viernes, 4 de marzo de 2011

Quiero que me escuches. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que hay veces que le gustaría gritar a los cuatro vientos esta frase, sobre todo cuando se encuentra con algunas personas que son como un muro en el que rebota todo lo que cuentas.

Nos enseñan a hablar, a leer, a escribir, pero a escuchar ¿Quién nos enseña a escuchar?.

Podríamos escuchar, si, en una conversación, no tuviésemos nada que aportar, jaja, pero ¡quién es el guapo que reconoce tal cosa! Antes de quedar al margen, preferimos soltar cualquier cosa, aunque sea una incongruencia, algo sin sentido o que no venga al caso, ya se sabe que la ignorancia es osada y atrevida.

Pero perdemos una oportunidad de oro, abrir bien nuestros pabellones auditivos que están para algo más que para llevar pendientes, aguantar las patillas de las gafas o crear cerumen, y dejarnos extasiar por las incongruencias, los sinsentidos y los “novienenalcaso” de los demás o…quizá ,para nuestra sorpresa, con cosas ingeniosas, divertidas, que nos hacen reflexionar o que nos entretienen.

Pero antes preferimos tener conversaciones del tipo “ping-pong” o “congreso de los diputados”, yo hablo, tú también, tú no me escuchas y yo a ti menos. Si transcurre pacíficamente, te vas a casa con la garganta seca, la cabeza que te estalla y sin saber nada de la otra persona, y si se discute cada participante lee su discurso, incluso tiene preparadas las réplicas, y no se saca nada en claro.

Escuchar tiene muchas ventajas, y escuchar bien, activamente, es una herramienta muy poderosa dentro del ámbito profesional.

Claro que también nos encontramos con la típica charla “tormenta de ideas”, es como esta técnica tan efectiva, pero sin orden ni concierto, todo el mundo habla, a la vez, si es posible, para que nadie se entienda.

Escuchar nos permite tomarnos nuestro tiempo para poder observar, importantísimo, si tenemos en cuenta que el 90% de la información que transmitimos es no verbal. Escuchar, en una conversación informal, nos da información sobre cómo reciben los demás nuestro mensaje, cómo nos ven, cómo reaccionan ante ciertos comentarios o circunstancias, sus opiniones, y, en definitiva, a conocer mejor a los que tenemos enfrente y por lo tanto, quizá egoístamente, a calibrar la profundidad de nuestra relación con ellos.

Pero toda esta información se pierde si nos empeñamos en el  “habla chucho que no te escucho”, que denota el desinterés más absoluto de una o de ambas partes. De hecho cuando una de ellas habla, la otra está, mentalmente, a miles de kilómetros.

O la muy típica conversación unidireccional o monólogo, también llamada “imposible meter baza”, ya que de tu garganta sólo salen extraños gorjeos y medias palabras como: clar.., es que.. pues yo.. pss…,mmm. Lo que da lugar, en muchos casos a las conversaciones a dos o más bandas o conversaciones paralelas, como me dejan con la palabra en la boca, hago un apartadillo y me dedico a hablar con el que tengo al lado, que seguramente tiene que hacer un ejercicio de escucha en estéreo y termina por mezclar lo que escucha de unas y le cuentan de otras.

Sin embargo, con un simple gesto, quedarnos calladitos alguna vez, y poner un mínimo de interés, sacaríamos muchas cosas en claro, disfrutaríamos más de la compañía de los otros y estaríamos mucho más satisfechos.

lunes, 28 de febrero de 2011

Una Leyenda Rosa. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que hoy tiene un día como si estuviese subida en una montaña rusa, pasa del enfado más supino por una chorrada, a la desidia más absoluta para enfrentarse a lo que se la viene encima. Está en esa fase en la que sus hormonas la están jugando una mala pasada, van por libre, cual jóvenes en fiesta ibicenca, desaforadas, suben y bajan sin control.
Como me decía hace unos días, ser “mujer” es un fastidio, pero dejar de serlo parece que es más fastidioso aún, y no porque se te acabe el ciclo reproductivo y, a efectos de especie, esa esencia de “hembra apetecible”, sino porque hay a mujeres que la regla las amarga cuando viene, cuando se queda y cuando se va, y una de ellas es Hortensia.

A Hortensia nunca se ha sentido especialmente discriminada, sólo por ser mujer, ni ninguneada, sólo por ser mujer, ni maltratada, sólo por ser mujer, ha pasado por todo eso, pero por otros motivos; ha tenido suerte, porque otras no son tan afortunadas. Pero ello no quita que no mire con cierto recelo ciertos estereotipos, uno de ellos es que el embarazo es una época del todo placentera y feliz, y que la maternidad te llena de gozo todos y cada uno de los días de tu vida y ya eres una mujer completa y redonda (bueno, algunas sí, porque no conseguimos quitarnos el sobrepeso del embarazo ni con agua caliente).

Esto y la leyenda urbana de que a algunas mujeres el parto no las duele (yo conozco a una, pero no creo que haya muchas, al margen de la epidural), tiñen de leyenda rosa una época de nuestra vida, y así nos damos el batacazo que nos damos, cuando nos enfrentamos a la dura realidad. Cada embarazo es único, pero el de Hortensia no lo definiría yo de idílico.

