viernes, 21 de octubre de 2011

829. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que se dice pronto 829. 829 nombres y apellidos, 829 proyectos definitivamente truncados en su momento, 829 familias quedaron suspendidas en ese mismo instante comenzando de nuevo un larguísimo camino hacia otra vida que ya no era la misma, marcada por el ingreso en esa macabra lista. Pero así es como siempre los vieron, como una cifra, sin rostro, como un objetivo, quitándoles la cáscara humana.

Hay más, muchos más, heridos, escoltados, mirando debajo del coche, escogiendo rutas alternativas, los que se fueron hartos de la extorsión y los que quedaron siendo extorsionados, los que hablaban en voz baja y los que defendían unos mismos ideales pero de otra forma, porque siempre hay alternativas.

Todos pagaron un alto precio, cierto es, unos más que otros, porque para 829 ese precio fue irreversible, definitivo. Nada devolverá a esos 829 lo que dejaron pendiente, ni a las 829 familias su rutina anterior, y digo, NADA, ni la venganza, ni el ojo por ojo, ni el arrepentimiento sincero o hipócrita, ni la retórica, ni la entrega de armas, ni la alegría colectiva, ni siquiera la justicia. Acabar con la vida de un ser humano es lo que tiene, es un camino sin retorno, no hay vuelta atrás, y nada de lo que suceda posteriormente devuelve lo que se perdió, o lo que se quitó.

Este es el punto de partida, tener conciencia de que no existe restitución posible, y la desgarradora dureza de este hecho hace que nos neguemos a admitirlo, exigiendo lo que es imposible, lo que sabemos que nunca se nos va a dar y por ello, justificando nuestra intransigencia para poder avanzar, como en perpetua pataleta.

829 desmanes, despropósitos y sinsentidos, que ahora puede que sí lo tengan, 829 que nos empujan a admitir la pérdida, convivir con el dolor y exigir la compensación que se merecen, que los “tibios” y los ambiguos se decidan de una vez a dar un paso al frente, sin las sombras de las “nueve milímetros”, sin cubrir sus oratorias de recursos bélicos o de confrontaciones armadas, ¡como si una guerra diera prestigio!. Que defiendan sus posiciones con ideas, argumentos, propuestas, proyectos y planes de futuro, con un lenguaje claro y moderno, adaptado a nuestra sociedad y sin anclarse en “leyendas medievales”, ni en pretendidas justificaciones genéticas, o que lo hagan como quieran pero sin perder de vista que el arma más poderosa, la que cambia el mundo, es la palabra, las otras sólo lo destruyen. La compensación de no dejarse utilizar por otros, que con motivaciones poco legítimas, insisten en fomentar el rencor, instigan a la revancha, no les conviene que la herida cicatrice limpiamente, sino que siga abierta supurando, sin dar la más mínima oportunidad, una oportunidad para 829 familias que sienten que deben seguir adelante con sus proyectos, sin perder  su memoria y en honor a ella.

Los que tienen que cumplir una condena, tendrán que hacer balance, y reflexionar ¿qué hacer con sus vidas?. Espero, sinceramente que no desaprovechen esta oportunidad, que a ellos les brinda un sistema en el que no creen (¡qué paradoja!) y que, desgraciadamente, para 829 ya no es posible.

lunes, 10 de octubre de 2011

¡Peligro, fusión a la vista!. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que confundir las palabras es confundir los conceptos, se habla de fusiones cuando son compras o anexiones de unas empresas por otras y por distintos motivos, pero es que parece que decir “me he fusionado” no causa el mismo desaliento que decir “me han comprado”, aunque la incertidumbre por el qué pasará prácticamente es la misma.

Ninguna adquisición es igual a otra y no siempre se produce porque la empresa “comprada” esté en situación financiera o comercial delicada, es más, en ciertos sectores (como en las TIC), empresas pequeñas o medianas llegadas a un volumen de negocio se hacen especialmente apetitosas para otras más grandes, o para multinacionales que quieren tener mayor presencia en nuestro país o quieren hacerse con los servicios de ciertos clientes estratégicos.

