Mi amiga Hortensia dice que en un país de más de treinta millones de “entrenadores de futbol” (dicho por expertos, los españoles somos los mejores entrenadores aficionados, y si no, no hay más que ver las lecciones, recomendaciones y arengas que cada semana damos a los profesionales del sector en las tertulias post-partido), al Club Deportivo Santa Eugenia le ha tocado el más patoso de todos.
Mi pequeñín se prepara los partidos como si de la final de la Champions se tratase, y nosotros somos, sin duda, la mejor afición de todas las de la liguilla, lo cual no quita para que tengamos ojos en la cara, y la pasión de padres no nos nuble el entendimiento, porque hay que reconocer (dolorosamente), que nuestros pimpollos, más que un equipo de futbol, parecen una panda de pollos descabezados cuando salen al terreno de juego. La estrategia, las posiciones y la técnica les duran diez minutos, con suerte, luego se olvidan y pasan a modo “pachanga”, todos van a por el balón, hacen 60 regates antes de pasarla a un compañero, se estorban unos a otros porque están todos en el centro del campo, en fin, que cuando meten un gol, nosotros lo celebramos como si se tratase del mismísimo minuto 116, sinceramente porque no sabemos cómo se ha obrado el milagro.
Y todos nos preguntamos ¿Por qué después de dos años ni avanzan, ni evolucionan, ni aprenden?. Los muchachos no son unos portentos, creo que ninguno de nosotros puede tener serias esperanzas de que su retoño le saque de pobre dedicándose a dar “pataditas a un balón”, pero capacidad de mejora tienen, vamos que ir a peor es más difícil. ¿Será que no le ponen interés, que no les gusta?, por descontado que no, ya que hacen esto porque quieren y además después de los partidos quedan para seguir jugando.
O sea, que si cierta capacidad de mejora tienen, y motivación no les falta, ¿qué falla?...y silenciosamente, volvemos la cabeza todos a una hacia…nuestro E N T R E N A D O R.
Y le vemos ahí, mirando al suelo, entretenido en los partidos escribiendo, apuntando, ¿estrategias, jugadas, recomendaciones?, no, será un libro sobre el lenguaje de las flores porque nunca hace nada con ello.
Este año ha venido un entrenador de porteros, lo cual ha sido bien recibido por todos excepto por nuestro amado trainer que educadamente ha declinado el ofrecimiento, porque el portero ya sabe encajar los goles perfectamente, por el centro, por la escuadra, por arriba, por abajo, de penalti…el muchacho le mira estupefacto y desconsolado ¡el quiere aprender a pararlos!.
Si en algo es experto es en percibir las emociones. Algunas veces nuestros hijos salen a comerse a los rivales, coloquialmente “enchufados”, y entonces, a base de pundonor y ganas, juegan de maravilla. Nuestro entrenador capta el sentir del grupo, que están en pleno “subidón”, detecta cuál es el jugador que cataliza todas estas emociones y entonces….lo cambia, con lo que se vienen abajo como un suflé (¿Será un espía, un agente al servicio de otros clubes?, ya dije en otro post que están por todas partes).
Sus únicas cualidades: una voz potente y buenos principios, aunque se atasca en el medio y se pierde definitivamente en el final.
Yo no sé si es el hombre más torpe del planeta, tiene un serio problema que le incapacita para observar, analizar, comunicarse y aprender, o es que no tiene el más mínimo interés en lo que hace, pero creo que más que potenciar su crecimiento, a los muchachos les está lastrando, y a nosotros impacientando.
Ya sea en la Empresa o en una actividad lúdica, dirigir un equipo tiene una importancia vital para el desarrollo de sus capacidades y para alcanzar su máximo rendimiento, para conducirle a su excelencia. Para hacerlo bien, tenemos que aprender a desarrollar y ejercitar otras capacidades tan importantes que son las que, sin duda, marcan la diferencia.