Mi amiga Hortensia dice que había una vez, hace más de doce años, tres empresas que eran una, un grupo.
Una de ellas daba siempre beneficios, otra estaba más a tenor de los tiempos, pero se sostenía, la otra, por el contrario, era claramente deficitaria.
Sin embargo, convivían en paz y armonía relativa, porque pensaban que la unión hacía la fuerza, que la oferta de productos al ser más variada daba lugar a más oportunidades, y que donde entraba una, podía entrar la otra o las dos.
Cuando el mercado empezó a ir mal, lo que antes eran ventajas, ahora eran lastres, porque ganar para uno era difícil, pero para dos o para tres era prácticamente imposible. Y lo que era armonía relativa, se convirtió en discordia absoluta.
¿Qué diferencias había entre las tres?, muchas y variadas, pero la principal de ellas era cómo estaban concebidas.
La empresa que perdía dinero, estaba definida por una palabra, Casposa. Lo era en su organización, concepción, estrategia y visión del negocio y por lo tanto, en sus propuestas, creaciones, productos y en el tratamiento de su personal.
La empresa que se sostenía a duras penas, era Caótica, y por ende, en todo lo dicho anteriormente.
Por último, la que daba beneficios, tenía un Objetivo, una Visión de lo que quería alcanzar y del Camino para conseguirlo, y la seguridad de que sólo se conseguiría con una eficiente utilización de sus recursos humanos. Ni mucho menos eran altruistas o desinteresados, simplemente, sabían que ésa era la mejor alternativa posible, la que daba el rendimiento óptimo, a veces excelente, y la que garantizaba, más que ninguna, el beneficio empresarial.
Contaban con varias bazas a su favor, un Director General comercialmente insuperable, un Director de Operaciones que era el cerebro de toda la estrategia (entre los dos hacían un tanden indestructible) y un cuerpo de mandos intermedios completamente leales y entregados a la causa, partícipes de todo.
Estaba diseñada como un cuerpo de élite, y así se transmitía desde el primero hasta el último miembro de la plantilla, eran los mejores, los más creativos, los más eficaces, los más resolutivos, los más entregados, los que contaban con herramientas genuinas que podían vender a cualquiera, dando un valor añadido, la personalización del producto y, por supuesto, los que ganaban más dinero como grupo, es decir como empresa, pero, paradójicamente, no a nivel individual.
La pertenencia al grupo, al grupo de los elegidos, era una de las claves, ya que fuese cual fuese la categoría, desde el director de área hasta la secretaria, se sentían parte de un proyecto común.
Existía camaradería y trato cercano.
Se exigía mucho, pero donde estaba el “currito” estaba el jefe correspondiente, no había excusas para otro comportamiento y todos daban ejemplo.
Y todo esto, tenía sus recompensas, no sólo económicas, de otro tipo.
Se llevaban todos los premios empresariales, los que, con equilibrio, deberían estar repartidos entre las plantillas de las tres empresas.
Tenían ciertos privilegios y eran admirados por la plana mayor del grupo empresarial, a veces, en detrimento de compañeros que realizaban una gran labor profesional.
Pero es que había que quitarse el sombrero, tenían una política de recursos impecable, que servía a sus objetivos.
Eran feroces y manipuladores, los motivos, a veces más que cuestionables y la fuerza, ganar dinero, proyectos, prestigio…si para ello tenían que “cuidar” a las personas, lo hacían y muy bien.
Ésta fue siempre la diferencia más importante entre estas tres empresas, el bienestar de sus empleados era, para unas, una carga, y para la otra su fuerza motriz.
¿Y el lobo? ¿No sopla al final del cuento y se carga la casita de paja? ¿No se quema el culo y los tres cerditos viven felices? No, porque es la realidad. En los cuentos al final todo se soluciona. En la realidad, los que trabajan en la empresa casposa y en la caótica, se buscan otro trabajo, se van al paro o fracasan. Los otros, los exitosos, si pueden, continúan, pero en muchos casos son tentados por otras empresas casposas y creyendo que podrán repetir el éxito, cambian de empresa, disuelven su equipo y su éxito.
ResponderEliminarCada día estoy más contento de ser mi propio jefe, contar con un equipo en el que confío y pongo mi futuro en juego. Y sé que voy a tener éxito (para vivir) o fracasaré y lo volveré a intentar.
Algún día podré tener un equipo mayor y Hortensia estará en él.
Pues mira, al final, gracias a los existosos, todos vendieron y se hicieron millonarios. Los jefes exitosos se fueron pusieron otra empresa y llamaron a toda "su gente". Los demás, unos se quedaron en el paro, otros migraron a otras empresas, y el resto languidece cada vez peor y más demotivado.
ResponderEliminarHortensia estará encantada.
Me ha parecido muy bueno.
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