Pero para muestra un botón, que no es más que eso, un ejemplo que puede o no, ser suficientemente representativo:

Hace años recalé en una empresa mediana, bien posicionada y con buenos clientes, aunque para mí eso no era lo importante ya que se me abría un panorama profesional fascinante, lleno de retos, de aprendizajes y un largo camino por descubrir.
En estas estaba, concentrada en mi trabajo y aprovechando al máximo las oportunidades que se me brindaban, cuando un par de años más tarde nos dieron una noticia, nos habíamos fusionado con una multinacional holandesa, que ya tenía una sede aquí en España.
Al principio no sabes cómo tomártelo, ni si será para bien o para mal, pero toda la cúpula directiva en pleno salió a tranquilizarnos, porque lejos de tener que echarnos a temblar por nuestros puestos de trabajo, íbamos a disfrutar de mejores medios para poder seguir desarrollando nuestro cometido con total tranquilidad.
Porque, qué es una fusión, sino la unión de fuerzas, intereses, en condiciones similares, en las que las dos partes tienen cosas que decir, tienen voz y voto. La cosa cambia mucho cuando te enteras de que no es una fusión sino una adquisición, y por tanto el que compra manda, y tiene la potestad de imponer sus decisiones, sus métodos, y hasta su plantilla.
Pero nosotros, ilusos, estábamos encantados, ¡qué digo!, henchidos de orgullo de que se hubiesen fijado en nosotros, por eso cuando nos dijeron que vendría un Controller holandés, ya fantaseábamos con la idea de que fuese alto, rubio y guapetón….pero debimos empezar a sospechar que no iba a ser todo tan bonito cuando el que vino era un malayo cincuentón, con muy malas pulgas y más feo que un dolor.
Más feo y con más malas pulgas se puso cuando, a pesar de todos los intentos de liarle y confundirle por parte de la cúpula directiva, las cuentas no le salían y los números cantaban desafinados por mucho que se intentasen edulcorar los resultados. Los holandeses pasaron de estar frotándose las manos por el estupendo negocio que habían hecho, a llevarse estas mismas manos a la cabeza preguntándose en qué lío se habían metido.

El tan esperado encuentro de plantillas se produjo y aquello fue….desamor a primera vista, mientras nosotros pensamos que eran una panda de gañanes, tuercebotas e informáticos de segundo orden, ellos pensaron de nosotros que éramos unos pardillos, finolis, resabiados y arrogantes con los que no tenían ni para empezar, ya que ellos curtidos en mil y una compras, fusiones, adquisiciones, estaban más que bregados en estas batallas. No tuvieron ni que esforzarse en dar codazos, ni en hacerse sitio a golpes, tenían la razón (la del dinero que paga), y se limitaron a empujarnos levemente mientras que nosotros nos quedábamos patidifusos unos, encolerizados otros ante tanta insolencia, y los más, lloriqueantes por lo que se avecinaba.

Conclusión, pocos vencedores (los que vendieron a buen precio), muchos vencidos (los que compraron y no supieron que ni unos ni otros entendíamos el negocio del vecino y nos mezclaron sin más ni más para desastre general, y los que se quedaron navegando a la deriva a la espera de otra compra, esta vez, no tan “ventajosa”). Y, por supuesto, muchísimos más cadáveres, entre los que se encontró Hortensia.


lunes, 3 de octubre de 2011

Curiosidad, Interés o Cotilleo. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que ayer leyó en una entrevista que le hacían a Carolina Herrera hija que lo que menos le gustaba de este país es “la curiosidad colectiva sobre la vida de los demás”. Supongo que quiso decir, haciendo gala de una elegancia sin par, que detesta el cotilleo o a los cotillas.

