jueves, 27 de enero de 2011

El Pelota, La Trepa, El Caradura, El Amigote y otros Indeseables. Mi amiga Hortensia dice…

1ª PARTE: EL PELOTA

Mi amiga Hortensia dice que si hay jefes tóxicos, algunos compañeros no se quedan atrás, y que todos ellos coincidan en un mismo departamento debe ser fruto de una alineación extraordinaria del Sol, las estrellas y los planetas o de la atracción irresistible que se produce entre un Director inútil, torpe, buscón y tramposo y los indeseables que pululan por cualquier organización al uso.

Y estos dos hechos se debieron producir, juntos o separados, hace un tiempo en una empresa de cuyo nombre no quiero acordarme.

El caso es que a cualquiera de ellos, en versión femenina o masculina, podemos encontrarlos sin mucha dificultad. Empecemos con el primero:

El pelota, todo un clásico, existe desde que el mundo es mundo, nace al calorcito de inseguros y vanidosos, con déficit de autoestima o de saber gestionarla adecuadamente, con poder y con ganas de ejercerlo con cierto nepotismo, y crece, se expande y evoluciona de manera asombrosa. A mi juicio, hay dos tipos bien diferenciados:

-                        El pelota patológico, necesita desesperadamente alguien a quien pelotear como el oxígeno en sus pulmones. Va más allá del mero interés laboral, personal o mercantil, es una necesidad vital. No tiene criterio propio, ni opinión. Es sumiso, entusiasta en sus halagos y busca continuamente el reconocimiento, si no llega objetivamente, aún así él lo encuentra, el más mínimo gesto o la ausencia de éste. Se monta a su alrededor una auténtica realidad paralela que dista mucho de la que se ve a simple vista. Es ladino y celoso de su relación con su objeto de culto. Su actuación es tan descarada, llama tanto la atención que resulta ridículo y patético verlos en acción.

-                          El pelota común o pelota interesado, éste tiene muy claro por qué hace lo que hace, su objetivo es trabajar poco, vivir bien, conseguir prebendas, dejar de hacer lo que no le gusta, alcanzar un estatus económico y laboral, o todo al mismo tiempo. Para ello, primero, fija su objetivo, es decir quién le va a ayudar a conseguir lo que quiere, y después afronta el cómo lo va a conseguir. Aquí la estrategia de cada pelota es diferente, tanto como pelotas hay en el mundo. Los hay más torpes y más hábiles, algunos dan en hueso y tienen que pasar rápidamente a otro objetivo, y otros tienen la suerte de encontrar un auténtico filón. Sin embargo, casi todos los pelotas tienen rasgos comunes: hacen mucho “despaching”, se pasan las horas muertas en el despacho de su jefe, hablando de lo divino y lo humano, normalmente reparten a partes iguales elogios sobre ciertas actuaciones, preguntas abiertas para permitir el autobombo del objetivo, y dejan caer alguna perlita sobre lo bien que lo hacen ellos (siempre, frente a lo mal que lo hacen los demás) y lo desaprovechados que están en la organización. (el “si a mi me dejaran…”). Tienen una auténtica habilidad para endilgar a otros las tareas que ellos no quieren hacer porque las consideran poco importantes o tediosas, por lo que suelen tener problemas con compañeros o subordinados que dejan siempre tirados en la estacada. No debe esperarse de ellos ninguna clase de apoyo en cualquier cuestión en la que el jefe (u el objeto de su peloteo) piense diferente al resto del grupo y puede ser tan mezquino como para llegar a espiar a sus propios compañeros.

En general el pelota es un tipo que, lejos de estar en peligro de extinción, florece en tiempos de crisis, y sólo la acción coordinada del resto de los miembros del grupo (no muy descarada para que no le salgan defensores), boicoteando de manera sutil todos sus intentos de escaqueo, puede neutralizarlo. Dejarles en evidencia es más difícil, porque el mismo objeto de peloteo se resiste a perder al pelota, pero puede moderarse su influencia haciendo que el resto tengan una vida un poco más fácil.


viernes, 21 de enero de 2011

Terribles Decisiones. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que si tenéis hijos adolescentes, tarde o temprano os encontraréis en esta tesitura, la de las terribles decisiones escolares.
Es algo que Hortensia conoce bien, ya que ella ya tuvo que hacerlas en su día, ¿Ciencias o Letras? ¿Mixtas o Puras?. Por descarte, como muchas de las decisiones que tomamos en nuestra vida, sobre todo a esas edades y sin tener muy claro cuál va a ser nuestro futuro , eligió Letras Puras, dejando las Matemáticas aparcadas. Cuando se enfrentó a otra gran decisión, qué carrera escoger, lo tuvo mucho más claro, Psicología, y aquí se encontró con una ingrata sorpresa, a saber: 1 año de Matemáticas, 2 de Estadística, Biología, Fisiología y Neuropsicología. Pero con empeño, esfuerzo y muchísima motivación superó los escollos, algunos incluso con nota.

