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lunes, 7 de mayo de 2012

Cómo ser Asertiva. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que los toros se ven muy bien desde la barrera, al igual que el fútbol desde la grada.

Los problemas de otros los vemos con claridad meridiana, como la solución a los mismos. Con un poquito de aquí y de allá, deshacer de un sitio, y poner en otro, decir esto o aquello, casi sin sentir, hemos dado con el remedio inmejorable al dilema que se nos ha planteado, y acometemos sin despeinarnos el siguiente paso, hacer partícipe al atribulado que tenemos enfrente de la salida que resolverá tan terrible papeleta. Pero es que, aunque esto sea así, aunque la solución sea en sí misma correcta, incumple la única condición que la hace perfecta, NO es la SUYA.

Nosotros en nuestro impecable análisis de la situación la hemos desvirtuado, porque la hemos quitado las emociones que están implicadas, los miedos para abordarla, las zancadillas que cada cual se pone, las limitaciones, convirtiendo un problema en una situación a la que sigue un comportamiento. Y esto es un camino que debe recorrer uno mismo, con ayuda, sí, pero sin que nadie te de la solución, porque esa, sólo la tienes tú.

Pero…¡qué bien se ven los toros desde la barrera y el fútbol desde la grada! y qué bien que las palabras lo aguanten todo, porque pasar a la acción y ser consecuente ya es más difícil.

Ahí estaba yo, delante de mi amiga diciéndole (sin despeinarme) lo poco asertiva que era, que su problema era que no sabía decir “no”.

Vaya que si sabe, no tiene ningún impedimento de dicción, ni de vocabulario, ni le pasa nada a su lengua, ni a su centro cerebral del lenguaje, lo que pasa es que decir “no” nos sugiere consecuencias y esas, no siempre estamos dispuestos a asumirlas.

Mi amiga será por su “problema” de asertividad o porque tiene una paciencia admirable aguanta la disertación, aunque poniendo todas las trabas posibles, todos los “peros” que se le ocurren. Una manera sutil de decir “no”, esa no es la vía, no es la manera en la que yo necesito que me ayudes.

Tomo nota.

 Voy más allá, ¡quién soy yo para dar lecciones de asertividad!, ¡yo, que llevo semanas incómoda por una situación al no saber decir “NO” a tiempo!. Porque he confundido el decir “No, gracias”, con falta de cortesía, con falta de educación, he preferido el silencio, un silencio que, en este caso, no otorga (no siempre los refranes tienen razón).

Es preferible decir “Te lo agradezco, pero no” o “Esto es lo que quiero”, antes que guardar silencio, o dejar pasar los días ya que el tiempo, por sí solo, no hace lo que sólo a ti te corresponde: decir en cada caso lo que tengas que decir, sin agresividad, sin culpa y sin rabia, pero dejando claro que el único experto en TU vida eres TÚ mismo.


Aún así ¡qué bien se ven los toros desde la barrera, el fútbol desde la grada y qué bien aguantan las palabras todo lo que le echen!, porque ahora lo difícil está en llevarlo a la práctica.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Especies protegidas. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que existen muchas especies en peligro de extinción, casi todas ellas animales, aunque hay algunas que son humanas.

Pequeños especímenes que están al borde de la desaparición, que han ido escaseando desde que el mundo es mundo hasta convertirse en raros, difíciles de encontrar en estado salvaje, en su hábitat y que han requerido, por parte de algunos intrépidos, medidas extraordinarias como la cría en cautividad para su posterior reinserción en su entorno natural. Seguro que a todos se nos ocurren unas cuantas, pero yo quisiera poner el foco en dos de ellas.

Los escuchadores es una de las especies que más peligro corren hoy en día. Su población fue disminuyendo conforme el entorno fue infravalorando la atención al otro y el aprendizaje, poniendo en un pedestal el egocentrismo más recalcitrante. Ahora mismo, existen granjas en las que se enseña a personas con ciertas cualidades, a escuchar, lo cual supone, en muchos casos, un desaprendizaje previo, limar muchos malos hábitos, para sentar las bases sólidas de lo que serán los grandes escuchadores del futuro. Algunos de ellos se dedican profesionalmente a ello y, además, enseñan los rudimentos a otros humanos, concienciados de la necesidad de no perder tan ancestral habilidad.

Pero los que más me interesan a mí, son los que están en estado salvaje, por ser los más infrecuentes. Pasan desapercibidos, ya que sus cualidades, a veces extraordinarias, no están de moda. Yo, que soy una mujer con suerte, conozco a uno, es más, tengo el honor de tenerlo bastante cerca y no os podéis ni imaginar lo que supone ser escuchado por un excelente escuchador: cómo despliega naturalmente sus dotes, se centra en ti, puesto que no le interesa contarte su experiencia al respecto, ni darte consejos, que seguro tú no le has pedido, te incita a seguir, te hace preguntas pertinentes que siguen tu ritmo o que te plantean otra mirada. Y todo ello, sin necesidad de sacar la tarjeta de crédito que últimamente está algo escuálida. Miedo me da preguntarle cómo lo hace, no vaya a ser que se sienta amenazado y se esconda en un paraje de difícil acceso, hay mucho cazador furtivo suelto por el mundo, por eso mantendré su identidad en el anonimato.

La otra especie amenazada es Los Oradores, que no hay que confundir con los charlatanes, verborreicos, vomitadores del lenguaje, manipuladores y adoctrinadores de distinto pelaje. Ellos no te seducen, o te engañan con triquiñuelas lingüísticas, sencillamente te fascinan con su conversación, te animan, te hacen reír, te conmueven, te conciencian o te sosiegan.
Y, como la suerte sigue acompañándome, también conozco uno en estado natural. Cuando le escucho es como si me sentara en una mecedora y me balanceara a un ritmo cadencioso, nunca soporífero, nunca me aburre su convencional cotidianeidad, me pierdo en los detalles, en su cadencia, en su tono, en su olor, en ese breve tacto de su mano y podrían pasar horas, y horas estaría escuchando, no sé si como una gran escuchadora, pero sí como una oyente entregada.

Este lunes, el destino casi hace un milagro, que estos dos individuos representantes de esas especies en peligro de extinción se encontrasen cara a cara. Por escasos minutos no sucedió, y ambos tomaron caminos opuestos. Una lástima, porque podría haber sido una experiencia única que creo nunca se repetirá delante de mis ojos.
Sin embargo esto me ha hecho tomar conciencia de la importancia de proteger a cuanto individuo de estas especies encuentre a mi paso, valorar a las dos joyas que tengo la fortuna de conocer y hacerlas valer delante de otros (cuidándome de los furtivos).

Mientras, entraré en alguna de las granjas de cría en cautividad para adquirir las habilidades básicas, aquellas que más encajen con mis dotes naturales. Pasado un tiempo, lo mismo formo parte de una, pequeña pero creciente, población de individuos pertenecientes a una especie protegida.

lunes, 23 de abril de 2012

2012, El año del fin del mundo. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que por lo que cuentan, éste es el año del fin del mundo, según el calendario maya, azteca o Pirelli, no recuerdo cuál de ellos.

No sé si finalizará el mundo este año, pero lo cierto es que las cosas están algo revueltas.

Mi prima, ésa que saltó a la fama mundial por ser intrépida y arriesgada, está desquiciada del todo, necesita medicación porque está empeñada en dispararse, no en el pie como otros (este niño siempre dando problemas), sino directamente en la cabeza, volándose la poca sesera que le queda. Y es que últimamente, lo de disparar, se está poniendo de moda en este país, que se lo digan al abuelo del niño, que para alejarse de este ambiente deprimente y distraerse de las tremendas preocupaciones que no le dejan dormir (propias y ajenas), se ha ido a disparar a unos animalicos con trompa. A lo mejor, cuando el dinero vuelva a fluir, el INEM empieza a proponer safaris para los desempleados, para aliviar tensiones.
Pero ¡ea!, ya se disculpó, así que asunto zanjado.

Aquí cada uno hace lo que puede, pone su granito de arena, para liar más la madeja o para ser más extravagante. Algunos de los políticos, según les dieron la cartera ministerial, se les aflojó un tornillo, perdieron neuronas o, simplemente, se quitaron la careta y nos dejaron ver su imagen real.

Está aquel que, después de dejar uno de los mayores pufos de la historia en el Ayuntamiento de Madrid, ahora ha tomado por misión la creación del Carnet de Mujer por Puntos. Si eres madre, más puntos, si quieres ser madre, más puntos, si quieres ser madre y “no te dejan”, más puntos y solidaridad, pero amiga, si no eres madre y encima no quieres, entonces, pierdes un montón, y ya si, por circunstancias, has abortado, directa a los cursos de reciclaje de “Cómo ser una buena Mujer”, porque los has perdido todos, todos y todos. Lo que se ha guardado de decir es que por muchos puntos que tengas, ayuda real sigues sin tener.