En esto, si es eso lo que quiso trasmitir, no puedo reprocharle nada porque, si para los comunes, para los de “a pie”, ser objetivo de cotilleo, por parte de vecinos, conocidos o gente de paso, ya nos resulta cuanto menos molesto, para una persona conocida, el número de personas que opinan (en casi todos los casos sin saber ni conocer), se inmiscuyen, soliviantan, con afanes casi siempre insidiosos, buscando la morbosidad, la noticia escandalosa, con el único objetivo de obtener un beneficio a costa de la vida privada de los demás, crece exponencialmente, encontrándose desprotegidos y hartos de que su intimidad ande en boca de todos.
Cierto es que algunos lo buscan, casi con desesperación, porque que hablen de ellos para bien o para mal, y a falta de saber o querer hacer otra cosa para ganarse la vida, les reporta pingües beneficios, efímeros, transitorios y temporales, pero bienvenidos para salir del paso.

Sin embargo, me gustaría romper una lanza, en esto de la curiosidad patria, ya que no es lo mismo curiosidad, interés y cotilleo.

No me parece mal que las personas se interesen por sus semejantes, es más, me parece una característica que no deberíamos perder (si es que es una característica colectiva nuestra), porque qué hay más humano que no pasar de largo cuando alguien está en un apuro, por ejemplo. ¡Qué habría sido de mi, si aquel día que casi me parto un tobillo en las escaleras del metro, no hubiese habido unas cuantas personas que se interesaran por mi, me atendieran, me acompañaran y me insistieran en llevarme al hospital, a lo que yo me negué tozudamente por aquello de no llamar más la atención!.

El ser curioso ya es otro cantar, aquí la línea que separa la curiosidad y el cotilleo es más fina y depende, en gran medida, de la utilización que hagamos de la información obtenida. Hay personas a las que les gusta saber de los demás para explicarse, para comprender y para entender los comportamientos que tienen, para dotarlos del contexto adecuado y no malinterpretarlos, o porque esa otra persona les resulta atractiva e interesante y quieren saber más. Y no porque quieran aprovecharlos para hacer daño, o para criticar a sus espaldas.

¡Ay, amigo, pero otras, otras….viven para el cotilleo!, da igual que sea la portada de no sé qué revista, el tertuliano de turno, el compañero de trabajo, o el vecino del 5º, parece que su única pasión en esta vida es el corte y el despiece. Todo lo que hacen los demás es criticable, está mal, es molesto, o pecaminoso, resulta desdeñable y lo más asombroso de todo, tienen una total y absoluta falta de memoria, y con un hilo hacen una madeja.

Por eso, aunque culpable de algún que otro cotilleo esporádico (me pregunto ¿quién no?), soy firme defensora del interés por el semejante, aunque no se le conozca de nada, compañero de especie es al fin y al cabo, y será o no por deformación profesional, y  respetando los límites, soy una incombustible curiosa.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Mi amiga, Tu amigo. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que ha oído en alguna ocasión, a compañeros de especie varones hablar del particular concepto que tienen las mujeres de la amistad. Por primera vez y, sin que sirva de precedente (o sí, ya veremos), me adentraré en el mundo de los estereotipos, de las diferencias en cómo conciben ciertas cosas los hombres y las mujeres y, como no, caer en los errores de la generalización y la simplificación.
Porque seguro que de lo que digo, a todos se les ocurren unas cuantas excepciones a esta tan imperfecta regla.

Bueno, pues según estos compañeros de especie varones, las mujeres concebimos la amistad con vocación de temporalidad, pasamos de estar tremendamente unidas con otra mujer y, de pronto, por una tontada (al menos es como ellos lo definen), nos vamos al otro extremo o nos dejamos de ver casi para siempre. Otra de las cosas que parece, nos echan en cara, es que siempre tenemos roces y encontronazos.

Desde mi punto de vista, tenemos conceptos de amistad diferentes, aquí la primera generalización, ya que no todos los hombres, ni todas las mujeres nos ajustamos a los mismos clichés. Pero al hilo general, nuestros compañeros de especie varones son en esto de la amistad más superficiales, si tienen amigos de toda la vida los conocen, por supuesto, pero jamás hablan de ello. Es decir, parece que no les interesa lo que sienten, sus pensamientos más íntimos, cómo les afectan los acontecimientos y circunstancias si no es material, objetiva y tangiblemente, digo parece, ya que si es amigo verdadero les importa, pero antes se cortarían un dedo que hablar abiertamente de ello.