Cuando se enteró que estaba embarazada, se pasó los primeros días mirándose las bragas, por si manchaba, no fuera a malograrse aquello, obsesión común en muchas de nosotras. No te dura mucho semejante tontada, cuando tienes otras urgencias, como la de echar los higadillos por la boca nada más poner el pie en el suelo cada mañana, o decirle a tu queridísimo que cambie de aftershave porque no soportas el olor (¡qué paciencia!, con mucho cariño trata de hacerte entender que es el mismo que utiliza desde hace cuatro años). El caso es que tienes la pituitaria preparadísima para buscar trufas en el campo.

La siguiente etapa es más tranquila, todavía te ves los pies (luego desaparecen hasta el parto y sabes que los tienes porque se te hinchan y duelen), y tu estómago deja de funcionar como el ascensor del Empire State. Cierto es que la vestimenta ya es un poco rara, sobre todo si no tienes un tipazo, si te decides por las prendas sueltas, puedes parecer una mesa camilla, si, por el contrario, te enorgulleces de tus curvas, el muñeco de michelín. El caso es encontrar aquello que te siente, sin gastarte una pasta, por si acaso ya no vuelves a probar experiencia.

Y queda el tramo final, en el que todo tu cuerpo está invadido por el muchach@ (prolegómeno de lo que será después tu vida), y encima se mueve como un poses@ (y tú tan contenta, cayéndosete la baba). Todo en ti es pesado, la postura, la cadencia, el paso, el humor, la digestión, el sueño y…el sexo. Y tu queridísimo, ejerciendo el mejor papel secundario de su vida te lo hace más fácil, o debería, porque esto es cosa de dos, o ¿no?.  Es la época en la que empiezas a comerte la cabeza con el parto, el miedo a que algo salga mal, la impaciencia para ver la carita de pitiminí del intrus@, el “me va a doler”, “por favor, que me pongan la epidural cuanto antes”, ¿me enteraré que estoy de parto?.

Cuando llega el momento, aquí sí que hay experiencias miles, desde las que se les cae por el camino y no les da tiempo a llegar al hospital, a las que, como Hortensia, se tiran siete horas de parto, y sin quejarse, y sin epidural, y con un calor de muerte, y sin su queridísimo porque hay overbooking en el paritorio, y tras tres empujones bien dados (con la boquita cerrada, no como en las pelis), sale su campeona, roja como un tomate, llena de pelo y el bebé más precioso de toda la humanidad.

No termina aquí la cosa, hay más experiencias y más falsas leyendas rosas, pero eso será cuestión de otro post.

Y es que, paradojas de la vida, no es todo ni de color de rosa, ni tan terrible cuando algunas de nosotras, entre ellas Hortensia, repiten experiencia.

miércoles, 23 de febrero de 2011

La entrevista. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que ha realizado muchas entrevistas profesionales, en uno o en otro lado de la mesa, como entrevistadora y como entrevistada, y cada una es distinta, pero lo que nunca cambia es que en cada lado de esa mesa las cosas se ven de diferente manera.

Desgraciadamente para los que tenemos profesiones, con mucha menos demanda y demasiada oferta, cuando llegas a una entrevista de trabajo, pones todo de tu parte, tus expectativas, tus ilusiones y tus esperanzas, y si ya es duro no ser “escogido”, lo es más pasar un mal rato, porque te ha tocado un mequetrefe, que se cree que trabaja para la CIA y te pone en una situación incómoda, o un petulante engreído, que ni te escucha y que deja muy claro que pierde el tiempo contigo.
La mala praxis se da en todas las profesiones, no por ello deberíamos juzgar a todos por unos cuantos, ni mezclar dos conceptos diferentes: que no nos guste el resultado de un proceso de selección, porque no hayan contado con nosotros, no quiere decir que, ese proceso esté mal realizado.

Pero no siempre es el candidato el eslabón más débil de la cadena, en ciertos ámbitos laborales, por la escasez de profesionales, son los seleccionadores los que andan a la caza de un curriculum que encaje mínimamente con lo que se les está pidiendo. Aquí, es éste último el que está cual salchicha entre dos panes, el cliente que exige todo lo que se le ocurre, aunque no lo necesite (porque todavía está por ver que contrate a alguien) y el candidato al que sólo le falta pedirte que le pongas un chófer para llevarle al trabajo. Y te puedes encontrar estas situaciones:

-          Entrevistas inexistentes: después de fijar una hora, algo tardía (tú también tienes vida familiar que no concilias ni a tiros), el candidato se retrasa, ves pasar los minutos y algo te da en la nariz, no se va a presentar. Quizá ha habido un Armagedon mundial en el que los satélites han quedado inoperativos y por lo tanto no ha podido avisarte, le llamas y efectivamente su teléfono está apagado o fuera de cobertura. Te vas a casa y al día siguiente le mandas mensajes, nada, se le ha tragado la tierra.
-          Entrevistas a la carta: el candidato viene, pasa de formalidades que no vienen al caso como saludar o dejarte hablar y se centra en sus peticiones, ya que tiene mucha prisa, muchas ofertas sustanciosas y lo único que le interesa es tener una lista de qué me ofrece quién y por cuánto. Es el típico candidato mercenario que puede dejarte colgado a la mínima, ya que va de flor en flor, al que sólo le interesa progresar a base de talonario, no aprende mucho porque no le da tiempo, y no le gusta lo que hace, sólo que se lo paguen cuanto más mejor y si puede ser, cercita de su casa.
-          Entrevistas “Túnotienesniidea”: esto más que una entrevista es una conferencia en la que el candidato te lanza todos los términos técnicos que se sabe para demostrarte toda su sapiencia y, de paso, lo poquísimo que sabes tú, que para algo eres de Recursos Humanos. En cuanto le dices que has pasado, seis años en el área técnica, demuda la cara y pliega velas. Ahora ya puedes seguir con normalidad.
-          Entrevistas “No sé lo que quiero”: hay personas que están tan a gusto donde están, y no tienen pensado cambiar de trabajo, pero como tú las llamas, pues vienen a ver qué les cuentas.
-          Entrevistas de compromiso: se da en situaciones en las que el cliente ya ha pactado un cambio de proveedor, quiere conservar el mismo equipo y, propicia, con subterfugios, que las personas cambien de empresa y se queden desempeñando las mismas funciones y en el mismo sitio.