Hortensia se encuentra con que uno de sus vástagos quiere seguir sus pasos, nunca lo hubiera imaginado y es que, los hijos nunca paran de sorprenderte. Y aquí estamos a punto de tomar una decisión importante de la vida.

Como la educación pública, en eso funciona muy bien, pues en el instituto de la hija de Hortensia ya les están preparando para tomarla. Cada vez que tienen tutoría, aprovechan para sondearles sobre qué es lo que van a hacer, si seguirán o no estudiando y si es así, qué bachillerato escogerán.
La tutora de la hija de Hortensia es su profesora de Física y Química, una mujer muy próxima a los chicos, que les impone bastante disciplina, pero que les deja expresarse y les escucha, y a la que tienen en bastante estima. Pero, en este tema de la terrible elección, creo que ha patinado y se ha dejado llevar por un entusiasmo mal entendido y por un concepto de la vida, del éxito profesional y del aprendizaje un poco maniqueo.
La tutora, firme defensora del bachillerato de ciencias (como no podía ser de otra manera), se dedicó a hacer apología del mismo con un ardor y pasión propios de tan importante tema, por lo que esperaba que después de tan encendido y entusiasta discurso todos, sin excepción, escogieran con los ojos cerrados la opción que ella defendía. Cuál fue su sorpresa cuando se encontró que había varios díscolos, entre ellos, la hija de Hortensia, que preferían escoger otras opciones (Humanidades, Ciencias Sociales, etc.), las cuáles eran, según ella, una bonita forma de hundirse la vida. Cuanto más insistía la tutora, más se pertrechaba “el grupo rebelde” en sus posiciones iniciales, y ante la imposibilidad de convencerlos, los dejó por imposible. Aún así, les dijo que explicasen todo esto a los padres, sobre todo a las madres, que como la mayoría era de Humanidades, necesitaban que se lo explicasen muy claramente y con todo detalle.

¡¡Pobre Hortensia, más hundida que el Titanic, y sin saberlo!!, no sólo tenía que afrontar que su vida había sido un completo y absoluto fracaso, si no que además tenía dificultades de comprensión y entendimiento. ¿De qué habían servido 4 años de bachillerato, 5 años de carrera y más de 12 de profesión?, de nada, solo había sido un mero espejismo, y todo, por una pésima decisión juvenil.
Sólo se le ocurría una solución, poner a funcionar el “giroscopio temporal”, hacer retroceder el tiempo hasta los 15 años y entonces escoger, pero esta vez, escoger bien, con tino, con conocimiento de causa, con mentalidad de triunfadora, no sólo para conseguir una vida llena, más bien plagadita, de éxitos profesionales, con una profesión de futuro, sin altibajos, sin crisis, siempre hacia arriba, “hasta el infinito y más allá”, si no también, para lograr un funcionamiento cerebral más o menos decente que le permitiera entender ciertas complejidades.

Hortensia, lejos de ofenderse, se sonríe, ella es así y aunque opina que la tutora de su hija ha estado bastante torpe afrontando este cometido suyo, sigue apostando por ella y en el balance final, le parece “una buena tipa”, siempre que no se entusiasme demasiado y en el fragor, pierda las formas, los papeles y el sentido del ridículo.

Y espera que no vierta estas opiniones tan controvertidas delante de sus compañeros de claustro, sobre todo de los que imparten Historia, Literatura, Lengua, Arte, Latín, Griego y otras que tanto aportan al ser humano y que le hacen grande y especial, porque a lo mejor, o a lo peor, no se lo toman tan bien como Hortensia.

martes, 18 de enero de 2011

Mis Jefes Tóxicos. Mi amiga Hortensia dice...

