Mi amiga Hortensia dice que nuestros
hijos se van haciendo mayores y nosotros nos volvemos más y más tontos cada
día. No estamos preparados para muchas de las cosas que nos pasan cuando somos
padres, pero para verlos crecer y dejarles hacerlo, para esto, menos que para
el resto. Así nuestros cachorros suman años y nosotros estupidez, empezamos a
reaccionar y a comportarnos como si no pasase el tiempo por ellos, como si no
madurasen poco a poco, como si fuesen unos completos inútiles.
Mi hijo hace meses que llegó con
una nota del instituto, era una excursión a Inglaterra. Desde entonces todo han
sido planes, fuera y dentro, ya que en su mismo entorno escolar han tenido que
guardar un comportamiento ejemplar para ser merecedores de la excursión y se
han estado preparando para poder afrontarla. Fuera, nos ocupamos de preparar
los documentos necesarios. Por supuesto, como no podía ser de otra manera,
llegaron las reuniones, padres y profesores las abordamos, ansiosos unos y colaboradores
otros, para que todo sucediera de la manera más fluida posible.
Y aquí llega la prueba palpable
de nuestra tremenda idiotez, ¡qué preguntas!, si nos oyeran nuestros hijos se
abochornarían de nosotros.
Pasan de tener trece años a
cuatro meses, o eso parece, o no, nosotros pasamos de ser adultos con dos dedos
de frente a sobre-protectores, “todoloquierosaber”, controladores de todos los
“y si..”, dejando patente que a nuestro niño o niña no le gusta esto o lo otro,
o tiene estas costumbres, o qué hace si tiene sed, o cuántos calzoncillos hay
que meterle en la maleta, o si tendrán tiempo de lavarse los dientes, o si se
mareará en el avión, o si, o si, o si…..
La profesora que tiene gran
experiencia en estas lides, y es madre también, nos mira con condescendencia,
con toda la paciencia del mundo nos hace saber que esto es una excursión de
chicos no una guardería.
Seguimos insistiendo, porque hay
una madre que, ¡horror!, se ha dado cuenta que tienen que atravesar una
carretera, claro nosotros que vivimos en una comunidad Amish, en la que solo
hay carromatos, no estamos acostumbrados a los vehículos con motores de
explosión y a esos caminos de asfalto infernales.
Luego está la cuestión monetaria,
pobrecitos ¿y si se quedan sin dinero?, vaya con lo que cuesta un Ferrari,
¿Podrán ir al banco a cambiar?, porque no será por pasta, además de vivir en un
medio rural y de principios de siglo, somos muy, muy ricos. El hotel ¿tiene
caja fuerte para guardar todo el dineral que llevarán nuestros pipiolos?. No hay
que preocuparse, nos dice una madre: “mi hijo lleva tarjeta de crédito, yo me
quedo más tranquila”. ¡Ostras, se me olvidó sacarle al niño la American Express!.
Se fueron por fin, y no quiero
imaginarme el humo que deben estar echando algunos teléfonos móviles, dando
minuto a minuto el devenir de los acontecimientos diarios, todo lo que no
hacemos cuando están aquí con nosotros, que desaparecen durante toda la tarde y
no llevan la webcam colgada al cuello.
Lo dicho, se hace necesario una
escuela de padres para que aprendamos a ser responsables cuando están aquí, sin
agobiar, enseñándoles a tomar el control de sus vidas poco a poco, admitiendo
que van a cometer muchos errores, ¿tantos como nosotros, quizá?, acompañándoles
sin dejarles, y además permitiéndoles que crezcan a su ritmo.
Sin embargo, solo en la intimidad
porque soy su madre, y hasta cuando él me lo permita, cuando venga “mi
pequeñín” le voy a comer a besos.