lunes, 16 de julio de 2012

Neurotransmisores. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que en el último curso de carrera escogió una asignatura que se llamaba Neuropsicología, que le pareció interesantísima.

Sin embargo, aunque es una de mis pasiones y uno de mis intereses, el estudio cerebral, la neurociencia, y el método científico, no terminan de adaptarse a mis características caóticas personales. Se necesitan grandes dosis de paciencia, que yo no tengo, de constancia, de avances diminutos para llegar al objetivo, y sobre todo, se necesita una capacidad de conservar nombres que, a mi se me resiste, ni los de las personas, las capitales, ni mucho menos los de las zonas cerebrales.

Pero yo doy ideas, por si algún científico quiere investigar, y creo haber descubierto un nuevo neurotransmisor en el cerebro, que a falta de otro nombre mejor ideado, he dado en llamarle Malababanina, y del que estoy descubriendo cada día sus efectos nocivos y perniciosos en el comportamiento humano. La Malababanina, no es más que el exceso de mal humor, mal genio, mala baba o lo que viene a ser “estar de morros”, las causas son lo de menos, de todo hay, pueden ser objetivas, subjetivas o sin causas aparentes, lo importante son las secuelas que producen en nuestro organismo.

Hace unos días, entré a la farmacia (local que últimamente acumula personas con altas dosis de Malababanina, por aquello del copago), y percibí un tufillo extraño (este neurotransmisor se caracteriza, entre otras cosas, porque despide un cierto aroma acre muy reconocible), al salir la boticaria, confirmé mis temores…estaba de mal humor (también es otra de sus características, afecta a los músculos faciales, entre otros). En estas circunstancias lo breve, dos veces bueno, así que le espeté el nombre de la medicina que iba buscando (sin receta) para acabar cuanto antes la transacción comercial. A mi los laboratorios farmacéuticos no me consultan el nombre que le ponen a sus preparados, bastante tengo con hacer un esfuerzo supino y acordarme de cómo se llaman los que necesito.

La farmacéutica me miró con cara de nulo entendimiento y empezó a cortocircuitarse. Repetía una y otra vez el nombre del medicamento en voz alta para ver si acudía a sus manos, como en el hechizo de Harry Potter, mas no quise decirle que le faltaba la varita y la palabra mágica. Como aquello no surtía efecto, probó abriendo todos los cajones del almacén, mientras seguía repitiendo el nombre dichoso. Después de un rato, el nivel de Malababanina iba en aumento, por su torpeza, así que pegó un bocinazo a su colega que estaba en la rebotica, la cual le indicó en dos segundos dónde estaba el susodicho fármaco.
Podría haberme ido a mi casa en este momento sin sufrir más daños ya que no era yo ni la causa ni el objeto de su enfado, pero ahí cometí mi primer y único error. Cuando ya me estaba cobrando, mi hija, me recordó que nos faltaba uno, y se me ocurrió pedírselo. Me devolvió una mirada de perro y de manera ciertamente tirante, inquirió que primero me cobraría y luego se ponía a buscar el siguiente.

“BiominolA”, le dije yo, y directamente, entró en bucle, uno de esos malignos, dañinos, interminables.
De nuevo probó con el hechizo (¡¡qué te falta la varita!!) y con los cajones, y una sirena silenciosa se disparó porque la Malababanina estaba en límites críticos. Otro bocinazo, y la colega de la rebotica le contesta con tono de estaestontaderemate: “2º cajón, donde las gotas, la caja azul de toda la vida”.

La boticaria sale del bucle, pega un vaivén de cabeza tipo porqueyolovalgo y….
Me dice A MI: “Claro, las vitaminas de toda la vida, las que le daba mi padre a los pájaros (mi hija se pone a trinar como loca, porque lleva 2 años tomándolas), si me hubieses dicho BiominolA, te habría entendido”.
No temo al peligro….”Pues claro, lo que te he dicho, BiominolA”
“Ah, pues yo te había entendido BiominolA”.

Conclusión: la Malababanina tiene un efecto corrosivo sobre el procesamiento del sonido, la comprensión del lenguaje, la recuperación de conocimientos de la memoria, el bloqueo mental en general y además impide reconocer cuándo nos hemos confundido y hemos de asumir la disculpa.

Ayer tuve un subidón inexplicable de Malababanina que me ha dejado unas consecuencias hasta ahora no documentadas, un trastorno intestinal y un dolor de estómago apoteósico….Tomaré nota.

lunes, 9 de julio de 2012

Excusas. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que la semana que viene tiene que llevar el coche a pasar la ITV.

