miércoles, 16 de marzo de 2011

Conciliar o no conciliar, that´s the question. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que el tema de la conciliación entre vida personal y laboral corre el peligro de quedar en una bonita utopía a la que nadie hace caso por inalcanzable, o lo que es peor, en una burda utilización propagandística y de tintes electorales.

La conciliación no es exclusiva de las mujeres, ni de las parejas con hijos, la conciliación es para todos y a todos les afecta positivamente, casados, solteros, viudos, divorciados, con pareja, sin pareja, con hijos, sin hijos con idea de tenerlos o para los que ni siquiera se les pasa por la cabeza.

Conciliar supone tener vida después del trabajo, y tiempo para hacer lo que necesites, lo que quieras o, simplemente, no hacer nada.

Conciliar supone cuidar tus relaciones familiares y sociales y no esperar al fin de semana a meterte en una bacanal de actividad frenética, con una agenda más apretada que la de Carmen Lomana.

Conciliar supone tener tiempo para educar a tus hijos, para que cuando llegues a casa no les des todo lo que quieren, porque lo que menos te apetece es una pelea por una niñería. Para que seas capaz de imponer disciplina, o castigar ( o incluso dar un cachete), o decir “NO”, sin sentirte culpable, porque también tienes tiempo para reirte con ellos.

Conciliar supone tener una vida de pareja que no sea un ring, en el que cualquier tontería desencadena una pelea, o una apatía cortés en la que poco hay que decirse.

Conciliar es beneficioso para el Sistema Público de Salud, evitaría algunas bajas laborales por estrés, depresión, ansiedad, disminuiría el consumo de medicamentos para combatir el dolor de cabeza o el de estómago. ¡Temblad señores del Pharmatón y del Viagra!, porque habría menos disfunciones sexuales y no nos harían falta los complejos vitamínicos.

Pero si a algo beneficia la conciliación entre vida personal y laboral, es precisamente a esta última. Nuestra vida laboral se vería claramente favorecida por nuestra mejor disposición física y mental, mayor motivación, y un nivel más alto de aprovechamiento de nuestra jornada laboral.

Y es que no hay excusas, porque España, tiene las jornadas laborales más dilatadas pero la productividad más baja, por lo que sólo podemos ir a mejor.

Para que exista una verdadera conciliación entre ambas vidas (¡nos acecha la bipolaridad!), debe de darse una racionalización de la jornada laboral, suprimiéndose pérdidas de tiempo como las reuniones infinitas e inútiles. Debe desecharse, definitivamente, comportamientos absurdos como el presentismo, todavía criterio de valor en muchas organizaciones. Debe focalizarse la energía y el tiempo en hacer el trabajo lo mejor posible, en colaborar y en conseguir los objetivos del equipo, no en hacer la guerra por tu parte, medrar a toda costa, rivalizar, competir, fomentando modelos de mando y comportamiento tóxicos.

Hay que empezar a ser conscientes de que facilitar, promover y activar la conciliación supone, no un acto de buena voluntad, sino un beneficio empresarial.

Pero debe ser que estoy equivocada y todas las ventajas que yo encuentro, no son tales, y es preferible seguir haciendo jornadas maratonianas, que están mejor vistas, aunque sean poco provechosas para todos….
O quizá es que conciliar sea una UTOPÍA.

jueves, 10 de marzo de 2011

Aniversario de un Jueves. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice: “No soy un número, ni el sacrificio de ninguna causa”

Aquella mañana Basi se entretuvo en recoger la ropa del tendedero, sabía que llegaría tarde si no se daba prisa, pero llegar a casa después del trabajo y encontrarse todo por hacer no la apetecía en absoluto. Corrió hacia la estación y cuando metió el billete, el tren ya cerraba sus puertas, ¡qué fastidio, lo había perdido, llegaría tarde definitivamente!.
Era Jueves 11 de Marzo,
Lugar: Alcalá de Henares.
Hora: 7:15 de la mañana.

