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miércoles, 16 de enero de 2013

Movimiento Pendular. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que desconoce si es una característica patria, un rasgo cultural o está en nuestro ADN esto de, después de reconocer el error cometido en un sentido, lanzarnos sin más hacia la tendencia opuesta, para compensar, debe ser, todo el mal que hemos hecho, como si de un péndulo se tratase.

Después de un largo, larguísimo periodo de desidia por el control de la gestión pública, de un clarísimo desinterés por lo que hacían o deshacían esos a los que habíamos votado cada 4 años, nos hemos echado a la calle para pedir explicaciones y para no dejar que mermen (aún más) lo conseguido. Y en un movimiento pendular sin parangón, ahora examinamos con lupa todo lo que hacen, al milímetro, no me extraña que se sientan algo fiscalizados, incómodos e incluso molestos, después de tanto tiempo con “la faja suelta”. A mi juicio, ni tanto, ni tan calvo, la responsabilidad va más allá de la papeleta de la urna, pero no tanto como para mirar el iris de cualquiera y ser suspicaz hasta con el jilguero del vecino.

Algo parecido está pasando en el instituto de mis hijos desde hace un año.

Alertados por una creciente tendencia al motín del alumnado (de algunos, no de todos), de la actitud desafiante, provocadora e incluso beligerante de nuestros benjamines, y de la falta de compromiso, la complacencia o la defensa acérrima de algunos padres de estos comportamientos, han optado, en un perfecto movimiento pendular, por aprobar ciertas medidas y de pertrecharse en algunas posturas incontestables (algunos, no todos).

Parece ser que hemos pasado de El Imperio del Alumno Camorrista a La Venganza de Don Maestro.

Lo primero fue ponernos a todos en el mismo saco, los alumnos alborotadores y los que no, los padres que consentían y los que no.
Lo segundo fue, desposeernos a nosotros (los padres) de criterio, pasamos a ser sujetos poco confiables y “sospechosos”: sospechosos de ser blandengues, sospechosos de hacer la vista gorda con ciertos deslices, sospechosos de encubrir, sospechosos por explicar, ya que todo eran disculpas o excusas. Hasta tal punto, poco fiables que nuestros justificantes de ausencia son papel mojado según para quien.
Lo tercero es utilizar, casi como único elemento disciplinario el “parte” (en sus dos versiones, leve y grave), casi para cualquier cosa que pase en el aula, desde el chirriar de una silla, hasta escupir.
Lo cuarto, ser completa y absolutamente impermeable al diálogo.

Si la imagen de un chicuelo amedrentando a un profesor me desgarra por dentro, esta situación tampoco me parece muy alentadora. La disciplina, la observación de las normas, el cuidado de la convivencia, no lleva aparejada la intransigencia, ni la arbitrariedad, ni el autoritarismo, es más es, como quien dice, contrario a todo ello.

¿Qué le están enseñando a mis hijos? Que da igual la edad que se tenga, que se pueden tener 14 o 40 años, la fuerza es lo que vale. Lo mismo que querían neutralizar de ciertos alumnos (matizado eso sí por los años, la experiencia y por un control de los impulsos) es “remedio” al problema.

Ni todos los alumnos son contestones, retadores, pendencieros y alborotadores.
Ni a todos los padres nos da igual si lo son o no.
Ni todos los profesores se ponen la armadura y salen a combatir al “enemigo”, afortunadamente.

La relación alumno-profesor nunca será (igual que la de padre e hijo) simétrica, lo cual no quiere decir que no contenga elementos tan necesarios, básicos y valiosos como el respeto, la corrección, la confianza, el compromiso y el apoyo.

A ver si se le acaba la pila al reloj y el péndulo se queda quieto en el centro, equidistante entre extremos tan peligrosos.

viernes, 28 de diciembre de 2012

El brindis. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que es tiempo de controles de alcoholemia, normal, si contamos con la cantidad de comidas, cenas y hasta desayunos de empresa y familiares que se dan en esta época.

Nunca me han parado en uno de esos controles, y no he soplado por el tubito en mi vida, aunque a tenor de lo que bebo (alcohólico, porque de agua y refrescos soy una esponja), daría un hermoso, bonito y alardeante 0,0.

Pero voy a hacer un brindis virtual, no creo que me atreva a hacerlo en persona delante de mis comensales de esa noche.

El 2012 ha sido un año con muchos sinsabores, y con algunas cosas dignas de reseñar, de las que ahora no me acuerdo, lo que ha terminado de afearlo definitivamente es que todos los que lo empezaron no han podido terminarlo. Por mi parte, comencé el año perdiendo a una amiga y lo voy a finalizar habiendo perdido a mi padre, cosas de la vida, hay años que visitas varias veces el tanatorio y otras ni te acercas. Por este motivo no voy a caer en la tentación de brindar por el nuevo año, porque sea mejor (que lo espero), aunque sé positivamente que siempre hay mucho margen para empeorar.
El año que viene será como sea y se irá desgranando día a día, lo de hacer balance es un artificio humano, nos gusta hacer resúmenes de todo.

Este brindis es por todos vosotros, por aquellos que esa noche compartiréis conmigo mesa y mantel y por todos los que estaréis compartiéndolo con otros.

Os deseo que viváis cada día de este 2013 que se estrenará, no como si fuera el último (¡qué angustia!), sino como si fuera Único, como de hecho es, no habrá otro día igual en vuestras vidas, para bien o para mal.

Porque hay un momento para ir deprisa, deprisa, atropelladamente sin tiempo para nada, y otro momento para parar, tomarse un respiro y hacer lo que sea que debamos o queramos al ritmo y cadencia que el asunto requiera.

Porque hay un momento para hacer varias cosas a la vez, y otro para realizar solo una, en la que se concentre toda nuestra atención, nuestro interés y nuestra energía, sacándole  todo el jugo a esa experiencia.

Porque hay un momento para el control y la planificación y otro para dejarse llevar por los acontecimientos, quién nos dice que no es ese el camino que nos llevará a cumplir nuestros objetivos.

Porque hay un momento para la angustia, la desesperación, la pena y la tristeza y otro para preguntarse si todo eso nos servirá para seguir.

Porque hay un momento para dejar para mañana lo que podrías haber hecho hoy, y otro para hacerlo, no vaya a ser que el mañana nos pille a contrapié.

Lo difícil es saber cuál es el momento adecuado para cada cosa, lo cual me lleva al último: hay un momento para equivocarse, no somos infalibles.
Os deseo por tanto que piséis fuerte cada día del calendario, que no haya ninguno que se quede en blanco, anodino.

Y un brindis por los que ya no están, que sin querer o queriendo, ya han dejado su huella en nosotros, como los tatuajes, algunos brillantes y llenos de colores, otros cargados de significado, todos indelebles para el recuerdo.

Por 365 días intensos, calmados, alegres, tristes, caóticos, ordenados, sencillos, complejos, desesperantes, esperanzadores, libres….llenos de vida.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Inmersión. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que el término inmersión siempre le recuerda a los submarinos, y a las películas, en las que el oficial al mando, en medio del caos ante la llegada de un barco enemigo gritaba desaforado: “Inmersión, inmersión”, y todos aguantábamos el aliento expectantes, ¿les daría tiempo o no?, ¿conseguirían sumergirse antes del lanzamiento de los proyectiles?.
                                                                                 
Sin embargo estos días la inmersión flota en el ambiente lejos del mar y del océano.

Y esta mañana en los descafeinados Desayunos de TVE (que se han vuelto tan oficialistas como el resto de su programación), alguien ha vuelto a hablar de inmersión, pero esta vez haciendo oídos a un prestigioso economista que revelaba la fórmula contra el fracaso escolar de nuestros pequeños, a saber, la inmersión en Matemáticas e Inglés.
No quiero ser mordaz, pero como su negociado anda un poco despistado y no se ponen de acuerdo en lo fundamental, es decir si crecemos o nos seguimos desecando, pues debe considerar que es mejor ponerse a opinar de otros. Lo cual no me parece inoportuno (yo también opino de Economía, sin despeinarme), si se toma como lo que es, una opinión, no la sentencia del Oráculo de Delfos.

Que nuestra educación está fallando hace tiempo que lo sé, pero no por una cuestión de promedios, ni de las calificaciones de nuestros estudiantes en los exámenes comunitarios o internacionales. Nuestra educación falla por una variedad de circunstancias a las que no nos hemos sabido adaptar (a nivel mundial, por eso no me sirven los sistemas de medida), ni la sociedad, ni los programas, ni los profesionales, ni los alumnos y los que menos de todos los gestores que deberían haber promocionado un cambio de paradigma.

Hemos ido enfocando y por lo tanto, lo que más nos ha importado, es la medición, ahí es dónde depositamos el valor de nuestros estudiantes, del 5 para abajo no vales, y el único objetivo del curso, de la clase, del profesional y del alumno es superar la prueba, el resto (si aprendes, si asimilas, si comprendes la materia, si la haces tuya) si sucede bien y si no, no importa. Lo que produce a la larga, a la corta y a la media, tanta frustración en cualquiera de las partes que es casi un milagro que el sistema todavía funcione y se siga soportando.
Hemos hecho de la medición un fin en sí mismo y no un medio, lo que siempre fue, uno de tantos, importante, pero no el único.