Como siempre, todos los años, me pasa lo mismo, igual que lo de ir al taller, me sale sarpullido. Entonces me busco una excusa, una excusa que por supuesto nadie se cree, y termino por reconocer delante del Queridísimo que odio todo lo relacionado con el “4 ruedas” y no me queda más remedio que hacerle una petición formal, porque mi excusa no tiene excusa.

Ayer sorprendida me quedé, aliviada al ver que no soy la única que tira de excusas, cuando una amiga mía puso el pretexto menos contundente, más quebradizo, menos solvente que he visto para no llevar a cabo el plan del fin de semana propuesto, y conste que la entiendo, porque me sé los detalles y, en su lugar, es posible que yo también me encontrase en esa tesitura.

Sin embargo yo estaba allí contemplando el panorama, como todos (excepto yo) desmontaban la coartada de mi amiga, creyendo que le hacían un favor, mientras ella sonreía por fuera y retorcía pescuezos por dentro. Yo intentaba por todos los medios pensar con rapidez para darle una salida airosa, pero éste nunca ha sido mi fuerte, ya que todo lo que se me ocurría era tan retrógrado y casposo que iba a sonar muy poco creíble. El mal ya estaba hecho.

¿Qué hay detrás de una excusa?, pues un enorme “No me atrevo” a decir “No quiero o No me apetece”. Porque ese atrevimiento puede resultar muy caro, bajo nuestra perspectiva de las cosas, puede desencadenar consecuencias de magnitudes desproporcionadas, o al menos eso es lo que creemos, y antes de meternos en esos jardines, probamos la disculpa. Si nos sale bien solventamos la situación, pero no resolvemos el problema, ése siempre sigue ahí, irresoluble.

En este caso, como en otros muchos los consejos de poco sirven, los “yo le diría” o “tienes que hacer” son papel mojado:
Primero porque sueles desconocer datos cruciales y fundamentales de la ecuación.
Segundo porque se produce un hecho biológicamente insólito, los canales auditivos se despejan de cerumen, las conexiones neuronales desaparecen y el sonido de tus palabras entra por la oreja del receptor de tus consejos y sale por la otra y se pierde en la inmensidad del espacio.
Y tercero, pero no por ello menos importante, te puedes encontrar con la tortilla dada la vuelta, es decir, recibiendo consejos, los mismos que tú diste anteayer (jaja, ¡qué desmemoriada!).

Sin embargo no todo está perdido, la solución debe encontrarla el que tiene el problema, plateándose primero qué quiere conseguir y qué es lo que le impide conseguirlo. Como primer paso no está mal, a partir de ahí, hay que seguir avanzando. Los resultados suelen ser espectaculares y uno se pregunta por qué no lo habría hecho mucho antes, seguramente porque no estaba preparado y no era el momento, todo tiene su tiempo de cocción.
  
Si a mi amiga le sale mal, por lo menos en la siguiente ocasión pensará una buena evasiva, o si decide que está preparada, que ha llegado el momento, planteará la cuestión desde otro punto de vista, abordando el “No quiero” directamente, ella decidirá a su tiempo.

Yo, por mi parte, sigo intentando zafarme de llevar el coche a la ITV, ahora ya sin excusas, ¿Qué es lo peor que me puede pasar?....que me diga que no.

lunes, 2 de julio de 2012

El Desenlace. Organización de Eventos. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que los datos fríos nos dejan el siguiente balance: Un superávit recaudatorio que fue convenientemente revertido, índice de morosidad, 0, índice de impago, 0.

Sin embargo todo el mundo sabe que cuando se trata de hacer un análisis del éxito o el fracaso de cualquier evento, los números desapasionados no bastan, existen otros elementos que influyen de manera crucial, elementos que no son tan medibles, menos cuantitativos, más abstractos, más subjetivos.

Aquel día tenía yo bastante con aguantarme, no porque estuviese de mal cariz, ni mucho menos, sino que literalmente me costaba estar de pie y, por contagio, me envolvía una anestesia mental preocupante. Sería por la ley de la compensación o por otra de naturaleza desconocida, el Queridísimo era todo positivismo, donde siempre ve problemas, encontraba soluciones. Tanto es así que cuando llegamos al campo y nos dijeron que, por quincuagésima vez en este año, nos habían vuelto a dejar sin fluido eléctrico (por el robo del cobre), rápidamente se puso a buscar alternativas e incluso no descartó la cena a la luz de las velas (¡¡¡¡¿Quién eres tú y qué has hecho con mi Queridísimo?!!!!).

