viernes, 30 de noviembre de 2012

Chorizos. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que el otro día le pasaron un vídeo de un economista que empezaba su disertación diciendo que éramos un país de chorizos.

No puedo estar menos de acuerdo con una aseveración tan tajante y generalista, perdóneme usted, señor economista del que no recuerdo su nombre, pero yo como otros muchos que conozco no soy una choriza. No sé si la densidad de chorizos de nuestra población es mayor que la de otros países, la impresión generalizada es que sí, aunque las impresiones no siempre se corresponden con un análisis más minucioso y exhaustivo de la realidad, pero una cosa no quita la otra, y no se puede negar que parece que se ha abierto la veda al “destape” de este particular clan que hasta ahora parecía actuar bajo cuerda, en una especie de secreto a voces.

Es posible que, sin yo saberlo, me haya topado con algún que otro chorizo de poca monta (no me muevo en ambientes selectos). Hasta ahora, ya que, en este momento, sí puedo afirmar que conozco si no un chorizo, una subespecie, el estadio inmediatamente anterior, el marrullero tramposo, ése que, sin llevarse nada (aparentemente), hace enjuagues con el dinero que no es suyo, tapando agujeros generados de líos anteriores, liquidándolos con maniobras cuando menos dudosas.

Este personaje, presidente de nuestro club de futbol, podríamos haberle puesto el sobre-nombre de “El Hombre Invisible”, porque nunca ha ido a ver jugar a nuestros hijos, ni ha aparecido nunca para hablar con nosotros (incluso en los peores momentos del club), y muchos padres no saben ni ponerle cara. Yo le he visto dos veces, a lo lejos (¡¡Mira ese es el presi!!), y otra vez cuando me pagó la lotería de Navidad, pero sé de sus andanzas, y de sus teje-manejes, y una vez presencié cómo un individuo le llamaba de todo, menos bonito, porque debía dinero en todas partes. A este señor sólo le interesa el equipo profesional, al que paga, no religiosamente, ya que también les deja a deber de vez en cuando, pero la Escuela de Fútbol, es decir, nosotros, ésta es para él una mosca cojonera, que no le aporta nada y últimamente sólo le da problemas, porque le ha salido respondona.

Casi nos quedamos sin equipación (que ya teníamos apalabrada y el dinero recaudado), porque él tenía trampas en el almacén y como somos una única entidad, primero debía liquidar las deudas.

Y llega la Navidad y con ella la lotería. El año pasado nos dieron papeletas para vender, y tocó (¡qué mala pata!), ya que alguno de nosotros cobramos la última este mes de septiembre. Así que como mi memoria está intacta, y, aunque se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, esta mujer que os escribe, no, por eso sólo quiero décimos que puedo cobrar en cualquier administración, no vaya a ser que toque.

Cuando Mª José nos pasó el mensaje de que el “presi” ya tenía preparadas no sé cuántos tacos de papeletas, yo en una alarde de grosería y empleando un lenguaje soez, indigno de la educación que he recibido, le dije que me hiciese el grandísimo favor de enviarle mi contestación, a saber, que se podía meter los tacos o las papeletas una a una (a elegir) por donde amargan los pepinos. O bien que se dignase a venir a vernos, que yo gustosa se lo decía en persona. Vista nuestra reacción, la suya no se hizo esperar, sorprendido, indignado (por nuestra buena memoria), arrogante y prepotente, lanzó su chantaje: sin papeletas, no hay décimos, así que no hay lotería para nadie.

¿¡Qué me esperaba acaso, un acto de sincera contrición!?, arrepentido de su sinvergonzonería reiterada, de no parar de escamotearnos las subvenciones que nos da el Ayuntamiento (para la Escuela), de no reintegrarnos el dinero de lo que se recaudó el año pasado con las aportaciones loteras, de desviar las devoluciones de las cantidades que pagamos a los árbitros y que luego nos devuelve la Federación, y de tantas y tantas cosas más que habrá debajo de la alfombra y que desconocemos.

Lejos de esto, los chorizos y las subespecies asociadas, se creen por encima del Bien y del Mal, se sienten con el derecho de hacer lo que seguro piensan harían todos si tuviesen la oportunidad y por eso, lejos de pedir disculpas o avergonzarse, se envalentonan.

¡Qué ganas tengo de echármelo a la cara!, aunque creo que no sucederá, será una característica del chorizo (o de la subespecie) o de este individuo en concreto, pero no dan la cara, se escamotean todo lo que pueden, en definitiva tienen un tufillo cobarde.

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