Mi amiga Hortensia dice que ha oído en alguna ocasión, a compañeros de especie varones hablar del particular concepto que tienen las mujeres de la amistad. Por primera vez y, sin que sirva de precedente (o sí, ya veremos), me adentraré en el mundo de los estereotipos, de las diferencias en cómo conciben ciertas cosas los hombres y las mujeres y, como no, caer en los errores de la generalización y la simplificación.
Porque seguro que de lo que digo, a todos se les ocurren unas cuantas excepciones a esta tan imperfecta regla.
Bueno, pues según estos compañeros de especie varones, las mujeres concebimos la amistad con vocación de temporalidad, pasamos de estar tremendamente unidas con otra mujer y, de pronto, por una tontada (al menos es como ellos lo definen), nos vamos al otro extremo o nos dejamos de ver casi para siempre. Otra de las cosas que parece, nos echan en cara, es que siempre tenemos roces y encontronazos.
Desde mi punto de vista, tenemos conceptos de amistad diferentes, aquí la primera generalización, ya que no todos los hombres, ni todas las mujeres nos ajustamos a los mismos clichés. Pero al hilo general, nuestros compañeros de especie varones son en esto de la amistad más superficiales, si tienen amigos de toda la vida los conocen, por supuesto, pero jamás hablan de ello. Es decir, parece que no les interesa lo que sienten, sus pensamientos más íntimos, cómo les afectan los acontecimientos y circunstancias si no es material, objetiva y tangiblemente, digo parece, ya que si es amigo verdadero les importa, pero antes se cortarían un dedo que hablar abiertamente de ello.
Frente a esto las féminas, vamos pertrechadas de pico, pala, martillo neumático y cuantas herramientas sean necesarias para entrar hasta el fondo si alguien nos interesa, hacemos auténtica minería personal, y podemos llegar a conocer de la otra, detalles tan íntimos y privados que harían sonar todas las alarmas.
Conocer tan a fondo a alguien supone saber de sus fortalezas y de sus debilidades, de sus “talones de aquiles”. Es, por lo tanto, una amistad arriesgada, ya que se expone mucho, y se tiene mucho que perder, y es ciertamente difícil que no haya ocasiones en las que puedas sentirte engañada, dolida, o decepcionada por la otra persona y viceversa.
Pero ni todas las amistades de las mujeres son tan profundas, ni todas las de los hombres son tan superficiales, aunque es más probable que dos mujeres que se conocen ahonden más que dos hombres, a los que les cuesta mucho expresar abiertamente todo lo que tenga que ver con sentimientos, emociones, sensaciones…
Lo dicho, frente al riesgo de una clase de amistad, está la seguridad de otra, pero aún así a muchas mujeres nos gusta tener amistades seguras, y otras con profundo riesgo.
Estas últimas son las que nos llenan de verdad, a pesar del peligro (quien no arriesga no gana), son las que nos aportan luz en la oscuridad, consuelo, risas y calidez. Porque como ya dije antes, mucho se puede perder, pero queridos colegas de especie varones, merece la pena.