Y yo, mientras, deambulaba por allí, definitivamente perdido el contacto con la nave nodriza.

Siempre existen mecanismos en tu interior que no dejan de sorprenderte, cuando estás “empanada” para ciertas habilidades que suelen ser tu fuerte, se abren paso otras que jamás creías que tenías y acudieron a mí las “artes económicas” y como contable avezado (ya no tengo abuelas) empecé a clarificar el panorama de los dineros, los que había, los que no, los que faltaban, cómo habría que realizar los pagos, dejando a otros el “arte recaudatorio” mitad negociación, mitad acto diplomático.

Al filo de las 3 de la mañana alguien dijo que nadie quería apuntarse a nuestro club porque nos consideraban “un equipo de mierda” (¡vaya, no sabía yo que estuviesen por los aledaños los descendientes de los Messi y Ronaldo o de nuestras estrellas patrias que no pillan un balón de oro por muchos méritos que hagan!), y volví a pensar en los datos, en ésos objetivos, fríos, parecidos a los del principio, como son: que cada retraso en las cuotas les cuesta a los entrenadores dejar de cobrar, que no metemos ni un gol al arco iris y que hemos quedado los terceros por la cola en liga, en la categoría más baja que hay. Visto desde ese punto, la conclusión es inapelable….pero como todo el mundo sabe, existen otros elementos de juicio.
Si el objetivo de nuestros hijos fuese ganarse la vida como profesionales de las pataditas, éste no sería su equipo, pero si es otro, quizá sí lo sea, porque en qué otro equipo de fútbol el entrenamiento y los partidos de los chicos son un mero pretexto para las reuniones de los padres, ya que cuando se acaba la temporada nos despedimos tristones, con la esperanza de reencontrarnos el próximo septiembre. Porque en qué otro equipo de fútbol, cuando no tenemos luz, llega el “chispas” o padre del delantero y saca la escalera, los metros de cable y la caja de herramientas y hace un apaño para iluminarnos. Porque en qué otro equipo de fútbol el que no paga las cuotas sigue jugando, ya que el muchacho no es responsable de las apreturas de sus padres y no en tantos equipos las cenas de final de temporada se viven con esta intensidad, ni se ríen tanto, seguro.
Pero claro, todo depende de tus objetivos, de tus expectativas, de lo que valores y por supuesto, de lo que estés dispuesto a recoger de cuanto se te ofrece, es, por consiguiente, una elección que haces.

En conclusión, si analizamos los datos, la cena fue un éxito rotundo y sin paliativos, aunque seguro que no todos piensan lo mismo (“el arroz estaba pasado”, “la pizza no me gustaba”, “la música…. ”….). Si analizamos los datos, este equipo es ruinoso lo mires por donde lo mires, pero no todos pensamos lo mismo.

Como la “nave madre” me había abandonado a mi suerte, no tuve más remedio que confraternizar con estos absurdos terrícolas, tan graciosos, cantando, bailando con ellos y riéndome de una cosa llamada “epiglotis” que debe ser la bomba porque se ríen a carcajadas de ella.

lunes, 18 de junio de 2012

Organización de eventos. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que la organización de un evento es algo que suele suscitar siempre cierta polémica.

La “Vice” nos falló este año, presentó su dimisión con carácter irrevocable como organizadora de la cena del equipo. Todos miraron a su alrededor para intentar pasarle el muerto a otro y concluyeron que, en ese momento, la que tenía más cara de prima era yo. Guardé la calma, recogí el testigo y lejos de asumir plenamente toda la responsabilidad, en una maniobra sin precedentes (para mis escasos recursos), les hablé de la necesidad de repartir los esfuerzos, de poner todos, nuestro granito de arena y de que entre unos cuantos seguro que aquello salía mucho mejor y resultaba menos costoso….y funcionó. Así que nos dispusimos a la tarea el “equipo pelotilla”, con poca ilusión, pero esperanzadas en que los únicos problemas que nos íbamos a encontrar iban a ser los de todos los años, la recaudación del dinero, la morosidad y el impago.

