Mi amiga Hortensia dice que cualquier mujer sabe que antes de maquillarse, aunque sea mínimamente hay que prepararse la piel, limpiarla y acondicionarla, de tal manera que cualquier maquillaje, por ligero que sea quede impecable. Si tienes una piel llena de impurezas y sucia, por muchas capas que te pongas el resultado es nefasto. Pues lo mismo pasa con nuestra mente, pretendemos divertirnos, repararnos, desestresarnos, renovarnos y prepararnos para lo que nos queda de año en las vacaciones, sin antes limpiarnos de nuestras impurezas, de la suciedad que vamos acumulando, igual que las capas de maquillaje, ponemos una sobre otra, y el resultado es descorazonador.
Jacobo era un hombre racional, metódico, algo maniático y muy poco dado a creerse cualquier cosa que antes no hubiese comprobado. Tenía un trabajo estresante como muchos y planteaba sus vacaciones, casi con el único objetivo de descansar, dedicarse a leer, disfrutar de la familia, tirarse a la bartola a ratitos y poco más, vamos como tantos otros. Y como tantos otros, volvía una y otra vez de las vacaciones con un regusto amargo, por volver a trabajar, se decía él, pero, en el fondo no se atrevía a confesarse a sí mismo que después de 335 días de arduo trabajo, los días de tan merecido descanso habían resultado un tanto decepcionantes (por nada en particular y por todo en general).
Un día de los que Jacobo salía a correr a orillas del mar, sin saber muy bien porqué, en vez de empezar, se sentó en la orilla a contemplar el vaivén de las olas, cómo se agitaban, cómo llegaban a la orilla y se llevaban cuanto encontraban a su paso para llevárselo mar adentro, y volvían y dejaban algo y volvían a llevárselo, una y otra vez, sin prisas, sin pausa, con cadencia infinita. No pensaba en nada, sólo en las olas, una y otra vez las olas entraban y salían incluso dentro de él llevándose algo y dejando a su paso calma. Despertó del sopor, miró el reloj, sólo habían pasado 15 minutos que le habían parecido eternos y comprobó con sorpresa que se encontraba más vigoroso que con su carrera diaria. Pero ya os he dicho que Jacobo era un hombre racional e impropio de él hubiese sido entusiasmarse con la sensación de sosiego, alivio y frescura que le recorría, así que lejos de alegrarse, se propuso comprobar otras sensaciones.
Llegó a su casa y se planteó hacer sólo una cosa a la vez, sin pensar en nada más. Se preparó el desayuno, concentrado al cien por cien en lo que estaba haciendo, cómo llenaba la cafetera, cómo calentaba la leche, cogía una tostada y cómo untaba la mantequilla, despacio, todo por igual, para que quedara uniforme, dando tantas pasadas como fuera necesario, cuando quedó satisfecho del resultado, le dio un mordisco y paladeó cada bocado, un sorbito de café. En definitiva, un desayuno nada sibarita, pero el más delicioso que recordaba.
Ya estaba muy picado, aquello le divertía y le intrigaba a partes iguales, pero no se lo terminaba de creer del todo, la próxima tarea sería más difícil, ocuparse de su enano, seguro que aquí habría otras sensaciones. Crema protectora, gorra anti-insolación, cubito, pala…El pequeño estaba encantado, su papá era bien distinto, no hacía el cuestionario de rigor de preguntas cortas, respuestas rápidas y breves, le dejaba explicarse, seguir sus argumentos, su propio discurso errático, caótico, infantil, que pasa sin más ni más de un tema a otro, y le miraba a los ojos, y deliberaban sobre la cantidad de agua que necesitaba la arena para compactar mejor y que el castillo no se desmoronase. Porque Jacobo no tenía prisa por terminar, no pensaba en acabar cuanto antes para irse a leer el periódico, estaba de nuevo concentrado totalmente en ese instante.
Probó y siguió probando con muchas, muchas cosas.
Un día miró a su mujer a los ojos como hacía tiempo que no la miraba, no con deseo (eso ya lo hacía muchas veces), sino con atención, absorto en lo que hablaba y en lo que decía sin hablar.