La inteligencia, y esto no lo digo yo que soy como quien dice una inexperta en la materia, es tan variopinta, tan diversa y, en casi en todos los casos, tan poco medible, que no se circunscribe a una disciplina concreta (ni a dos), aunque muchas básicas y necesarias para el desarrollo del ser humano.

A algunos economistas les hubiese venido de perlas una inmersión en Historia, por aquello de no cometer los mismos errores cíclicamente. En esta época convulsa y oscura, donde vuelven a hacerse preguntas que antes se habían olvidado, no vendría mal una inmersión en Filosofía, madre de todas las ciencias modernas, una reflexión sobre el fin, los medios, los valores, y todas esas “chorradas” para algunos pragmáticos.

O de qué me sirve ser multilingüe si no pongo ni la voluntad, ni el interés en escuchar al otro, hable el idioma que hable.
Las Matemáticas, o la certeza en un mundo incierto, no el instrumento de la usura.

Como en el submarino del principio, no quiero hacer una inmersión de urgencia, por la vía rápida, para que en los test de capacitación “mis chicos” den la talla.
Quiero a estos míos empapados hasta la médula de toda la sabiduría posible, que sepan hacer despertar la creatividad que todos llevamos y, que nos ha hecho unos investigadores estupendos en cualquier campo, quiero que exploren el mundo, no por necesidad perentoria, si no por afán aventurero (no como ahora), quiero que aprendan primero y luego sepan hacer exámenes porque lo necesitarán para abrir algunas puertas.

Mucho me temo que estoy haciendo una inmersión en Utopía, con el agua al cuello y el periscopio bajado me hundo lentamente….

lunes, 19 de noviembre de 2012

Una Petición. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que la próxima vez que vaya a la frutería, cosa que pocas veces hace, ya que tiene un Queridísimo encargado de la tarea, va a cambiar la lista de la compra por una estrategia distinta.

Imaginemos por un momento que frente a frente con el frutero, un hombre cordial y simpaticón donde los haya, me planto y en vez de contestarle directamente a su pregunta, “¿Qué te pongo?”, empiezo a lanzarle sutiles mensajes sobre mis problemas digestivos, “que si últimamente tengo cierta tendencia a la acidez de estómago”, “que si no hago bien las digestiones”, “que unas veces ando algo estreñida y unos días más tarde el arroz blanco es mi única comida”, o utilizo los globos sonda sobre la economía doméstica, o una queja en toda regla: “no consigo que los niños coman fruta ni a tiros”. Tras los primeros minutos de confusión, mi frutero, al margen de pensar que me habría desquiciado (¡pobrecilla!), insistiría en la pregunta: “Pero ¿qué te pongo?”. Yo, por mi parte, podría pensar que es más que evidente, después de tantos años que me conoce y de toda la información que le he dado, tendría que haberle quedado claro que lo que quiero es: un par de manzanas, un par de peras, un manojo de acelgas, medio de judías verdes y cuatro plátanos, aunque esta vez voy a pasar de las mandarinas (por aquello de los ácidos) y de todos aquellos productos fuera de temporada que estarán carísimos.

Esta situación resulta chocante, pero no lo es tanto si sustituimos “la cesta de la compra” por peticiones más personales: qué quiero, qué necesito, qué espero de ti, qué esperas de mi, por qué me has dicho o hecho tal o cuál cosa o has omitido, cómo puedo ayudarte o ayudarme, cómo me siento, cómo te sientes. Con todas estas cuestiones pretendemos que los demás estén al tanto de los más mínimos detalles, un gesto, un bufido, una palabra fuera de contexto o un silencio “relevante”. Cuando nos damos cuenta que nada de esto surte el efecto deseado, es decir que el otro (que ciertamente nos conoce demasiado), no reacciona, pasamos a elaborar una historia paralela sobre los motivos, la aderezamos convenientemente con explicaciones, añadimos más y más detalles y nuestro enfado sube enteros por momentos. Incluso podemos llegar a barajar la remota posibilidad de que el otro (haciendo gala de una torpeza sin límites, ya que nuestra información, aunque sutil era clarísima) no se haya enterado de la misa la mitad, pero nunca, nunca emitimos una petición. Todo esto saldrá tarde o temprano, con la excusa de algún enfado como reproche ácido y envenenado.

Yo en esto, aunque quiero fervientemente mejorar, tengo que reconocer que tengo algún que otro pensamiento mágico al respecto. Pienso que con la fuerza de mi mente conseguiré que los demás hagan algo que, por otra parte para mi es obvio, pero me olvido de pedirlo abiertamente.
Me pasa siempre que dejo la ropa tendida. Sé que saldré tarde, volveré cansada y lo que menos me apetece es recoger la ropa del tendedero, entonces, me concentro, pienso, pienso y pienso, transmito la información, a través de canales etéreos, a los que están en casa para que se les encienda la bombilla, abran la ventana de la cocina, vean todas las cuerdas plagaditas de ropa ya seca y la recojan “convenientemente” (faltaría más). Y siempre, siempre me pasa lo mismo, llego esperanzada y “me cojo un rebote del quince” cuando lo que yo “transmití” mentalmente, no ha pasado. Me enfurruño, empiezo a rezongar por las esquinas y no paro de pensar que son todos unos desconsiderados conmigo (¡con todo lo que yo hago por ellos!), y como alguno me pregunte…ja….¡vaya chorreo que se lleva!, y ¡vaya cara de pasmo y de incredulidad que se le queda!.

Con lo fácil que hubiese sido haber pedido claramente que lo hiciesen, sin más, sin malos humos, sin necesidad de enfados, sin crear guiones ni tramas alternativas, ni interpretar lo que no es.

Es injusto, y nada beneficioso para nosotros esperar que los que nos conocen, que los que nos quieren, nos adivinen.

Hacer una petición es un acto valiente, maduro y arriesgado, nos exponemos no sólo a escuchar lo que no queremos, a que se nieguen a nuestra petición, sino que brindamos la oportunidad al otro de que se “retrate”, pero merece la pena si preferimos la claridad y no la confusión, si queremos saber para construir y no elucubrar para sufrir, si queremos confiar u optamos por la suspicacia.

Hoy no he puesto la lavadora, mañana, si voy a llegar tarde, haré mi petición.

lunes, 22 de octubre de 2012

Unión de Patanes Asociados. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que tantos años y tantas ediciones de ese macabro programa de Gran Hermano tenían que pasar factura tarde o temprano. Tantos años y tantas horas de encumbrar la mala educación, la grosería, el despropósito y la desmesura, sin pensar en las consecuencias de lo que se dice por unos minutos de gloria radio-televisados, no podían caer en saco roto.

Siempre pensé que los que terminarían pagando las consecuencias, bueno las consecuencias las pagaríamos todos, pero que los que tomarían estos malísimos ejemplos como la prueba de que el fin justifica los medios (ganarse de la vida de cualquier forma), serían las generaciones más jóvenes. Sin embargo, y casi con lágrimas en los ojos (de alegría), veo que prefieren otras cosas. Nunca se me ocurrió que la ponzoña acabaría anidando en otros, más maduros (¿?), más vividos, de más edad y claramente mucho, mucho, mucho más irresponsables.

Creo que se hace más que necesaria la creación de una nueva asociación, hay muchas, aunque ésta es de vital importancia, ya que a ella irían a parar todos aquellos que, independientemente de su afiliación política, tengan el  “patanismo” en niveles peligrosos para la salud propia y ajena, yo lo llamaría la Unión de Patanes Asociados o Partido Patán, como más guste.
Últimamente, será por los temas que se suscitan, porque está el personal algo nervioso, porque las horas de tele o de radio se cotizan al alza, porque estemos en campaña electoral casi permanentemente o porque seamos un país de bravucones, si alguien dice una burrada, siempre hay otro que, medio segundo después, lanza un exabrupto todavía peor, y lejos de quedarse ahí la cosa, la bola de nieve crece exponencialmente.

Hay frentes abiertos por doquier, el tema catalán da mucho juego, aquí se dividen entre los que se envalentonan de uno y otro lado: “pues yo tengo a los Mossos” y llega otro, un vejestorio con añoranza de ruido de sables, “pues yo al ejército” y otro más “y yo, a la Guardia Civil”. Y todos tan anchos.

Pero no son los únicos, hay otro patán, cuyo nombre he querido olvidar, que hace poco dijo que la ley estaba para ser violada como las mujeres. Sin comentarios.

Si estamos en el fragor de un mitin o en pleno debate en el Congreso entonces ya existe patente de corso para decir lo que se quiera: el candidato del partido rival ha matado a no sé cuántos él solito, o españolizar lo que él mismo considera español (lo cual sería una redundancia), o los abuelos de no sé quién han quitado la infancia a los que ahora quieren quitar las pensiones (¡qué trabalenguas, creo que me he liado!), o el carnet de mujer por puntos o la comparación bastante desafortunada (por decirlo finamente) entre las asociaciones de padres de alumnos que se suman a las protestas en defensa de la educación pública y cierta banda armada y su entorno (¡aggg, chirría!).

Alguien podría tacharme de intransigente, por aquello de no perdonar los deslices. Meter la pata, cometer un desliz, es humano, y todos tenemos amargas experiencias, otras incluso graciosas, de meteduras de pata grandiosas. Lo que diferencia a un patán, es su pertinaz obstinación en no reconocer cuándo ha cometido la falta, asumirlo, desdecirse y explicarse mejor, no, un patán no sólo no reconoce, se empecina en decir que no ha dicho lo que ha dicho, y si lo ha parecido es que se ha interpretado mal. Conclusión: te lanza el cóctel molotov verbal y luego te llama necio. También existen patanes más peligrosos, los que quedan absolutamente satisfechos de cuanto dicen, sin remordimientos, sin sombra de duda.