La decisión sobre el regalo del míster fue tan fácil que nos hizo creer en que todo sería un camino de rosas.
Siempre nos realiza el menú la misma persona, pero este año nos encontramos con que no podía por diversos problemas técnicos (falta de luz, de gas…y de ganas) y no hacía más que ponernos pegas a todas nuestras propuestas. Con este panorama, hicimos un rondo de consultas entre los padres y salieron varias propuestas, entre ellas:
1)      Propuesta 1, Comida Campera: esta propuesta consistía en que cada madre (los padres por aquí no aparecían), se encargaba de hacer una comida, para treinta, que llevábamos y compartíamos. Cuando alguien se quedó con la alternativa sándwich, otra con la empanada (comprada) y otra con la tortilla, sólo quedaba el conejo con tomate, los filetes empanados y algún que otro guiso tortuoso que hacer para un regimiento. Se me pusieron los pelos como escarpias viéndome en la cocina ante semejante reto gastronómico, y como mi queridísimo es el cocinero oficial de esta familia, yo, en mi candidez, intenté colarle el “marrón”. Se volvió tranquilamente, me miró a los ojos y dulcemente me dijo “Cariño, ¿te has tomado hoy toda la medicación?”. Después de esto, mi voto fue un rotundo “NO”.
2)      Propuesta 2, Cada uno que se apañe: lo que suponía que individualmente, cada cual se llevaba su propia cena y a correr.
3)      Propuesta 3, Barbacoa Salvaje: Sin aparato, ni carbón, ni nada, es decir, a lo bruto, un bidón enorme, unos tablones de madera y una plancha de metal. La última vez que lo intentaron vino la policía porque las llamaradas se veían desde Alcorcón.
4)      Propuesta 4, Hamburguesería, suponía desplazarse desde nuestro espacio natural de recreo a un sitio pequeño en el que no cabríamos los cincuenta que éramos, ni podríamos hacer todo lo que pretendíamos.
5)      Propuesta 5, Paella: encargar unas paellas de encargo y llevarlas al campo donde íbamos a celebrar la fiesta.

Después de unos cuantos dimes y diretes, salió la alternativa 5 e hicimos el presupuesto.

Recaudar el dinero es algo que desde hace años nos ha proporcionado innumerables anécdotas, desde los que hay que perseguir hasta el último momento, los que pagan a regañadientes, los que desaparecen y están ilocalizables, los que se niegan porque dicen que no han comido mientras les asoman los bigotillos de las gambas por las comisuras de los labios, o no beben y se han debido hidratar por ósmosis, o los que pretenden que con el dinerillo que ponen, paguen el regalo, la comida y ya, si acaso, un fin de semana en Puerto Banús. También nos acechaba el fantasma del impago, con el que nos hemos encontrado año tras año, los que vienen, comen y se van, por “despiste”.

Todos estos nubarrones amenazaban con aguarnos la fiesta, con echar por tierra el primer experimento de organización de eventos en equipo, de, porqué no decirlo, pasar la mirada inquisitoria de la “Vice” que, aunque retirada, estaría a la expectativa y deseando comparar con años anteriores.

Pero todo esto tendrá que esperar al siguiente, porque pasaron cosas que no estaban previstas.

lunes, 11 de junio de 2012

Experiencia SPA. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que el otro día fue al Spa.

Mi primer dilema fue decidirme por el paquete que iba elegir entre los dos que me sugerían. Tras unos minutos de deliberación opté por el “Eterna Juventud”, de nombre sugerente y cuyos resultados ya estoy empezando a sentir. Mi reloj biológico es ahora diez o doce segundos más joven que hace unos días, y todo me hace pensar que seguirá decreciendo, aunque esto no podré confirmarlo hasta el próximo Noviembre cuando empiece a cumplir años al revés como Benjamin Button.

El caso es que el paquete en sí consistía en un masaje “arenoso” o peeling que me quitó todo lo muerto que tenía en la piel, que debía ser mucho ya que jamás me había hecho nada parecido, tras lo cual, una ducha para deshacerme de las células cadáver y limpiarme el potingue sobrante. Con esto ya me habría dado por contenta porque estaba muy suave y perfumada, pero había más, me esperaba una bañera de burbujas, de la que tuvieron que sacarme, casi a la fuerza, porque se estaba tan a gusto que me hubiese quedado hasta arrugarme como una pasa, anulando por otro lado los efectos rejuvenecedores del tratamiento anterior. Y como colofón y fin de fiesta, un masaje relajante que incluía cara y cráneo, con aceites esenciales.

Tengo que hacer una mención especial a la joven que se encargó de llevar a cabo dicho tratamiento con maestría, encanto, cordialidad y que hizo sentirme cómoda incluso con mi propia desnudez, cosa algo difícil para las que somos algo timoratas.