Para Jacobo fue todo un descubrimiento, personal y quizá, intransferible, porque cuando las cosas están maduras caen por su propio peso y salen con total naturalidad, casi sin esfuerzo, salen porque quieres que salgan.
Después de la limpieza marina y de estar en cada momento como si fuese único, saborearlo, vivirlo con intensidad, Jacobo, por primera vez en mucho tiempo, se sintió satisfecho.
Yo lo llamo "disfrutar el presente". Hay personas que no saben hacerlo porque siempre están pendientes de lo que tienen que hacer a continuación. Es una forma de ser y muy difícil de cambiar.
ResponderEliminarDeberían darse cuenta de que, a veces, amargan a los que están a su alrededor, pero claro para eso deberían de ser observadores y no egoístas y creo que ya es pedir demasiado.
Un abrazo para Hortensia y otro para Inmaculada
Emy
Pues es una forma de ser, y difícil de cambiar como tú dices, hay veces, pocas afortunadamente, que un hecho te hace darte cuenta de que puede que no exista un mañana, ni siquiera el siguiente minuto. En este blog hay un post que se llama Aniversario de un jueves, quizá explique mejor porqué empiezas a disfrutar de cada momento. http://saludymas.blogspot.com/2011/03/aniversario-de-un-jueves-mi-amiga.html.
ResponderEliminarDesde luego hay veces en que hay que parar y reflexionar sobre lo que tenemos a nuestro alrededor. Así somos mas conscientes y podemos valorarlo mucho mas.
ResponderEliminarEs un ejercicio que deberíamos hacer todos de vez en cuando.
Quizás debamos cambiar nuestros hábitos y vivir un poco más despacio. Nos perdemos mucho con la velocidad que llevamos. Siempre pensando en el futuro cuando nuestro presente puede ser extraordinariamente enriquecedor.... Huele la hierba que tienes a tu alrededor? Cuando te levantes oyes a los pájaros ? Hay brillo en la mirada de la gente cuando te hablan ?? Reduzcamos la velocidad. La vida nos manda señales. Las captas ??? O ni siquiera te das cuenta. VIVE
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con Consejos para emprendedores. Vamos demasiado deprisa, pasamos por alto los pequeños detalles de la vida que pueden aportarnos satisfacciones. Y qué importante son esos momentos por ejemplo con los niños. Cómo disfruta Jacobo de los cuidados solares. Esto sí que deberíamos introducirlo en nuestra rutina diaria como algo fundamental: ayudarles a hacer los deberes, observar cómo hacen figuritas abstractas con la plastelina, una conversación escuchando sus razonamientos tan lógicos a veces... ainss, cuánto nos perdemos de ellos por las prisas!!!
ResponderEliminarMe gusta. No es slow life, es real life. ¡Cuántas cosas nos perdemos en el camino por pensar sólo en el destino... Un placer de post ;)
ResponderEliminarYo creo que hay tiempo para todo, para planificar el futuro, pero sin perder de vista que hay que vivir el presente que es lo que tenemos.
ResponderEliminarMe encanta el ejemplo-comparación del maquillaje y lo de la mente! Simplemente genial y se entiende a la perfección! Creo que tienes mucha razón! Ojalá todo el mundo se limpiara a fondo antes de maquillarse!!!! jeje
ResponderEliminarYo lo intento siempre! A veces lo consigo pero no siempre, es difícil y cuesta esfuerzo pero el resultado siempre es mucho mejor :)
Saludos cordiales desde @evacatocc
Eva Teixidor
Precioso post y para tener en cuenta todos los días del año. Aunque se trate de una forma ser y de estar se puede modificar. Los nuevos hábitos de Jacobo no son más que técnicas de meditación y todos, con un poco de voluntad, somos capaces de ponerlas en marcha. Tal como lo describe el post parece el resultado final y es muy difícil incorporarlo en el día a día, pero si todos los días dedicáramos tan sólo 10 m. a dejar la mente en blanco, sentados en un sitio tranquilo, sin que nadie nos moleste...los resultados son similares a los que se describen. La mente nunca se relaja ni se vacía si nosotros no intentamos que se produzca. Os animo a ello!!!
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