Mi amiga Hortensia dice que ayer leyó en una entrevista que le hacían a Carolina Herrera hija que lo que menos le gustaba de este país es “la curiosidad colectiva sobre la vida de los demás”. Supongo que quiso decir, haciendo gala de una elegancia sin par, que detesta el cotilleo o a los cotillas.
En esto, si es eso lo que quiso trasmitir, no puedo reprocharle nada porque, si para los comunes, para los de “a pie”, ser objetivo de cotilleo, por parte de vecinos, conocidos o gente de paso, ya nos resulta cuanto menos molesto, para una persona conocida, el número de personas que opinan (en casi todos los casos sin saber ni conocer), se inmiscuyen, soliviantan, con afanes casi siempre insidiosos, buscando la morbosidad, la noticia escandalosa, con el único objetivo de obtener un beneficio a costa de la vida privada de los demás, crece exponencialmente, encontrándose desprotegidos y hartos de que su intimidad ande en boca de todos.
Cierto es que algunos lo buscan, casi con desesperación, porque que hablen de ellos para bien o para mal, y a falta de saber o querer hacer otra cosa para ganarse la vida, les reporta pingües beneficios, efímeros, transitorios y temporales, pero bienvenidos para salir del paso.
Sin embargo, me gustaría romper una lanza, en esto de la curiosidad patria, ya que no es lo mismo curiosidad, interés y cotilleo.
No me parece mal que las personas se interesen por sus semejantes, es más, me parece una característica que no deberíamos perder (si es que es una característica colectiva nuestra), porque qué hay más humano que no pasar de largo cuando alguien está en un apuro, por ejemplo. ¡Qué habría sido de mi, si aquel día que casi me parto un tobillo en las escaleras del metro, no hubiese habido unas cuantas personas que se interesaran por mi, me atendieran, me acompañaran y me insistieran en llevarme al hospital, a lo que yo me negué tozudamente por aquello de no llamar más la atención!.
El ser curioso ya es otro cantar, aquí la línea que separa la curiosidad y el cotilleo es más fina y depende, en gran medida, de la utilización que hagamos de la información obtenida. Hay personas a las que les gusta saber de los demás para explicarse, para comprender y para entender los comportamientos que tienen, para dotarlos del contexto adecuado y no malinterpretarlos, o porque esa otra persona les resulta atractiva e interesante y quieren saber más. Y no porque quieran aprovecharlos para hacer daño, o para criticar a sus espaldas.
¡Ay, amigo, pero otras, otras….viven para el cotilleo!, da igual que sea la portada de no sé qué revista, el tertuliano de turno, el compañero de trabajo, o el vecino del 5º, parece que su única pasión en esta vida es el corte y el despiece. Todo lo que hacen los demás es criticable, está mal, es molesto, o pecaminoso, resulta desdeñable y lo más asombroso de todo, tienen una total y absoluta falta de memoria, y con un hilo hacen una madeja.
Por eso, aunque culpable de algún que otro cotilleo esporádico (me pregunto ¿quién no?), soy firme defensora del interés por el semejante, aunque no se le conozca de nada, compañero de especie es al fin y al cabo, y será o no por deformación profesional, y respetando los límites, soy una incombustible curiosa.
Coincido al 100% contigo. Y añadiría, además, que hay gente interesante que suscita interés, valga la redundancia, y personajillos de los que, la verdad, prefiero desconocerlo todo.
ResponderEliminarPues yo también estoy de acuerdo con tu amiga Hortensia.
ResponderEliminarDesafortunadamente, se ha hecho una "profesión" de la capacidad de cotillear de los demás. Aquellos lo llaman "colaboradores o co-presentadores" de programas de TV...
A mi juicio, increíble!! Con los tiempos que vivimos cómo vamos a motivar al personal??