viernes, 11 de febrero de 2011

Anatomía de un conflicto. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que no hace falta irse a la franja de Gaza para encontrar un conflicto, los tenemos aquí, a diario, en la misma puerta de nuestra casa. A veces tan desequilibrantes, encarnizados, inquietantes, virulentos y enconados como los más famosos e internacionales, y como somos parte implicada, se nos nubla el juicio, la objetividad, la mesura, la capacidad de negociación y solo queremos salirnos con la nuestra.

He aquí que en un equipo de futbol, 12 jugadores pertenecen al barrio donde está domiciliado el club y otros 8 han venido de otros equipos del distrito, éstos últimos se apuntaron porque les prometieron jugar y entrenar en césped (en un campo concreto que nos cedía la Junta Municipal), equipaciones e instalaciones adecuadas para después de los partidos y entrenamientos.
A los otros 12, que ya llevaban tiempo en el club y lo conocían, no les prometieron nada, cuando pagaron la cuota se enteraron de que iban a tener todo eso, con lo cual se pusieron tan contentos, ya que viendo lo que habían sufrido años anteriores toda mejora les parecía estupenda. Hay que decir que el club cuenta con un campo, pero de tierra, por lo que cuando llueve aquello es “El Gran Patatal”, unos vestuarios que, ríete tú de ciertas cárceles tercermundistas, y una cantina en la que te mantienes caliente el tiempo que te dura el café en los labios.
Y como de las instituciones municipales no te puedes fiar, por lo menos de la Junta Municipal de Villa de Vallecas, y de la gestión de las “mentes pensantes del club” menos todavía, nos hemos quedado compuestos y sin novio, es decir sin poder entrenar en césped en el campo prometido.
A los 12 que ya estaban acostumbrados a semejante desbarajuste (ya conocían el club y al ayuntamiento desde hace tiempo), no les cayó por sorpresa y les dio más o menos igual, pensaron que seguirían entrenando de barro hasta las ojeras y más contentos que unas pascuas (fue bonito mientras duró, se decían entre risas), pero los otros 8 se cogieron un rebote monumental, con razón, y no pararon de dar guerra para que “las mentes pensantes”  buscaran una alternativa, y…pensaron y pensaron y la alternativa llegó, pero ¡qué alternativa!, a 7 kilómetros de casa, perdiendo 1 hora de entrenamiento, apiñados en un campo diminuto, eso sí, de césped, que era lo primordial.

Y llegó el conflicto y se lió una buena, porque, lo que para unos era la mejor de las alternativas, para los otros no era tal. Los intereses de uno y otro grupo eran, desde el principio, contrapuestos, unos estaban ya, a pesar de las condiciones penosas, por unas razones y los otros vinieron por otras bien distintas. Y todas las razones eran válidas y todas las razones eran perfectamente defendibles.
Pero el problema es que cada uno se había apuntado a un equipo diferente, aunque fuera el mismo, y entre engañifas varias, e intentos de pucherazo, no valieron ni votaciones, ni mayorías, ni nada de nada.

Cuando hay conflictos las personas nunca dejan de sorprenderte, unas para bien y otras para mal, hay quien dice que sale lo peor de nosotros mismos, yo no estoy tan segura, sale lo que nos tiene que salir, lo peor o lo mejor que llevamos dentro, dependiendo, a veces, de las circunstancias, del día, del momento, de las hormonas, de los disgustos, de las noticias, de mil cosas, y además de nuestro modo de ser y proceder, de nuestro equilibrio, nuestra seguridad en nosotros mismos, de nuestro carácter conciliador o combativo, de nuestra perspectiva, de nuestra tranquilidad interior y muy importante, del conflicto en sí.

De lo que sí estoy segura, y es terrible decirlo, porque uno se puede llevar grandes decepciones, es que a las personas se nos conoce realmente cuando afrontamos una situación “comprometida” sea ésta cual sea, cuando realmente vemos de qué pasta estamos hechos.
Decepciones ajenas y propias, éstas últimas las más difíciles de asimilar, cuando nos creemos leones y actuamos como gatitos. Pero también decepciones ajenas, que son dolorosas y desconcertantes, como la que nos hemos llevado con el entrenador, otras inesperadas, como el “Malas Noticias” que finalmente se ha destapado como alguien mohíno, grosero y maleducado cuando le llevas la contraria, ¡y yo que creía que era un tímido encantador!.

El caso es que me recorre una sensación de fracaso que no puedo quitarme de la cabeza, porque creo que hemos perdido más que ganado, cada uno defendió su postura, sus intereses y sus derechos y no hemos quedado contentos ninguno, porque lo que pretendíamos, que era tener un EQUIPO de futbol, NO lo tenemos.

2 comentarios:

  1. Lo más triste es que probablemente si el problema lo hubiésemos dejado en manos de los niños, sin la mediatización de padres, entrenadores, directores deportivos, ellos hubiesen logrado el acuerdo, y ¿ por qué ? porque ellos tienen claro su objetivo que es simplemente JUGAR. Y jugar está por encima del barro, del frío y de todos esos problemas que sólo nos preocupan a los adultos. Este conflicto doméstico que no ocupará los titulares de ningún periódico es lo que nos pasa frecuentemente en otros de mayor relumbrón. Nos metemos en luchas demoledoras y en el fragor de la batalla, perdemos el norte, y al acabar, puede que con unas cuantas 'tiritas', pero orgullosos de nuestro arrojo y valor, comprobamos con estupor que hemos puesto por delante lo accessorio y no hemos resuelto lo crucial.

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  2. Ahí está, la mayoría de ellos, sino todos, sólo les interesa jugar, no que les fiche un cazatalentos, ni tener masajista, ni duchas, ni nada de todo ésto. Los adultos tendemos a dejarnos cegar por el envoltorio y no por la esencia. Ahora los niños están demasiado mediatizados por la posición de sus padres y ya no hay mucha vuelta atrás. De todas formas también creo que, en este caso, voluntad de resolver el conflicto tampoco ha habido mucha.

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