Mónica había cogido el tren muy temprano, tenía que llegar pronto a la facultad, el vagón estaba atestado de gente, como siempre a esas horas, y ella hablando por el móvil, como siempre también, qué sería de su vida sin él. Miró el reloj una vez más, estaban parados en el andén 2.
Era Jueves 11 de Marzo,
Lugar: Atocha.
Hora: 7:37 de la mañana.

Juan Carlos se levantó como todas las mañanas, la misma rutina de siempre, estaba en el andén esperando que llegara el tren, y aprovechando la espera para pensar en sus cosas, cómo se presentaba el día, y lo más importante, quedaba poco para el fin de semana.
Era Jueves 11 de Marzo,
Lugar: Santa Eugenia.
Hora: 7:38 de la mañana.

Diego tenía problemas para hacerse el nudo de la corbata, ya se había retrasado en el cuarto de baño y ahora, esto. Así que se lo puso de cualquier manera, se calzó el abrigo y voló por las escaleras. Una carrerita para recuperar el tiempo perdido. Lo había conseguido, el tren llegaba a la estación y abría sus puertas, embocó el túnel que daba paso al andén.
Era Jueves 11 de Marzo,
Lugar: Santa Eugenia.
Hora: 7:38 de la mañana.

Olga ya llevaba cinco minutos en el tren, uno de dos pisos (¡menos mal, porque con la cantidad de gente que había!), estaba acomodada en un rincón, dispuesta a echarse un sueñecito.
Era Jueves 11 de Marzo,
Lugar: El Pozo.
Hora: 7:38 de la mañana.

Sara estaba en casa, vistiéndose, tenía una entrevista y saldría en media hora, cogería el tren, esperaba a la canguro pero tardaba demasiado. No oyó nada.
Era Jueves 11 de Marzo,
Lugar: Santa Eugenia.
Hora: 7:38 de la mañana.

Basi perdió su tren y no pudo coger el siguiente, porque ya no pasaron más. Llegó dos horas después al trabajo, porque no sabía qué hacer, o quizá, porque no quería estar sola, se abrazó a su jefa, lloró e intuyó lo afortunada que había sido.

Mónica tuvo quemaduras en cara y brazos, y metralla en el cuello, tras unos días en el Hospital de Getafe, en la Unidad de Quemados, se recuperó de sus heridas físicas, de las otras, todavía lo intenta.

Juan Carlos quedó en ese andén para siempre.

Y Diego quiere olvidar cada día, lo que vio al salir del túnel.

Olga no se acuerda de cómo salió del vagón, pero estuvo muchas horas vagando sin rumbo por las calles, perdida y desorientada, hasta que su familia consiguió localizarla.

Sara tuvo la entrevista de trabajo cuatro días después, pero ya tenía una decisión tomada y, hasta ahora, jamás se ha arrepentido.

viernes, 4 de marzo de 2011

Quiero que me escuches. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que hay veces que le gustaría gritar a los cuatro vientos esta frase, sobre todo cuando se encuentra con algunas personas que son como un muro en el que rebota todo lo que cuentas.

Nos enseñan a hablar, a leer, a escribir, pero a escuchar ¿Quién nos enseña a escuchar?.

Podríamos escuchar, si, en una conversación, no tuviésemos nada que aportar, jaja, pero ¡quién es el guapo que reconoce tal cosa! Antes de quedar al margen, preferimos soltar cualquier cosa, aunque sea una incongruencia, algo sin sentido o que no venga al caso, ya se sabe que la ignorancia es osada y atrevida.

Pero perdemos una oportunidad de oro, abrir bien nuestros pabellones auditivos que están para algo más que para llevar pendientes, aguantar las patillas de las gafas o crear cerumen, y dejarnos extasiar por las incongruencias, los sinsentidos y los “novienenalcaso” de los demás o…quizá ,para nuestra sorpresa, con cosas ingeniosas, divertidas, que nos hacen reflexionar o que nos entretienen.

Pero antes preferimos tener conversaciones del tipo “ping-pong” o “congreso de los diputados”, yo hablo, tú también, tú no me escuchas y yo a ti menos. Si transcurre pacíficamente, te vas a casa con la garganta seca, la cabeza que te estalla y sin saber nada de la otra persona, y si se discute cada participante lee su discurso, incluso tiene preparadas las réplicas, y no se saca nada en claro.