Las más frecuentes son las que transcurren dentro de los cauces normales, pero las situaciones arriba descritas ocurren. Los más son los candidatos que acuden puntuales, que son educados, que nos conceden su tiempo y el esfuerzo de venir, con naturalidad, como parte de un intercambio profesional en el que ambas partes podemos salir ganando.

Quizá hablar de los trapos sucios de nuestro trabajo no sea muy políticamente correcto, pero es la realidad para muchos profesionales de ciertos sectores laborales, y tienen que hacer malabarismos, para solventar la incomprensión de los que no entienden su trabajo, de los que no lo valoran, de los que lo consideran un paso fastidioso e innecesario, y de los que se permiten el lujo de criticarlo sin conocerlo.

jueves, 17 de febrero de 2011

Habilidades. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que le gustaría dedicarse a la formación en habilidades, pero de una manera diferente, en la que los formados, los alumnos, no se sentaran de forma pasiva a recibir la información, atentos y dispuestos a tomar notas, incluso a hacer preguntas, sino en la que éstos no sólo participaran, sino que fueran los auténticos protagonistas. El de las preguntas, intencionadas, tendría que ser el profesor, el formador, preguntas que serían la guía, para que cada alumno encontrara su camino. Es decir un descubrimiento de las habilidades que tenemos y una ayuda para poder desarrollarlas. Ésta es la formación que le gustaría impartir a Hortensia.
Pero desgraciadamente, esta formación no se imparte, al menos, no habitualmente, quizá algunos escogidos hayan tenido el privilegio de contar con ella.

A veces caemos en el error de pensar que hay cosas que, por ser seres sociales, sabemos hacer de manera innata y que, por lo tanto, no requieren ni formación, ni desarrollo, ni trabajo, ni esfuerzo para conseguirlas, por ejemplo: vender, comunicarnos eficazmente, negociar, liderar, dirigir un equipo, gestionar el tiempo, y nos lanzamos, o nos lanzan, a la aventura sin más ni más y luego nos preguntamos por qué hemos fracasado en el intento.

Y eso le pasó a un amigo mío, muchacho preparado donde los hubiese, cinco años de carrera, dos de becario y otros tantos de programador avezado. Le llegó el momento de dar un salto en su carrera, ése que todos esperamos y tememos a partes iguales.
Un tiempo atrás, cuando le propusieron hacerse cargo de un  grupo de programadores, prepararles el trabajo y  coordinarles, lo asumió, al principio temeroso de cómo saldría, pero como era un chico listo y observador, pronto se hizo con los mandos. Pero es que esto que ahora le proponían, tenía un cariz completamente distinto, cierto que ya tenía un bagaje, una experiencia a sus espaldas, aún así lo de ahora suponía: dirigir un equipo con personas de diferentes categorías, algunas tan preparadas como él, tratar con el cliente las incidencias, proyectos, guardias, recursos, etc., gestionar el cumplimiento de plazos y el seguimiento económico del proyecto.

Por eso, cuando se lo comunicaron se puso tan contento y dos segundos después, le entró una temblequera de piernas que casi pierde la verticalidad, porque claro ni formación, ni adaptación, ni aclimatación, ni tutorización, directamente, “a calzón quitado”. ¿Quién era el guapo que le decía algo al jefe, no vaya a ser que pensara que no quería, que no estaba preparado, que no era la persona adecuada?, querer, quería, y seguramente era la persona adecuada, pero todo eso no se sabe hasta que no lo haces, pero preparado no estaba, o sea que para programar te tiras 7 años formándote y para dirigir, comunicarse, negociar, controlar el tiempo y el gasto, planificar, etc., NADA?.
Si tuviera al menos, un maldito manual de instrucciones, se decía, para saber por dónde empezar.

Y entonces llegan los tumultos mentales, que si sí lo voy a poder hacer, que si no lo voy a poder hacer, qué hago, qué digo, cómo me presento, qué actitud tomo, y empiezas a cometer los primeros errores, disfrazas tu inseguridad de autosuficiencia, quieres transformarlo todo y todo al mismo tiempo, pides opinión a todo el mundo o no se la pides a nadie, haces y deshaces la misma cosa y no das tiempo a que funcione ningún plan.

Llega el momento de tomar una decisión difícil, o pides asesoramiento, y expones tus carencias, o no lo pides y te arriesgas al gran fracaso, y lo que era la gran oportunidad, se transforma en la gran pesadilla.