Frente a esto las féminas, vamos pertrechadas de pico, pala, martillo neumático y cuantas herramientas sean necesarias para entrar hasta el fondo si alguien nos interesa, hacemos auténtica minería personal, y podemos llegar a conocer de la otra, detalles tan íntimos y privados que harían sonar todas las alarmas.

Conocer tan a fondo a alguien supone saber de sus fortalezas y de sus debilidades, de sus “talones de aquiles”. Es, por lo tanto, una amistad arriesgada, ya que se expone mucho, y se tiene mucho que perder, y es ciertamente difícil que no haya ocasiones en las que puedas sentirte engañada, dolida, o decepcionada por la otra persona y viceversa.

Pero ni todas las amistades de las mujeres son tan profundas, ni todas las de los hombres son tan superficiales, aunque es más probable que dos mujeres que se conocen ahonden más que dos hombres, a los que les cuesta mucho expresar abiertamente todo lo que tenga que ver con sentimientos, emociones, sensaciones…

Lo dicho, frente al riesgo de una clase de amistad, está la seguridad de otra, pero aún así  a muchas mujeres nos gusta tener amistades seguras, y otras con profundo riesgo.

Estas últimas son las que nos llenan de verdad, a pesar del peligro (quien no arriesga no gana), son las que nos aportan luz en la oscuridad, consuelo, risas y calidez.  Porque como ya dije antes, mucho se puede perder, pero queridos colegas de especie varones, merece la pena.

jueves, 15 de septiembre de 2011

La Canicería. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que una vez oyó decir a un gerente de su organización que la empresa vendía “carne”. Casi se le saltan los ojos de las órbitas, o peor, casi quiere arrancarle los ojos al autor de semejante despropósito, porque no hay que aclarar que ni Hortensia, ni el semejante trabajaban en una carnicería.

Aunque se pudiera pensar que es un hecho aislado, me temo que no, aunque no de una manera tan brutal y grosera, algunos componentes del staff directivo siguen pensando que las empresas cuyo negocio principal es el Outsourcing, mercadean con personas, y por lo tanto me pregunto ¿qué se puede esperar de ellas y de las compañías que dirigen respecto a las políticas de Recursos Humanos?.

Durante todos estos años en distintos departamentos de selección no he dejado de invertir parte de mi tiempo en combatir esta u otras ideas parecidas:
  Los que confunden la disciplina y la responsabilidad con el autoritarismo.
  Los que no conciben que dos compañeros cooperen, sino que sólo pueden estar relacionados mediante la jerarquía (uno manda y el otro acata), y si no cada uno hace su trabajo porque es un despilfarro de dinero, tiempo y recursos.
  Los que piensan que el cumplimiento del deber sólo se realiza si hay alguien detrás que te vigila.
  Los que miden el grado de satisfacción y motivación exclusivamente por la nómina.
  Los que creen que el sobreesfuerzo es un obligación, y una esclavitud, y no algo puntual que debe hacerse con un motivo concreto, un objetivo definido y por un tiempo limitado.
  Los que opinan que cualquier trabajo, excepto el suyo, no entabla dificultad y lo puede hacer cualquiera……

Pero ya me cansé de todo esto.
Primero porque me estaba pareciendo más a un predicador que a una seleccionadora.
Segundo porque yo tampoco estoy en posesión de la verdad y, por eso, dejo resquicios para la duda.
Tercero porque no conseguí nunca nada más que enfadarme sin hacerles mover un ápice sus ideas.
Cuarto porque me estaba convirtiendo en uno de ellos, todo el día, charleta va y charleta viene, distrayéndome de mi cometido.
Y quinto, porque para que uno cambie estas ideas simplistas, dogmáticas, intransigentes y recalcitrantes, debe hacerlo desde la propia reflexión, poniéndose en la piel del otro y con cierto sosiego pensar qué hay de verdad en todo ello, y con qué matices.