Escuchar tiene muchas ventajas, y escuchar bien, activamente, es una herramienta muy poderosa dentro del ámbito profesional.

Claro que también nos encontramos con la típica charla “tormenta de ideas”, es como esta técnica tan efectiva, pero sin orden ni concierto, todo el mundo habla, a la vez, si es posible, para que nadie se entienda.

Escuchar nos permite tomarnos nuestro tiempo para poder observar, importantísimo, si tenemos en cuenta que el 90% de la información que transmitimos es no verbal. Escuchar, en una conversación informal, nos da información sobre cómo reciben los demás nuestro mensaje, cómo nos ven, cómo reaccionan ante ciertos comentarios o circunstancias, sus opiniones, y, en definitiva, a conocer mejor a los que tenemos enfrente y por lo tanto, quizá egoístamente, a calibrar la profundidad de nuestra relación con ellos.

Pero toda esta información se pierde si nos empeñamos en el  “habla chucho que no te escucho”, que denota el desinterés más absoluto de una o de ambas partes. De hecho cuando una de ellas habla, la otra está, mentalmente, a miles de kilómetros.

O la muy típica conversación unidireccional o monólogo, también llamada “imposible meter baza”, ya que de tu garganta sólo salen extraños gorjeos y medias palabras como: clar.., es que.. pues yo.. pss…,mmm. Lo que da lugar, en muchos casos a las conversaciones a dos o más bandas o conversaciones paralelas, como me dejan con la palabra en la boca, hago un apartadillo y me dedico a hablar con el que tengo al lado, que seguramente tiene que hacer un ejercicio de escucha en estéreo y termina por mezclar lo que escucha de unas y le cuentan de otras.

Sin embargo, con un simple gesto, quedarnos calladitos alguna vez, y poner un mínimo de interés, sacaríamos muchas cosas en claro, disfrutaríamos más de la compañía de los otros y estaríamos mucho más satisfechos.

lunes, 28 de febrero de 2011

Una Leyenda Rosa. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que hoy tiene un día como si estuviese subida en una montaña rusa, pasa del enfado más supino por una chorrada, a la desidia más absoluta para enfrentarse a lo que se la viene encima. Está en esa fase en la que sus hormonas la están jugando una mala pasada, van por libre, cual jóvenes en fiesta ibicenca, desaforadas, suben y bajan sin control.
Como me decía hace unos días, ser “mujer” es un fastidio, pero dejar de serlo parece que es más fastidioso aún, y no porque se te acabe el ciclo reproductivo y, a efectos de especie, esa esencia de “hembra apetecible”, sino porque hay a mujeres que la regla las amarga cuando viene, cuando se queda y cuando se va, y una de ellas es Hortensia.

A Hortensia nunca se ha sentido especialmente discriminada, sólo por ser mujer, ni ninguneada, sólo por ser mujer, ni maltratada, sólo por ser mujer, ha pasado por todo eso, pero por otros motivos; ha tenido suerte, porque otras no son tan afortunadas. Pero ello no quita que no mire con cierto recelo ciertos estereotipos, uno de ellos es que el embarazo es una época del todo placentera y feliz, y que la maternidad te llena de gozo todos y cada uno de los días de tu vida y ya eres una mujer completa y redonda (bueno, algunas sí, porque no conseguimos quitarnos el sobrepeso del embarazo ni con agua caliente).

Esto y la leyenda urbana de que a algunas mujeres el parto no las duele (yo conozco a una, pero no creo que haya muchas, al margen de la epidural), tiñen de leyenda rosa una época de nuestra vida, y así nos damos el batacazo que nos damos, cuando nos enfrentamos a la dura realidad. Cada embarazo es único, pero el de Hortensia no lo definiría yo de idílico.