La fila da tres vueltas a la manzana, son muchos los que han mostrado interés por sumarse a esta nueva asociación, bien por convicción propia o animados por compañeros, así las diferentes instituciones sanean sus filas.

Como el resto, la gran mayoría somos, como mucho, metepatas, lejos de condenarlos al ostracismo por toda la eternidad (revisando su condena o no), les daremos la oportunidad de reinsertarse mediante buenos programas educativos.

lunes, 8 de octubre de 2012

Martes, Manifestación. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que la ola de manifestaciones que desborda nuestro país últimamente ha puesto muy nerviosos a algunas de nuestras autoridades. Como ya tienen las tijeras en la mano y están a todas horas utilizándolas, parece que no se les ha ocurrido otra cosa que empezar a dar tijeretazos también a los derechos fundamentales.

De acuerdo, muy de acuerdo, ¡qué molestos son los manifestantes!, ¡qué vocerío más desproporcionado!, egoístas ellos, no se percatan del daño a la imagen de este país (¡mecachis!), del trastorno a la vida cotidiana que producen, del gasto (en estos tiempos) en limpieza y en horas extras de antidisturbios, a los que ya tenían prometido un bonito recorte, porque también son funcionarios públicos, de los quebraderos de cabeza que provocan a las mentes pensantes y a sus señorías, ¡qué despropósito!.

Por todo ello he pensado que la alternativa es, sin duda, la Manifestación Unifamiliar, es decir que cada uno se manifieste en su casa y que invite a quien quiera, vecinos, amigos o familiares, pero en un entorno recogido, sin prensa, sin gasto público, en la intimidad del hogar (como un buen españolito, como le gusta a nuestro presidente, calladitos todos), así no molesta al resto de sus conciudadanos (bueno a alguno sí, a los que viven abajo, o arriba o a los lados) y, por supuesto, no inquieta a los gobernantes, que bastante tienen ellos con las charlas que les dan desde Bruselas o Berlín, para tener que aguantarse con esto, “¿No votaron hace poco?”, se preguntan.

El caso es que yo, como soy una mujer práctica, he propuesto a mi entorno más próximo establecer el Martes, como el día para manifestarse, en mi casa claro, aprovechando que mi hermana vive en el piso de arriba, mi hermano pequeño está a diez minutos en coche, mi madre viene a verme, e incluso a veces mis suegros. El motivo, ya lo someteremos a votación, hay muchos Martes y muchos más motivos de protesta, lo difícil será ponerse de acuerdo, no vaya a ser que encima de pocos, mal avenidos.

Pero en mi manifestación unifamiliar voy a hacer trampas, ¡cómo no, para eso la he inventado yo!, y no me voy a privar de nada.

Voy a contar con la prensa, llamaré a mi hermano el mayor, reportero de Madridiario para que cubra la noticia, ya que qué sentido tiene una manifestación si no se difunde.

Como delegada de gobierno de mi casa, y al mismo tiempo, promotora de la manifestación tengo un conflicto de intereses, o como diría el cantante “el corazón partío”, entre protestar y salvaguardar mis figuritas de porcelana. Ciertamente cuando las cosas se calientan se pierden los papeles y a ver si a mi hermanillo le va a dar por quemarme el cubo de la basura dentro de casa o volcarme alguna silla.
Solución: tendré que optar por llevar un agente para salvaguardar el orden público/privado. Como mi hija quiere ser policía desde que tiene uso de razón es la candidata ideal, aunque últimamente no lo tiene tan claro, ver las cargas policiales (algunas tan “selectivas” y “proporcionadas” como la que le llevó a mi hermano, el reportero, a llevarse más palos que una estera) le están dando qué pensar, pero yo le digo que sosiegue, que la policía hace otras muchas labores más amigables.
Definitivamente se encargará de este tema, le pondré el escurre-verduras en la cabeza y le daré un cazo como arma preventiva, pero con la promesa de no utilizarlo.

Ya tengo el itinerario hecho, pero las proclamas tendremos que improvisarlas, y dependerá del motivo de la “mani”.

Dejaré libertad de expresión para todos aquellos que acudan, allá ellos con lo que dicen, mi hija tiene el punto de ebullición bajo y como le toquen la fibra, me la veo corriendo detrás de su tía blandiendo el cazo amenazadoramente, mientras su tío de la prensa (convenientemente identificado), le hace fotos.

No sé si decirle a mi madre que ese día se abstenga de venir, tiene ya una avanzada edad y me da miedo que en una “tangana” con algún manifestante loco, espía infiltrado o violento profesional, se tropiece con la mesita del café y se caiga pasillo abajo.

Este Martes, no puedo, pero al siguiente estrenaré el Manifestódromo casero, aunque pensándolo bien creo que si quiero manifestarme lo voy a seguir haciéndolo en la calle como siempre, ¿No será que lo que les molesta no son las manifestaciones sino el motivo por el que se manifiestan?.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Yo,Yo,Yo, Yoísta. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que existe riesgo de contagio.

Ante todo he decir que no ha sido a mí a quien se le ocurrió el término, fue a una amiga mía, y aunque parezca que no es muy ortodoxo, describe a la perfección esta enfermedad, este virus antiguo como la Humanidad, pero que hoy en día (como las plagas de piojos), se ha acrecentado y multiplicado, porque aunque estamos rodeados de gente, muchas veces nos sentimos tremendamente solos y desamparados.

No hay que decir, o sí, que esta amiga mía y yo, tenemos otra amiga común yoísta hasta la médula, pero ella, como la mayoría de afectados, no lo sabe. A veces, a esta amiga y a mí, se nos hace insufrible soportar los síntomas.

El yoísta es un paciente duro de pelar, primero porque no se considera aquejado por el virus, segundo, porque en el caso de que alguien le ponga en antecedentes y le haga ver lo que hace, tiene una imagen tan distorsionada de sí mismo que considera que aquel insensato sólo pretende ofenderle  y le tiene especial animadversión y tercero, porque necesita desesperadamente la atención del respetable.

¿Cómo reconocer a un yoísta? Sea cual sea el tema que se sugiera en una conversación, el yoísta tomará enseguida la iniciativa empezando su frase con un “yo hago, a mi me pasa, yo conozco…” para hilvanar acto seguido con cualquier elemento discursivo que tenga que ver o no con lo planteado.
El yoísta charla sin parar, interrumpe sin remordimientos, termina tus frases si tardas más de la cuenta (estás invadiendo su preciado tiempo), te interroga si necesita información, te examina para asegurarse de tu atención y en casos muy graves llega a recriminarte si te coge en un renuncio.

El yoísta es un agujero negro que absorbe todas las conversaciones y las transforma en yoa-logos (no hay diálogos).
El yoísta resulta tan cargante que aleja de sí a toda aquella persona que no tenga una voluntad de hierro y que no decida, por amor o amistad, mantenerse cerca a pesar de los pesares, lo cual provoca aislamiento, no convoca la cantidad de auditorio que les gustaría y eso acrecienta más los síntomas.

No hay espectáculo más espléndido que una batalla de yoístas, el resto de los allí presentes sólo deben sentarse con una buena bolsa de pipas y ver cómo luchan denodadamente, cómo te utilizan, cómo hacen prisioneros, cómo se alían primero con unos y luego con otros y por último, cómo se rinde uno, y el otro sale triunfante…amargo triunfo, ya que los allí convocados hartos ya del duelo sólo desean no volver a verlos en su vida.

Hace ya unas semanas que propuse a unas amigas un curso de relajación, quizá fue un mal planteamiento, ya que la idea no es llevar la colchoneta, los bombachos y hacer tres respiraciones profundas, sino empezar la casa por los cimientos, ahondar en el hecho de que la relajación es quizá la última estación de un largo camino que hay que recorrer, y que pasa por la conciencia de uno mismo, la buena gestión de nuestras emociones, aprender a escuchar y observar las señales de dentro y de fuera, saber lo que nos limita y lo que nos potencia y contar con ello para llevar a cabo todo lo que nos propongamos. No tuvo mucho éxito y me temo que no me vendo muy bien.

Sinceramente creo que sería beneficioso para todas esas personas yoístas, pero para otras también, incluida Yo.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Profesiones de Futuro. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que cada año los estudiantes y sus preocupados progenitores se devanan los sesos para intentar dilucidar cuáles serán las profesiones más demandadas en el futuro.

Para mi es un planteamiento tramposo de inicio, ya que quién sabe con las vueltas que da la vida y los avatares que estamos sufriendo qué va a ser más útil, e iría, incluso, un paso más allá, ¿dónde ponemos la utilidad o no de una profesión?. Yo por mi parte, cambiaría útil por Valioso, me gusta más y le añadiría al guiso dos ingredientes: Cariño por lo que haces y Respeto. A partir de ahí las posibilidades son inmensas, cómo juegues con la fusión de tus conocimientos, experiencia y gustos, para ponerlos a merced de lo que puede ser valioso también para otros, útil también.

