hartos ya del duelo sólo desean no volver a verlos en su vida.

Hace ya unas semanas que propuse a unas amigas un curso de relajación, quizá fue un mal planteamiento, ya que la idea no es llevar la colchoneta, los bombachos y hacer tres respiraciones profundas, sino empezar la casa por los cimientos, ahondar en el hecho de que la relajación es quizá la última estación de un largo camino que hay que recorrer, y que pasa por la conciencia de uno mismo, la buena gestión de nuestras emociones, aprender a escuchar y observar las señales de dentro y de fuera, saber lo que nos limita y lo que nos potencia y contar con ello para llevar a cabo todo lo que nos propongamos. No tuvo mucho éxito y me temo que no me vendo muy bien.

Sinceramente creo que sería beneficioso para todas esas personas yoístas, pero para otras también, incluida Yo.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Profesiones de Futuro. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que cada año los estudiantes y sus preocupados progenitores se devanan los sesos para intentar dilucidar cuáles serán las profesiones más demandadas en el futuro.

Para mi es un planteamiento tramposo de inicio, ya que quién sabe con las vueltas que da la vida y los avatares que estamos sufriendo qué va a ser más útil, e iría, incluso, un paso más allá, ¿dónde ponemos la utilidad o no de una profesión?. Yo por mi parte, cambiaría útil por Valioso, me gusta más y le añadiría al guiso dos ingredientes: Cariño por lo que haces y Respeto. A partir de ahí las posibilidades son inmensas, cómo juegues con la fusión de tus conocimientos, experiencia y gustos, para ponerlos a merced de lo que puede ser valioso también para otros, útil también.

Reconozco que estas ideas mías no son compartidas por muchos, no desespero, ya que mi Queridísimo, un hombre pragmático donde los haya, ya ha mutado. El otro día me sorprendió dándole la charla a mi hija, diciéndole lo mismo que yo le había dicho hace tiempo y creyéndoselo. Pero no todos son así, y ayer mismo mi peluquera, una chica nada sospechosa de encefalograma plano, me miraba como si me faltara un tornillo (o varios), cuando empecé a obsequiarla con mi diatriba sobre las profesiones del futuro.

Mientras te están dando el pegote del colorín, te someten a un tratamiento de calentamiento intensivo de cabeza para que el tinte se fije definitivamente, te lavan la cabeza y te dejan medio sorda con tanto chorro en las orejas y después tienes a tu alrededor el parque eólico de secadores, las conversaciones de cierto calado con argumentaciones, que den lugar a un cambio de impresiones y a un debate o dialéctica sobre el por qué de tu razonamiento, no tienen cabida. Así que yo aprovecho estos momentos para estar calladita o mantener charlas más livianas que se puedan interrumpir y dejo la artillería pesada para cuando tengo que abonar la dolorosa, que en este caso es muy, muy dolorosa.

Como ayer iba acompañada y tenía cierta prisa, no tenía intenciones de hacer de Seneca, pero siempre me tiran de la lengua, o al menos es lo que yo me creo (¡¡¡maldita vanidad la mía!!!), y esbocé rápidamente mis ideas sobre las profesiones que en el futuro serán las más demandadas, a saber: Filósofo, Historiador, Lingüista, Literato y en general todo lo que tenga que ver con lo denominado, Arte, y, por supuesto, Psicólogo, dejándome a un lado lo más convencional, léase, todo lo tecnológico.
Se puede imaginar uno la cara que puso la muchacha, no sabía si estaba de broma, si formaba parte de mi fina ironía, si lo decía en serio (y necesitaba tratamiento rápidamente) o era con afán de polemizar.

Antes de nada he de decir que todas las profesiones,  con o sin título académico, me merecen el mayor de los respetos siempre que se ejerzan con estos tres ingredientes básicos que ya apunté al principio de este post: Cariño, Respeto y Validez, aún así sigo pensando que tendremos que volver a retomar nuestros valores como seres humanos, nos deberemos reencontrar con nuestra esencia para saber hacer útil la tecnología que tenemos a nuestro alcance, sin que ella nos alcance a nosotros y nos destruya.

Todo esto no pude argumentarlo….las prisas.

Quizá esté absolutamente equivocada y las profesiones del futuro no sean estas, sino otras, da igual, ¿qué es lo importante? Que nuestros hijos estudien o hagan aquello que más les guste, para que luego puedan encontrar la forma de hacer de su pasión, su medio de vida.