Cuando se enteró que estaba embarazada, se pasó los primeros días mirándose las bragas, por si manchaba, no fuera a malograrse aquello, obsesión común en muchas de nosotras. No te dura mucho semejante tontada, cuando tienes otras urgencias, como la de echar los higadillos por la boca nada más poner el pie en el suelo cada mañana, o decirle a tu queridísimo que cambie de aftershave porque no soportas el olor (¡qué paciencia!, con mucho cariño trata de hacerte entender que es el mismo que utiliza desde hace cuatro años). El caso es que tienes la pituitaria preparadísima para buscar trufas en el campo.

La siguiente etapa es más tranquila, todavía te ves los pies (luego desaparecen hasta el parto y sabes que los tienes porque se te hinchan y duelen), y tu estómago deja de funcionar como el ascensor del Empire State. Cierto es que la vestimenta ya es un poco rara, sobre todo si no tienes un tipazo, si te decides por las prendas sueltas, puedes parecer una mesa camilla, si, por el contrario, te enorgulleces de tus curvas, el muñeco de michelín. El caso es encontrar aquello que te siente, sin gastarte una pasta, por si acaso ya no vuelves a probar experiencia.

Y queda el tramo final, en el que todo tu cuerpo está invadido por el muchach@ (prolegómeno de lo que será después tu vida), y encima se mueve como un poses@ (y tú tan contenta, cayéndosete la baba). Todo en ti es pesado, la postura, la cadencia, el paso, el humor, la digestión, el sueño y…el sexo. Y tu queridísimo, ejerciendo el mejor papel secundario de su vida te lo hace más fácil, o debería, porque esto es cosa de dos, o ¿no?.  Es la época en la que empiezas a comerte la cabeza con el parto, el miedo a que algo salga mal, la impaciencia para ver la carita de pitiminí del intrus@, el “me va a doler”, “por favor, que me pongan la epidural cuanto antes”, ¿me enteraré que estoy de parto?.

Cuando llega el momento, aquí sí que hay experiencias miles, desde las que se les cae por el camino y no les da tiempo a llegar al hospital, a las que, como Hortensia, se tiran siete horas de parto, y sin quejarse, y sin epidural, y con un calor de muerte, y sin su queridísimo porque hay overbooking en el paritorio, y tras tres empujones bien dados (con la boquita cerrada, no como en las pelis), sale su campeona, roja como un tomate, llena de pelo y el bebé más precioso de toda la humanidad.

No termina aquí la cosa, hay más experiencias y más falsas leyendas rosas, pero eso será cuestión de otro post.

Y es que, paradojas de la vida, no es todo ni de color de rosa, ni tan terrible cuando algunas de nosotras, entre ellas Hortensia, repiten experiencia.

miércoles, 23 de febrero de 2011

La entrevista. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que ha realizado muchas entrevistas profesionales, en uno o en otro lado de la mesa, como entrevistadora y como entrevistada, y cada una es distinta, pero lo que nunca cambia es que en cada lado de esa mesa las cosas se ven de diferente manera.

Desgraciadamente para los que tenemos profesiones, con mucha menos demanda y demasiada oferta, cuando llegas a una entrevista de trabajo, pones todo de tu parte, tus expectativas, tus ilusiones y tus esperanzas, y si ya es duro no ser “escogido”, lo es más pasar un mal rato, porque te ha tocado un mequetrefe, que se cree que trabaja para la CIA y te pone en una situación incómoda, o un petulante engreído, que ni te escucha y que deja muy claro que pierde el tiempo contigo.
La mala praxis se da en todas las profesiones, no por ello deberíamos juzgar a todos por unos cuantos, ni mezclar dos conceptos diferentes: que no nos guste el resultado de un proceso de selección, porque no hayan contado con nosotros, no quiere decir que, ese proceso esté mal realizado.

