lunes, 19 de marzo de 2012

La báscula, la dieta y otros hombres del saco. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que, a pesar de los graves problemas que aquejan al mundo, existen otros asuntos, menudencias, cosas sin importancia que nos afectan a nosotros, que nos hacen sentirnos incómodos o que revolucionan nuestra apacible, o no tan apacible, existencia. Algunos nos acompañan gran parte de nuestra vida, otros son puntuales, ocasionales, aparecen y desaparecen, pequeños “hombres del saco” que se esconden en el armario, debajo de la cama, que mantenemos a raya, en ocasiones, y en otras nos desbordan.
Son importantes en la medida de que son nuestros.

Uno de estos “hombres del saco” para algunos es su imagen, o la diferencia entre lo que les gustaría y lo que ven frente al espejo. Para ayudarnos a recuperar la armonía se encuentran, cómo no, la báscula y la dieta.

La báscula, ése objeto inanimado al que hacemos un hueco en nuestro humilde hogar. ¿Dije inanimado?, no, rectifico, la báscula tiene vida propia, porque aunque no tenga pila, esté llena de polvo o arrinconada, nos llama, nos susurra, nos reta: “Anda, valiente, súbete, o ¿es que no te atreves y prefieres ignorarme?”. Es pérfida y no tiene compasión, sin más ni más nos espeta a la cara un número desproporcionado, que ni mucho menos tiene que ver con nuestro peso real, porque la mitad de las veces está estropeada, mal calibrada o no funciona ¡qué se yo!, “no es posible que yo pese tanto o ¿es que el espejo me engaña?”. Siempre sale triunfante, por activa, si me subo un “ya te lo dije te sobran unos kilitos” o por pasiva, si no lo hago, “eres una cobarde”, poniéndosele una sonrisa maliciosa.

Y esta misma báscula es un elemento imprescindible cuando abordamos la otra gran estrella que aparece en nuestro firmamento, sobre todo cuando se acerca el momento de ir quitando capas a nuestro cuerpo, la dieta. Existen tantas clases de dietas, casi como personas en el planeta.

Las dietas milagrosas, las que prometen quitar en un santiamén lo que tanto tiempo ha costado almacenar. Las dietas mono-alimenticias, como la de la alcachofa, o la del kiwi, o la del pollo, con su gran aliada, la piña, para acabar convirtiéndote en un pájaro tropical. Las disociadas en las que pierdes peso de la preocupación que te entra analizando qué puede ir con qué, o no lo pierdes, pero te haces una experta en bioquímica. Las asociadas a los períodos pre-vacacionales, también llamadas boomerang porque siempre vuelven en primavera, después del verano…en las que te hartas de grano para jilguero, agua a raudales, batidos nauseabundos y un palillo para dar algo de consistencia. Las personales: “no, si yo con quitarme el pan, el postre, las tapas del fin de semana, la cerveza, y el vaso de cola-cao con galletas que me meto todas las noches antes de irme a dormir para conciliar el sueño, tengo bastante”. Las de las celebrities, (esta dieta no se llama “Photoshop”), avaladas por doctores de postín y que aseguran resultados espectaculares, ahí mismo están las fotos, y las apariciones en la alfombra roja. Las estrictas, esas en las que todos los que están a tu alrededor rezan cada día para que elimines lo que crees que te sobra o para que te aceptes como eres, porque mientras sigas castigándote de esa manera la convivencia contigo es insoportable. Las permisivas: “bueno, hoy me he pasado un poco, pero ya mañana me pongo en serio”. Las que incluyen ejercicio físico, primero te compras todo el equipo, te apuntas al gimnasio, vas dos días, haces tres de dieta y luego ya lo dejas porque te da pereza, no, porque estás muy ocupada, te has resfriado, te han surgido mil imprevistos…Y la báscula, socarrona, esperando la cita semanal.

En la televisión los endocrinos de nuestros hospitales tienen su momento de gloria, alertando del sinsentido o de la insensatez, pero tozudamente todos los años pasa lo mismo.
Aparecen entonces la nostalgia: “con los bocadillos de foiegras que yo me comía y seguía estando como un fideo”, o la envidia: “Fulanita come lo que quiere y mírala, qué tipazo tiene” o “Mi marido parece un barrilete y ni se preocupa, cada año se compra una talla más de bañador y a lucirse como si fuera un vigilante de la playa”.

Cada cual, como siempre me digo, si quiere, que se mire hacia dentro, se interrogue sinceramente y se responda, si la lorza tiene importancia en sí misma o sólo la que queramos darle nosotros.

8 comentarios:

  1. Mi báscula además de tener vida propia es amiga de Alexa...... crecen y crecen sin parar!!!!! Inma eres hilarious!!! Me encanta leerte.

    Un beso a Hortensia

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  2. Te imaginas la gozada que sería comer y comer lo que te gusta (todo eso que engorda) y NO engordar?
    ... yo necesito mucha imaginación ;)

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  3. Pues sí me lo imagino, yo ahora por otros motivos tengo que pensar al revés, es decir, en no seguir perdiendo peso, pero es algo coyuntural, se acabará y volveré a las torturas de medir mis calorías, jajaja.

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  4. Querida Hortensia...
    Que le den dos duros a la báscula que nos martiriza interte... qué tortura!!! Además la mía está descalibrada seguro... vamos hombre!!!
    A comer sano, y a disfrutar de lo que se come...
    Un besito guapa !!

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  5. Chicas, yo he decidido no renovar la pila a mi báscula.. ¡viejo truco! Como dice Hortensia, está ahí, en un rincón, toda chula y descarada, retándome con su presencia, pero sin energía! Así puedo saltarme la dieta sin que suenen alarmas en casa... ¡Besos!

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  6. Ya lo dice mi madre....no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, por lo tanto a la báscula que la den muchas morcillas.

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  7. Jaja no creeis que ya tenemos demasiados enemigos fuera de casa? Si no te llevas bien con tu báscula... tírala!! De verdad la necesitas? seguro que no. En cambio, ella a ti sí... jeje, sales ganando tú.
    O como dice mi hijo... Hortensia 1 báscula 0 jejeje
    Un abrazo

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