Mi amiga Hortensia dice que lo de
las marujasasesinaspuntocom ha
traído cola. Después de los calamares y de la peluca que era anecdótico, lo
otro parece que tiene un poco más de enjundia y hay que aprovecharlo.
Una segunda reunión en Madrid
sirvió para sentar las bases preparatorias de lo que será nuestra I
Reunión Nacional de Marujas Asesinas. Como esta primera reunión se celebrará
en Barcelona, nos repartimos el trabajo de la siguiente manera: nuestras amigas
de allí, prepararán la ciudad para recibirnos por todo lo alto y nosotras hemos
roto la hucha del cerdito para comprar el billete de avión, el más barato, ése
en el que la azafata te da un Red Bull para economizar combustible.
¿En qué consisten estas reuniones?, ni más ni menos que en reuniones de trabajo muy provechosas, charlas, te
ríes, te conoces, cuentas experiencias, cambias impresiones, te vuelves a reír,
se te pasan las horas como si fuesen minutos, te abrazas, te vuelves a reír, en
definitiva, una reunión de trabajo al uso. Yo ya he tenido dos y de ellas he
obtenido grandes beneficios.
Pero empezaré por el principio. Para
planificar un viaje semejante hay que tener todos los detalles atados y bien
atados, hacer un presupuesto, fijar un techo de gasto privado, decidir qué es
prescindible y qué no lo es, organizar la logística y coordinarse entre varios
para hacerlo todo al mismo tiempo.
La segunda reunión se complicó en
lo que a resolver todos estos pormenores, después de 8 horas de arduas deliberaciones
y de mandíbulas desencajadas, abrazos, besos y “todavía queda tiempo para la
penúltima”, nos volvimos a casa sin haber resuelto nada de nada (como en una
reunión de trabajo al uso), y es ahora cuando se plantea, de cara a formalizar
estos detalles sin importancia, la urgencia de abordar estos temas.
Para empezar no tenemos un
presupuesto, tenemos la idea de cuanto menos mejor que mejor y si pudiera ser
gratis, fantástico (lástima que no podamos desmaterializarnos como en Star Treck), por eso estamos buscado el
billete de avión más barato, hemos descartado el tren, y el coche, porque
supondría salir muy pronto, y otra de las cosas de las que escaseamos es de
tiempo. El techo de gasto es más bien suelo de gasto, pero como no podemos
pedir un crédito al ICO, ahora estamos barajando otras posibilidades, a saber,
NO DORMIR, nos ahorraríamos el hotel, pasaríamos directamente de la tasca al
aeropuerto sin pasar por la cama (esperamos, queridas amigas que nos acompañéis
tooooda la noche porque si no, me veo abriendo de nuevo el campamento de los
indignados de Plaza Cataluña).
En este punto nos encontramos
atascadas y no podemos seguir, depende de si nos damos un gusto descansando
nuestros no tan lozanos cuerpos o, valientes y arrojadas como somos, pasamos a
modo Non Stop cogiendo el primer
vuelo de la mañana, así sabremos qué tenemos que meter en el equipaje, incluso,
si tenemos que llevar equipaje.
Y ése es otro de los puntos
críticos, el equipaje (ya sé que es un clásico, “el qué me pongo”, pero en mi
caso real como la vida misma), y por mucho que me empeñe en hacerle entender a
las autoridades aéreo-portuarias que no soy MacGyver y que con la pasta de dientes y el
desodorante soy incapaz de elaborar un arma química en 50 minutos (y aunque
estuviese toda la vida intentándolo) ellos, erre que erre, siguen el protocolo
a rajatabla y me colocan en la disyuntiva de facturar con todos mis cachivaches
de reconstrucción facial o llenar el equipaje de mano de diminutos botecitos
transparentes y muestras de potingues que nunca he utilizado.
Realmente esto tiene mucho más encanto y es tremendamente más divertido
que andar sacando la Visa Oro sin preocuparse de la minuta.
Y a lo mejor, o a
lo peor más bien, cuando seamos mundialmente famosas por Marujas Asesinas y no tengamos que romper la hucha, ni buscar los vuelos más
baratos, o prescindir de la cama para las siguientes reuniones que podrían ser
en destinos como Vancouver, Berlín o Tokio, nos acordaremos de la primera, sin
duda, la más auténtica y entrañable de todas, nuestra I Reunión Nacional de Marujas
Asesinas.