Pero no siempre es el candidato el eslabón más débil de la cadena, en ciertos ámbitos laborales, por la escasez de profesionales, son los seleccionadores los que andan a la caza de un curriculum que encaje mínimamente con lo que se les está pidiendo. Aquí, es éste último el que está cual salchicha entre dos panes, el cliente que exige todo lo que se le ocurre, aunque no lo necesite (porque todavía está por ver que contrate a alguien) y el candidato al que sólo le falta pedirte que le pongas un chófer para llevarle al trabajo. Y te puedes encontrar estas situaciones:

-          Entrevistas inexistentes: después de fijar una hora, algo tardía (tú también tienes vida familiar que no concilias ni a tiros), el candidato se retrasa, ves pasar los minutos y algo te da en la nariz, no se va a presentar. Quizá ha habido un Armagedon mundial en el que los satélites han quedado inoperativos y por lo tanto no ha podido avisarte, le llamas y efectivamente su teléfono está apagado o fuera de cobertura. Te vas a casa y al día siguiente le mandas mensajes, nada, se le ha tragado la tierra.
-          Entrevistas a la carta: el candidato viene, pasa de formalidades que no vienen al caso como saludar o dejarte hablar y se centra en sus peticiones, ya que tiene mucha prisa, muchas ofertas sustanciosas y lo único que le interesa es tener una lista de qué me ofrece quién y por cuánto. Es el típico candidato mercenario que puede dejarte colgado a la mínima, ya que va de flor en flor, al que sólo le interesa progresar a base de talonario, no aprende mucho porque no le da tiempo, y no le gusta lo que hace, sólo que se lo paguen cuanto más mejor y si puede ser, cercita de su casa.
-          Entrevistas “Túnotienesniidea”: esto más que una entrevista es una conferencia en la que el candidato te lanza todos los términos técnicos que se sabe para demostrarte toda su sapiencia y, de paso, lo poquísimo que sabes tú, que para algo eres de Recursos Humanos. En cuanto le dices que has pasado, seis años en el área técnica, demuda la cara y pliega velas. Ahora ya puedes seguir con normalidad.
-          Entrevistas “No sé lo que quiero”: hay personas que están tan a gusto donde están, y no tienen pensado cambiar de trabajo, pero como tú las llamas, pues vienen a ver qué les cuentas.
-          Entrevistas de compromiso: se da en situaciones en las que el cliente ya ha pactado un cambio de proveedor, quiere conservar el mismo equipo y, propicia, con subterfugios, que las personas cambien de empresa y se queden desempeñando las mismas funciones y en el mismo sitio.

Las más frecuentes son las que transcurren dentro de los cauces normales, pero las situaciones arriba descritas ocurren. Los más son los candidatos que acuden puntuales, que son educados, que nos conceden su tiempo y el esfuerzo de venir, con naturalidad, como parte de un intercambio profesional en el que ambas partes podemos salir ganando.

Quizá hablar de los trapos sucios de nuestro trabajo no sea muy políticamente correcto, pero es la realidad para muchos profesionales de ciertos sectores laborales, y tienen que hacer malabarismos, para solventar la incomprensión de los que no entienden su trabajo, de los que no lo valoran, de los que lo consideran un paso fastidioso e innecesario, y de los que se permiten el lujo de criticarlo sin conocerlo.

jueves, 17 de febrero de 2011

Habilidades. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que le gustaría dedicarse a la formación en habilidades, pero de una manera diferente, en la que los formados, los alumnos, no se sentaran de forma pasiva a recibir la información, atentos y dispuestos a tomar notas, incluso a hacer preguntas, sino en la que éstos no sólo participaran, sino que fueran los auténticos protagonistas. El de las preguntas, intencionadas, tendría que ser el profesor, el formador, preguntas que serían la guía, para que cada alumno encontrara su camino. Es decir un descubrimiento de las habilidades que tenemos y una ayuda para poder desarrollarlas. Ésta es la formación que le gustaría impartir a Hortensia.
Pero desgraciadamente, esta formación no se imparte, al menos, no habitualmente, quizá algunos escogidos hayan tenido el privilegio de contar con ella.

A veces caemos en el error de pensar que hay cosas que, por ser seres sociales, sabemos hacer de manera innata y que, por lo tanto, no requieren ni formación, ni desarrollo, ni trabajo, ni esfuerzo para conseguirlas, por ejemplo: vender, comunicarnos eficazmente, negociar, liderar, dirigir un equipo, gestionar el tiempo, y nos lanzamos, o nos lanzan, a la aventura sin más ni más y luego nos preguntamos por qué hemos fracasado en el intento.