Y también está su compañero en el Consejo de Ministros que trata de justificar el aumento de alumnos por aula (pública, claro), argumentando que a nuestros niños les vendrá bien como instrumento de socialización. Esta medida ha sido tan valorada por pedagogos y educadores, aunque contravenía las últimas tendencias e investigaciones, que incluso los colegios privados más elitistas, las academias de postín, los centros  dedicados a la enseñanza altamente especializada y todas las escuelas de prestigio están considerando adoptar dicha medida inmediatamente, aumentando el número de alumnos en sus aulas y ofrecerlo como criterio de valor en su oferta formativa. Y yo le propongo al ministro que, puestos a aumentar nuestra socialización (como país debemos ser uno de los “peores” socializados de Europa), por qué no damos clase en los teatros, o mejor en los campos de fútbol, así sólo necesitaríamos un profesor con un megáfono.

Pero nuestros políticos no son los únicos que se crecen ante las adversidades, nada más cruzar el charco, tenemos a La Gran Viudita, que encarna a la mujer que renace de sus cenizas, que después de ser vapuleada por la vida perdiendo al marido y operada de urgencia, se ha echado a la espalda a todo un país para llevarlo de nuevo a las más altas cotas de orgullo patrio. Primero, reclamando Las Malvinas (pero estos británicos son duros de pelar y si no que nos lo digan a nosotros), y luego nacionalizando una empresa de hidrocarburos. Y mientras ensalza la honra de nación, digo yo, que algo desviará la atención sobre los problemas reales que tiene y el desconocimiento sobre la solución a los mismos.
Pero esto de la nacionalización nos ha tocado de lleno a nosotros, que, por otra parte no estamos para tirar cohetes, ni se nos ha puesto a tiro ningún Islote Perejil, así que supongo que el Gobierno va a contraatacar y me temo que con la única arma que tiene a su alcance….Nacionalizar a Messi, a ver cómo se les queda el cuerpo cuando no pueda volver a jugar en la Albi-celeste de nuevo, si acaso en la Roja y con permiso de Del Bosque.

Entre las insensateces de unos, los desmanes de otros y las ineptitudes del resto el mundo no sé si se acabará, pero lo que parece más probable es que acabemos volviéndonos todos locos. 

lunes, 16 de abril de 2012

¿Qué pasa con mis palabras?. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que tiene una amiga, que no soy yo, que el otro día le envió unos videos de una psicóloga chilena llamada Pilar Sordo que os recomienda encarecidamente.

Según esta psicóloga los hombres tienen diez mil palabras y las mujeres veinticinco mil, las cuales utilizan de distinta manera. Así como los hombres se dedican a emplearlas casi todas fuera de las fronteras de sus relaciones maritales, personales, es decir fuera de su entorno doméstico, las mujeres, en cambio, utilizan la mayoría dentro de él, y de aquí viene, entre otros, unos de los mayores motivos de frustración de unas y de desconcierto de otros.

O sea que los hombres hablan….pero fuera de casa, es bueno saberlo, me quedo más tranquila, pues ya empezaba a pensar que podrían ser presa de alguna extraña involución perniciosa que les privase de la habilidad comunicativa.

Pero siempre voy un paso más allá y me voy a comparar las grandes cifras, los grandes estudios, la generalidad de los valores estadísticos, con la particularidad de mi hogar, con la idiosincrasia de las personas que habitamos estas cuatro paredes que llamo “MI CASA”.

Empiezo por mi queridísimo, y digo: “¡Bingo!, esta mujer ha dado en el clavo”. Gastó sus diez mil palabras en la oficina y no se ha dejado ni una para casa, suerte que yo no soy muy charlatana, aún así tendré que hacerle ver las ventajas de administrarse bien los recursos, sobre todo cuando son escasos. Y luego pienso, algún defecto tendría que tener.

El otro hombre de la casa, ése, es otro cantar, seguro que se hizo con las diez mil de otro muchacho despistado, o de uno que no quería las suyas para nada, y ha atesorado más de las que le corresponden, o eso, o es que no gasta nada en el colegio, ya que te suelta las diez mil que tiene a bocajarro en cuanto llega a casa. No hay manera de meter baza en ningún momento del día…ni de la noche porque habla en sueños.

Y mi hija, atesora sus veinticinco mil como una avara, para ella sólo existe una manera de utilizarlas, por teléfono con sus amigas. En esto sus padres, es decir nosotros, estuvimos finos, por una vez, y tuvimos la precaución de contratar una tarifa plana telefónica para no acabar teniendo que poner un candado.

Y yo ¿qué hago con mis veinticinco mil?, si mi pequeño no me deja insertar ni una frase, mi hija es muda, solo conversa cuando tiene un auricular en la mano y mi queridísimo es un manirroto lingüístico, ¡¡¿qué me queda?!!

Hasta hace unos meses las guardaba en un bote, a buen recaudo para que mi hijo no las encontrase (¡¡¡sólo me faltaba!!!), luego me dedique a salir y cultivar amistades, pero (¡maldita sea mi suerte!) me volví a encontrar con gastadoras compulsivas de palabras, después las puse negro sobre blanco, en papel digital para que todo el que quisiese las “escuchase”, pero no es lo mismo escribirlas que decirlas.

Así que he decidido que se acabó, voy a proponer el PEP (Plan Económico de Palabras), para que cada uno de los miembros de este ilustre hogar tenga una cuota, unos subiendo sus emisiones y otro (el pobre niño) adecuando las suyas para que nos de tiempo a todos a emplear las nuestras, y repartirlas de manera que todos nos sintamos más satisfechos.

Y ahora que lo pienso ¿Qué he hecho yo con el bote de mis palabras?

lunes, 9 de abril de 2012

¿Qué hago con mi queja?. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que si Descartes hubiese vivido hoy en día no escribiría eso de Cogito ergo sum, o lo que es lo mismo, Pienso luego existo, más bien habría escrito algo parecido a esto, Me quejo luego existo (disculpad que no lo ponga en latín ya que lo tengo un poco oxidado).
La queja es el deporte nacional, o el internacional (aunque no sé si es algo que traspasa nuestras fronteras), y cuanto más improductiva mejor.

Hace unas semanas dos señoras en el autobús iban hablando de cuánto tiempo hacían que no salían juntas, a lo que una de ellas respondió: “si es que no puedo moverme de casa, con el dichoso perro….” Acto seguido empezó a bombardearle a su amiga con un repertorio de quejas sobre todo el trabajo, dinero y molestias generadas por el animalico, que era un amor de can, pero que entre las enfermedades, la comida que tragaba, y que no les permitía disponer de su tiempo libre, ni irse de vacaciones donde querían porque no admitían perros de semejante envergadura, su vida, en definitiva, se resumía a una monótona y aburrida rutina. Y para rematar la perorata culminó con un “¡¡quién me mandaría a mí regalarle un perro a mi hijo!!”.

Su amiga…y yo, pero a mí no me preguntaron, lo tuvo claro en ese mismo instante: “Dile a tu hijo (un joven ya hecho y derecho) que se encargue del perro”, a lo cual la quejosa mujer le respondió: “Ya, pero no es tan fácil, porque a mi lo que me gustaría es no tener que pedírselo, sino que saliera de él”.

Entonces me imaginé por un momento cómo podrían haber sucedido las cosas en esa familia. Después de que el niño estuviera dando la paliza durante días, semanas o meses a sus tiernos progenitores lanzándoles mensajes machacones cual tortura china, como “cómprame un perro” o “todos mis amigos tiene perro” o “a Daniel sus padres le han regalado un perro por su cumpleaños” , papá y mamá, a punto de cortarse las venas, le compraron el perro al niño, eso sí sin mirar mucho la raza del susodicho animal, y sin tener en cuenta que algún día crecería y se convertiría en el mastodonte que hoy día era.

Jamás el niño se responsabilizó del cuidado del perro, a las pruebas me remito, ni de hacerse cargo de su custodia cuando creció, el niño, no el perro, porque por lo que seguía contando la madre a la amiga, el muchacho viajaba por todo el mundo y disfrutaba de la vida que era un primor, mientras que los padres se hacían cargo del perrazo como si fuese ya una más de sus infinitas responsabilidades y tareas.

La madre abducida por un pensamiento mágico tan grande como ella (o el perro), piensa en este instante, de camino a su casa en el autobús, que por arte de birli birloque  su hijo, al que no le han enseñado a hacerse responsable de su mascota, sea ahora responsable de ella y, sin saberlo él, se le encienda una luz en su cabeza que le advierta de que debe quedarse con él mientras sus padres disfrutan de unas merecidas vacaciones y todo esto sin que medie ni una sola palabra.

Lástima que no sepa dónde vive esta mujer, porque si consigue esto, puedo asegurar que tiene algún poder paranormal que le permite poner pensamientos en la cabeza de otros con su sola fuerza de voluntad.
La buena señora ni está dispuesta a poner encima de la mesa la situación que provoca su queja, ni a pedir a su hijo que se haga cargo de dicha situación a partir de ahora, por lo que sigue quejándose infructuosamente, sin hacer nada para cambiarlo.

