Mi amiga Hortensia dice que los toros se ven muy bien desde la barrera, al igual que el fútbol desde la grada.
Los problemas de otros los vemos con claridad meridiana, como la solución a los mismos. Con un poquito de aquí y de allá, deshacer de un sitio, y poner en otro, decir esto o aquello, casi sin sentir, hemos dado con el remedio inmejorable al dilema que se nos ha planteado, y acometemos sin despeinarnos el siguiente paso, hacer partícipe al atribulado que tenemos enfrente de la salida que resolverá tan terrible papeleta. Pero es que, aunque esto sea así, aunque la solución sea en sí misma correcta, incumple la única condición que la hace perfecta, NO es la SUYA.
Nosotros en nuestro impecable análisis de la situación la hemos desvirtuado, porque la hemos quitado las emociones que están implicadas, los miedos para abordarla, las zancadillas que cada cual se pone, las limitaciones, convirtiendo un problema en una situación a la que sigue un comportamiento. Y esto es un camino que debe recorrer uno mismo, con ayuda, sí, pero sin que nadie te de la solución, porque esa, sólo la tienes tú.
Pero…¡qué bien se ven los toros desde la barrera y el fútbol desde la grada! y qué bien que las palabras lo aguanten todo, porque pasar a la acción y ser consecuente ya es más difícil.
Ahí estaba yo, delante de mi amiga diciéndole (sin despeinarme) lo poco asertiva que era, que su problema era que no sabía decir “no”.
Vaya que si sabe, no tiene ningún impedimento de dicción, ni de vocabulario, ni le pasa nada a su lengua, ni a su centro cerebral del lenguaje, lo que pasa es que decir “no” nos sugiere consecuencias y esas, no siempre estamos dispuestos a asumirlas.
Mi amiga será por su “problema” de asertividad o porque tiene una paciencia admirable aguanta la disertación, aunque poniendo todas las trabas posibles, todos los “peros” que se le ocurren. Una manera sutil de decir “no”, esa no es la vía, no es la manera en la que yo necesito que me ayudes.
Tomo nota.
Es preferible decir “Te lo agradezco, pero no” o “Esto es lo que quiero”, antes que guardar silencio, o dejar pasar los días ya que el tiempo, por sí solo, no hace lo que sólo a ti te corresponde: decir en cada caso lo que tengas que decir, sin agresividad, sin culpa y sin rabia, pero dejando claro que el único experto en TU vida eres TÚ mismo.
Aún así ¡qué bien se ven los toros desde la barrera, el fútbol desde la grada y qué bien aguantan las palabras todo lo que le echen!, porque ahora lo difícil está en llevarlo a la práctica.
Una vez más, cuánta razón tiene mi querida amiga Hortensia!
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