Mi amiga Hortensia dice que cuando a uno le salen mal las cosas es de recibo que, tras unos momentos de autocompasión, de sentirte desgraciada, diminuta, de querer tirar la toalla y de estar enfadada con el mundo, hay que hacer un ejercicio, a veces doloroso, de análisis de qué, cómo, cuándo, dónde y por qué se hizo lo que se hizo; y tras responder a estas preguntas, viene, sin duda, la más importante ¿era lo adecuado teniendo en cuenta las circunstancias y el momento?
Dudo mucho que después de contestar con sinceridad estas preguntas, no encontremos algo que podamos mejorar en ocasiones venideras.
Desde luego no fue una actuación impecable la de Hortensia en el último proceso de selección en el que se vio envuelta como candidata.
Te llama un amigo y te dice que en su empresa puede que haya un puesto vacante (con salvedades), de categoría y sueldo menor a tu último trabajo, y con un hándicap final, la que sería tu jefa puede sentirse un poco incómoda teniendo a alguien con más experiencia que ella como subordinada. Y después de soltarte la perlita, va y te dice: “Bueno, ¡qué!, ¿te presento o no?”.
Primer error, no tomarte tiempo para decidir si quieres embarcarte en un proceso que, en principio no pinta muy bien.
Segundo error, no saber decir NO en el momento adecuado, porque si aceptas, TIENES que ir a muerte y a por todas, como si fuera el mejor puesto de trabajo del mundo.
Así que, en esta tesitura se vio Hortensia metida, sin todavía decidir si quería o no, por lo que empezó a buscarse salidas alternativas, excusas varias y “argumentos aplaca conciencias”, esperando el momento de la entrevista en la que se despejarían todas sus dudas.
Cayendo en el tercer error, no prepararse la entrevista, en definitiva, una consecuencia del primero y del segundo, porque todavía estás en el limbo de la indecisión.
La entrevista se convirtió en un mero trámite, además de en un completo desastre, con todos los elementos que nunca debe tener una entrevista de trabajo. La entrevistadora y “futurible” jefa la recibió entre un mar de sonrisas, agradecimientos y calidez, falsos e impostados, en un estado de agitación propio de una ingesta masiva de Red Bull, y dejándole claro que la “simplicidad” del puesto no requería nada de lo que Hortensia pudiera ofrecer en su curriculum, adornado por una guinda que jamás se hubiese esperado, una prueba práctica. Hortensia, que a veces es pardilla hasta más no poder, lejos de sobreponerse con prestancia a tan descarado intento de neutralización de un candidato, se encogió cual bicho bola y simplemente desapareció.
Cometió el cuarto error, dejarse arrumbar por el entrevistador.
Quinto error, si tienes una segunda oportunidad, APROVÉCHALA.
Todo se ponía en su contra, si, en un primer momento, el puesto no era muy glamoroso, lo que estaba viviendo no hacía más que poner puntos negativos. Tras salir del despacho y creyendo que había acabado el suplicio, se encontró con otra sorpresa, en quince minutos, tendría una segunda entrevista con el jefe de RRHH. Por supuesto que esta oportunidad no la aprovechó y cometió el sexto error y, quizá, el más imperdonable de todos, no calibrar con objetividad tu situación y tus circunstancias y ser ARROGANTE.
Dejándose llevar por el mosqueo mayúsculo, Hortensia, se cegó de tal manera, que se dedicó en la segunda entrevista (diametralmente opuesta a la anterior), a sacar su orgullo herido y a vanagloriarse de sus muchos logros profesionales y a dejar claro que, escogerla o no, dependía en gran medida de la capacidad de otros para sobreponerse a sus propias inseguridades (¡¡Toma ya!!).
A ver, Hortensia, guapina, no es cuestión de hacer leña del árbol caído, pero tienes 46 años, ya casi no te llaman para hacerte entrevistas y llevas 2 años desempleada, el orgullo está muy bien, pero no da de comer.
Séptimo error, si tienes una tercera oportunidad, ¡¡¡¡¡NO TIRES LA TOALLA , POR FAVOR!!!!!. Para esta tercera entrevista, Hortensia ya había decidido que no quería trabajar allí, ya no era una cuestión de orgullo, sino de sonrojo. Pero se encontró con un “Súper” encantador y le gustó tanto que se arrepintió de no haber ido, desde el principio, con otra mentalidad (sin inseguridades y sin dudas). No consiguió mostrarse entusiasta, ni motivada, ya tenía mentalidad de perdedora.
Cuando eres joven e inexperta, es connatural cometer errores y es bueno para tu formación, después se tiende a pensar que es imperdonable cometer un error, no lo es, lo que sería IMPERDONABLE es no reconocerlo.
Me ha encantado el artículo. Pero también es cierto que desmotiva el no encontrar el trabajo idóneo para tu perfil.
ResponderEliminarSe hace duro comenzar de nuevo y a veces no aprovechamos las pocas oportunidades, unido a que el tiempo juega en nuestra contra, es el campo de cultivo perfecto para cometer errores de los que luego nos arrepentimos.
Saludos.
Gracias. Pues sí, es desmotivante y por éso Hortensia se dejó llevar por el ¡¿Y por qué a mi me tiene que pasar?!, pero es que la realidad no es ni justa ni injusta, ES, simplemente. Pues mira hay errores de los que te arrepientes, pero quién nos dice que nuestra oportunidad no está a la vuelta de la esquina?, mirar en positivo.
ResponderEliminarMe gusta tu perspectiva del ¿qué he aprendido?
ResponderEliminarEl escenario positivo es aquel en el que después de jugar tus cartas, tienes la oportunidad de volver a jugar con mayor información.
Ser valiente para mi significa sencillamente poder actuar a pesar de nuestra incertidumbre y la única forma de aprender es cometer errores.
gracias por el post!