Cada día, nos quejamos por cosas que no estamos dispuestos a cambiar, porque no nos merece la pena, porque tenemos miedo, porque nos compensa de alguna manera ya que ser víctima tiene sus beneficios, porque no sabemos, porque es un mal hábito que hemos aprendido, porque estar satisfechos puede confundirse con ser conformistas. Sin embargo, la queja constante pasa tarde o temprano su factura, nos aleja cada vez un poco más de los demás, de todos, incluso de los que más queremos.

Así que volvamos de nuevo al principio, a Descartes y revisemos de nuevo su frase, porque si hubiese vivido en esta época, probablemente habría escrito algo más parecido a Me quejo luego cambio.

lunes, 2 de abril de 2012

Reality. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que un día llegó a este país algo llamado culebrón, un serial que nosotros teníamos en la radio, pero en formato televisivo con acentos sabrosos, con nombres compuestos y con tramas que eran tan evidentes desde el principio que se adivinaba el final, pero con nudos tan intrincados como los de los buenos marineros…y los españolitos, nos enganchamos a ellos con pasión.

Unos años más tarde nos sorprendió otro formato, el reality, y esto sí que era una auténtica revolución en nuestras vidas, ya que se trataba de fisgar sin pudor a otros en su devenir diario, siguiendo sus pasos minuto a minuto, vidas cotidianas o vidas aisladas en un ambiente de pseudo-laboratorio. Se sustituyó el vaso en la pared, y la creatividad de imaginarse qué es lo que estaba pasando en casa del vecino, por la patente realidad de las miserias humanas, y esto siendo testigo, millones de hogares en todo el país. ¡Vaya, un exitazo de la cadena!. Y se crearon nuevos dioses, tan imperfectos como el resto de los mortales, si cabe, más imperfectos que el más imperfecto de los mortales, ya que cuanto más zafios, groseros, ignorantes, maleducados, grotescos y escandalosos eran, más valían como dioses de este universo tan “real” como la vida misma.

Renovarse o morir, los realities, también han ido cambiando con el tiempo, hemos pasado de una realidad de laboratorio en la que surgen de manera casi natural toda clase de percances, a un amaño, metiendo individuos con consignas muy específicas sobre cómo deben comportarse. O aquellos que se nutren de los famosillos con falta de “cash” para que se saquen los ojos o se envuelvan en escarceos amorosos, así sus parejas, fuera, tienen que ir a las tertulias post-capítulo para ser vilipendiados por tertulianos, que, a su vez, han salido de otros realities. En definitiva, un negocio redondo, porque se nutre así mismo de carnaza ininterrumpidamente.

Y luego están los talent-show, que son realities, pero en los que los participantes tienen que desarrollar una habilidad: cantar, bailar, pero sin despistarse, entre gala y gala, de los momentos de casa, cama, riñas, ducha…

En estos programas, los americanos, quiero decir, los estadounidenses, nos llevan una gran ventaja, ellos tienen mil y una variedad: los que transforman a una persona en otra bien distinta, tras varias operaciones de cirugía, visitas al dentista, maquillaje, peluquería, guardarropa; los que acuden a la llamada de un negocio que está en las últimas para que un experto lo levante.
Hay aquí dos que me “encantan”, el de la peluquera que parece una policía de la antigua Alemania Democrática, eso sí, con un estilazo bárbaro, pero que da miedo sólo verla aparecer. Esta señora, llamada Tábata, llega a la peluquería, mejor dicho, al salón de belleza, a punto de quebrar, y pone a todo el mundo firme, empezando por el dueño y terminando con el último empleado del negocio, y no se anda con medias tintas, al final consigue que el negocio florezca de nuevo, si le hacen caso, si no, se viene abajo como era de esperar.

El otro, que tiene el mismo formato, lo encabeza un cocinero, y transforma el restaurante y al chef de turno, si se deja, claro que durante todo el programa le ha dado su ración de palo y tente tieso, poniéndole verde a cada instante….por su bien, para que reaccione.

Y hay otros encantadores, los de las novias en busca de los trajes de boda de sus sueños, ¡lo que sufren las pobres mías!, porque la mayoría tienen un peso considerable y eligen vestiditos de Barbie.

Pues puestos a cotillear, llamadme antigua, pero prefiero el vaso en la pared y la imaginación, elucubrar e inventar lo que se estaba cociendo al otro lado del tabique, supone utilizar más el cerebro, no expandir el cotilleo hasta límites universales y un esfuerzo considerable.

Sin embargo ahora, meterse en la vida ajena, la de personas a las que no conocemos de nada, y nada nos importan, eso se logra, apretando un botón.

lunes, 26 de marzo de 2012

¡Nos vamos de excursión!. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que nuestros hijos se van haciendo mayores y nosotros nos volvemos más y más tontos cada día. No estamos preparados para muchas de las cosas que nos pasan cuando somos padres, pero para verlos crecer y dejarles hacerlo, para esto, menos que para el resto. Así nuestros cachorros suman años y nosotros estupidez, empezamos a reaccionar y a comportarnos como si no pasase el tiempo por ellos, como si no madurasen poco a poco, como si fuesen unos completos inútiles.

Mi hijo hace meses que llegó con una nota del instituto, era una excursión a Inglaterra. Desde entonces todo han sido planes, fuera y dentro, ya que en su mismo entorno escolar han tenido que guardar un comportamiento ejemplar para ser merecedores de la excursión y se han estado preparando para poder afrontarla. Fuera, nos ocupamos de preparar los documentos necesarios. Por supuesto, como no podía ser de otra manera, llegaron las reuniones, padres y profesores las abordamos, ansiosos unos y colaboradores otros, para que todo sucediera de la manera más fluida posible.

Y aquí llega la prueba palpable de nuestra tremenda idiotez, ¡qué preguntas!, si nos oyeran nuestros hijos se abochornarían de nosotros.

Pasan de tener trece años a cuatro meses, o eso parece, o no, nosotros pasamos de ser adultos con dos dedos de frente a sobre-protectores, “todoloquierosaber”, controladores de todos los “y si..”, dejando patente que a nuestro niño o niña no le gusta esto o lo otro, o tiene estas costumbres, o qué hace si tiene sed, o cuántos calzoncillos hay que meterle en la maleta, o si tendrán tiempo de lavarse los dientes, o si se mareará en el avión, o si, o si, o si…..

La profesora que tiene gran experiencia en estas lides, y es madre también, nos mira con condescendencia, con toda la paciencia del mundo nos hace saber que esto es una excursión de chicos no una guardería.

Seguimos insistiendo, porque hay una madre que, ¡horror!, se ha dado cuenta que tienen que atravesar una carretera, claro nosotros que vivimos en una comunidad Amish, en la que solo hay carromatos, no estamos acostumbrados a los vehículos con motores de explosión y a esos caminos de asfalto infernales.

Luego está la cuestión monetaria, pobrecitos ¿y si se quedan sin dinero?, vaya con lo que cuesta un Ferrari, ¿Podrán ir al banco a cambiar?, porque no será por pasta, además de vivir en un medio rural y de principios de siglo, somos muy, muy ricos. El hotel ¿tiene caja fuerte para guardar todo el dineral que llevarán nuestros pipiolos?. No hay que preocuparse, nos dice una madre: “mi hijo lleva tarjeta de crédito, yo me quedo más tranquila”. ¡Ostras, se me olvidó sacarle al niño la American Express!.

Se fueron por fin, y no quiero imaginarme el humo que deben estar echando algunos teléfonos móviles, dando minuto a minuto el devenir de los acontecimientos diarios, todo lo que no hacemos cuando están aquí con nosotros, que desaparecen durante toda la tarde y no llevan la webcam colgada al cuello.

Lo dicho, se hace necesario una escuela de padres para que aprendamos a ser responsables cuando están aquí, sin agobiar, enseñándoles a tomar el control de sus vidas poco a poco, admitiendo que van a cometer muchos errores, ¿tantos como nosotros, quizá?, acompañándoles sin dejarles, y además permitiéndoles que crezcan a su ritmo.

Sin embargo, solo en la intimidad porque soy su madre, y hasta cuando él me lo permita, cuando venga “mi pequeñín” le voy a comer a besos.

lunes, 19 de marzo de 2012

La báscula, la dieta y otros hombres del saco. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que, a pesar de los graves problemas que aquejan al mundo, existen otros asuntos, menudencias, cosas sin importancia que nos afectan a nosotros, que nos hacen sentirnos incómodos o que revolucionan nuestra apacible, o no tan apacible, existencia. Algunos nos acompañan gran parte de nuestra vida, otros son puntuales, ocasionales, aparecen y desaparecen, pequeños “hombres del saco” que se esconden en el armario, debajo de la cama, que mantenemos a raya, en ocasiones, y en otras nos desbordan.
Son importantes en la medida de que son nuestros.