Reconozco que estas ideas mías no son compartidas por muchos, no desespero, ya que mi Queridísimo, un hombre pragmático donde los haya, ya ha mutado. El otro día me sorprendió dándole la charla a mi hija, diciéndole lo mismo que yo le había dicho hace tiempo y creyéndoselo. Pero no todos son así, y ayer mismo mi peluquera, una chica nada sospechosa de encefalograma plano, me miraba como si me faltara un tornillo (o varios), cuando empecé a obsequiarla con mi diatriba sobre las profesiones del futuro.

Mientras te están dando el pegote del colorín, te someten a un tratamiento de calentamiento intensivo de cabeza para que el tinte se fije definitivamente, te lavan la cabeza y te dejan medio sorda con tanto chorro en las orejas y después tienes a tu alrededor el parque eólico de secadores, las conversaciones de cierto calado con argumentaciones, que den lugar a un cambio de impresiones y a un debate o dialéctica sobre el por qué de tu razonamiento, no tienen cabida. Así que yo aprovecho estos momentos para estar calladita o mantener charlas más livianas que se puedan interrumpir y dejo la artillería pesada para cuando tengo que abonar la dolorosa, que en este caso es muy, muy dolorosa.

Como ayer iba acompañada y tenía cierta prisa, no tenía intenciones de hacer de Seneca, pero siempre me tiran de la lengua, o al menos es lo que yo me creo (¡¡¡maldita vanidad la mía!!!), y esbocé rápidamente mis ideas sobre las profesiones que en el futuro serán las más demandadas, a saber: Filósofo, Historiador, Lingüista, Literato y en general todo lo que tenga que ver con lo denominado, Arte, y, por supuesto, Psicólogo, dejándome a un lado lo más convencional, léase, todo lo tecnológico.
Se puede imaginar uno la cara que puso la muchacha, no sabía si estaba de broma, si formaba parte de mi fina ironía, si lo decía en serio (y necesitaba tratamiento rápidamente) o era con afán de polemizar.

Antes de nada he de decir que todas las profesiones,  con o sin título académico, me merecen el mayor de los respetos siempre que se ejerzan con estos tres ingredientes básicos que ya apunté al principio de este post: Cariño, Respeto y Validez, aún así sigo pensando que tendremos que volver a retomar nuestros valores como seres humanos, nos deberemos reencontrar con nuestra esencia para saber hacer útil la tecnología que tenemos a nuestro alcance, sin que ella nos alcance a nosotros y nos destruya.

Todo esto no pude argumentarlo….las prisas.

Quizá esté absolutamente equivocada y las profesiones del futuro no sean estas, sino otras, da igual, ¿qué es lo importante? Que nuestros hijos estudien o hagan aquello que más les guste, para que luego puedan encontrar la forma de hacer de su pasión, su medio de vida.

lunes, 6 de agosto de 2012

Vendo Oro. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que hace unas semanas atracaron a su madre para quitarle una cadenita de oro.

Ya lo sabía yo que con esto de la crisis, la falta de parné en el ambiente, la subida como la espuma del precio del oro y, por consiguiente, la proliferación de los negocios que compran el valioso metal, los cacos sumarían dos y dos y empezarían a buscar una fuente de financiación alternativa al cobre, al papel moneda, a los narcóticos o a cualquier otro negocio sucio que ya estuviese algo agotado.

Todo se agota, nuestras existencias de cobre deben estar ya por los suelos, o en un círculo vicioso de mercado negro, limpieza y mercado blanco.
El papel moneda ya no es lo que era, cada vez vale menos, casi tanto como los billetes del Monopoly. Por cierto, un inciso, yo tengo uno, voy a probar a bajarme al ultramarinos unos cuantos, por si empiezan a servir como moneda de cambio.
Y los narcóticos, bueno éste es un negocio que ya se está volviendo demasiado legal con la industria farmacéutica a la cabeza.

O sea que lo mires por donde lo mires, volvemos a nuestros orígenes, al oro, al Rey Midas. Y lo mires por donde lo mires, los ladronzuelos siguen en sus trece de emplearse a fondo en barrios deprimidos y abusar de personas mayores, como mi madre, que son facilonas. El delito es delito allá donde suceda, pero digo yo que podían cambiar de estrategia, pero no estamos hablando de robinjudes, sino de pelanas que son el último eslabón de una cadena, de una mafia que está desprovista de moralidad bandidesca.

Después del disgusto, del susto de mi anciana madre, de la corajina que le entró porque además, en la meliflua cadenilla, iban insertadas unas cuantas medallitas (éstas no de oro) que eran recuerditos suyos, con poco valor material y mucho sentimental, me dediqué a otra cosa mariposa, dados los calores veraniegos.
Y hete aquí que empezaron los Juegos Olímpicos, y las apuestas sobre el medallero de España.

Llevamos ya unos cuantos días de competición y qué decepción, las medallas se nos resisten.
Es cierto que en algunas disciplinas ya las llevábamos colgadas al cuello como si no hubiese que entrar en concurso, y por eso, nos dieron la primera en la frente. En otras, como juega en nuestra contra la mala suerte, la que nos persigue en estas grandes citas. En las más, pensar que las cosas se construyen de un día para mañana y en el deporte, hay que invertir mucho, aunque el resultado nunca esté garantizado.
Pero tras los primeros batacazos, nuestra niña de cara cuadradota y mirada limpia, se ha colgado dos de plata, después de quitarse de la cabeza las telarañas en las que se envuelve cuando entra en el certamen (gracias a la ayuda de su psicólogo, para que luego digan que no sirven para nada), y una de bronce de otra mujer en aguas bravas, que a buen seguro, pocos sabían que se competía en eso.

Pero ¿Y el Oro?, pues ni está, ni se le espera, me temo.

Por muchas razones.
Las que esgrimirían los expertos serían las de siempre, cuando se deja de apostar por los deportistas de cualquier disciplina (desde hace ya unos cuantos años), los resultados se resienten y sólo destacarán aquellos con muchas dotes, con un buen patrocinio o con una estrella en salva sea la parte.

Aún así, mi razón no es esa, yo creo que lo están haciendo adrede, en cuanto se ven con la más mínima posibilidad de ganar, se arrugan, se encogen, les entra el miedo, y no el escénico por la presión, no, sino por recibir una medalla de oro, y bien gorda, delante de millones de personas, con tu cara en la tele para que todo el mundo te reconozca.

Porque quien es la guapa o guapo que viene con ella colgada del cuello, ja, ¡para que luego te den un tironcejo y te la manguen, con lo que te ha costado conseguirla!.

lunes, 23 de julio de 2012

El palito. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que existen señales que no siempre queremos escuchar, como aquellas de advertencia o de alarma que nos envía nuestro cuerpo, o las que desde otros organismos vivos, seres de nuestra especie, nos lanzan y nosotros desoímos por distintas razones.

Por eso comprendí que no podía ser fruto de la casualidad que mi hermano en su vuelta a la bitácora escogiese el tema del desánimo y de los caminos alternativos, y que una amiga mía estuviese ofuscada por el derrotero de las conversaciones vespertinas, parecía que todas terminaban hablando de lo mismo….la SITUACIÓN.

Sí señores, por causas que no es objeto de este artículo ni de esta escritora explicar, puesto que nos meteríamos en una discusión sin fin, nos ha caído una M…de dimensiones espectaculares, que nos ha dejado en estado de shock. Primero nos dijeron que era caca sin importancia, incluso ni se la ponía llamar así, pero con el tiempo hemos visto que no, que aquello es un excremento y de los gordos. Entonces han aparecido los equipos encargados de analizarlo (expertos y no tan expertos): longitud, profundidad, dimensiones, textura, pero en lo que todo el mundo está de acuerdo es que despide un olor nauseabundo.

Esta gran excreción o Crisis ha producido algo muy humano, primero desconcierto, después estupefacción, enfado y por último abatimiento y derrotismo.

Al principio pensé que la fascinación por la magnitud de la enorme cagarruta, daría paso a un alejamiento y al repudio más absoluto, porque ya os digo que la fetidez es insoportable, pero lejos de ocurrir esto, estamos total y absolutamente deslumbrados (debe ser por el shock del que todavía no nos hemos repuesto) e incluso estamos con el palito venga a removerla, lo que airea más la peste.

Mientras estás ahí, respirando los vapores, es imposible que tu cerebro tenga oxígeno suficiente para pensar en si es mejor rodear el emplaste, tirar un puente colgante, calzarse las botas de goma y meterse hasta las rodillas para cruzarlo cuanto antes o cualquier otra solución.
Mientras estamos ahí todos juntitos, con el palito, alguno cuenta cómo el cuñado de su prima se metió hasta el cuello y consiguió salir (a éste le miran con cara rara y le mandan a buscar más palitos), otro parece entrever las piernas del quiosquero de su barrio que cayó de los primeros.
Mientras estamos ahí, ya no estamos enojados, estamos tristes, desanimados, desmoralizados, incapaces ya de encontrar nada y asumiendo lo que tenga que venir como corderos en el matadero.

Oí las señales, ya desde hace tiempo no hacía caso de los olores, y me alejé un poco. Sencillamente encontré, el aire un poco menos viciado, si tengo que buscar alguna solución, camino alternativo o cualquier salida necesito tomar perspectiva (alejarme del olor y verlo desde otro punto de vista), a algunos enfadados o indignados pero con esperanza, otros creativos y los más, más o menos como yo, oxigenándonos un poco para dar nuestros primeros pasos, tímidos o confiados dependiendo de quien los dé.

