Mi amiga Hortensia dice que muchos
la preguntaron cómo hacer una entrevista perfecta.
Consejos, trucos,
recomendaciones, hay miles, circulando por todos los sitios, todo el mundo sabe
lo que hay que hacer y lo que nunca, nunca en la vida debes, y lo que gusta y
lo que no, y lo que resulta sorprendente y lo que le funcionó a un primo
hermano, que por cierto ahora está “forrao”. Algunos son buenos, otros son de
cajón, otros son (mil perdones) una estupidez y otros pseudo-psicológicos de
los que prefiero no hablar.
Como antes de rechazar nada hay
que probar, me decidí a investigar todas las metodologías. Primero, me pasé un
borrador por la cabeza y me quité de encima mis conocimientos previos en la
materia (como entrevistadora y seleccionadora de personal). Segundo, hice un
repaso de todos esos consejos tan bien intencionados, como ser puntual, ir
aseada, limpia y adecuadamente vestida. Tercero, me metí de lleno en prepararme
preguntas capciosas, como las de los defectos y virtudes, lo mejor y peor de
tus anteriores trabajos, si pudieras qué hubieras cambiado de ellos. Cuarto,
consulté mis apuntes de psicología proyectiva porque ví que en una entrevista a
alguien le habían preguntado con qué objeto se identificaba (¿?). Quinto, me
pasé toda una tarde ensayando posturitas y gestos en el espejo, nada de piernas
ni brazos cruzados, mirar a los ojos sin agobiar, postura relajada pero firme.
Sexto, hice gárgaras para modular la voz y Séptimo me empapé de información
sobre la empresa contratante, consulté su web y otras muchas sobre su tipología
de empleado. Obvié aquellos que me invitaban al fraude, como el “engorde” o
“adelgazamiento” del curriculum, o a mentir descaradamente en la entrevista.
Y antes del gran día, hice, por
supuesto, un ensayo general….y menos mal, porque parecía más una actriz venida
a menos que una aspirante a un puesto de trabajo.
De esta profesión, resulta
sorprendente, todo el mundo se atreve a hablar, parece que el intrusismo, la
falta de rigor y de cualificación apropiada están a la orden del día. Más
sorprendente cuando no encuentras por ahí nadie que hable con esa ligereza
sobre cómo levantar un edificio, poner en marcha una central nuclear, hacer la
fontanería del cuarto de baño o llevar a cabo una operación de apendicitis.
De aquella experiencia saque mis
propias conclusiones, dicho está que como me había pasado el borrador por la
cabeza no tenía ya ningún conocimiento previo al respecto.
La primera, utiliza el sentido común:
llegar puntual es un signo de respeto en cualquier circunstancia y con
cualquiera, al igual que avisar si has tenido un percance y no puedes estar a
tu hora. El aseo personal es una norma básica de urbanidad, que algunos
desconocen, cierto, pero no por ello es menos importante, y respecto a la ropa,
sólo hay que tener en cuenta que no vas a una fiesta playera, ni a una boda, y
escoger lo apropiado, sin perder tu estilo personal.
La segunda, sé tú mismo, y si
puedes mejorar, mejora. Si tu curriculum no te convence, invierte tu tiempo en pedir consejo profesional para mejorarlo, al igual que tu
discurso o las experiencias sobre los que debes hacer hincapié, eso te
dará confianza y seguridad.
La tercera, nadie te garantiza el
éxito, pero puedes hacer de una entrevista tu mejor carta de presentación, si
la despojas de artificios.
La cuarta, si alguna pregunta te
incomoda, o no la entiendes, dilo, con educación y cortesía se puede.
La quinta, buscar información
sobre la empresa que oferta es conveniente, pero no quiere decir que te
asimiles a sus prototipos.
Y por último, libérate de complejos, respira hondo…y a por todas, porque
la persona que tienes enfrente es una persona como tú, hace su trabajo y no
está en sus prioridades hundirte la vida.