Mi amiga Hortensia dice que el
otro día fue al Spa.
Mi primer dilema fue decidirme
por el paquete que iba elegir entre los dos que me sugerían. Tras unos minutos
de deliberación opté por el “Eterna Juventud”, de nombre sugerente y cuyos
resultados ya estoy empezando a sentir. Mi reloj biológico es ahora diez o doce
segundos más joven que hace unos días, y todo me hace pensar que seguirá
decreciendo, aunque esto no podré confirmarlo hasta el próximo Noviembre cuando
empiece a cumplir años al revés como Benjamin Button.
El caso es que el paquete en sí
consistía en un masaje “arenoso” o peeling que me quitó todo lo muerto que
tenía en la piel, que debía ser mucho ya que jamás me había hecho nada parecido,
tras lo cual, una ducha para deshacerme de las células cadáver y limpiarme el
potingue sobrante. Con esto ya me habría dado por contenta porque estaba muy
suave y perfumada, pero había más, me esperaba una bañera de burbujas, de la
que tuvieron que sacarme, casi a la fuerza, porque se estaba tan a gusto que me
hubiese quedado hasta arrugarme como una pasa, anulando por otro lado los
efectos rejuvenecedores del tratamiento anterior. Y como colofón y fin de
fiesta, un masaje relajante que incluía cara y cráneo, con aceites esenciales.
Tengo que hacer una mención
especial a la joven que se encargó de llevar a cabo dicho tratamiento con
maestría, encanto, cordialidad y que hizo sentirme cómoda incluso con mi
propia desnudez, cosa algo difícil para las que somos algo timoratas.
Sin embargo esta experiencia tan
placentera, que pude disfrutar gracias a mi cuñada, autora de este regalo tan
especial, tuvo un inconveniente en forma de pequeña bolsita de plástico que
contenía una prenda interior desechable.
El paquetito en sí era diminuto y
contenía, según me dijo Esther, un “tanguita” de usar y tirar, que era la única
prenda que debía llevar durante todo el tratamiento, excepto para los
desplazamientos, para los que podía (más bien debía) ponerme, un albornoz. Mi
primer deseo fue que aquello se pareciera a los paracaídas, que van en una
pequeña mochila y cuando tiras de la anilla son enormes, y el segundo deseo fue
que lo de “tanguita” fuese un eufemismo. Pero ni una cosa, ni la otra, el
término era sencillamente una descripción objetiva de la realidad.
Los que me conocen saben que no
tengo las posaderas como el bombo de una orquesta, pero no hace falta ser un
hacha en cálculo de volúmenes para saber que aquella ridiculez cubriría una
ínfima parte de mi anatomía. Lo miré incrédula y desesperada por saber qué
parte iba delante y cuál detrás y opté por la lógica “tanguil”, lo estrecho
hacia atrás y lo ancho hacia delante. Puse especial cuidado en desplazar la
endeble prenda por las piernas para que no se rompiera, encontrándome con la
primera dificultad, las gomas de los lados se enrollaban sin control por muy
despacio que intentase subir el artilugio maligno.
Después de cinco minutos,
agotada, con los nervios a flor de piel, tal como si hubiese estado desactivando
una bomba de relojería, me encontré, con un globo por delante, un hilo dental
por detrás y los laterales hechos un lío de mil demonios. Con una maniobra mixta, desenredando
los laterales pretendía, al mismo tiempo, hacer surgir de nuevo la trasera
del tanga que estaba desaparecida, pero si forzaba demasiado corría el peligro
de romperlo y tener que pasar a la solución de emergencia o “nudo marinero”,
así que como pude me subí a la camilla. Ya tumbada lo coloqué para que Esther
no se llevara una experiencia impactante al entrar (¡qué se le va a hacer,
todos los trabajos tienen sus riesgos!).
Después de la ducha, otra bolsita
me esperaba, y probé la opción B, lo de delante hacia atrás, pero fue peor si
cabe, así que aún a riesgo de cargarme el trapillo, modifiqué la colocación.
Hasta tres veces tuve que ponerme tres pingajos de esos y ninguna de ellas
conseguí la más mínima pericia.
¿Qué lección extraigo de todo esto?, pues no sé, que hay que disfrutar
de ciertos momentos, incluso de las peripecias más triviales.
Jajajajajaja... ¡si es que deberían prohibir esos tangas de papel! Talla única? Menudo eufemismo para una XXS... ;)
ResponderEliminarTangas de papel o armas de destrucción masiva de la autoestima, jajaja.
ResponderEliminarMuy bueno !!! desde luego me ha hecho reir un buen rato, que ya es mucho en los tiempos que corren...
ResponderEliminarjejeje para la próxima llévate tú unas braguitas desechables, de esas que usan las parturientas los días posteriores... jejeje
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues no te creas que no lo he pensado, de las de "Talla Imperio", jajaja.
ResponderEliminar