Todos tenemos cualidades innatas, intereses naturales, aprendemos sin querer lo que nos llama la atención y nos gusta y lo practicamos sin descanso, pero para aplicar profesionalmente las habilidades que se requieren, que son ineludibles, en ciertos puestos de gerencia o dirección, para negociar con éxito, para saber comunicarse con acierto, para liderar un equipo y gestionarlo y llevarlo hasta su punto de máxima eficacia, para equilibrar el tiempo, el coste económico y la calidad de un servicio que se ofrece, para vender y que el cliente este satisfecho y fidelizado, para todo ello, hace falta aprender, formarse, trabajar y poner todo tu empeño y motivación. Tu empresa debe asumir esa formación, ese aprendizaje, esa tutorización antes de echarte a los leones, antes de embarcarte en un nuevo proyecto, en una nueva etapa de tu vida profesional, igual que lo haría si tuviera que asesorarte técnicamente.

Mi amigo aprendió de su error y hoy en día se dedica a ayudar a otros a no cometerlo.

viernes, 11 de febrero de 2011

Anatomía de un conflicto. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que no hace falta irse a la franja de Gaza para encontrar un conflicto, los tenemos aquí, a diario, en la misma puerta de nuestra casa. A veces tan desequilibrantes, encarnizados, inquietantes, virulentos y enconados como los más famosos e internacionales, y como somos parte implicada, se nos nubla el juicio, la objetividad, la mesura, la capacidad de negociación y solo queremos salirnos con la nuestra.

He aquí que en un equipo de futbol, 12 jugadores pertenecen al barrio donde está domiciliado el club y otros 8 han venido de otros equipos del distrito, éstos últimos se apuntaron porque les prometieron jugar y entrenar en césped (en un campo concreto que nos cedía la Junta Municipal), equipaciones e instalaciones adecuadas para después de los partidos y entrenamientos.
A los otros 12, que ya llevaban tiempo en el club y lo conocían, no les prometieron nada, cuando pagaron la cuota se enteraron de que iban a tener todo eso, con lo cual se pusieron tan contentos, ya que viendo lo que habían sufrido años anteriores toda mejora les parecía estupenda. Hay que decir que el club cuenta con un campo, pero de tierra, por lo que cuando llueve aquello es “El Gran Patatal”, unos vestuarios que, ríete tú de ciertas cárceles tercermundistas, y una cantina en la que te mantienes caliente el tiempo que te dura el café en los labios.
Y como de las instituciones municipales no te puedes fiar, por lo menos de la Junta Municipal de Villa de Vallecas, y de la gestión de las “mentes pensantes del club” menos todavía, nos hemos quedado compuestos y sin novio, es decir sin poder entrenar en césped en el campo prometido.
A los 12 que ya estaban acostumbrados a semejante desbarajuste (ya conocían el club y al ayuntamiento desde hace tiempo), no les cayó por sorpresa y les dio más o menos igual, pensaron que seguirían entrenando de barro hasta las ojeras y más contentos que unas pascuas (fue bonito mientras duró, se decían entre risas), pero los otros 8 se cogieron un rebote monumental, con razón, y no pararon de dar guerra para que “las mentes pensantes”  buscaran una alternativa, y…pensaron y pensaron y la alternativa llegó, pero ¡qué alternativa!, a 7 kilómetros de casa, perdiendo 1 hora de entrenamiento, apiñados en un campo diminuto, eso sí, de césped, que era lo primordial.

Y llegó el conflicto y se lió una buena, porque, lo que para unos era la mejor de las alternativas, para los otros no era tal. Los intereses de uno y otro grupo eran, desde el principio, contrapuestos, unos estaban ya, a pesar de las condiciones penosas, por unas razones y los otros vinieron por otras bien distintas. Y todas las razones eran válidas y todas las razones eran perfectamente defendibles.
Pero el problema es que cada uno se había apuntado a un equipo diferente, aunque fuera el mismo, y entre engañifas varias, e intentos de pucherazo, no valieron ni votaciones, ni mayorías, ni nada de nada.

Cuando hay conflictos las personas nunca dejan de sorprenderte, unas para bien y otras para mal, hay quien dice que sale lo peor de nosotros mismos, yo no estoy tan segura, sale lo que nos tiene que salir, lo peor o lo mejor que llevamos dentro, dependiendo, a veces, de las circunstancias, del día, del momento, de las hormonas, de los disgustos, de las noticias, de mil cosas, y además de nuestro modo de ser y proceder, de nuestro equilibrio, nuestra seguridad en nosotros mismos, de nuestro carácter conciliador o combativo, de nuestra perspectiva, de nuestra tranquilidad interior y muy importante, del conflicto en sí.

De lo que sí estoy segura, y es terrible decirlo, porque uno se puede llevar grandes decepciones, es que a las personas se nos conoce realmente cuando afrontamos una situación “comprometida” sea ésta cual sea, cuando realmente vemos de qué pasta estamos hechos.
Decepciones ajenas y propias, éstas últimas las más difíciles de asimilar, cuando nos creemos leones y actuamos como gatitos. Pero también decepciones ajenas, que son dolorosas y desconcertantes, como la que nos hemos llevado con el entrenador, otras inesperadas, como el “Malas Noticias” que finalmente se ha destapado como alguien mohíno, grosero y maleducado cuando le llevas la contraria, ¡y yo que creía que era un tímido encantador!.

El caso es que me recorre una sensación de fracaso que no puedo quitarme de la cabeza, porque creo que hemos perdido más que ganado, cada uno defendió su postura, sus intereses y sus derechos y no hemos quedado contentos ninguno, porque lo que pretendíamos, que era tener un EQUIPO de futbol, NO lo tenemos.

lunes, 7 de febrero de 2011

Mujer Triunfadora Anónima Busca...Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que ya está bien, que ya ha soltado unos cuantos sapos que tenía dentro y que necesitaba soltar, pero que ahora le gustaría volver por sus fueros, a los post vitalistas y positivos que tanto la gustan. Le gustaría aprovechar éste para hacer un homenaje, pero le da un poco de miedo ponerse sensible porque teme traspasar la fina línea que separa la sensibilidad de la ñoñería, vosotros decidiréis y como siempre estoy “a muerte” con Hortensia, asumo toda la responsabilidad.