No he dado con la solución, ni personal ni universal, pero en el centro de la gran M tampoco estaba haciendo nada de nada, aquí tengo las fosas nasales más despejadas, la cabeza más limpia, empiezo a tener ideas (unas más peregrinas que otras).

Entiendo que los equipos de expertos que tienen que seguir analizando la plasta sigan allí, para que luego puedan documentarlo todo muy bien y saquen conclusiones para los libros de Historia. A mi ya no me hacen falta más análisis, de momento, saqué mis conclusiones. Los que quieran quedarse allí cerquita, que se queden, como si en vez de ser lo que es, fuese un faro deslumbrante, pero por favor os lo pido ¡¡¡dejad ya de removerla con el palito!!!.

lunes, 16 de julio de 2012

Neurotransmisores. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que en el último curso de carrera escogió una asignatura que se llamaba Neuropsicología, que le pareció interesantísima.

Sin embargo, aunque es una de mis pasiones y uno de mis intereses, el estudio cerebral, la neurociencia, y el método científico, no terminan de adaptarse a mis características caóticas personales. Se necesitan grandes dosis de paciencia, que yo no tengo, de constancia, de avances diminutos para llegar al objetivo, y sobre todo, se necesita una capacidad de conservar nombres que, a mi se me resiste, ni los de las personas, las capitales, ni mucho menos los de las zonas cerebrales.

Pero yo doy ideas, por si algún científico quiere investigar, y creo haber descubierto un nuevo neurotransmisor en el cerebro, que a falta de otro nombre mejor ideado, he dado en llamarle Malababanina, y del que estoy descubriendo cada día sus efectos nocivos y perniciosos en el comportamiento humano. La Malababanina, no es más que el exceso de mal humor, mal genio, mala baba o lo que viene a ser “estar de morros”, las causas son lo de menos, de todo hay, pueden ser objetivas, subjetivas o sin causas aparentes, lo importante son las secuelas que producen en nuestro organismo.

Hace unos días, entré a la farmacia (local que últimamente acumula personas con altas dosis de Malababanina, por aquello del copago), y percibí un tufillo extraño (este neurotransmisor se caracteriza, entre otras cosas, porque despide un cierto aroma acre muy reconocible), al salir la boticaria, confirmé mis temores…estaba de mal humor (también es otra de sus características, afecta a los músculos faciales, entre otros). En estas circunstancias lo breve, dos veces bueno, así que le espeté el nombre de la medicina que iba buscando (sin receta) para acabar cuanto antes la transacción comercial. A mi los laboratorios farmacéuticos no me consultan el nombre que le ponen a sus preparados, bastante tengo con hacer un esfuerzo supino y acordarme de cómo se llaman los que necesito.

La farmacéutica me miró con cara de nulo entendimiento y empezó a cortocircuitarse. Repetía una y otra vez el nombre del medicamento en voz alta para ver si acudía a sus manos, como en el hechizo de Harry Potter, mas no quise decirle que le faltaba la varita y la palabra mágica. Como aquello no surtía efecto, probó abriendo todos los cajones del almacén, mientras seguía repitiendo el nombre dichoso. Después de un rato, el nivel de Malababanina iba en aumento, por su torpeza, así que pegó un bocinazo a su colega que estaba en la rebotica, la cual le indicó en dos segundos dónde estaba el susodicho fármaco.
Podría haberme ido a mi casa en este momento sin sufrir más daños ya que no era yo ni la causa ni el objeto de su enfado, pero ahí cometí mi primer y único error. Cuando ya me estaba cobrando, mi hija, me recordó que nos faltaba uno, y se me ocurrió pedírselo. Me devolvió una mirada de perro y de manera ciertamente tirante, inquirió que primero me cobraría y luego se ponía a buscar el siguiente.

“BiominolA”, le dije yo, y directamente, entró en bucle, uno de esos malignos, dañinos, interminables.
De nuevo probó con el hechizo (¡¡qué te falta la varita!!) y con los cajones, y una sirena silenciosa se disparó porque la Malababanina estaba en límites críticos. Otro bocinazo, y la colega de la rebotica le contesta con tono de estaestontaderemate: “2º cajón, donde las gotas, la caja azul de toda la vida”.

La boticaria sale del bucle, pega un vaivén de cabeza tipo porqueyolovalgo y….
Me dice A MI: “Claro, las vitaminas de toda la vida, las que le daba mi padre a los pájaros (mi hija se pone a trinar como loca, porque lleva 2 años tomándolas), si me hubieses dicho BiominolA, te habría entendido”.
No temo al peligro….”Pues claro, lo que te he dicho, BiominolA”
“Ah, pues yo te había entendido BiominolA”.

Conclusión: la Malababanina tiene un efecto corrosivo sobre el procesamiento del sonido, la comprensión del lenguaje, la recuperación de conocimientos de la memoria, el bloqueo mental en general y además impide reconocer cuándo nos hemos confundido y hemos de asumir la disculpa.

Ayer tuve un subidón inexplicable de Malababanina que me ha dejado unas consecuencias hasta ahora no documentadas, un trastorno intestinal y un dolor de estómago apoteósico….Tomaré nota.

lunes, 9 de julio de 2012

Excusas. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que la semana que viene tiene que llevar el coche a pasar la ITV.

Como siempre, todos los años, me pasa lo mismo, igual que lo de ir al taller, me sale sarpullido. Entonces me busco una excusa, una excusa que por supuesto nadie se cree, y termino por reconocer delante del Queridísimo que odio todo lo relacionado con el “4 ruedas” y no me queda más remedio que hacerle una petición formal, porque mi excusa no tiene excusa.

Ayer sorprendida me quedé, aliviada al ver que no soy la única que tira de excusas, cuando una amiga mía puso el pretexto menos contundente, más quebradizo, menos solvente que he visto para no llevar a cabo el plan del fin de semana propuesto, y conste que la entiendo, porque me sé los detalles y, en su lugar, es posible que yo también me encontrase en esa tesitura.

Sin embargo yo estaba allí contemplando el panorama, como todos (excepto yo) desmontaban la coartada de mi amiga, creyendo que le hacían un favor, mientras ella sonreía por fuera y retorcía pescuezos por dentro. Yo intentaba por todos los medios pensar con rapidez para darle una salida airosa, pero éste nunca ha sido mi fuerte, ya que todo lo que se me ocurría era tan retrógrado y casposo que iba a sonar muy poco creíble. El mal ya estaba hecho.

¿Qué hay detrás de una excusa?, pues un enorme “No me atrevo” a decir “No quiero o No me apetece”. Porque ese atrevimiento puede resultar muy caro, bajo nuestra perspectiva de las cosas, puede desencadenar consecuencias de magnitudes desproporcionadas, o al menos eso es lo que creemos, y antes de meternos en esos jardines, probamos la disculpa. Si nos sale bien solventamos la situación, pero no resolvemos el problema, ése siempre sigue ahí, irresoluble.

En este caso, como en otros muchos los consejos de poco sirven, los “yo le diría” o “tienes que hacer” son papel mojado:
Primero porque sueles desconocer datos cruciales y fundamentales de la ecuación.
Segundo porque se produce un hecho biológicamente insólito, los canales auditivos se despejan de cerumen, las conexiones neuronales desaparecen y el sonido de tus palabras entra por la oreja del receptor de tus consejos y sale por la otra y se pierde en la inmensidad del espacio.
Y tercero, pero no por ello menos importante, te puedes encontrar con la tortilla dada la vuelta, es decir, recibiendo consejos, los mismos que tú diste anteayer (jaja, ¡qué desmemoriada!).

Sin embargo no todo está perdido, la solución debe encontrarla el que tiene el problema, plateándose primero qué quiere conseguir y qué es lo que le impide conseguirlo. Como primer paso no está mal, a partir de ahí, hay que seguir avanzando. Los resultados suelen ser espectaculares y uno se pregunta por qué no lo habría hecho mucho antes, seguramente porque no estaba preparado y no era el momento, todo tiene su tiempo de cocción.
  
Si a mi amiga le sale mal, por lo menos en la siguiente ocasión pensará una buena evasiva, o si decide que está preparada, que ha llegado el momento, planteará la cuestión desde otro punto de vista, abordando el “No quiero” directamente, ella decidirá a su tiempo.

Yo, por mi parte, sigo intentando zafarme de llevar el coche a la ITV, ahora ya sin excusas, ¿Qué es lo peor que me puede pasar?....que me diga que no.

lunes, 2 de julio de 2012

El Desenlace. Organización de Eventos. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que los datos fríos nos dejan el siguiente balance: Un superávit recaudatorio que fue convenientemente revertido, índice de morosidad, 0, índice de impago, 0.

Sin embargo todo el mundo sabe que cuando se trata de hacer un análisis del éxito o el fracaso de cualquier evento, los números desapasionados no bastan, existen otros elementos que influyen de manera crucial, elementos que no son tan medibles, menos cuantitativos, más abstractos, más subjetivos.