Para llegar a este punto auto-reflexivo, me gustaría lanzarles unas preguntas, pero para que las respondan en la más estricta intimidad, para que sus respuestas sean sinceras y honestas no, políticamente correctas:

¿Qué representan las personas en tu organización?
¿Qué esperas de los empleados de tu empresa?
¿Qué ofreces a cambio?

Y por último, aunque no menos importante,
¿Te gustaría ser un empleado de una empresa que considerase a las personas tal y como tú las consideras, que te exigiera lo que tú exiges y te ofreciera lo que tú ofreces?

Y cuando respondan a estas preguntas quizá, sólo quizá, dejen de vender “carne” o de mercadear con personas.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Espías. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que siempre le han gustado las novelas y las películas de espías, esas tramas tan interesantes, que juegan hasta con el continuo espacio-tiempo, intrincadas, para que no consigas hasta la última palabra adivinar el final, a veces tan rocambolesco que un buen comienzo y un buen nudo queda chafado por un decepcionante desenlace.

Existe una gran variedad de espías, los primeros, como no, los más rutilantes, ésos que, un poco más y son casi súper-héroes, guapos, jóvenes, musculosos, elegantes y con un toque pícaro, entrenados en las más exigentes disciplinas físicas y psicológicas. Con un esmoquin impecable pueden hacer volatines con las piernas sin que se les mueva un hilo de la camisa. Los mismos que después de sufrir torturas inhumanas, sólo tienen un objetivo en la cabeza, salvar el código que librará a la humanidad de penalidades impensables.

Pero existen más, los secundarios, aquellos que son agentes de campo, informadores de medio pelo, contactos sospechosos, cebos, éstos, sin embargo, no cuentan con todas las habilidades de los primeros, ni con el reconocimiento de sus semejantes, ni con los favores en el arte de la seducción. A lo más que pueden aspirar es a ser héroes alternativos, porque muchos de ellos acaban sus días de manera abrupta. Son simples daños colaterales.

Y los que se dedican a tareas menos enigmáticas, aunque igual de intrigantes, los espías industriales, y aquí también hay categorías y secretos que van, desde aquellos que afectan a la salud mundial, a los que desnivelan la balanza comercial entre dos competidores.

Pero todo ello no es más que ficción, porque ¿existen de verdad los Espías?, por supuesto que sí, contestarían muchos sin dudarlo, pero yo creo que esa pregunta no se puede responder de manera categórica si no has conocido a ninguno, ¿alguien ha conocido o conoce a un Espía?, ¿alguno de vosotros, queridos lectores, es Espía?.

Yo hace muchos años, cuando era joven, escandalosamente joven e inexperta, conocí, no a uno, sino a dos, pero no supe que lo eran hasta hace muy poco. ¡Cómo iba a saberlo!, no llevaban sombrero, ni esmoquin, ni maletín, ni ningún bulto sospechoso en la americana, ni se hacían señas, ni hablaban en clave, pertenecían a un país que tiene una reina que debe ser el no va más contando chistes porque la apodan “Graciosa”. Era un matrimonio joven, extrovertido, simpático y afectuoso, de ese tipo de personas que te da gusto conocer a los que enseguida le das tu confianza y, por supuesto, Yo no era su objetivo.

En resumen, los espías existen, son reales, están entre nosotros, podemos incluso conocer alguno sin saberlo, porque lo que si hacen los espías es disfrazarse.

Desde que conocí tan terrible verdad, leo y veo las historias de espionaje con otros ojos, me resultan más cercanas, verdaderas, auténticas y mejores las que se despojan de tanta parafernalia superflua y nos hablan de los otros espías “los de andar por casa”, aquellos que pueden ser nuestros vecinos, que se camuflan entre nosotros, estas historias me resultan quizá mucho más inquietantes, debe ser que en el fondo veo más complejidad, arte e inteligencia en hacerse invisible que en destacar a toda costa.