Hortensia tiene una amiga, que no soy yo, que para ella es la viva imagen de la mujer triunfadora, y no porque su vida haya sido una carrera meteórica hacia el éxito, cuajada de logros profesionales, poder, dinero, fiestas y oropel, sino por todo lo contrario. Nunca lo ha tenido fácil, a veces incluso diría que especialmente difícil, y de los tragos amargos que la vida te regala, ella a tenido unos cuantos, más que la mayoría. Tuvo que afrontar una infancia y una juventud plagada de tropiezos, alguno de ellos, le hicieron profundas cicatrices.

Pero Hortensia la conoció cuando ya era una mujer madura, que vino contratada a través de una ETT para una semana y se quedó 10 años y llegó a asumir la responsabilidad del departamento de selección de una multinacional, de hecho y por derecho, aunque no por título y es que hay algunos zafios e ignorantes que bastante tienen con mantenerse erguidos.

Recuerda, que durante los años que trabajaron juntas, nunca se lo pasó mejor, se reían hasta de su sombra, trabajaban como burras y protagonizaron algunas de las situaciones más absurdas de su vida profesional, como cuando su jefe se ponía una dentadura postiza que debía haber robado a Bugs Bunny, o la loca de su compañera las amenazaba, o comían encima de los rollos de papel higiénico, en el cuarto de la limpieza. Nunca se lo pasó mejor, y nunca aprendió tanto, porque si Hortensia tenía buena disposición a aprender (lo ignoraba casi todo), su amiga tenía mejor disposición para enseñar todo lo que sabía, que era mucho, sin reservas, sin cicaterías, sin miedos a perder poder por enseñar lo que sabes.

Fueron maestra y alumna, alumna y maestra indistintamente, y también tuvieron algunas broncas memorables, pero cuando hay buena voluntad, falta de malicia, respeto y ganas de superarlo, se supera todo o casi todo.

Y después de unos cuantos años, la vida laboral, volvió a unirlas, y aunque dicen que segundas partes nunca fueron buenas, ésta, en concreto, fue aún mejor que la primera, más hostil, por el ambiente reinante, pero increíble igualmente.

En el fondo, la amiga de Hortensia también ha sido muy afortunada, pero con esas cosas que no tienen etiqueta de precio de venta al público y que, por este hecho, a veces están un poco desprestigiadas.

Como ya os he dicho es una mujer en esencia vital, alegre, joven (Hortensia dice que se morirá siendo joven, aunque ya roza con las yemas de los dedos la jubilación, y eso que cada vez se la ponen un poquito más lejos), luchadora, creativa (baila, canta, escribe, todo como aficionada), “palabrotera” donde las haya, y no te permite ni medio minuto de victimismo, nada de palabras huecas y conmiseraciones piadosas. Como las personas auténticas, que merecen la pena, tiene también sus sombras, se está volviendo intransigente e inflexible en algunos puntos (en eso sí se le nota la edad).
Ahora, después de tantos años, está aprendiendo a decir “NO”, a que algunas cosas le importen un bledo, a dejar de preocuparse por todo el mundo menos por ella misma, ¿Veis?, no para  de aprender, de intentar mejorar, de crecer.

Hortensia, yo y cualquier persona con dos dedos de frente se pregunta ¿Y qué es todo esto si no el ÉXITO, el TRIUNFO? Obtener mucho, con poco de partida, buscar y construir tu propia fortuna, ser más y mejor de lo que todos esperaban, dejarte ayudar por los que están contigo, porque pedir ayuda es de inteligentes no de débiles, y aunque seas débil qué. Llorar y reir con todas tus ganas, reconocer que te equivocas tantas veces que hasta te da vergüenza contarlas.

Pero esta mujer, como tantas otras, no sale en revistas, ni en calendarios, ni en programas “rosas”, es sólo la protagonista de un anuncio por palabras: “Mujer Triunfadora Anónima Busca….Reconocimiento”.

martes, 1 de febrero de 2011

2ª Parte: La Trepa, El Caradura y El Amigote. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que éstos tres dejaban al pelota un tanto aislado, como un pacto entre “caballeros” y “señora”, no se inmiscuían en sus asuntos y él hacía lo propio.

