lunes, 15 de abril de 2013

La Mudanza. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que siempre que entraba a una empresa nueva no sabe ni cómo ni porqué pero terminaba haciendo una mudanza.

Y parece que sigue la racha, porque ahora que estoy en esta empresa, la mía, esta pequeña, incipiente, unipersonal y todavía en mantillas…ya me estoy mudando.
No es una mudanza física, de cajas de cartón, rollos de cinta de embalar y papeles por todos lados, es una mudanza virtual, pero que lleva aparejada también unos cuantos recuerdos de cuando empecé hace ¿un par de años?.

Para esta he necesitado mucho tiempo para pensar y decidirme, manos expertas que me condujeran y me asesoraran, grandes dosis de paciencia porque mi ignorancia en estos temas es tan infinita que los asesores tienen que empezar con el ABC, o el 2+2.

Agradezco la ayuda desinteresada de algunos y las ideas de todos los que han participado.

Agradezco la compañía de todos los que a lo largo de este tiempo habéis leído mis artículos, comentado, promocionado o simplemente disfrutado, espero, que tanto como yo escribiéndolos.

Pero, me mudo, no me despido de vosotros, dejo Blogger, que me dio algún que otro disgustillo y me voy a Wordpress, como ya me recomendaron algunas, (ja,ja, ellas saben), y estreno no solo Blog, sino Web, porque esta mudanza se enmarca en un proyecto un poco más ambicioso, os invito a que entréis, lo visitéis y me contéis qué os parece.

Cierro ya la última caja, y sólo me queda echar un vistazo por si me dejo algo, y preparo el cartel que pondré en la puerta:

“Me traslado, mi nueva dirección es…

 www.autoconscienciayrelajacion.com

Nos vemos pronto…Hortensia.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Uno de los Nuestros. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que no puede estar más tiempo callada ante tantos buenos sentimientos de los que está siendo testigo últimamente.

Creo que ya he comentado en alguna que otra ocasión mi experiencia laboral con un cliente hace unos cuantos años. Esta señora, jefa mía para mi desgracia, atesoraba dentro de ella un variado abanico de patologías del DSM-IV, lo cual hacía difícil la convivencia personal y, lo que es más importante, la laboral. A resultas de todo ello, y como el cliente siempre tiene razón (para la empresa privada), cargaba a sus espaldas una larga lista de colaboradores reprobados de distintas empresas, por motivos variopintos e incluso sorprendentes, como el mío, ya que mi gran error fue no pensar como ella, es decir desquiciadamente. A lo que iba, mi jefe (el de mi empresa), aprovechando una baja médica que me tuvo varias semanas hospitalizada, decidió mandarme a las oficinas centrales, sin explicaciones, con una amonestación verbal y con una advertencia: “la próxima vez, a la calle”. Acto seguido escribí una carta a los Reyes Magos y pedí mi regalo de Navidad con muchos meses de anticipación, léase, no volver a trabajar con personas a las que les faltase un tornillo o, en su caso, que no estuviesen tratadas convenientemente. A cambio me concedieron otro deseo, estrategias para hacerlas frente en lo sucesivo.

Sin embargo, no me hubiese venido mal en ese momento un poquito de esa “lealtad sin fisuras” que están demostrando algunos dirigentes de muchos partidos políticos con ciertos miembros o trabajadores de su organización. Ya les puede caer la sombra de la sospecha más negra, social o judicial, sobre ellos, que ellos confían, les apoyan y les dan facilidades, ¡qué conmovedor, ni la canción de Los Manolos (lailolailo lailola) representa mejor la esencia del compromiso de ser Uno de los Nuestros!.

Muchos años más tarde mi empresa, no encontrando ninguna razón para un despido objetivo, sin afligirse un poquito, rescindió mi contrato improcedentemente con la consiguiente indemnización. En aquel momento me hubiese gustado que los directivos de la organización, desasosegados por dejarme en la calle después de mi implicación en ella, o imbuidos por una rectitud sin tacha, no hubiesen procedido al despido al no encontrar fallo alguno en mi actuación (fallo contemplado en la legislación vigente). Porque un empresario o encuentra motivo objetivo de cese o se come con patatas al trabajador, eso es sabido por todos, si no que se lo cuenten a los seis millones de desempleados. ¡Vuelve a recorrerme un escalofrío por el cuerpo y una lágrima resbala por mi mejilla!.