Uno de estos “hombres del saco” para algunos es su imagen, o la diferencia entre lo que les gustaría y lo que ven frente al espejo. Para ayudarnos a recuperar la armonía se encuentran, cómo no, la báscula y la dieta.

La báscula, ése objeto inanimado al que hacemos un hueco en nuestro humilde hogar. ¿Dije inanimado?, no, rectifico, la báscula tiene vida propia, porque aunque no tenga pila, esté llena de polvo o arrinconada, nos llama, nos susurra, nos reta: “Anda, valiente, súbete, o ¿es que no te atreves y prefieres ignorarme?”. Es pérfida y no tiene compasión, sin más ni más nos espeta a la cara un número desproporcionado, que ni mucho menos tiene que ver con nuestro peso real, porque la mitad de las veces está estropeada, mal calibrada o no funciona ¡qué se yo!, “no es posible que yo pese tanto o ¿es que el espejo me engaña?”. Siempre sale triunfante, por activa, si me subo un “ya te lo dije te sobran unos kilitos” o por pasiva, si no lo hago, “eres una cobarde”, poniéndosele una sonrisa maliciosa.

Y esta misma báscula es un elemento imprescindible cuando abordamos la otra gran estrella que aparece en nuestro firmamento, sobre todo cuando se acerca el momento de ir quitando capas a nuestro cuerpo, la dieta. Existen tantas clases de dietas, casi como personas en el planeta.

Las dietas milagrosas, las que prometen quitar en un santiamén lo que tanto tiempo ha costado almacenar. Las dietas mono-alimenticias, como la de la alcachofa, o la del kiwi, o la del pollo, con su gran aliada, la piña, para acabar convirtiéndote en un pájaro tropical. Las disociadas en las que pierdes peso de la preocupación que te entra analizando qué puede ir con qué, o no lo pierdes, pero te haces una experta en bioquímica. Las asociadas a los períodos pre-vacacionales, también llamadas boomerang porque siempre vuelven en primavera, después del verano…en las que te hartas de grano para jilguero, agua a raudales, batidos nauseabundos y un palillo para dar algo de consistencia. Las personales: “no, si yo con quitarme el pan, el postre, las tapas del fin de semana, la cerveza, y el vaso de cola-cao con galletas que me meto todas las noches antes de irme a dormir para conciliar el sueño, tengo bastante”. Las de las celebrities, (esta dieta no se llama “Photoshop”), avaladas por doctores de postín y que aseguran resultados espectaculares, ahí mismo están las fotos, y las apariciones en la alfombra roja. Las estrictas, esas en las que todos los que están a tu alrededor rezan cada día para que elimines lo que crees que te sobra o para que te aceptes como eres, porque mientras sigas castigándote de esa manera la convivencia contigo es insoportable. Las permisivas: “bueno, hoy me he pasado un poco, pero ya mañana me pongo en serio”. Las que incluyen ejercicio físico, primero te compras todo el equipo, te apuntas al gimnasio, vas dos días, haces tres de dieta y luego ya lo dejas porque te da pereza, no, porque estás muy ocupada, te has resfriado, te han surgido mil imprevistos…Y la báscula, socarrona, esperando la cita semanal.

En la televisión los endocrinos de nuestros hospitales tienen su momento de gloria, alertando del sinsentido o de la insensatez, pero tozudamente todos los años pasa lo mismo.
Aparecen entonces la nostalgia: “con los bocadillos de foiegras que yo me comía y seguía estando como un fideo”, o la envidia: “Fulanita come lo que quiere y mírala, qué tipazo tiene” o “Mi marido parece un barrilete y ni se preocupa, cada año se compra una talla más de bañador y a lucirse como si fuera un vigilante de la playa”.

Cada cual, como siempre me digo, si quiere, que se mire hacia dentro, se interrogue sinceramente y se responda, si la lorza tiene importancia en sí misma o sólo la que queramos darle nosotros.

lunes, 5 de marzo de 2012

Una semana de perros. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que ha tenido una semana de perros, sólo la ha salvado una comida de aniversario deliciosa, y unas horas de complicidad a solas que hace tiempo no tenía.

Sin embargo el resto ha sido espeso, decepcionante, triste y fastidioso, aburrido en muchos momentos. Cuando me sucede esto, tiendo a meterme en una burbuja, me aíslo y me muestro reservada, distraída todo el rato y sin ganas de hacer las miles de cosas que debería.

Me pensé seriamente acudir el sábado al partido de fútbol del benjamín, me habían colgado el cartel de “gafe”, porque cuando yo voy, siempre pierden (no es cierto, alguna vez han ganado o empatado), y el único sábado que me he ausentado ganaron por goleada. Pero fui, y fue espantoso, un espectáculo lamentable, del que salimos todos, menos los rivales y el árbitro, entristecidos, no sólo por el resultado, sino por la actitud de los pequeños que se habían venido abajo de una manera nada habitual, se habían entregado y desesperado. No todo estuvo en esta parte del campo, desde la grada, los nervios se desataron e hicieron perder los papeles a alguna madre que olvidando cualquier norma esencial de urbanidad, cordura, saber estar y complicidad maternal con sus semejantes, descargó su frustración en el portero, abochornando a todos, incluida ella misma.

Parecía que aquello era recuperable cuando el domingo disfruté de mi particular regalo, de la compañía en solitario de mi queridísimo.

Estaba el asunto por no enderezarse, empezó torcido el viernes y el lunes siguió con un silencio en las ondas poco común, nada común, extrañamente inusual. Un silencio que noté o sentí forzado, como que nadie se atrevía a mover un pelo por si acaso. Dada mi tendencia al melodrama, como ya saben muchos de los que me conocen, empecé a montar un guión cinematográfico que no escribí, una lástima, porque si lo hubiese hecho, quizá más adelante, habría intentado vendérselo a alguna cadena de televisión o al mismísimo Almodóvar para que hiciese una película.

Aparentando normalidad, buscaba sin descanso, impacientemente, con ansia, alguna novedad, noticia, un comentario, pero no había nada de nada y así seguí hasta que, alguien acude en tu ayuda, no cualquiera, te recoge cual princesa pusilánime y malherida, se pone el casco (a lo mejor azul), y asume el papel de paladín del “desatasque” y abre camino.

Aunque no terminan de ir las cosas como debieran, es posible que sea ya mi estado de ánimo mohíno y vencido por las desastrosas circunstancias.

Sin embargo, podía pasar más, sin ser grave. Hace aproximadamente más de un año, mi padre, no sé si en un acto de caballerosidad sin límites con mi madre, o por competir con ella (esto último no me cuadra), ha decidido quitarle el sambenito de “besadora oficial de aceras madrileñas”, porque, de siempre, mi madre ha probado en múltiples ocasiones el frío y duro suelo con caídas absurdas y tropezones bobos, algunos de serias consecuencias, pero de un tiempo a esta parte es mi padre el que se está ganando este honor a pulso.  Se cayó por la mañana y se volvió a caer por la tarde ya con otros resultados peores, con asistencia del Samur y visita a urgencias incluida.

No cometeré el error de decir ¡¡¿qué más puede pasar?!!, porque la lista es interminable, ni pienso que se hayan concentrado en esta semana todos los males, simplemente mis ojos, selectivos ellos, a veces con lo bueno, en esta semana, se han concentrado en mirar todo lo nefasto.

Definitivamente, he tenido una semana de perros.

lunes, 27 de febrero de 2012

La próxima vez. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que hacer de cronista es un papel, a veces ingrato, sobre todo cuando lo que se plasma no son hechos puros y duros sino la realidad vista por el que la relata, que puede coincidir o no con la del resto de los protagonistas de la historia.

Si una cita a ciegas de dos, es una apuesta arriesgada, imaginaos una de ocho (tendría que haber sido de nueve, pero no siempre puede uno trastocar su vida para lanzarse a sobrevolar media España). Arriesgadas, insensatas, aunque yo prefiero llamarlas atrevidas y espontáneas, ocho mujeres que no se conocían (miles de correos no sirven a este fin), quedaron una noche barcelonesa para darse la oportunidad de verse las caras, tocarse y definitivamente comprobar fehacientemente si había, o no, algo más detrás.

Cuando llegamos al restaurante con las boas de plumas en el cuello, el resto de los allí presentes pensaron: “Otra despedida de soltera”, por los bocinazos que metíamos, la jarana que llevábamos y los abrazos y besos ruidosos, cierto que estaba un pelín oscuro porque si no, se habrían dado cuenta que no llevábamos las procaces diademas, tan de moda, con pene peludo, y que la novia, si había alguna, ya tenía experiencia anterior en eso de casarse o en cualquier otra cosa, era en sí misma, experimentada.