La Trepa una mujer hecha a sí misma, nunca vio Hortensia tantas buenas cualidades juntas para tan perversos fines. Alumna aventajada de unos jefes tiranos y tramposos, la educaron, laboralmente hablando, en el fin justifica los medios, cualesquiera que éstos fueran. Y, por supuesto, ella puso el resto, a saber, los escrúpulos, perdón, la falta de ellos.
Trabajadora incansable, motivada e implicada como el que más, se hacía prácticamente imprescindible. Se ganaba la confianza de superiores y compañeros porque, mientras éstos le garantizasen algún beneficio, era leal hasta desfallecer. Cual perro de presa luchaba por su parcela laboral, porque ella era la mano derecha, la izquierda, incluso el hombro en el que llorar, el eje sobre el que se sostenía el jefe y sin el cual estaba perdido.
Mucho tuvo que agradecer en su periplo, muchos la ayudaron a promocionarse, la enseñaron los entresijos del negocio, los tecnicismos, e incluso, las malas lenguas, dicen que algunos la enseñaron a vestirse bien. Pero ella se lo merecía todo, porque todo lo daba, y se entregaba a tope y trabajaba casi sin horarios, o, al menos, eso era lo que ella pensaba, y cuando piensas que nadie te da más de lo que te mereces pues….nada tienes que agradecer a nadie.
Y eso es precisamente lo que hace, cuando los que tiene a su alrededor dejan de ser útiles a sus propósitos se hacen literalmente transparentes para ella, dejan de existir dentro de su universo, se volatilizan. Durante un tiempo, que ella estima prudencial (días, una semana como mucho), guarda las formas, pero cada vez más molesta con esos moscones que no hacen más que entretenerla de sus nuevas metas. Así engrosan la larga lista de defenestrados, jefes que dejaron de serlo, compañeros que se fueron, amigas que cayeron en desgracia. Pero ella sigue, como una luchadora, ¡qué narices, cómo lo que es, porque se lo merece, ha trabajado tanto y tanto y….tanto ha perdido en el camino!, que si no siguiera, tendría que hacerse tantas y tantas incómodas preguntas, ¿qué la quedaría? ¿quién la quedaría?.

“El Caradura”, ¡qué simpaticón es este personaje!, si además es bien parecido y atractivo en su conjunto, tenemos el fiel ejemplo del pícaro garboso, ése que cae bien allá donde vaya, siempre que no seas tú el que carga con todas sus responsabilidades, el que le soluciona todos sus “marrones”, para que luego él se lleve todos los méritos. Pobre de ti si eres inmune a sus encantos porque entonces conocerás su lado menos amable, un ego desproporcionado, una gran capacidad para complicar cualquier tipo de situación, dada su ineptitud y un carácter bastante arisco si descubres todo su montaje. Pero, como es un tipo con suerte, siempre tiene a su alrededor alguien dispuesto a facilitarle la tarea todo lo posible y de manera desinteresada.
Y éste en concreto se llevaba bastante bien con “La Trepa”, porque se complementaban. Cuando él necesitaba salir de una situación complicada, allí estaba ella, “la gran solucionadora”, así, él una vez más se libraba de trabajar y ella aumentaba su prestigio y su necesidad de ser imprescindible.

Y por último, “El Amigote”, éste era un personaje colateral en este pequeño entramado, era el amigo del jefe. Persona grosera y zafia donde las haya, aunque nadie lo diría por su aspecto externo. Se dedicaba a remolonear huyendo de sus propios quehaceres, que, por otro lado, no sabía llevar a cabo, a contar chistes, chascarrillos, cotilleos, y a hacer alusiones de dudoso gusto sobre el físico de “La Trepa”. Siempre dispuesto para hacer una pausa, tomarse un café, meterse en el despacho del “amigo”, así como dar “sabios consejos”, con actitud conciliadora, despreocupándose de sus propios subordinados. De esta manera transcurrían sus jornadas laborales. Seguramente llegaría “agotado” a su casa después de un día de intensa actividad.

Todos ellos, como dijo Hortensia en un post anterior, coincidieron en un mismo tiempo y lugar, para dicha de unos e infortunio de otros. Hoy en día, tan particular cuadrilla, se ha separado y como nocivas esporas se habrán posado en otros grupos, por tanto Hortensia os recomienda que estéis atentos, abráis bien los ojos y os cuidéis mucho.

jueves, 27 de enero de 2011

El Pelota, La Trepa, El Caradura, El Amigote y otros Indeseables. Mi amiga Hortensia dice…

1ª PARTE: EL PELOTA

Mi amiga Hortensia dice que si hay jefes tóxicos, algunos compañeros no se quedan atrás, y que todos ellos coincidan en un mismo departamento debe ser fruto de una alineación extraordinaria del Sol, las estrellas y los planetas o de la atracción irresistible que se produce entre un Director inútil, torpe, buscón y tramposo y los indeseables que pululan por cualquier organización al uso.

Y estos dos hechos se debieron producir, juntos o separados, hace un tiempo en una empresa de cuyo nombre no quiero acordarme.

El caso es que a cualquiera de ellos, en versión femenina o masculina, podemos encontrarlos sin mucha dificultad. Empecemos con el primero:

El pelota, todo un clásico, existe desde que el mundo es mundo, nace al calorcito de inseguros y vanidosos, con déficit de autoestima o de saber gestionarla adecuadamente, con poder y con ganas de ejercerlo con cierto nepotismo, y crece, se expande y evoluciona de manera asombrosa. A mi juicio, hay dos tipos bien diferenciados:

-                        El pelota patológico, necesita desesperadamente alguien a quien pelotear como el oxígeno en sus pulmones. Va más allá del mero interés laboral, personal o mercantil, es una necesidad vital. No tiene criterio propio, ni opinión. Es sumiso, entusiasta en sus halagos y busca continuamente el reconocimiento, si no llega objetivamente, aún así él lo encuentra, el más mínimo gesto o la ausencia de éste. Se monta a su alrededor una auténtica realidad paralela que dista mucho de la que se ve a simple vista. Es ladino y celoso de su relación con su objeto de culto. Su actuación es tan descarada, llama tanto la atención que resulta ridículo y patético verlos en acción.