Y eso le pasó a un amigo mío, muchacho preparado donde los hubiese, cinco años de carrera, dos de becario y otros tantos de programador avezado. Le llegó el momento de dar un salto en su carrera, ése que todos esperamos y tememos a partes iguales.
Un tiempo atrás, cuando le propusieron hacerse cargo de un  grupo de programadores, prepararles el trabajo y  coordinarles, lo asumió, al principio temeroso de cómo saldría, pero como era un chico listo y observador, pronto se hizo con los mandos. Pero es que esto que ahora le proponían, tenía un cariz completamente distinto, cierto que ya tenía un bagaje, una experiencia a sus espaldas, aún así lo de ahora suponía: dirigir un equipo con personas de diferentes categorías, algunas tan preparadas como él, tratar con el cliente las incidencias, proyectos, guardias, recursos, etc., gestionar el cumplimiento de plazos y el seguimiento económico del proyecto.

Por eso, cuando se lo comunicaron se puso tan contento y dos segundos después, le entró una temblequera de piernas que casi pierde la verticalidad, porque claro ni formación, ni adaptación, ni aclimatación, ni tutorización, directamente, “a calzón quitado”. ¿Quién era el guapo que le decía algo al jefe, no vaya a ser que pensara que no quería, que no estaba preparado, que no era la persona adecuada?, querer, quería, y seguramente era la persona adecuada, pero todo eso no se sabe hasta que no lo haces, pero preparado no estaba, o sea que para programar te tiras 7 años formándote y para dirigir, comunicarse, negociar, controlar el tiempo y el gasto, planificar, etc., NADA?.
Si tuviera al menos, un maldito manual de instrucciones, se decía, para saber por dónde empezar.

Y entonces llegan los tumultos mentales, que si sí lo voy a poder hacer, que si no lo voy a poder hacer, qué hago, qué digo, cómo me presento, qué actitud tomo, y empiezas a cometer los primeros errores, disfrazas tu inseguridad de autosuficiencia, quieres transformarlo todo y todo al mismo tiempo, pides opinión a todo el mundo o no se la pides a nadie, haces y deshaces la misma cosa y no das tiempo a que funcione ningún plan.

Llega el momento de tomar una decisión difícil, o pides asesoramiento, y expones tus carencias, o no lo pides y te arriesgas al gran fracaso, y lo que era la gran oportunidad, se transforma en la gran pesadilla.

Todos tenemos cualidades innatas, intereses naturales, aprendemos sin querer lo que nos llama la atención y nos gusta y lo practicamos sin descanso, pero para aplicar profesionalmente las habilidades que se requieren, que son ineludibles, en ciertos puestos de gerencia o dirección, para negociar con éxito, para saber comunicarse con acierto, para liderar un equipo y gestionarlo y llevarlo hasta su punto de máxima eficacia, para equilibrar el tiempo, el coste económico y la calidad de un servicio que se ofrece, para vender y que el cliente este satisfecho y fidelizado, para todo ello, hace falta aprender, formarse, trabajar y poner todo tu empeño y motivación. Tu empresa debe asumir esa formación, ese aprendizaje, esa tutorización antes de echarte a los leones, antes de embarcarte en un nuevo proyecto, en una nueva etapa de tu vida profesional, igual que lo haría si tuviera que asesorarte técnicamente.

Mi amigo aprendió de su error y hoy en día se dedica a ayudar a otros a no cometerlo.

viernes, 11 de febrero de 2011

Anatomía de un conflicto. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que no hace falta irse a la franja de Gaza para encontrar un conflicto, los tenemos aquí, a diario, en la misma puerta de nuestra casa. A veces tan desequilibrantes, encarnizados, inquietantes, virulentos y enconados como los más famosos e internacionales, y como somos parte implicada, se nos nubla el juicio, la objetividad, la mesura, la capacidad de negociación y solo queremos salirnos con la nuestra.