Teníamos una escandalera montada de ole, conversaciones cruzadas, camareras por todos lados, y una sommelier empeñada en servirnos vino que, cuando se calentaba, se bebía ella y echaba de refresco, y para rematar el lío, regalos, papelotes, aplausos, risas, fotos, fotos y más fotos.

Aquella cena se prolongó tanto que llegado un momento nos apagaron la luz, el restaurante paso de modo “comida” a modo “copa”, y tuvimos que sacar las linternas para atinar con el postre. Teníamos todo empantanado y todo a la vista, fácil hubiese sido birlarnos algo, sobre todo a nuestra sommelier que dejó la bolsa de la cámara abierta, la cartera a la vista y casi una invitación para llevársela, pero ya se sabe que a los ladrones les gusta un cierto riesgo, tanta facilidad les hace sospechar.

Al principio nos pusieron música bailable, de los 40 principales, pero luego debió ser otra cosa, de esas que me son tan ajenas, que para bailar no sirven, sólo para incorporarlo a otras coreografías que algunas parejas de allí ya conocían. Y más fotos, y muchas conversaciones. Poco acostumbrada como estoy a salir de noche y, dada la hora que era, estaba sin estar en mí y de esa parte de la noche recuerdo poco.
¡Cuánto brindamos, por nosotras, por nosotras, por nosotras, y por ti que te quedaste en Madrid!, y ¡Cuántos abrazos para despedirnos!, algunos más cálidos que otros, he de reconocer, y ¡Cuántos planes hicimos!.

No siempre y no con todo el mundo uno puede pretender tener una grandísima amistad, sería iluso por mi parte pretender que en este grupo, como en todos, existe la ecuanimidad más absoluta al respecto, pero es cierto que no todas las relaciones amistosas tienen el mismo ritmo, ni empiezan de la misma manera, y por supuesto tampoco terminan igual. Algunas empiezan con un auténtico flechazo, otras van cogiendo temperatura según va pasando el tiempo y las oportunidades, y otras no empiezan, solo llegarán a un estado de tibia cordialidad. Yo, por mi parte, ya he tenido mis flechazos, y otras que empezaron más lentamente están cogiendo fuerza cada día.

Y hasta aquí mi papel de cronista, pero como soy una reportera muy poco avezada se me han escapado algunas historias y hasta algunos personajes, porque de repente alguien desaparecía solo o en grupo y no volvía hasta mucho después.

Así que os dejo a vosotras para que rellenéis los huecos que faltan y completéis esta narración, una próxima vez.

lunes, 20 de febrero de 2012

¿Qué es un casco azul?. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que un casco azul puede ser una fuerza de pacificación de la ONU, o un objeto que se pone en la cabeza para protegerse del color del cielo, pero no es a lo que ella llama casco azul, para Hortensia un casco azul es aquella persona que, habitualmente o en ocasiones, es el negociador, pacificador, mediador de una disputa, por clamor popular o porque voluntariamente se presta a ello.

Hay tantos tipos de cascos azules como personas, pero el auténtico, el genuino es aquel que entra en todas las situaciones, se apunta a todos los conflictos, con un objetivo en mente, llegar a un acuerdo satisfactorio para las dos partes, nada de cerrar en falso. Una tarea ingrata para el común de los mortales, pero no para él, el casco azul la encuentra tan gratificante que insiste una y otra vez en llevarla a cabo.

Para llegar a ser un casco azul hay que aprender y entrenarse, porque si no, puede ocurrir lo que muchos de nosotros hemos visto en alguna ocasión, el casco azul inexperto llevado por la pasión de su nueva tarea, vocacionalmente entregado, se mete en cualquier refriega a pecho descubierto, sin protección, sin recursos, y termina siendo el objetivo de todas las balas, los contendientes, por un momento, dejan de lanzarse mutuamente ataques furibundos, para ensañarse con el incauto novato. Pero si existe un verdadero interés, esta experiencia no hará que el casco azul abandone, aprenderá de su error y volverá a la carga, ahora sí con todos sus recursos disponibles.

El casco azul es un tipo especial ya que le gusta lo que a otros espanta, cuando se inicia una discusión, un conflicto, un enfrentamiento de pareceres, la mayoría de los que están alrededor de los que se enzarzan, empiezan a tener un comportamiento evasivo, se miran las uñas, recorren la mirada por todo el lugar, hablan con el de al lado, visitan los aseos, se van, o se quedan tan paralizados como los muñecos de cera, en otras ocasiones, algunos toman partido por uno u otro bando. Pero el casco azul, no, está, literalmente, en su salsa, es cuando analiza la situación e interviene en el momento justo, casi siempre cuando ha habido un cierto desahogo por parte de los dos combatientes, pero no se ha producido todavía la tremenda escalada del “y tú más” que ciega totalmente el entendimiento, la razón, la mesura, la compostura y hace salir el animal que llevamos dentro.

Por eso estoy perpleja, porque hace unos días he visto sufrir tanto a un casco azul en un conflicto que algo se ha removido en mi interior. No es lo mismo mediar en un conflicto desde fuera que formar parte de él. En este caso, su vocación misma de casco azul le llevó a ser el otro en el campo de batalla, porque nadie ponía el contrapunto a la argumentación de uno de los reunidos y, en justicia, aquello no era correcto, pero estaba tan fuera de lugar, le era tan ajeno el papel, que su mismo cuerpo lo rechazaba (sudaba, respiraba entrecortadamente, roja como la grana su cara era una máscara…) y él que siempre encontraba las palabras adecuadas, ahora se le escapaban como el agua entre los dedos, el mismo nudo en la garganta no le permitía un discurso coherente. Menos mal que su oponente, un soldado aguerrido, curtido en mil batallas, pero honorable, no hizo sangre, aún así, el casco azul necesitó ayuda para salir del trance, quedó seriamente dañado, y convocado a acudir a una revisión en profundidad.

¿Qué pudo pasar?, ¿Qué hizo que un casco azul tan experimentado se viniera abajo en una situación tan moderada?. Es posible que no haya una única respuesta, o que esta sea compleja, y lo que es seguro es que la respuesta o las respuestas ya las ha empezado a buscar él mismo.

Lo que me lleva a plantearme que no hay cascos azules invencibles, este no lo es, y eso le hace, a mi juicio, más amigable, más cercano. Es humano, no un cyborg diplomático todo mesura y ecuanimidad, tanta perfección resulta cargante. Así me gusta más y creo que su misión, la pacificación y el acuerdo en los conflictos y disputas, se cumple mejor, ya que en vez de estar por encima de las partes, en un pedestal desde el que todo lo mira, le has sentido frágil como tú, perdido en algún momento, y vulnerable...como todos.

martes, 14 de febrero de 2012

Atracción Fatal. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que cuando empezó la carrera tenía unas expectativas sobre su profesión que fueron cambiando a lo largo de los años de formación. Como la gran mayoría de los que empiezan a estudiar Psicología, la Clínica es la rama que focaliza el mayor interés y con el aprendizaje, los años y después la experiencia modificas o no tus gustos y diriges tus pasos hacia otros derroteros o persistes en ellos. Yo cambié los míos alejándome del tratamiento de patologías más o menos leves, para centrarme en las organizaciones empresariales.

Pensé yo que, al margen de que las empresas son personas, que en este ambiente no me toparía con patología alguna salvo la que se da en la gestión de las relaciones, de los equipos, de las habilidades comunicativas, pero no a nivel individual, pero como si fuera un imán a lo largo de estos años me he encontrado con algunas personas o personajes que han contradicho esta suposición.

Dependiendo de la posición de esta persona en la organización y de su nivel de desequilibrio mental, el impacto en tu vida laboral (e incluso personal) puede ser leve, anecdótico o causarte grandes quebraderos de cabeza.

Hace años tuve una jefa que tenía tantos problemas (mentales) que no había por dónde cogerla. Además de una gran claustrofobia, lo cual no suponía ningún impedimento para el devenir de nuestra relación laboral, era caótica e imprevisible, tenía una manera pintoresca, a modo de ver de algunos, de tratarse con la gente, si eras hombre y con buena posición después de un breve coqueteo, pasaba a un trato provocativo y sugerente y lo más gracioso es que también lo hacía por teléfono por lo que infinidad de veces parecía más bien una línea erótica que un teléfono de incidencias. Y acto seguido, cambiaba a modo ogro paranoico gritando como la mejor de las sopranos y buscando enemigos, confabulaciones, complots secretos; todo el mundo, en especial cualquier mujer que pasase por allí, quería quitarle el puesto (¿en la línea caliente?). En medio de este desatino el trabajo se resentía, salía a trompicones, sin organización y cuando esto sucede los damnificados siempre son los mismos. De ahí salí a otro proyecto espantada, pero mentalmente entera.

Crees que una vez que te tropiezas con un ser semejante ya has cumplido tu cuota.