Aquel día tenía yo bastante con aguantarme, no porque estuviese de mal cariz, ni mucho menos, sino que literalmente me costaba estar de pie y, por contagio, me envolvía una anestesia mental preocupante. Sería por la ley de la compensación o por otra de naturaleza desconocida, el Queridísimo era todo positivismo, donde siempre ve problemas, encontraba soluciones. Tanto es así que cuando llegamos al campo y nos dijeron que, por quincuagésima vez en este año, nos habían vuelto a dejar sin fluido eléctrico (por el robo del cobre), rápidamente se puso a buscar alternativas e incluso no descartó la cena a la luz de las velas (¡¡¡¡¿Quién eres tú y qué has hecho con mi Queridísimo?!!!!).

Y yo, mientras, deambulaba por allí, definitivamente perdido el contacto con la nave nodriza.

Siempre existen mecanismos en tu interior que no dejan de sorprenderte, cuando estás “empanada” para ciertas habilidades que suelen ser tu fuerte, se abren paso otras que jamás creías que tenías y acudieron a mí las “artes económicas” y como contable avezado (ya no tengo abuelas) empecé a clarificar el panorama de los dineros, los que había, los que no, los que faltaban, cómo habría que realizar los pagos, dejando a otros el “arte recaudatorio” mitad negociación, mitad acto diplomático.

Al filo de las 3 de la mañana alguien dijo que nadie quería apuntarse a nuestro club porque nos consideraban “un equipo de mierda” (¡vaya, no sabía yo que estuviesen por los aledaños los descendientes de los Messi y Ronaldo o de nuestras estrellas patrias que no pillan un balón de oro por muchos méritos que hagan!), y volví a pensar en los datos, en ésos objetivos, fríos, parecidos a los del principio, como son: que cada retraso en las cuotas les cuesta a los entrenadores dejar de cobrar, que no metemos ni un gol al arco iris y que hemos quedado los terceros por la cola en liga, en la categoría más baja que hay. Visto desde ese punto, la conclusión es inapelable….pero como todo el mundo sabe, existen otros elementos de juicio.
Si el objetivo de nuestros hijos fuese ganarse la vida como profesionales de las pataditas, éste no sería su equipo, pero si es otro, quizá sí lo sea, porque en qué otro equipo de fútbol el entrenamiento y los partidos de los chicos son un mero pretexto para las reuniones de los padres, ya que cuando se acaba la temporada nos despedimos tristones, con la esperanza de reencontrarnos el próximo septiembre. Porque en qué otro equipo de fútbol, cuando no tenemos luz, llega el “chispas” o padre del delantero y saca la escalera, los metros de cable y la caja de herramientas y hace un apaño para iluminarnos. Porque en qué otro equipo de fútbol el que no paga las cuotas sigue jugando, ya que el muchacho no es responsable de las apreturas de sus padres y no en tantos equipos las cenas de final de temporada se viven con esta intensidad, ni se ríen tanto, seguro.
Pero claro, todo depende de tus objetivos, de tus expectativas, de lo que valores y por supuesto, de lo que estés dispuesto a recoger de cuanto se te ofrece, es, por consiguiente, una elección que haces.

En conclusión, si analizamos los datos, la cena fue un éxito rotundo y sin paliativos, aunque seguro que no todos piensan lo mismo (“el arroz estaba pasado”, “la pizza no me gustaba”, “la música…. ”….). Si analizamos los datos, este equipo es ruinoso lo mires por donde lo mires, pero no todos pensamos lo mismo.

Como la “nave madre” me había abandonado a mi suerte, no tuve más remedio que confraternizar con estos absurdos terrícolas, tan graciosos, cantando, bailando con ellos y riéndome de una cosa llamada “epiglotis” que debe ser la bomba porque se ríen a carcajadas de ella.

lunes, 11 de junio de 2012

Experiencia SPA. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que el otro día fue al Spa.

Mi primer dilema fue decidirme por el paquete que iba elegir entre los dos que me sugerían. Tras unos minutos de deliberación opté por el “Eterna Juventud”, de nombre sugerente y cuyos resultados ya estoy empezando a sentir. Mi reloj biológico es ahora diez o doce segundos más joven que hace unos días, y todo me hace pensar que seguirá decreciendo, aunque esto no podré confirmarlo hasta el próximo Noviembre cuando empiece a cumplir años al revés como Benjamin Button.

El caso es que el paquete en sí consistía en un masaje “arenoso” o peeling que me quitó todo lo muerto que tenía en la piel, que debía ser mucho ya que jamás me había hecho nada parecido, tras lo cual, una ducha para deshacerme de las células cadáver y limpiarme el potingue sobrante. Con esto ya me habría dado por contenta porque estaba muy suave y perfumada, pero había más, me esperaba una bañera de burbujas, de la que tuvieron que sacarme, casi a la fuerza, porque se estaba tan a gusto que me hubiese quedado hasta arrugarme como una pasa, anulando por otro lado los efectos rejuvenecedores del tratamiento anterior. Y como colofón y fin de fiesta, un masaje relajante que incluía cara y cráneo, con aceites esenciales.

Tengo que hacer una mención especial a la joven que se encargó de llevar a cabo dicho tratamiento con maestría, encanto, cordialidad y que hizo sentirme cómoda incluso con mi propia desnudez, cosa algo difícil para las que somos algo timoratas.

Sin embargo esta experiencia tan placentera, que pude disfrutar gracias a mi cuñada, autora de este regalo tan especial, tuvo un inconveniente en forma de pequeña bolsita de plástico que contenía una prenda interior desechable.

El paquetito en sí era diminuto y contenía, según me dijo Esther, un “tanguita” de usar y tirar, que era la única prenda que debía llevar durante todo el tratamiento, excepto para los desplazamientos, para los que podía (más bien debía) ponerme, un albornoz. Mi primer deseo fue que aquello se pareciera a los paracaídas, que van en una pequeña mochila y cuando tiras de la anilla son enormes, y el segundo deseo fue que lo de “tanguita” fuese un eufemismo. Pero ni una cosa, ni la otra, el término era sencillamente una descripción objetiva de la realidad.

Los que me conocen saben que no tengo las posaderas como el bombo de una orquesta, pero no hace falta ser un hacha en cálculo de volúmenes para saber que aquella ridiculez cubriría una ínfima parte de mi anatomía. Lo miré incrédula y desesperada por saber qué parte iba delante y cuál detrás y opté por la lógica “tanguil”, lo estrecho hacia atrás y lo ancho hacia delante. Puse especial cuidado en desplazar la endeble prenda por las piernas para que no se rompiera, encontrándome con la primera dificultad, las gomas de los lados se enrollaban sin control por muy despacio que intentase subir el artilugio maligno.
Después de cinco minutos, agotada, con los nervios a flor de piel, tal como si hubiese estado desactivando una bomba de relojería, me encontré, con un globo por delante, un hilo dental por detrás y los laterales hechos un lío de mil demonios. Con una maniobra mixta, desenredando los laterales pretendía, al mismo tiempo, hacer surgir de nuevo la trasera del tanga que estaba desaparecida, pero si forzaba demasiado corría el peligro de romperlo y tener que pasar a la solución de emergencia o “nudo marinero”, así que como pude me subí a la camilla. Ya tumbada lo coloqué para que Esther no se llevara una experiencia impactante al entrar (¡qué se le va a hacer, todos los trabajos tienen sus riesgos!).

Después de la ducha, otra bolsita me esperaba, y probé la opción B, lo de delante hacia atrás, pero fue peor si cabe, así que aún a riesgo de cargarme el trapillo, modifiqué la colocación. 
Hasta tres veces tuve que ponerme tres pingajos de esos y ninguna de ellas conseguí la más mínima pericia.


¿Qué lección extraigo de todo esto?, pues no sé, que hay que disfrutar de ciertos momentos, incluso de las peripecias más triviales.

lunes, 4 de junio de 2012

Imagen Pública. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que es una medusa, ha llegado a esta conclusión tan sorprendente después del ejercicio que ha tenido que hacer a resultas de un curso que ha realizado.

El citado ejercicio se llama Imagen Pública y le pides a tres personas de tu entorno que se estrujen el cerebro exponiendo de ti 3 cosas que se te dan bien y otras 3 que no se te dan tan bien, con ejemplos y todo.

Es una práctica, una apuesta arriesgada y para los destinatarios un compromiso, porque tienen que medir muy bien sus palabras, para cumplir con el objetivo marcado y no perder el contacto contigo definitivamente. Y tú te arriesgas a leer lo que no quieres y de personas que no crees que piensan eso de ti.

La crítica no siempre es bienvenida y sobre todo cuando toca fibras muy sensibles.

Yo me arriesgué y mucho, ahora lo pienso, e hice una apuesta casi suicida, porque se lo pedí a tres personas que me importan de verdad, que me importa lo que piensan y sobre todo de las que estaba segura iban a ser escrupulosas con el espíritu del ejercicio, manteniendo lo más posible la ecuanimidad, sin alabarme, llamando al pan, pan y al vino, vino.

Y llegó la sorpresa, ¡¡¡SOY TRANSPARENTE!!!

De las tres características, llamémosle “positivas”, no me asombro porque esas las sabes de sobra, las explotas a tu favor, las divulgas a los cuatro vientos.
Pero de las otras, ¡por favor!, toda la vida intentando ocultarlas, ¿para qué?, son tan evidentes como si las llevase con un post-it en la frente, a la vista está porque hubo coincidencias.

Pero también me sorprendió, que no me sorprendiera ninguna de ellas, todas me encajaban,  de ninguna pude decir “No, yo no soy así”.

Y la última de las sorpresas es que no estoy dolida, con alguna de las cuestiones sé que tengo un problema, y algo tendré que hacer con ello.