Sin embargo esta experiencia tan placentera, que pude disfrutar gracias a mi cuñada, autora de este regalo tan especial, tuvo un inconveniente en forma de pequeña bolsita de plástico que contenía una prenda interior desechable.

El paquetito en sí era diminuto y contenía, según me dijo Esther, un “tanguita” de usar y tirar, que era la única prenda que debía llevar durante todo el tratamiento, excepto para los desplazamientos, para los que podía (más bien debía) ponerme, un albornoz. Mi primer deseo fue que aquello se pareciera a los paracaídas, que van en una pequeña mochila y cuando tiras de la anilla son enormes, y el segundo deseo fue que lo de “tanguita” fuese un eufemismo. Pero ni una cosa, ni la otra, el término era sencillamente una descripción objetiva de la realidad.

Los que me conocen saben que no tengo las posaderas como el bombo de una orquesta, pero no hace falta ser un hacha en cálculo de volúmenes para saber que aquella ridiculez cubriría una ínfima parte de mi anatomía. Lo miré incrédula y desesperada por saber qué parte iba delante y cuál detrás y opté por la lógica “tanguil”, lo estrecho hacia atrás y lo ancho hacia delante. Puse especial cuidado en desplazar la endeble prenda por las piernas para que no se rompiera, encontrándome con la primera dificultad, las gomas de los lados se enrollaban sin control por muy despacio que intentase subir el artilugio maligno.
Después de cinco minutos, agotada, con los nervios a flor de piel, tal como si hubiese estado desactivando una bomba de relojería, me encontré, con un globo por delante, un hilo dental por detrás y los laterales hechos un lío de mil demonios. Con una maniobra mixta, desenredando los laterales pretendía, al mismo tiempo, hacer surgir de nuevo la trasera del tanga que estaba desaparecida, pero si forzaba demasiado corría el peligro de romperlo y tener que pasar a la solución de emergencia o “nudo marinero”, así que como pude me subí a la camilla. Ya tumbada lo coloqué para que Esther no se llevara una experiencia impactante al entrar (¡qué se le va a hacer, todos los trabajos tienen sus riesgos!).

Después de la ducha, otra bolsita me esperaba, y probé la opción B, lo de delante hacia atrás, pero fue peor si cabe, así que aún a riesgo de cargarme el trapillo, modifiqué la colocación. 
Hasta tres veces tuve que ponerme tres pingajos de esos y ninguna de ellas conseguí la más mínima pericia.


¿Qué lección extraigo de todo esto?, pues no sé, que hay que disfrutar de ciertos momentos, incluso de las peripecias más triviales.

lunes, 4 de junio de 2012

Imagen Pública. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que es una medusa, ha llegado a esta conclusión tan sorprendente después del ejercicio que ha tenido que hacer a resultas de un curso que ha realizado.

El citado ejercicio se llama Imagen Pública y le pides a tres personas de tu entorno que se estrujen el cerebro exponiendo de ti 3 cosas que se te dan bien y otras 3 que no se te dan tan bien, con ejemplos y todo.

Es una práctica, una apuesta arriesgada y para los destinatarios un compromiso, porque tienen que medir muy bien sus palabras, para cumplir con el objetivo marcado y no perder el contacto contigo definitivamente. Y tú te arriesgas a leer lo que no quieres y de personas que no crees que piensan eso de ti.

La crítica no siempre es bienvenida y sobre todo cuando toca fibras muy sensibles.

Yo me arriesgué y mucho, ahora lo pienso, e hice una apuesta casi suicida, porque se lo pedí a tres personas que me importan de verdad, que me importa lo que piensan y sobre todo de las que estaba segura iban a ser escrupulosas con el espíritu del ejercicio, manteniendo lo más posible la ecuanimidad, sin alabarme, llamando al pan, pan y al vino, vino.

Y llegó la sorpresa, ¡¡¡SOY TRANSPARENTE!!!

De las tres características, llamémosle “positivas”, no me asombro porque esas las sabes de sobra, las explotas a tu favor, las divulgas a los cuatro vientos.
Pero de las otras, ¡por favor!, toda la vida intentando ocultarlas, ¿para qué?, son tan evidentes como si las llevase con un post-it en la frente, a la vista está porque hubo coincidencias.

Pero también me sorprendió, que no me sorprendiera ninguna de ellas, todas me encajaban,  de ninguna pude decir “No, yo no soy así”.

