Tras unos problemillas de salud, vuelve Hotensia, más renovada que nunca, y se quiere acordar de Lourdes, Leo, Pedro, Manolo, Enrique y de alguno más que tanto le enseñaron y que, afortunadamente para ella no se incluyen en ninguna de las categorías abajo descritas.
Mi amiga Hortensia dice que no es su intención hacer una clasificación exhaustiva de jefes tóxicos, simplemente se ha topado con algunos especímenes dignos de los mejores documentales de la 2.
Parece que vamos entendiendo que ser buen jefe no es tarea baladí, que se necesita cierta materia prima, o por lo menos voluntad, intención, formación, capacidad de mejora, porque ser jefe, en sí mismo, es un trabajo, no un título. Es, en muchos casos, la piedra angular, lo que establece la diferencia entre el buen funcionamiento y el excelente, en el mejor de los casos, y en el peor, aquel, del fiasco más absoluto.
Y ésta es la clasificación de Hortensia…
El primero, “El coleguita”, el que va de moderno y enrollado, abierto a sugerencias, le encanta decir “todos somos iguales”, pero esconde una terrible verdad, o varias, que descubres en las primeras reuniones, se asienta sobre dos pilares y los dos exactamente igual de peligrosos, no tiene escrúpulos y se apropia de cualquier idea que le haga ganar puntos ante sus superiores. No va nunca de frente, para este tipo nunca hay intencionalidad de hacer daño (son todo imaginaciones tuyas), ¡con lo majo que es y lo poco que le aprecias!. El que yo conozco, además le encanta hacer alusiones de lo más grosero a toda mujer con la que se cruza por el pasillo.
“El desequilibrado” ,bastante tiene con aguantarse a sí mismo, así que no le pidamos que dirija un equipo, que saque adelante un proyecto, que tome decisiones coherentes, que permita el desarrollo profesional de los componentes de su grupo. Son personas con serios conflictos personales, son imprevisibles, caóticas en sus actuaciones y, por tanto provocan una fortísima tensión laboral. Suerte tendrás si pasa una temporadita medicado.
“El abúlico”,se deja llevar, toma las decisiones estrictamente imprescindibles, si hay alguna que considere así, puedes hacer millones de sugerencias o propuestas pero no se decidirá por ninguna de ellas, a todas las encuentra su “pero”, y entre “dimes y diretes”, se hace poco y mal. Si tiene la suerte de dar con un grupo que funciona prácticamente solo, todos vivirán estupendamente, manteniéndole informado, para guardar las apariencias, y perfectamente neutralizado.
“El payasete”, es una variedad del abúlico, pero más divertido, su única misión es dar conversación, animar el cotarro, contar algún chistecillo que otro y poco más. Si quieres contar con él para algo importante, olvídate, dáselo resuelto y tira millas.
“El despiadado”, también llamado “capataz”, recién salido de una plantación de algodón esclavista, con látigo incluido, es autoritario y agresivo, todo gira entorno al “ordeno y mando”, y suele rodearse de una cohorte de sumisos seguidores que ejecutan sin rechistar cualquiera de sus órdenes, si estás dentro de su círculo de confianza te beneficias de algún que otro trato de favor, si no, estás literalmente jodido.
Y por último, “El psicópata”, con diferencia el más tóxico de todos, porque aunque, aparentemente se parece mucho al despiadado , le diferencia algo que le hace tremendamente peligroso, no empatiza con nadie ni siente remordimientos, es decir, se relaciona con las personas como si fuesen objetos. Sigue su propio código de comportamiento, cuando quiere conseguir algo, lo consigue, aunque para ello tenga que establecer un auténtico cortejo, y después, una vez conseguido, pasa a otra cosa. Se propone unos objetivos que tiene que cumplir y los medios que utilice son indiferentes (buenos o malos, cortejando o humillando, sobornando o insultando), da igual, tú NO eres una persona. Pero siempre, siempre, el que sufre un jefe así, paga un precio, lamentablemente.
Algunos de dichos especímenes son más dañinos que otros, pero todos provocan malestar, desconfianza, enfrentamientos, celos profesionales, competitividad malsana, apatía, estrés, ansiedad…la lista es interminable tanto como el mal que pueden llegar a provocar. Y es paradójico lo poco que importa a las organizaciones en las que están, a tenor de las escasas o nulas medidas que se toman al respecto, es más, siempre es el MAL MENOR.
Se te echa de menos. No hace falta que publiques mucho, pero no nos dejes tanto tiempo sin Hortensia.
ResponderEliminarLa verdad es que estos especímenes son un verdadero lastre para cualquier tipo de empresa, a pesar de la creencia generalizada de que al final el trabajo sale adelante y de que las organizaciones funcionan...
ResponderEliminarSilvia.
A partir de ahora creo que Hortensia volverá a estar creativa, y combativa porque creo que hay temas como éste que tienen que sacarse a la palestra aunque sea, a esta humilde palestra.
ResponderEliminarme tocó el psicópata, lamentablemente...y es verdad: pagué el precio...
ResponderEliminarTodos salimos con cicatrices después de sufrir a un psicópata por jefe, unas tardan más en curar que otras. Escribir sobre ello es parte de esa cura.
ResponderEliminarEl peor de mis jefes trató de destruir mi autoestima. Era inseguro, incoherente, ignorante, desconfiado, tirano y cruel (pero servil y manso con sus superiores). Tuve que despedirme "voluntariamente". Perdió la batalla porque alguien que me valoraba, profesional y personalmente, me dió la oportunidad de poder responder con la mayor entrega y dedicación. A ella le estoy agradecida.
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ResponderEliminarEstupenda lista, aunque igual te falta el que cree que sabe más del trabajo que haces que tu mismo, sin ser cierto, claro.
ResponderEliminarSólo entorpece, pone trabas, discute cualquier decisión, pero como es "el jefe" siempre ha de tener razón, aunque no la tenga, y se han de hacer las cosas tal y como el mande.