Pero, ¡¡¿de qué me sorprendo?!!, nunca me he caracterizado por mis dotes de farsante o de misteriosa enigmática, se me ve venir a distancia.

Así que a esta medusa sólo le queda cambiar lo que le limita, conservar lo que le sirve y seguir paseándose, disfrutando de esta tranquilizadora transparencia.

lunes, 28 de mayo de 2012

¿Qué es un pensamiento mágico?. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que hace unos días habló del horóscopo, de la esperanza depositada en una predicción de dudosa solidez.

Mi tía que ya lleva unos cuantos años criando malvas, cuando era una joven con toda la vida por delante vivía en casa de sus tíos con su madre viuda. Una casa grande, espaciosa y con una inmensa terraza que, a falta en aquellos años de los diseños suecos, estaba decorada al uso de la época, con macetas y jaulas de pájaros por todos lados. Y siguiendo los usos de la época también, su existencia seguía los vaivenes propios de las muchachas de su edad, y de los tiempos de apreturas y escaseces.

Será porque su madre era especialmente severa o porque considerase que mi tía tenía cierta tendencia a la ligereza de cascos o era inocente o, peor aún, la considerase tonta de remate, la sometía a un control estricto sobre su vida social, sus entradas y salidas, y, como no, la peligrosa, pero inevitable, relación con el sexo opuesto.

Ella, una chica alegre y vivaracha, se asfixiaba con una madre adusta y autoritaria, con ligereza en sacar la mano a pasear, refugiándose en su tío, más templado, y en su tía tan opuesta a su hermana como la noche y el día.

Mi tía no deseaba ser la nueva Pasionaria, ni reivindicar el amor libre, ella era tan tradicional como la que más, sólo quería echarse novio formal, casarse y crear una familia de lo más convencional, pero ninguno de los candidatos cumplía los requisitos o llegaba a buen puerto, y entonces empezó a pensar que algo estaba pasando al margen de sus cualidades como fémina.

Cuando subía a cuidar el pequeño jardín de la terraza, su tía le repetía, sonriendo, la misma letanía: “hortensia en casa, niña que no se casa”, y ¡cuántas hortensias tenía esa terraza!. Cada día como un machacón mantra se repetía mi tía el dichoso chascarrillo, y sin poder encontrar otra explicación razonable a su falta de éxito en la búsqueda de marido, dedujo que toda la culpa era de las malvadas plantas que estaban lanzando un embrujo que frenaba su objetivo vital.

Así que una vez hallada la fuente de sus desvelos, elaboró el plan para acabar con ellas, lenta, inexorablemente, sin compasión.
Se ofreció voluntaria para subir todos los días a cuidar el jardín, y  mantuvo a las pobres hortensias a dieta hídrica estricta.
Aunque son unas plantas resistentes, no hay ser vivo que resista sin beber durante tanto tiempo y una a una fueron cayendo, ante el asombro de la madre y la tía que no comprendían qué estaba pasando. Cuando la última murió, mi tía descansó tranquila, sin remordimientos, ya que su meta era mucho más importante y elevada que unos míseros vegetales.
Y se obró el milagro, porque meses después se ennovió con un muchacho, se comprometió y, pasado un tiempo, se casó finalmente.

No sé si sobra decir que la muerte de las hortensias fue gratuita y evitable, porque en nada contribuyó a los acontecimientos posteriores, pero esto no es del todo verdad, claro que las hortensias no impiden que las niñas de la casa se casen, pero a mi tía, acabar con ellas le hizo creer que se liberaba de un supuesto gafe, mal de ojo, impedimento mágico que realmente sólo estaba en su cabeza y le otorgó seguridad, confianza y aplomo en la consecución de su objetivo. Al igual que lo hace nuestro amuleto de la suerte, o nuestro número mágico o el rito de hacer algo siempre de la misma manera.

Todos tenemos estos pequeños enganches, pensamientos mágicos tan consoladores y que realmente nos ayudan, siempre y cuando los mantengamos a raya, no tomen el control de nuestras vidas y seamos sus esclavos.

Muchos años más tarde, estaba con mi tía en su pequeño jardín, rodeada de hortensias que cuidaba con mimo y, al repetir sonriendo la invocación, nos prohibió terminantemente a mis primas y a mí acercarnos a ellas.

lunes, 21 de mayo de 2012

La Comunidad. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que es posible que esté desvelando un secreto bien guardado, si es así, pide disculpas por anticipado.

Este secreto lo descubrí por casualidad, acudiendo a una reunión vecinal: mi Comunidad es un grupo de mentes preclaras, de grandes eruditos de la Humanidad que viven aquí de incógnito, alejados de los focos, de la fama, al margen de circuitos profesionales, evitando así, la ocasión de ser nombrados como miembros de instituciones prestigiosas nacionales e internacionales, porque, en el fondo, sólo quieren vivir una vida tranquila en un barrio modesto.

Todo empezó como empiezan todas estas reuniones, con una controversia, de ahí derivó el asunto hacia posibles acciones legales que otros podían acometer contra la vecindad. Alguien sugirió que pidiésemos asesoramiento legal y, como si se abriesen las compuertas, fueron saliendo, uno a uno, todos los abogados que se “escondían” dentro de nuestra humilde colectividad. Primero, tímidamente, y después, todos en tropel como setas en un otoño lluvioso.

Cada uno de ellos exponía argumentos a favor y en contra, posibles resquicios en la ley. Fundamentaron sus exposiciones apoyados en cuantiosa jurisprudencia sobre servidumbres de paso, propiedad horizontal, sobre si la costumbre hace la ley, sobre responsabilidad civil en caso de accidente. 
Ni todas las series de abogados que he visto en mi vida me habrían preparado para semejante momento, la emoción me embargaba de tal manera que casi se me saltan las lágrimas ante tanta sabiduría (y lo escondida que había estado durante tanto tiempo).
Bueno es saberlo, ya sé dónde acudir cuando necesite asesoramiento.

Según avanzaba la noche, aquello se iba animando por momentos, por ello y para que los del grupo legal no fueran las únicas estrellas, hicieron su aparición los arquitectos, ingenieros de obras públicas, paisajistas y expertos en urbanismo. También ellos tenían algo que decir respecto a la resistencia del suelo, la calidad del murete construido, la malla metálica, la cesión de terreno, el diseño del perímetro y las puertas de acceso al mismo, sin olvidar lo mal aplicado que estaba siendo el cemento.

Los expertos en seguridad tuvieron algún que otro encontronazo con los abogados ya que nuestro sistema jurídico es algo garantista en cuanto a derechos y libertades individuales, ¡incluidos los de individuos incívicos y delincuentes, qué país!.

Aún así, lo mejor estaba por llegar, la guinda del pastel, los filósofos y licenciados en Ciencias Políticas, aquellos que nos instruyeron sobre las normas básicas de la Democracia, qué es una mayoría absoluta, para qué votar, el acatamiento del resultado, normas de impugnación de una asamblea, necesidad de participar para manifestar la opinión.

Una duda, antes de seguir, hace unos meses la Comunidad requirió el asesoramiento de un Arquitecto Técnico para un proyecto y pasaron las semanas sin que nadie de dentro ofreciese sus servicios, curioso, no?. Sin embargo, estoy convencida, de que alguno de mis convecinos además de sabio es súper-dotado, porque en pocos meses ha obtenido el título pertinente.

No veo el momento de acudir a la siguiente reunión de vecinos, será una Masterclass de tema y ponente por determinar.

No sé qué pinto yo en esta Comunidad tan sabia, es posible que alguno de nosotros que no destacamos en ninguna disciplina seamos los escogidos como pantalla, como cortina de humo frente a miradas curiosas e indiscretas de cazatalentos que están al acecho para proponer a alguno de mis vecinos como candidato a un puesto de relevancia.

Yo, por mi parte, que nada sé de leyes, ni de arquitectura, obras, urbanismo o seguridad, casi siempre he preferido antes de nada dialogar, el consenso, llegar a acuerdos y negociar y votar en último caso, cuando ya no es posible el entendimiento, pero es que claro yo, de Democracia, sólo sé lo justito.

lunes, 14 de mayo de 2012

El Horóscopo. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que el ser humano necesita esperanza, no puede vivir continuamente en un pozo de incertidumbre, inseguridad, desasosiego continuo, ese mismo en el que nos tienen sumidos últimamente todos y cada uno de los que, con cara de pocos amigos, taciturnos, tristes y lúgubres mensajeros de malas noticias, aparecen cada día vaticinando una nueva vuelta de tuerca, un peor es posible y esto no se acaba todavía.

Y el ser humano, nosotros, las personas, cada uno por separado, en público, repetimos la letanía de lo mal que van las cosas, el desastre que se cierne sobre nosotros y la crisis tan tremenda y demoledora que nos ahoga, mientras que en privado, por supervivencia, por higiene mental y física, y creo, que porque somos más inteligentes de lo que nos creemos, nos alegramos de los logros que conseguimos, o hacemos chistes hasta del penalty de un jugador de fútbol, o de la súper-crisis, o nos vamos de “celebra-fuentes”.

Pero esto sólo alivia, no da esperanza, confianza, perspectiva, creencia e ilusión en el futuro. Todo lo que hasta ahora nos lo proporcionaba parece estar patas arriba, sin embargo hay algo con lo que no se puede acabar, algo que ninguna economía, falta de dinero, de trabajo, o de cualquier cosa mundana puede aniquilar…la magia.