He aquí que en un equipo de futbol, 12 jugadores pertenecen al barrio donde está domiciliado el club y otros 8 han venido de otros equipos del distrito, éstos últimos se apuntaron porque les prometieron jugar y entrenar en césped (en un campo concreto que nos cedía la Junta Municipal), equipaciones e instalaciones adecuadas para después de los partidos y entrenamientos.
A los otros 12, que ya llevaban tiempo en el club y lo conocían, no les prometieron nada, cuando pagaron la cuota se enteraron de que iban a tener todo eso, con lo cual se pusieron tan contentos, ya que viendo lo que habían sufrido años anteriores toda mejora les parecía estupenda. Hay que decir que el club cuenta con un campo, pero de tierra, por lo que cuando llueve aquello es “El Gran Patatal”, unos vestuarios que, ríete tú de ciertas cárceles tercermundistas, y una cantina en la que te mantienes caliente el tiempo que te dura el café en los labios.
Y como de las instituciones municipales no te puedes fiar, por lo menos de la Junta Municipal de Villa de Vallecas, y de la gestión de las “mentes pensantes del club” menos todavía, nos hemos quedado compuestos y sin novio, es decir sin poder entrenar en césped en el campo prometido.
A los 12 que ya estaban acostumbrados a semejante desbarajuste (ya conocían el club y al ayuntamiento desde hace tiempo), no les cayó por sorpresa y les dio más o menos igual, pensaron que seguirían entrenando de barro hasta las ojeras y más contentos que unas pascuas (fue bonito mientras duró, se decían entre risas), pero los otros 8 se cogieron un rebote monumental, con razón, y no pararon de dar guerra para que “las mentes pensantes”  buscaran una alternativa, y…pensaron y pensaron y la alternativa llegó, pero ¡qué alternativa!, a 7 kilómetros de casa, perdiendo 1 hora de entrenamiento, apiñados en un campo diminuto, eso sí, de césped, que era lo primordial.

Y llegó el conflicto y se lió una buena, porque, lo que para unos era la mejor de las alternativas, para los otros no era tal. Los intereses de uno y otro grupo eran, desde el principio, contrapuestos, unos estaban ya, a pesar de las condiciones penosas, por unas razones y los otros vinieron por otras bien distintas. Y todas las razones eran válidas y todas las razones eran perfectamente defendibles.
Pero el problema es que cada uno se había apuntado a un equipo diferente, aunque fuera el mismo, y entre engañifas varias, e intentos de pucherazo, no valieron ni votaciones, ni mayorías, ni nada de nada.

Cuando hay conflictos las personas nunca dejan de sorprenderte, unas para bien y otras para mal, hay quien dice que sale lo peor de nosotros mismos, yo no estoy tan segura, sale lo que nos tiene que salir, lo peor o lo mejor que llevamos dentro, dependiendo, a veces, de las circunstancias, del día, del momento, de las hormonas, de los disgustos, de las noticias, de mil cosas, y además de nuestro modo de ser y proceder, de nuestro equilibrio, nuestra seguridad en nosotros mismos, de nuestro carácter conciliador o combativo, de nuestra perspectiva, de nuestra tranquilidad interior y muy importante, del conflicto en sí.

De lo que sí estoy segura, y es terrible decirlo, porque uno se puede llevar grandes decepciones, es que a las personas se nos conoce realmente cuando afrontamos una situación “comprometida” sea ésta cual sea, cuando realmente vemos de qué pasta estamos hechos.
Decepciones ajenas y propias, éstas últimas las más difíciles de asimilar, cuando nos creemos leones y actuamos como gatitos. Pero también decepciones ajenas, que son dolorosas y desconcertantes, como la que nos hemos llevado con el entrenador, otras inesperadas, como el “Malas Noticias” que finalmente se ha destapado como alguien mohíno, grosero y maleducado cuando le llevas la contraria, ¡y yo que creía que era un tímido encantador!.

El caso es que me recorre una sensación de fracaso que no puedo quitarme de la cabeza, porque creo que hemos perdido más que ganado, cada uno defendió su postura, sus intereses y sus derechos y no hemos quedado contentos ninguno, porque lo que pretendíamos, que era tener un EQUIPO de futbol, NO lo tenemos.