Mi amiga Hortensia dice que en el
último curso de carrera escogió una asignatura que se llamaba Neuropsicología,
que le pareció interesantísima.
Sin embargo, aunque es una de mis
pasiones y uno de mis intereses, el estudio cerebral, la neurociencia, y el
método científico, no terminan de adaptarse a mis características caóticas
personales. Se necesitan grandes dosis de paciencia, que yo no tengo, de
constancia, de avances diminutos para llegar al objetivo, y sobre todo, se
necesita una capacidad de conservar nombres que, a mi se me resiste, ni los de
las personas, las capitales, ni mucho menos los de las zonas cerebrales.
Pero yo doy ideas, por si algún
científico quiere investigar, y creo haber descubierto un nuevo neurotransmisor
en el cerebro, que a falta de otro nombre mejor ideado, he dado en llamarle Malababanina, y del que estoy
descubriendo cada día sus efectos nocivos y perniciosos en el comportamiento
humano. La Malababanina, no es más
que el exceso de mal humor, mal genio, mala baba o lo que viene a ser “estar de
morros”, las causas son lo de menos, de todo hay, pueden ser objetivas,
subjetivas o sin causas aparentes, lo importante son las secuelas que producen
en nuestro organismo.
Hace unos días, entré a la
farmacia (local que últimamente acumula personas con altas dosis de Malababanina, por aquello del copago), y
percibí un tufillo extraño (este neurotransmisor se caracteriza, entre otras
cosas, porque despide un cierto aroma acre muy reconocible), al salir la
boticaria, confirmé mis temores…estaba de mal humor (también es otra de sus
características, afecta a los músculos faciales, entre otros). En estas
circunstancias lo breve, dos veces bueno, así que le espeté el nombre de la
medicina que iba buscando (sin receta) para acabar cuanto antes la transacción
comercial. A mi los laboratorios farmacéuticos no me consultan el nombre que le
ponen a sus preparados, bastante tengo con hacer un esfuerzo supino y acordarme
de cómo se llaman los que necesito.
La farmacéutica me miró con cara
de nulo entendimiento y empezó a cortocircuitarse. Repetía una y otra vez el
nombre del medicamento en voz alta para ver si acudía a sus manos, como en el
hechizo de Harry Potter, mas no quise decirle que le faltaba la varita y la
palabra mágica. Como aquello no surtía efecto, probó abriendo todos los cajones
del almacén, mientras seguía repitiendo el nombre dichoso. Después de un rato,
el nivel de Malababanina iba en
aumento, por su torpeza, así que pegó un bocinazo a su colega que estaba en la
rebotica, la cual le indicó en dos segundos dónde estaba el susodicho fármaco.
Podría haberme ido a mi casa en
este momento sin sufrir más daños ya que no era yo ni la causa ni el objeto de
su enfado, pero ahí cometí mi primer y único error. Cuando ya me estaba
cobrando, mi hija, me recordó que nos faltaba uno, y se me ocurrió pedírselo.
Me devolvió una mirada de perro y de manera ciertamente tirante, inquirió que
primero me cobraría y luego se ponía a buscar el siguiente.
“BiominolA”, le dije yo, y
directamente, entró en bucle, uno de esos malignos, dañinos, interminables.
De nuevo probó con el hechizo
(¡¡qué te falta la varita!!) y con los cajones, y una sirena silenciosa se
disparó porque la Malababanina estaba
en límites críticos. Otro bocinazo, y la colega de la rebotica le contesta con
tono de estaestontaderemate: “2º
cajón, donde las gotas, la caja azul de toda la vida”.
La boticaria sale del bucle, pega
un vaivén de cabeza tipo porqueyolovalgo
y….
Me dice A MI: “Claro, las vitaminas
de toda la vida, las que le daba mi padre a los pájaros (mi hija se pone a
trinar como loca, porque lleva 2 años tomándolas), si me hubieses dicho
BiominolA, te habría entendido”.
No temo al peligro….”Pues claro,
lo que te he dicho, BiominolA”
“Ah, pues yo te había entendido
BiominolA”.
Conclusión: la Malababanina tiene un efecto corrosivo
sobre el procesamiento del sonido, la comprensión del lenguaje, la recuperación
de conocimientos de la memoria, el bloqueo mental en general y además impide
reconocer cuándo nos hemos confundido y hemos de asumir la disculpa.
Ayer tuve un subidón inexplicable
de Malababanina que me ha dejado unas
consecuencias hasta ahora no documentadas, un trastorno intestinal y un dolor
de estómago apoteósico….Tomaré nota.
¡Un gran descubrimiento! Ahora entiendo la causa neurobiológica de tanta mala leche que me rodea... jajajaajaja. ¡Investigo más efectos secundarios de una excesiva segregación de la dichosa sustancia y te cuento! No creo que cueste mucho, bastarà con salir a la calle, me temo!
ResponderEliminarMi querida amiga Hortensia,
ResponderEliminarSiempre he pensado que la cara es el reflejo del alma, es decir, nuestro carácter va acompañado de los gestos y estos van dejando su huella en nuestro rostro.
La sonrisa tiene un valor incalculable, pero se practica poco, sin embargo, hay un gesto de boca que denota incredulidad, negatividad.. y deja unas arrugas hacia abajo, a ambos lados de la comisura que delatan fácilmente a este tipo de personas. Una pena que haya tantas.
Un placer leerte, como siempre.
Emy
Voy tomando nota de todas vuestras observaciones, en cuanto el glosario salga del horno será debidamente aireado a los cuatro vientos, a ver si entre todos podemos neutralizar a esta molesta sustancia, jajaja.
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