Y hacen su aparición “los brujeríos”, horóscopos, tarots, curanderos, piedras de la suerte, conjuros varios. Porque si lo conocido no funciona, habrá que probar con las fuerzas cósmicas, con la energía que ni se crea ni se destruye y que, por lo tanto, tendrá que estar en algún sitio, con los que tienen un “don” para visualizar que el viernes es mi mejor día para un negocio en ciernes que me sacará del agujero y me abrirá las puertas a un nuevo universo.

La misma esperanza, desesperada, que cuando una conocida mía hace muchos años, enfermísima de todo, fue a visitar a un cantamañanas que le dio tres galletas y le dijo “YA estás curada”, y tres meses después murió (mi conocida, no el cantamañanas).

La misma esperanza, desesperada, que ha lanzado a súper-ventas al champú de caballo como remedio contra la alopecia.

La misma esperanza, desesperada, que hace acudir a las consultas de videntes para quitar el mal de ojo, para saber si encontrarás o no el trabajo, el amor o el dinero que te falta.

O la misma esperanza que nos hace mirar el horóscopo…y va un día y acierta, porque entre tantas veces que no, y tanta gente a la que va dirigido, digo yo, que con alguna tiene que acertar. Es entonces cuando pasa de curiosidad a oráculo, y a la siguiente semana lo miras con otros ojos, incluso aunque no coincida, seguro que moldeas los acontecimientos para que parezca que sí.

La semana pasada me decía que el jueves y el viernes estaban destinados a un éxito laboral, un negocio en ciernes…y me propusieron uno (¡fíjate tú!).
Esta semana me habla del equilibrio entre amigos y familia, de la oportunidad de integrar un equipo talentoso en el trabajo y que me pueden pedir ayuda para solucionar una difícil situación. Claramente voy a estar en el centro del huracán de las grandes decisiones y se me va a tener muy en cuenta para tomarlas.

No sé cómo tomármelo, ni el calado de las decisiones en las que tendré que intervenir, si recibiré una llamada de Moncloa, de Bruselas o de Washington, o sencillamente, tendré que tomar partido como cada semana por las decenas de alternativas que se me presentan cada día.

No está en mi mano decirle a nadie dónde tiene que encontrar su esperanza para no disiparse, la mía la encuentro donde la siento, casi siempre más dentro que fuera, donde la cazo, porque es esquiva a veces, donde me la ofrecen honestamente, pero casi nunca leyendo el Horóscopo.

lunes, 7 de mayo de 2012

Cómo ser Asertiva. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que los toros se ven muy bien desde la barrera, al igual que el fútbol desde la grada.

Los problemas de otros los vemos con claridad meridiana, como la solución a los mismos. Con un poquito de aquí y de allá, deshacer de un sitio, y poner en otro, decir esto o aquello, casi sin sentir, hemos dado con el remedio inmejorable al dilema que se nos ha planteado, y acometemos sin despeinarnos el siguiente paso, hacer partícipe al atribulado que tenemos enfrente de la salida que resolverá tan terrible papeleta. Pero es que, aunque esto sea así, aunque la solución sea en sí misma correcta, incumple la única condición que la hace perfecta, NO es la SUYA.

Nosotros en nuestro impecable análisis de la situación la hemos desvirtuado, porque la hemos quitado las emociones que están implicadas, los miedos para abordarla, las zancadillas que cada cual se pone, las limitaciones, convirtiendo un problema en una situación a la que sigue un comportamiento. Y esto es un camino que debe recorrer uno mismo, con ayuda, sí, pero sin que nadie te de la solución, porque esa, sólo la tienes tú.

Pero…¡qué bien se ven los toros desde la barrera y el fútbol desde la grada! y qué bien que las palabras lo aguanten todo, porque pasar a la acción y ser consecuente ya es más difícil.

Ahí estaba yo, delante de mi amiga diciéndole (sin despeinarme) lo poco asertiva que era, que su problema era que no sabía decir “no”.

Vaya que si sabe, no tiene ningún impedimento de dicción, ni de vocabulario, ni le pasa nada a su lengua, ni a su centro cerebral del lenguaje, lo que pasa es que decir “no” nos sugiere consecuencias y esas, no siempre estamos dispuestos a asumirlas.

Mi amiga será por su “problema” de asertividad o porque tiene una paciencia admirable aguanta la disertación, aunque poniendo todas las trabas posibles, todos los “peros” que se le ocurren. Una manera sutil de decir “no”, esa no es la vía, no es la manera en la que yo necesito que me ayudes.

Tomo nota.

 Voy más allá, ¡quién soy yo para dar lecciones de asertividad!, ¡yo, que llevo semanas incómoda por una situación al no saber decir “NO” a tiempo!. Porque he confundido el decir “No, gracias”, con falta de cortesía, con falta de educación, he preferido el silencio, un silencio que, en este caso, no otorga (no siempre los refranes tienen razón).

Es preferible decir “Te lo agradezco, pero no” o “Esto es lo que quiero”, antes que guardar silencio, o dejar pasar los días ya que el tiempo, por sí solo, no hace lo que sólo a ti te corresponde: decir en cada caso lo que tengas que decir, sin agresividad, sin culpa y sin rabia, pero dejando claro que el único experto en TU vida eres TÚ mismo.


Aún así ¡qué bien se ven los toros desde la barrera, el fútbol desde la grada y qué bien aguantan las palabras todo lo que le echen!, porque ahora lo difícil está en llevarlo a la práctica.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Especies protegidas. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que existen muchas especies en peligro de extinción, casi todas ellas animales, aunque hay algunas que son humanas.

Pequeños especímenes que están al borde de la desaparición, que han ido escaseando desde que el mundo es mundo hasta convertirse en raros, difíciles de encontrar en estado salvaje, en su hábitat y que han requerido, por parte de algunos intrépidos, medidas extraordinarias como la cría en cautividad para su posterior reinserción en su entorno natural. Seguro que a todos se nos ocurren unas cuantas, pero yo quisiera poner el foco en dos de ellas.

Los escuchadores es una de las especies que más peligro corren hoy en día. Su población fue disminuyendo conforme el entorno fue infravalorando la atención al otro y el aprendizaje, poniendo en un pedestal el egocentrismo más recalcitrante. Ahora mismo, existen granjas en las que se enseña a personas con ciertas cualidades, a escuchar, lo cual supone, en muchos casos, un desaprendizaje previo, limar muchos malos hábitos, para sentar las bases sólidas de lo que serán los grandes escuchadores del futuro. Algunos de ellos se dedican profesionalmente a ello y, además, enseñan los rudimentos a otros humanos, concienciados de la necesidad de no perder tan ancestral habilidad.

Pero los que más me interesan a mí, son los que están en estado salvaje, por ser los más infrecuentes. Pasan desapercibidos, ya que sus cualidades, a veces extraordinarias, no están de moda. Yo, que soy una mujer con suerte, conozco a uno, es más, tengo el honor de tenerlo bastante cerca y no os podéis ni imaginar lo que supone ser escuchado por un excelente escuchador: cómo despliega naturalmente sus dotes, se centra en ti, puesto que no le interesa contarte su experiencia al respecto, ni darte consejos, que seguro tú no le has pedido, te incita a seguir, te hace preguntas pertinentes que siguen tu ritmo o que te plantean otra mirada. Y todo ello, sin necesidad de sacar la tarjeta de crédito que últimamente está algo escuálida. Miedo me da preguntarle cómo lo hace, no vaya a ser que se sienta amenazado y se esconda en un paraje de difícil acceso, hay mucho cazador furtivo suelto por el mundo, por eso mantendré su identidad en el anonimato.

La otra especie amenazada es Los Oradores, que no hay que confundir con los charlatanes, verborreicos, vomitadores del lenguaje, manipuladores y adoctrinadores de distinto pelaje. Ellos no te seducen, o te engañan con triquiñuelas lingüísticas, sencillamente te fascinan con su conversación, te animan, te hacen reír, te conmueven, te conciencian o te sosiegan.
Y, como la suerte sigue acompañándome, también conozco uno en estado natural. Cuando le escucho es como si me sentara en una mecedora y me balanceara a un ritmo cadencioso, nunca soporífero, nunca me aburre su convencional cotidianeidad, me pierdo en los detalles, en su cadencia, en su tono, en su olor, en ese breve tacto de su mano y podrían pasar horas, y horas estaría escuchando, no sé si como una gran escuchadora, pero sí como una oyente entregada.

Este lunes, el destino casi hace un milagro, que estos dos individuos representantes de esas especies en peligro de extinción se encontrasen cara a cara. Por escasos minutos no sucedió, y ambos tomaron caminos opuestos. Una lástima, porque podría haber sido una experiencia única que creo nunca se repetirá delante de mis ojos.
Sin embargo esto me ha hecho tomar conciencia de la importancia de proteger a cuanto individuo de estas especies encuentre a mi paso, valorar a las dos joyas que tengo la fortuna de conocer y hacerlas valer delante de otros (cuidándome de los furtivos).

Mientras, entraré en alguna de las granjas de cría en cautividad para adquirir las habilidades básicas, aquellas que más encajen con mis dotes naturales. Pasado un tiempo, lo mismo formo parte de una, pequeña pero creciente, población de individuos pertenecientes a una especie protegida.