Después de unos años, casi olvidado el incidente recalé en una de las mejores empresas que he conocido y de la que guardo grandes recuerdos y enseñanzas…y dos patologías más, una leve y la otra que en algún momento nos tuvo hasta algo atemorizados al resto del equipo.
Aquella muchacha parecía del todo natural, quizá algo seria y taciturna, pero era una auténtica Caja de Pandora, cuando la destapas….Pasaba meses de normalidad aparente, pero otros en los que discutía con todos (jefe, clientes, usuarios, candidatos, compañeros), saltaba la espoleta por cualquier nimiedad y se desataba la tormenta, ya no había control, el escándalo estaba servido allá donde estuviese y estuviese quien estuviese delante, acobardaba de veras, porque te gritaba enrojecida de furia “me las vas a pagar” (a veces pensamos que un día, enloquecida de verdad, hiciese cualquier locura y sucediese una auténtica desgracia). Al día siguiente venía como un corderito, melosa como un gato ronroneante. Cuántos en esa oficina que no presenciaron sus desvaríos creyeron su paranoia delirante y pensaron que era una pobre víctima y nosotros, el departamento entero, los más crueles verdugos.
Cuando se fue, todos respiramos aliviados. Todos, supuse yo, y pensé que el estado de ánimo de alguna había estado condicionado por la experiencia extrema, pero fueron pasando los meses y la más joven de todas, seguía en un estado letárgico de tristeza. Hasta que descubrimos que era su estado normal, chupaba la energía de los demás como si se tratase de un gran agujero negro, con lo que superada la primera fase de compasión y complacencia, seguía la segunda, de huída y alejamiento para no dejarte arrastrar hacia la melancolía laboral y preservar tu salud mental. Gracias a que el equipo estaba compensado, frente a la atonía de este miembro, otro, era el huracán que nos daba la vida, el empuje, la alegría (ya sabéis que suelo tener buena conexión con los huracanes).

Y estaba por venir la patología en estado puro, el más extremo, aquel sujeto del que ya hablé en su día y sobre el que no volveré a insistir.

Concluyendo, lo mío no puede ser casualidad, tantos desórdenes en un medio tan poco habitual, por algo me pasa, aunque todavía no he descubierto qué lección quiere el orden cósmico que aprenda.

lunes, 6 de febrero de 2012

Diez cosas a la vez. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que hacer varias cosas a la vez nunca ha sido su fuerte, aunque Paz Vega se empeñe en mostrarle las delicias de poseer esta habilidad mientras corretea, eso sí perfecta y guapísima, por la calle. Nada menos que diez cosas a la vez, ni dos ni tres, sino diez, ahí es nada, la quintaesencia de la multitarea, como si fueras la mujer orquesta o un pulpo de mujer.

Pero yo, repito, debo tener  algún fallo en mi estructura neuronal porque a pesar de poner todo mi empeño, sólo he conseguido hacer, a lo sumo, dos tareas, una de ellas mecánica y la otra no muy compleja, aquella que no requiere la intervención de mis más altas capacidades intelectuales. He puesto empeño y algo he conseguido, porque todavía recuerdo aquella vez que intenté bajar las escaleras del Metro mientras sacaba el billete del bolso y me pegué un trompazo tal que estuve quince días escayolada.

No dudo que si quisiera podría hacer diez o quince o veinte cosas a la vez pero con un nivel de eficacia nulo, por eso ni siquiera considero esa posibilidad.

He dicho que he puesto todo mi empeño, quizá no sea del todo cierto, el caso es que tengo serias dudas:

Dudo de la eficacia de hacer varias cosas a la vez, hay tareas que requieren toda mi atención, todo mi empeño y todo mi interés, y me gusta hacerlo así.

Dudo de la conveniencia de difundirlo y de alardear de ello, es un arma de doble filo, el otro, herido en su orgullo, en vez de tomarlo como una oportunidad de aprendizaje, de ahorro de tiempo y de capacitación, te endilga sin más miramientos su tarea (ya que tú puedes hacer varias cosas a la vez) y así ahorra todo el tiempo, el suyo, no el tuyo.

Dudo de la valía de dicha habilidad por encima de otras, en mi caso valoro otras que poseo.

Dudo que sea nuestra mejor cualidad como féminas (si es una cualidad femenina, yo, por ejemplo, no la tengo).

Y dudo de su utilización como arma arrojadiza contra nuestros compañeros de especie varones. (Sí, sí, muy hábil, pero mientras tú haces diez, él una y encima la publicita mejor).

Pero lo de ahorrar tiempo para emplearlo en otros asuntos es algo que empieza a gustarme, y por ello, creo que voy a seguir intentando hacer algunas cosas menudas, las que tengo muy automatizadas, al mismo tiempo (menos bajar las escaleras y buscar algo en el bolso, eso, descartado), para probar, a lo mejor le cojo el gustillo, me aficiono, y con mucha, mucha práctica me hago experta en multitarea (Paz Vega podrá estar orgullosa de mi).

Pero mantendré la boca cerrada, nada de fanfarronear al respecto, primero, para no crear falsas expectativas, segundo, para poder emplear el tiempo libre en lo que yo quiera, tercero, y como consecuencia de lo segundo, para no dar lugar a que otros descarguen sobre mí sus quehaceres, y por último, porque, en fondo, sigo pensando que es más importante el Cómo se hacen las cosas, lo satisfecho que quedas cuando las haces o mientras las estás haciendo que....Cuántas haces a la vez.

lunes, 30 de enero de 2012

Zona de Confort. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que mucho se habla de la zona de confort, de nuestra zona de confort, en pocas palabras, de ese espacio vital en el que estamos tan a gusto, tan protegidos, tan seguros, controlando casi todos los detalles, nuestra vida transcurre con cierta previsibilidad, pero con pocos cambios, por el mismo surco ya trillado, aquel que algunas o muchas veces ya no funciona, ese mismo que algunas o muchas veces ya nos deja insatisfechos, hastiados y frustrados.

Pero salir de la zona de confort no es fácil, da mucho vértigo, produce incomodidad y pereza, porque lo malo conocido es mejor que lo bueno por conocer, o quizá no?.

Y en esto estaba yo, tan cómoda y calentita con mis cosas, cuando por azar o porque era el momento, decidí apuntarme a un grupo de trabajo de antiguos colegas.
Y sin saber ni cómo ni por qué he salido de mi zona de confort o, por lo menos de estar “confortablemente” desocupada, a estar más enfaenada que cuando estaba profesionalmente en activo. Se me acumulan las reuniones, las tareas, las conferencias y empiezo a estar pendiente de los plazos, de los correos electrónicos, de instrucciones que van y vienen, de malentendidos, y de más reuniones….y del diccionario porque después de tantos años alejada del academicismo de mis colegas, concentrada en otros menesteres más pragmáticos, no entiendo nada, parece que hablan en arameo y trato de rescatar del baúl de mi memoria, escuelas, autores, teorías, términos que dejé enterrados hace años cuando acabé la carrera allá por el Pleistoceno.

En las 2 primeras reuniones no abrí la boca ¿para qué?, mejor observar el panorama, embeberme del conocimiento que fluía por doquier y buscar por mi cuenta la lista interminable de palabros y conceptos que no entendía. Un día me decidí a hablar y no estuvo mal, me vine arriba como siempre y pensé que eso del arameo estaba “chupao”, pero en la siguiente, el debate se puso profundo de verdad, más bien oscuro, aquello debía ser un dialecto antiguo, porque volvía a estar fuera de onda, puse cara de total entendimiento, incluso fruncí el ceño un par de veces para mezclarme con el calado de las intervenciones y me puse las gafas, que me dan un aspecto mucho más intelectual.

Quedaba otra vuelta de tuerca. Me encontraba unos días arriba y otros abajo, haciéndome poco a poco con la lingüística, cuando me pidieron que me encargase de una tarea sencilla, la hice y en recompensa (¿?) pasé a jugar con los mayores, en división de honor. ¡Qué honor!, un honor que no he pedido y que sinceramente no creo merecer y no lo digo por falsa modestia, simplemente a las pruebas me remito. Ahora soy responsable de una comisión de trabajo, unipersonal (de momento), lo que supone, proyectos, objetivos, plazos, compromisos, más tareas y por supuesto, más reuniones….reuniones en las que ya no se habla arameo, se habla griego clásico (¡maldita sea mi suerte, para un aprobado general en todo mi expediente y ahora lo necesito como el comer!).

En el primer comité de responsables dije obviedades, repitiendo con distintas palabras aquello que mis colegas decían, en el segundo hice voto de silencio, esto te hace resultar más interesante, pero empiezas a focalizar la atención sobre ti, porque mientras los demás se desgañitan hablando todos al mismo tiempo, tú, que quieres pasar desapercibida (¡por favor que nadie me pregunte!), relumbras como un faro, eres rara.

¡Qué lío tengo!, de momento estoy haciendo un curso acelerado para ponerme al día, con lo que si tenía ya alguna sobre carga, ahora más.