Y además….mucho más misterioso, porque ¿Quién os dice que yo no soy una Espía?.

domingo, 21 de agosto de 2011

Código binario. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que todo empezó un buen día (o malo, según se miré), en el que encendió su portátil como siempre, y quedó congelado en el “escritorio”. Como ya estaba acostumbrada a las salidas de tono de su pequeña maletita, ejecutó sin inmutarse la solución informática de primer orden, hacer IPL, o lo que es lo mismo apagar y encender, confiando en que aquello daría resultado, pero no fue así, volvió a quedarse congelado en el mismo punto. Probó con otras opciones más avanzadas, como quitarle la batería, arrancar en modo seguro, pero nada de nada, quedaba suspendido en el mismo punto sin remisión. Estableció una “technical line” con su experto, pero tras muchos intentos parece que nada surtía efecto.

Cuando llegó el administrador del sistema, técnico provisional y queridísimo de Hortensia, se puso manos a la obra para hacer el diagnóstico preliminar y cuantificar los daños. Comando va, comando viene intentaba por todos los medios abrir el caparazón del bicho binario, que seguía dando muestras de una tozudez más propia de humanos en estado de extrema ofuscación y de animales de cuatro patas.
Hortensia se preguntaba ¿estaría malito, se habría empachado con un exceso de información? o ¿sería un mal de otro tipo, más bien una crisis de identidad, o nos estaba retando lanzando un órdago de “a ver quién puede más y quién tiene más que perder en todo esto?.

El caso es que de frente, por el lateral, por la puerta trasera, ningún acceso estaba disponible y cuando más se cerraba en banda, más crecía la tensión. De vez en cuando daba muestras de que la información estaba ahí, intacta, sin daño, pero inalcanzable para ellos, como si se regodease en su propio poder.

Y ése fue su gran error, no saber con quién se estaba jugando los cuartos, la pequeña maletita binaria acostumbrada a su pacífica usuaria que no hacía otra cosa que escribirle y leer correos, creía que todos los humanos de aquella casa eran iguales, pero no, su administrador, técnico provisional y queridísimo de Hortensia es un hombre pacífico y sosegado hasta que se le provoca, y no hay mayor provocación, mayor reto, que el que una máquina se le “ponga chulita” y más si funciona con unos y ceros.

Así que, desde ese mismo momento, se puso como único objetivo hacerle vomitar a “la máquina infernal” toda la información de una manera u otra, por las buenas o por las malas, o SÍ o SÍ. De nuevo empezó la lucha de titanes y de comandos, de dispositivos externos, de puertos USB no reconocidos. Hortensia no quería verlo, era una lucha sin cuartel.

Después de unas cuantas horas, todos agotados y de casi ya perdida la esperanza, el administrador del sistema, técnico provisional y queridísimo de Hortensia, les reunió a todos en la habitación donde se encontraba el origen de los desvelos y les comunicó que lo único que se le ocurría era que si el software no funcionaba, tendría que pasar al hardware. En pocas palabras extraer físicamente los discos duros para salvar la información, o lo que es lo mismo sacarle las vísceras al bicho binario.

Ya estaba con el destornillador en la mano cuando probó, por última vez, a intentar extraer la información, y…¡¡magia potagia!!, aquello se abrió como una florecilla inocente. Una vez descargado y salvado todo, volvió a enmudecer definitivamente.
Yo tengo una explicación que seguro que nadie comparte, la maletita, al oir la carnicería que se cernía sobre ella tuvo que decidir entre seguir con todas las consecuencias y asumir el despiece o, sin asumir la derrota total y absoluta, coger una salida honrosa que sirviese para minimizar daños.

Todos aprendieron una gran lección, los humanos a hacer copias de seguridad, la pequeña maletita binaria aprendió que el ser humano es único e imprevisible y que si le acorralas puede que la única solución que se le ocurra sea “Sacarte las tripas”.