Tras unos problemillas de salud, vuelve Hotensia, más renovada que nunca, y se quiere acordar de Lourdes, Leo, Pedro, Manolo, Enrique y de alguno más que tanto le enseñaron y que, afortunadamente para ella no se incluyen en ninguna de las categorías abajo descritas.

Mi amiga Hortensia dice que no es su intención hacer una clasificación exhaustiva de jefes tóxicos, simplemente se ha topado con algunos especímenes dignos de los mejores documentales de la 2.
Parece que vamos entendiendo que ser buen jefe no es tarea baladí, que se necesita cierta materia prima, o por lo menos voluntad, intención, formación, capacidad de mejora, porque ser jefe, en sí mismo, es un trabajo, no un título. Es, en muchos casos, la piedra angular, lo que establece la diferencia entre el buen funcionamiento y el excelente, en el mejor de los casos, y en el peor, aquel, del fiasco más absoluto.

Y ésta es la clasificación de Hortensia…

El primero, “El coleguita”, el que va de moderno y enrollado, abierto a sugerencias, le encanta decir “todos somos iguales”, pero esconde una terrible verdad, o varias, que descubres en las primeras reuniones, se asienta sobre dos pilares y los dos exactamente igual de peligrosos, no tiene escrúpulos y se apropia de cualquier idea que le haga ganar puntos ante sus superiores. No va nunca de frente, para este tipo nunca hay intencionalidad de hacer daño (son todo imaginaciones tuyas), ¡con lo majo que es y lo poco que le aprecias!.  El que yo conozco, además le encanta hacer alusiones de lo más grosero a toda mujer con la que se cruza por el pasillo.

“El desequilibrado” ,bastante tiene con aguantarse a sí mismo, así que no le pidamos que dirija un equipo, que saque adelante un proyecto, que tome decisiones coherentes, que permita el desarrollo profesional de los componentes de su grupo. Son personas con serios conflictos personales, son imprevisibles, caóticas en sus actuaciones y, por tanto provocan una fortísima tensión laboral. Suerte tendrás si pasa una temporadita medicado.

“El abúlico”,se deja llevar, toma las decisiones estrictamente imprescindibles, si hay alguna que considere así, puedes hacer millones de sugerencias o propuestas pero no se decidirá por ninguna de ellas, a todas las encuentra su “pero”, y entre “dimes y diretes”, se hace poco y mal. Si tiene la suerte de dar con un grupo que funciona prácticamente solo, todos vivirán estupendamente, manteniéndole informado, para guardar las apariencias, y perfectamente neutralizado.

“El payasete”, es una variedad del abúlico, pero más divertido, su única misión es dar conversación, animar el cotarro, contar algún chistecillo que otro y poco más. Si quieres contar con él para algo importante, olvídate, dáselo resuelto y tira millas.

“El despiadado”, también llamado “capataz”, recién salido de una plantación de algodón esclavista, con látigo incluido, es autoritario y agresivo, todo gira entorno al “ordeno y mando”, y suele rodearse de una cohorte de sumisos seguidores que ejecutan sin rechistar cualquiera de sus órdenes, si estás dentro de su círculo de confianza te beneficias de algún que otro trato de favor, si no, estás literalmente jodido.

Y por último, “El psicópata”, con diferencia el más tóxico de todos, porque aunque, aparentemente se parece mucho al despiadado , le diferencia algo que le hace tremendamente peligroso, no empatiza con nadie ni siente remordimientos, es decir, se relaciona con las personas como si fuesen objetos. Sigue su propio código de comportamiento, cuando quiere conseguir algo, lo consigue, aunque para ello tenga que establecer un auténtico cortejo, y después, una vez conseguido, pasa a otra cosa. Se propone unos objetivos que tiene que cumplir y los medios que utilice son indiferentes (buenos o malos, cortejando o humillando, sobornando o insultando), da igual, tú NO eres una persona. Pero siempre, siempre, el que sufre un jefe así, paga un precio, lamentablemente.

Algunos de dichos especímenes son más dañinos que otros, pero todos provocan malestar, desconfianza, enfrentamientos, celos profesionales, competitividad malsana, apatía, estrés, ansiedad…la lista es interminable tanto como el mal que pueden llegar a provocar. Y es paradójico lo poco que importa a las organizaciones en las que están, a tenor de las escasas o nulas medidas que se toman al respecto, es más, siempre es el MAL MENOR.