-                          El pelota común o pelota interesado, éste tiene muy claro por qué hace lo que hace, su objetivo es trabajar poco, vivir bien, conseguir prebendas, dejar de hacer lo que no le gusta, alcanzar un estatus económico y laboral, o todo al mismo tiempo. Para ello, primero, fija su objetivo, es decir quién le va a ayudar a conseguir lo que quiere, y después afronta el cómo lo va a conseguir. Aquí la estrategia de cada pelota es diferente, tanto como pelotas hay en el mundo. Los hay más torpes y más hábiles, algunos dan en hueso y tienen que pasar rápidamente a otro objetivo, y otros tienen la suerte de encontrar un auténtico filón. Sin embargo, casi todos los pelotas tienen rasgos comunes: hacen mucho “despaching”, se pasan las horas muertas en el despacho de su jefe, hablando de lo divino y lo humano, normalmente reparten a partes iguales elogios sobre ciertas actuaciones, preguntas abiertas para permitir el autobombo del objetivo, y dejan caer alguna perlita sobre lo bien que lo hacen ellos (siempre, frente a lo mal que lo hacen los demás) y lo desaprovechados que están en la organización. (el “si a mi me dejaran…”). Tienen una auténtica habilidad para endilgar a otros las tareas que ellos no quieren hacer porque las consideran poco importantes o tediosas, por lo que suelen tener problemas con compañeros o subordinados que dejan siempre tirados en la estacada. No debe esperarse de ellos ninguna clase de apoyo en cualquier cuestión en la que el jefe (u el objeto de su peloteo) piense diferente al resto del grupo y puede ser tan mezquino como para llegar a espiar a sus propios compañeros.

En general el pelota es un tipo que, lejos de estar en peligro de extinción, florece en tiempos de crisis, y sólo la acción coordinada del resto de los miembros del grupo (no muy descarada para que no le salgan defensores), boicoteando de manera sutil todos sus intentos de escaqueo, puede neutralizarlo. Dejarles en evidencia es más difícil, porque el mismo objeto de peloteo se resiste a perder al pelota, pero puede moderarse su influencia haciendo que el resto tengan una vida un poco más fácil.


viernes, 21 de enero de 2011

Terribles Decisiones. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que si tenéis hijos adolescentes, tarde o temprano os encontraréis en esta tesitura, la de las terribles decisiones escolares.
Es algo que Hortensia conoce bien, ya que ella ya tuvo que hacerlas en su día, ¿Ciencias o Letras? ¿Mixtas o Puras?. Por descarte, como muchas de las decisiones que tomamos en nuestra vida, sobre todo a esas edades y sin tener muy claro cuál va a ser nuestro futuro , eligió Letras Puras, dejando las Matemáticas aparcadas. Cuando se enfrentó a otra gran decisión, qué carrera escoger, lo tuvo mucho más claro, Psicología, y aquí se encontró con una ingrata sorpresa, a saber: 1 año de Matemáticas, 2 de Estadística, Biología, Fisiología y Neuropsicología. Pero con empeño, esfuerzo y muchísima motivación superó los escollos, algunos incluso con nota.

Hortensia se encuentra con que uno de sus vástagos quiere seguir sus pasos, nunca lo hubiera imaginado y es que, los hijos nunca paran de sorprenderte. Y aquí estamos a punto de tomar una decisión importante de la vida.

Como la educación pública, en eso funciona muy bien, pues en el instituto de la hija de Hortensia ya les están preparando para tomarla. Cada vez que tienen tutoría, aprovechan para sondearles sobre qué es lo que van a hacer, si seguirán o no estudiando y si es así, qué bachillerato escogerán.
La tutora de la hija de Hortensia es su profesora de Física y Química, una mujer muy próxima a los chicos, que les impone bastante disciplina, pero que les deja expresarse y les escucha, y a la que tienen en bastante estima. Pero, en este tema de la terrible elección, creo que ha patinado y se ha dejado llevar por un entusiasmo mal entendido y por un concepto de la vida, del éxito profesional y del aprendizaje un poco maniqueo.
La tutora, firme defensora del bachillerato de ciencias (como no podía ser de otra manera), se dedicó a hacer apología del mismo con un ardor y pasión propios de tan importante tema, por lo que esperaba que después de tan encendido y entusiasta discurso todos, sin excepción, escogieran con los ojos cerrados la opción que ella defendía. Cuál fue su sorpresa cuando se encontró que había varios díscolos, entre ellos, la hija de Hortensia, que preferían escoger otras opciones (Humanidades, Ciencias Sociales, etc.), las cuáles eran, según ella, una bonita forma de hundirse la vida. Cuanto más insistía la tutora, más se pertrechaba “el grupo rebelde” en sus posiciones iniciales, y ante la imposibilidad de convencerlos, los dejó por imposible. Aún así, les dijo que explicasen todo esto a los padres, sobre todo a las madres, que como la mayoría era de Humanidades, necesitaban que se lo explicasen muy claramente y con todo detalle.

¡¡Pobre Hortensia, más hundida que el Titanic, y sin saberlo!!, no sólo tenía que afrontar que su vida había sido un completo y absoluto fracaso, si no que además tenía dificultades de comprensión y entendimiento. ¿De qué habían servido 4 años de bachillerato, 5 años de carrera y más de 12 de profesión?, de nada, solo había sido un mero espejismo, y todo, por una pésima decisión juvenil.
Sólo se le ocurría una solución, poner a funcionar el “giroscopio temporal”, hacer retroceder el tiempo hasta los 15 años y entonces escoger, pero esta vez, escoger bien, con tino, con conocimiento de causa, con mentalidad de triunfadora, no sólo para conseguir una vida llena, más bien plagadita, de éxitos profesionales, con una profesión de futuro, sin altibajos, sin crisis, siempre hacia arriba, “hasta el infinito y más allá”, si no también, para lograr un funcionamiento cerebral más o menos decente que le permitiera entender ciertas complejidades.