Y la última de las sorpresas es que no estoy dolida, con alguna de las cuestiones sé que tengo un problema, y algo tendré que hacer con ello.

Pero, ¡¡¿de qué me sorprendo?!!, nunca me he caracterizado por mis dotes de farsante o de misteriosa enigmática, se me ve venir a distancia.

Así que a esta medusa sólo le queda cambiar lo que le limita, conservar lo que le sirve y seguir paseándose, disfrutando de esta tranquilizadora transparencia.

lunes, 28 de mayo de 2012

¿Qué es un pensamiento mágico?. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que hace unos días habló del horóscopo, de la esperanza depositada en una predicción de dudosa solidez.

Mi tía que ya lleva unos cuantos años criando malvas, cuando era una joven con toda la vida por delante vivía en casa de sus tíos con su madre viuda. Una casa grande, espaciosa y con una inmensa terraza que, a falta en aquellos años de los diseños suecos, estaba decorada al uso de la época, con macetas y jaulas de pájaros por todos lados. Y siguiendo los usos de la época también, su existencia seguía los vaivenes propios de las muchachas de su edad, y de los tiempos de apreturas y escaseces.

Será porque su madre era especialmente severa o porque considerase que mi tía tenía cierta tendencia a la ligereza de cascos o era inocente o, peor aún, la considerase tonta de remate, la sometía a un control estricto sobre su vida social, sus entradas y salidas, y, como no, la peligrosa, pero inevitable, relación con el sexo opuesto.

Ella, una chica alegre y vivaracha, se asfixiaba con una madre adusta y autoritaria, con ligereza en sacar la mano a pasear, refugiándose en su tío, más templado, y en su tía tan opuesta a su hermana como la noche y el día.

Mi tía no deseaba ser la nueva Pasionaria, ni reivindicar el amor libre, ella era tan tradicional como la que más, sólo quería echarse novio formal, casarse y crear una familia de lo más convencional, pero ninguno de los candidatos cumplía los requisitos o llegaba a buen puerto, y entonces empezó a pensar que algo estaba pasando al margen de sus cualidades como fémina.

Cuando subía a cuidar el pequeño jardín de la terraza, su tía le repetía, sonriendo, la misma letanía: “hortensia en casa, niña que no se casa”, y ¡cuántas hortensias tenía esa terraza!. Cada día como un machacón mantra se repetía mi tía el dichoso chascarrillo, y sin poder encontrar otra explicación razonable a su falta de éxito en la búsqueda de marido, dedujo que toda la culpa era de las malvadas plantas que estaban lanzando un embrujo que frenaba su objetivo vital.

Así que una vez hallada la fuente de sus desvelos, elaboró el plan para acabar con ellas, lenta, inexorablemente, sin compasión.
Se ofreció voluntaria para subir todos los días a cuidar el jardín, y  mantuvo a las pobres hortensias a dieta hídrica estricta.
Aunque son unas plantas resistentes, no hay ser vivo que resista sin beber durante tanto tiempo y una a una fueron cayendo, ante el asombro de la madre y la tía que no comprendían qué estaba pasando. Cuando la última murió, mi tía descansó tranquila, sin remordimientos, ya que su meta era mucho más importante y elevada que unos míseros vegetales.
Y se obró el milagro, porque meses después se ennovió con un muchacho, se comprometió y, pasado un tiempo, se casó finalmente.

No sé si sobra decir que la muerte de las hortensias fue gratuita y evitable, porque en nada contribuyó a los acontecimientos posteriores, pero esto no es del todo verdad, claro que las hortensias no impiden que las niñas de la casa se casen, pero a mi tía, acabar con ellas le hizo creer que se liberaba de un supuesto gafe, mal de ojo, impedimento mágico que realmente sólo estaba en su cabeza y le otorgó seguridad, confianza y aplomo en la consecución de su objetivo. Al igual que lo hace nuestro amuleto de la suerte, o nuestro número mágico o el rito de hacer algo siempre de la misma manera.

Todos tenemos estos pequeños enganches, pensamientos mágicos tan consoladores y que realmente nos ayudan, siempre y cuando los mantengamos a raya, no tomen el control de nuestras vidas y seamos sus esclavos.

Muchos años más tarde, estaba con mi tía en su pequeño jardín, rodeada de hortensias que cuidaba con mimo y, al repetir sonriendo la invocación, nos prohibió terminantemente a mis primas y a mí acercarnos a ellas.