O sea que salí de mi zona de confort para meterme en una montaña rusa que no se qué me deparará, soy positiva y creo que cambios enriquecedores, pero el hecho es que estaba tan cómoda y calentita con mis cosas, y ahora tengo frío, mucho frío.

martes, 10 de enero de 2012

Colegio Europa, balance 2011. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que ha sido un 2011 turbulento para este Colegio Europa, lleno de tropiezos, sinsabores, luchas de poder, tiras y afloja. Muchos han caído por el camino y otros muchos pagan las consecuencias de los que quieren ir despacio porque la situación les favorece. Y todo esto queda para el recuerdo….

Angelita está loca de contenta, por fin parece que se va imponiendo la cordura y una comisión disciplinaria de la “I1” ha dejado fuera de combate a su delegado Silvio, un crío grosero, procaz y bullanguero, juerguista nato, que siempre andaba metido en líos y levantando las faldas a las muchachas. Dicen, pero esto son sólo rumores, que prometía pasar las preguntas de los exámenes a cambio de favores poco legítimos. Se presentaba a las reuniones con aire de casanova trasnochado y arrogante, dándoselas de importante.
Ahora, le han hecho dimitir y han puesto en su lugar a Mario, serio como un enterrador y más tieso que un palo. Cierto es que las circunstancias no invitan a la risa, se prevé una fuerte oposición a sus medidas restrictivas y algunas voces argumentan la falta de legitimidad y reclaman elecciones anticipadas.

Aunque no todo fueron buenas noticias, mejor dicho el resto, fueron penosas.

La “G” está en pie de guerra, después de que el pequeño Yorgos tuviera que salir por la puerta de atrás ante el desastre más absoluto, les han impuesto un castigo ejemplar y un plan de recuperación asfixiante, teniendo en cuenta que muchos de ellos tienen que compatibilizar sus estudios con trabajos extras, no sé de dónde van a sacar el tiempo material para alcanzar los objetivos (¡Ay, Angelita!, quizá no te acuerdes cuando Nicolás y tú no llegasteis a las expectativas esperadas y acomodasteis los plazos, o sí te acuerdes y pienses que unos son más merecedores que otros de cierta “manga ancha”).

Y peleas de gallos…

Definitivamente José Manuelito y el pequeño Herman han hecho buenas migas, ¡tan distintos, y ahora se les ve todo el día juntos!. A Nicolasete , esto no le hace ni pizca de gracia, ¡qué se habrán creído esos dos!, están tomando un protagonismo que no merecen, los verdaderamente importantes son los delegados, los que en último caso toman las decisiones, el Consejo Escolar es un órgano consultivo, que se creó con el único objetivo de aparentar que todos eran iguales, que no había unas clases más poderosas que otras y que el valor de las decisiones que se tomasen era igual partiese de donde partiese. Y además han salido respondones. No paran de dar ideas, de publicitarlas sin permiso, de oponerse a lo que piensa Angelita…bueno y él mismo. ¡Hasta el mismo Barackito les ha invitado a su colegio, qué desfachatez!.

Y viejas rencillas…

David se dirige a la reunión de delegados parsimoniosamente, nada de andar corriendo por el patio, eso denota mala educación, las carreras son para las competiciones (por cierto, él, las gana todas). El aula B1, de la que es representante, está alejada del resto, es el módulo más antiguo del colegio y los demás se construyeron a posteriori. Sabe que el resto de delegados no le miran con buenos ojos por sus posiciones segregacionistas, querer estar en un grupo sin dar nada a cambio no está bien visto por el resto, para ellos es su única manera de marcar diferencias.
Hace años, la B1 y la F estaban más hermanadas, sobre todo cuando la A tuvo aquel arrebato belicoso al que tuvieron que poner coto entre todos, pero las cosas han cambiado desde entonces, para David la F se ha comportado de una manera desleal, arrimándose tanto a Angelita; para Nicolasete, es la B1 la única causante de su “aislamiento” ya que se comportan con los demás como si tuviesen la peste bubónica.

La situación no mejoraba…

Hace poco hicieron un muestreo y los resultados han sido muy decepcionantes, los niveles de rendimiento, lejos de mejorar, empeoran a cada momento y cada vez hay más clases en situación crítica, no sólo la G, la P, la I2, ahora la I1 ha levantado una auténtica polvareda, la E se precipita porque además tiene un problema añadido, nadie requiere de sus servicios. 
La reunión de rescate se vaticinaba bronca y agria, las posturas enfrentadas, no había recetas mágicas, ni la situación cambiaría de hoy para la mañana. Y en medio de todo aquello…cientos de muchachillos a los que una vez más se les pediría, y no por última vez un gran esfuerzo.

Colegio Europa 2012,…Continuará?

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Soy una romántica. Mi amiga Hortensia dice...


Mi amiga Hortensia dice que es una romántica, es sentimental y soñadora, pero que no está de moda, no tiene mucho prestigio y se teme que está en peligro de extinción. También parece que está poco considerado ser un idealista, optimista, pensar en positivo y no abusar de la queja, si no es para buscar soluciones o  para pedir ayuda.

Me veo como una de esas locuelas con el embudo en la cabeza, la camisa de fuerza y espantando moscas, porque los cuerdos son los demás, los del ceño en la frente, los del impenitente gris marengo tirando a negro, los de “todo está mal y a peor va a ir”, los realistas, los de “esto no lo arregla nadie”. Y lo peor de todo, el perpetuo descontento, para llenarse la boca de sapos y culebras, ¿qué morbo, no?.

Yo propuse un objetivo y me llamaron soñadora, porque era propio de un mundo mejor, y propuse buscar la excelencia y me dijeron que la palabra era oportuna u oportunista según se mirase (¿?), como si la excelencia fuese alcanzable por unos pocos, como si fuese elitista. La excelencia está en todos y cada uno de nosotros, no es un concepto global (no para mí), somos excelentes en un momento y podemos seguir intentándolo más tarde en otra faceta de nuestra vida en la que tengamos mucho que aprender.

Pero no me hagáis caso, porque son sólo sueños….nunca he conocido nadie que merezca la pena, ni he trabajado nunca en una empresa que apostara seriamente por el trabajo en equipo, ni nunca tuve jefes (varios, quiero decir ninguno) que me considerasen una colaboradora no un trozo de carne, ni compañeros que no les interesase medrar a toda costa o a mi costa, ni amigos que permaneciesen, ni familia que no fuese un mero adorno navideño, ni nunca conocí a una persona (hace más de 20 años) que un día quiso estar a mi lado, manteniéndose todavía y, por si fuera poco, nunca conocí a ocho maravillosas magníficas que me sacudiesen el desaliento y las ganas de abandonar a través del medio más inhumano.

Aunque loca, no ciega, y veo la grosería, la mala educación (como la del autobusero de ayer al que tuve que poner en su sitio, “lo cortés no quita lo valiente”), la mezquindad, la arrogancia, y aunque sé que hay gente que simple y llanamente es mala persona, sigo pensando que son excepciones, no la regla.

Pero vuelvo a deciros, no soy de fiar.

A veces sufro un ataque de “cordura” y entonces mi frente se arruga más que ninguna, no considero el marengo sólo el azabache, y de mi boca salen batracios y reptiles inmensos, veo la realidad como parece que es, pero en eso llega el cómico que tengo en casa (él no lo sabe) y me confiesa que él de pequeño (más todavía!!??) quería votar a Spiderman (el Domingo estuve buscando la candidatura pero no la encontré), o que el agua que más le gusta es la del Everest (léase Lanjarón) o qué es eso del Portón de Belén….y me tengo que reir.

No tengo remedio soy….una Loca de atar.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

El entrenador. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que en un país de más de treinta millones de “entrenadores de futbol” (dicho por expertos, los españoles somos los mejores entrenadores aficionados, y si no, no hay más que ver las lecciones, recomendaciones y arengas que cada semana damos a los profesionales del sector en las tertulias post-partido), al Club Deportivo Santa Eugenia le ha tocado el más patoso de todos.

Mi pequeñín se prepara los partidos como si de la final de la Champions se tratase, y nosotros somos, sin duda, la mejor afición de todas las de la liguilla, lo cual no quita para que tengamos ojos en la cara, y la pasión de padres no nos nuble el entendimiento, porque hay que reconocer (dolorosamente), que nuestros pimpollos, más que un equipo de futbol, parecen una panda de pollos descabezados cuando salen al terreno de juego. La estrategia, las posiciones y la técnica les duran diez minutos, con suerte, luego se olvidan y pasan a modo “pachanga”, todos van a por el balón, hacen 60 regates antes de pasarla a un compañero, se estorban unos a otros porque están todos en el centro del campo, en fin, que cuando meten un gol, nosotros lo celebramos como si se tratase del mismísimo minuto 116, sinceramente porque no sabemos cómo se ha obrado el milagro.