Hortensia, lejos de ofenderse, se sonríe, ella es así y aunque opina que la tutora de su hija ha estado bastante torpe afrontando este cometido suyo, sigue apostando por ella y en el balance final, le parece “una buena tipa”, siempre que no se entusiasme demasiado y en el fragor, pierda las formas, los papeles y el sentido del ridículo.

Y espera que no vierta estas opiniones tan controvertidas delante de sus compañeros de claustro, sobre todo de los que imparten Historia, Literatura, Lengua, Arte, Latín, Griego y otras que tanto aportan al ser humano y que le hacen grande y especial, porque a lo mejor, o a lo peor, no se lo toman tan bien como Hortensia.

martes, 18 de enero de 2011

Mis Jefes Tóxicos. Mi amiga Hortensia dice...

Tras unos problemillas de salud, vuelve Hotensia, más renovada que nunca, y se quiere acordar de Lourdes, Leo, Pedro, Manolo, Enrique y de alguno más que tanto le enseñaron y que, afortunadamente para ella no se incluyen en ninguna de las categorías abajo descritas.

Mi amiga Hortensia dice que no es su intención hacer una clasificación exhaustiva de jefes tóxicos, simplemente se ha topado con algunos especímenes dignos de los mejores documentales de la 2.
Parece que vamos entendiendo que ser buen jefe no es tarea baladí, que se necesita cierta materia prima, o por lo menos voluntad, intención, formación, capacidad de mejora, porque ser jefe, en sí mismo, es un trabajo, no un título. Es, en muchos casos, la piedra angular, lo que establece la diferencia entre el buen funcionamiento y el excelente, en el mejor de los casos, y en el peor, aquel, del fiasco más absoluto.

Y ésta es la clasificación de Hortensia…

El primero, “El coleguita”, el que va de moderno y enrollado, abierto a sugerencias, le encanta decir “todos somos iguales”, pero esconde una terrible verdad, o varias, que descubres en las primeras reuniones, se asienta sobre dos pilares y los dos exactamente igual de peligrosos, no tiene escrúpulos y se apropia de cualquier idea que le haga ganar puntos ante sus superiores. No va nunca de frente, para este tipo nunca hay intencionalidad de hacer daño (son todo imaginaciones tuyas), ¡con lo majo que es y lo poco que le aprecias!.  El que yo conozco, además le encanta hacer alusiones de lo más grosero a toda mujer con la que se cruza por el pasillo.

“El desequilibrado” ,bastante tiene con aguantarse a sí mismo, así que no le pidamos que dirija un equipo, que saque adelante un proyecto, que tome decisiones coherentes, que permita el desarrollo profesional de los componentes de su grupo. Son personas con serios conflictos personales, son imprevisibles, caóticas en sus actuaciones y, por tanto provocan una fortísima tensión laboral. Suerte tendrás si pasa una temporadita medicado.

“El abúlico”,se deja llevar, toma las decisiones estrictamente imprescindibles, si hay alguna que considere así, puedes hacer millones de sugerencias o propuestas pero no se decidirá por ninguna de ellas, a todas las encuentra su “pero”, y entre “dimes y diretes”, se hace poco y mal. Si tiene la suerte de dar con un grupo que funciona prácticamente solo, todos vivirán estupendamente, manteniéndole informado, para guardar las apariencias, y perfectamente neutralizado.

“El payasete”, es una variedad del abúlico, pero más divertido, su única misión es dar conversación, animar el cotarro, contar algún chistecillo que otro y poco más. Si quieres contar con él para algo importante, olvídate, dáselo resuelto y tira millas.

“El despiadado”, también llamado “capataz”, recién salido de una plantación de algodón esclavista, con látigo incluido, es autoritario y agresivo, todo gira entorno al “ordeno y mando”, y suele rodearse de una cohorte de sumisos seguidores que ejecutan sin rechistar cualquiera de sus órdenes, si estás dentro de su círculo de confianza te beneficias de algún que otro trato de favor, si no, estás literalmente jodido.

Y por último, “El psicópata”, con diferencia el más tóxico de todos, porque aunque, aparentemente se parece mucho al despiadado , le diferencia algo que le hace tremendamente peligroso, no empatiza con nadie ni siente remordimientos, es decir, se relaciona con las personas como si fuesen objetos. Sigue su propio código de comportamiento, cuando quiere conseguir algo, lo consigue, aunque para ello tenga que establecer un auténtico cortejo, y después, una vez conseguido, pasa a otra cosa. Se propone unos objetivos que tiene que cumplir y los medios que utilice son indiferentes (buenos o malos, cortejando o humillando, sobornando o insultando), da igual, tú NO eres una persona. Pero siempre, siempre, el que sufre un jefe así, paga un precio, lamentablemente.

Algunos de dichos especímenes son más dañinos que otros, pero todos provocan malestar, desconfianza, enfrentamientos, celos profesionales, competitividad malsana, apatía, estrés, ansiedad…la lista es interminable tanto como el mal que pueden llegar a provocar. Y es paradójico lo poco que importa a las organizaciones en las que están, a tenor de las escasas o nulas medidas que se toman al respecto, es más, siempre es el MAL MENOR.