Y el Honor, y esa pregunta que flota en el ambiente ¿Cómo habéis podido pensar eso de mi?, pregunta que unos se hacen en silencio, porque dan la callada por respuesta, otros con indignación, alguno con el rostro descompuesto y sin aceptar preguntas y los más osados con arrogancia, sonrisa en la boca e insulto fácil. Y no puedo estar más de acuerdo, con la pregunta, no con las formas, porque es la misma que me llevo haciendo yo desde hace más de un año.
¡¡¿Cómo habéis podido pensar eso de mi?!!
¿Cómo habéis podido pensar que estaba llevando un tren de vida inadecuado a mis ingresos?
¿Cómo habéis podido pensar que he utilizado mis prestaciones por desempleo para viajar a paraísos tropicales o acomodar mi casa con electrodomésticos de última generación?
¿Cómo habéis podido pensar que me he servido del sistema de salud público para hincharme a medicamentos o hacerme toda clase de pruebas e intervenciones innecesarias?
¿Cómo habéis podido pensar que era tan manipulable, dócil y obediente que o bien me tenía que aguantar en silencio para no “dañar” la imagen de mi País, o si no, estaba gobernada por fuerzas extremistas y desestabilizadoras?.

Y el caso es que no solo lo habéis pensado, me habéis juzgado, encontrado culpable y aplicado un castigo.

Quizá, sólo quizá porque yo no soy Uno de los Vuestros.

miércoles, 16 de enero de 2013

Movimiento Pendular. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que desconoce si es una característica patria, un rasgo cultural o está en nuestro ADN esto de, después de reconocer el error cometido en un sentido, lanzarnos sin más hacia la tendencia opuesta, para compensar, debe ser, todo el mal que hemos hecho, como si de un péndulo se tratase.

Después de un largo, larguísimo periodo de desidia por el control de la gestión pública, de un clarísimo desinterés por lo que hacían o deshacían esos a los que habíamos votado cada 4 años, nos hemos echado a la calle para pedir explicaciones y para no dejar que mermen (aún más) lo conseguido. Y en un movimiento pendular sin parangón, ahora examinamos con lupa todo lo que hacen, al milímetro, no me extraña que se sientan algo fiscalizados, incómodos e incluso molestos, después de tanto tiempo con “la faja suelta”. A mi juicio, ni tanto, ni tan calvo, la responsabilidad va más allá de la papeleta de la urna, pero no tanto como para mirar el iris de cualquiera y ser suspicaz hasta con el jilguero del vecino.

Algo parecido está pasando en el instituto de mis hijos desde hace un año.

Alertados por una creciente tendencia al motín del alumnado (de algunos, no de todos), de la actitud desafiante, provocadora e incluso beligerante de nuestros benjamines, y de la falta de compromiso, la complacencia o la defensa acérrima de algunos padres de estos comportamientos, han optado, en un perfecto movimiento pendular, por aprobar ciertas medidas y de pertrecharse en algunas posturas incontestables (algunos, no todos).

Parece ser que hemos pasado de El Imperio del Alumno Camorrista a La Venganza de Don Maestro.

Lo primero fue ponernos a todos en el mismo saco, los alumnos alborotadores y los que no, los padres que consentían y los que no.
Lo segundo fue, desposeernos a nosotros (los padres) de criterio, pasamos a ser sujetos poco confiables y “sospechosos”: sospechosos de ser blandengues, sospechosos de hacer la vista gorda con ciertos deslices, sospechosos de encubrir, sospechosos por explicar, ya que todo eran disculpas o excusas. Hasta tal punto, poco fiables que nuestros justificantes de ausencia son papel mojado según para quien.
Lo tercero es utilizar, casi como único elemento disciplinario el “parte” (en sus dos versiones, leve y grave), casi para cualquier cosa que pase en el aula, desde el chirriar de una silla, hasta escupir.
Lo cuarto, ser completa y absolutamente impermeable al diálogo.

Si la imagen de un chicuelo amedrentando a un profesor me desgarra por dentro, esta situación tampoco me parece muy alentadora. La disciplina, la observación de las normas, el cuidado de la convivencia, no lleva aparejada la intransigencia, ni la arbitrariedad, ni el autoritarismo, es más es, como quien dice, contrario a todo ello.

¿Qué le están enseñando a mis hijos? Que da igual la edad que se tenga, que se pueden tener 14 o 40 años, la fuerza es lo que vale. Lo mismo que querían neutralizar de ciertos alumnos (matizado eso sí por los años, la experiencia y por un control de los impulsos) es “remedio” al problema.

Ni todos los alumnos son contestones, retadores, pendencieros y alborotadores.
Ni a todos los padres nos da igual si lo son o no.
Ni todos los profesores se ponen la armadura y salen a combatir al “enemigo”, afortunadamente.

La relación alumno-profesor nunca será (igual que la de padre e hijo) simétrica, lo cual no quiere decir que no contenga elementos tan necesarios, básicos y valiosos como el respeto, la corrección, la confianza, el compromiso y el apoyo.

A ver si se le acaba la pila al reloj y el péndulo se queda quieto en el centro, equidistante entre extremos tan peligrosos.