Y todos nos preguntamos ¿Por qué después de dos años ni avanzan, ni evolucionan, ni aprenden?. Los muchachos no son unos portentos, creo que ninguno de nosotros puede tener serias esperanzas de que su retoño le saque de pobre dedicándose a dar “pataditas a un balón”, pero capacidad de mejora tienen, vamos que ir a peor es más difícil. ¿Será que no le ponen interés, que no les gusta?, por descontado que no, ya que hacen esto porque quieren y además después de los partidos quedan para seguir jugando.
O sea, que si cierta capacidad de mejora tienen, y motivación no les falta, ¿qué falla?...y silenciosamente, volvemos la cabeza todos a una hacia…nuestro E N T R E N A D O R.

Y le vemos ahí, mirando al suelo, entretenido en los partidos escribiendo, apuntando, ¿estrategias, jugadas, recomendaciones?, no, será un libro sobre el lenguaje de las flores porque nunca hace nada con ello.
Este año ha venido un entrenador de porteros, lo cual ha sido bien recibido por todos excepto por nuestro amado trainer que educadamente ha declinado el ofrecimiento, porque el portero ya sabe encajar los goles perfectamente, por el centro, por la escuadra, por arriba, por abajo, de penalti…el muchacho le mira estupefacto y desconsolado ¡el quiere aprender a pararlos!.

Si en algo es experto es en percibir las emociones. Algunas veces nuestros hijos salen a comerse a los rivales, coloquialmente “enchufados”, y entonces, a base de pundonor y ganas, juegan de maravilla. Nuestro entrenador capta el sentir del grupo, que están en pleno “subidón”, detecta cuál es el jugador que cataliza todas estas emociones y entonces….lo cambia, con lo que se vienen abajo como un suflé (¿Será un espía, un agente al servicio de otros clubes?, ya dije en otro post que están por todas partes).

Sus únicas cualidades: una voz potente y buenos principios, aunque se atasca en el medio y se pierde definitivamente en el final.

Yo no sé si es el hombre más torpe del planeta, tiene un serio problema que le incapacita para observar, analizar, comunicarse y aprender, o es que no tiene el más mínimo interés en lo que hace, pero creo que más que potenciar su crecimiento, a los muchachos les está lastrando, y a nosotros impacientando.

Ya sea en la Empresa o en una actividad lúdica, dirigir un equipo tiene una importancia vital para el desarrollo de sus capacidades y para alcanzar su máximo rendimiento, para conducirle a su excelencia. Para hacerlo bien, tenemos que aprender a desarrollar y ejercitar otras capacidades tan importantes que son las que, sin duda, marcan la diferencia.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Mapa genético humano. Mi amiga Hortensia dice...

2ª Parte: Los Cromosomas Masculinos

Mi amiga Hortensia dice que siguiendo con los estudios sobre genética de la Universidad Retrograde del estado New Casposian del Norte, le toca hablar de los cromosomas masculinos, a saber:

-          Cromosoma technical o “Black & Decker”: ¡qué hay más masculino que un “chapuzas”!. Venga de donde venga un hombre, el destornillador, la llave inglesa, la taladradora o el martillo y los clavos, es su medio natural. Colocar una lámpara o un cuadro, arreglar un enchufe, pintar o desatascar el fregadero no son misterio para él, pobre del que no sepa hacer algo de esto por una deficiencia genética, tendrá que ir rápidamente a realizar un curso de CCC si no quiere ser la mofa de sus compañeros o la burla de sus “contrarias”.

-          Cromosoma finantial o “El Economista”: Si se siente a gusto haciendo bricolaje, no lo está menos entre números, entre ingresos y gastos, facturas, cuentas bancarias, movimientos monetarios, cambios y domiciliaciones, pequeñas inversiones para tener los ahorrillos a buen recaudo, seguros, y, como no, ya lo dije anteriormente, un estricto control de los “caprichitos”, para evitar despilfarros, que los tiempos no están para fiestas. Nosotras ocupadas en estas tareas tenemos que poner los cinco sentidos para que no nos bailen los números y confundamos el “debe” y el “haber”.

-          Cromosoma “Rey de la selva”: Quizá sea el más primitivo de todos, el más atávico, porque aquí demuestran su fuerza física (mover muebles, trasladar los bultos más pesados) y mental, su estricto control de las emociones y sensiblerías (un hombre nunca llora), amable, cortés pero sin perder la esencia.

-          Cromosoma “Sex-Bomb”: Este cromosoma es el responsable de algunos comportamientos que les juegan muy malas pasadas.

Después de leer con atención el estudio, fui corriendo a buscar mi agenda para ponerme en contacto con todos aquellos amigos y conocidos que creía tenían un fallo en su material genético, le mandé un SMS a mi queridísimo para que con carácter urgente pidiese cita con el médico. Fregar, hacer la compra, cocinar y ocuparse de sus hijos era una tarea tan poco “masculina” que me preocupó que estuviese enfermo, irremisiblemente “dañado”. También pensé en mi amiga Mª Paz que lleva las cuentas de su casa como si de un contable se tratase, haciendo cábalas para llegar a fin de mes con cierto desahogo, y en mi amigo Carlos que es tan mañoso con la aguja, el dedal y la plancha como colocando un baldosín, o en mi hermano que lleva al parque a su hija todos los días, le ayuda con las tareas y hace la cena, e incluso en mi suegra, que tiene una memoria prodigiosa, no sólo se acuerda de todos cumpleaños, sino que se sabe de carrerilla las cotizaciones de bolsa, y tantos, tantos otros.

Al margen de todo esto que tiene más que ver con la educación que con la genética, pienso que el que quiere, puede, puesto que ni siquiera haber recibido una educación poco “igualitaria” es motivo, ni excusa. Muchos, hombres y mujeres, pensamos que compartir es más beneficioso para la convivencia porque minimiza los conflictos y los reproches que suelen producirse cuando uno piensa que da más de lo que recibe.

Así, después de hacer mil pedazos ese absurdo estudio, Hortensia tan “poco femenina” en algunos aspectos, se retrepó en el sillón, al lado de su “poco masculino” queridísimo, contenta por no contar con un mapa genético perfecto.

viernes, 21 de octubre de 2011

829. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que se dice pronto 829. 829 nombres y apellidos, 829 proyectos definitivamente truncados en su momento, 829 familias quedaron suspendidas en ese mismo instante comenzando de nuevo un larguísimo camino hacia otra vida que ya no era la misma, marcada por el ingreso en esa macabra lista. Pero así es como siempre los vieron, como una cifra, sin rostro, como un objetivo, quitándoles la cáscara humana.

Hay más, muchos más, heridos, escoltados, mirando debajo del coche, escogiendo rutas alternativas, los que se fueron hartos de la extorsión y los que quedaron siendo extorsionados, los que hablaban en voz baja y los que defendían unos mismos ideales pero de otra forma, porque siempre hay alternativas.

Todos pagaron un alto precio, cierto es, unos más que otros, porque para 829 ese precio fue irreversible, definitivo. Nada devolverá a esos 829 lo que dejaron pendiente, ni a las 829 familias su rutina anterior, y digo, NADA, ni la venganza, ni el ojo por ojo, ni el arrepentimiento sincero o hipócrita, ni la retórica, ni la entrega de armas, ni la alegría colectiva, ni siquiera la justicia. Acabar con la vida de un ser humano es lo que tiene, es un camino sin retorno, no hay vuelta atrás, y nada de lo que suceda posteriormente devuelve lo que se perdió, o lo que se quitó.

Este es el punto de partida, tener conciencia de que no existe restitución posible, y la desgarradora dureza de este hecho hace que nos neguemos a admitirlo, exigiendo lo que es imposible, lo que sabemos que nunca se nos va a dar y por ello, justificando nuestra intransigencia para poder avanzar, como en perpetua pataleta.

829 desmanes, despropósitos y sinsentidos, que ahora puede que sí lo tengan, 829 que nos empujan a admitir la pérdida, convivir con el dolor y exigir la compensación que se merecen, que los “tibios” y los ambiguos se decidan de una vez a dar un paso al frente, sin las sombras de las “nueve milímetros”, sin cubrir sus oratorias de recursos bélicos o de confrontaciones armadas, ¡como si una guerra diera prestigio!. Que defiendan sus posiciones con ideas, argumentos, propuestas, proyectos y planes de futuro, con un lenguaje claro y moderno, adaptado a nuestra sociedad y sin anclarse en “leyendas medievales”, ni en pretendidas justificaciones genéticas, o que lo hagan como quieran pero sin perder de vista que el arma más poderosa, la que cambia el mundo, es la palabra, las otras sólo lo destruyen. La compensación de no dejarse utilizar por otros, que con motivaciones poco legítimas, insisten en fomentar el rencor, instigan a la revancha, no les conviene que la herida cicatrice limpiamente, sino que siga abierta supurando, sin dar la más mínima oportunidad, una oportunidad para 829 familias que sienten que deben seguir adelante con sus proyectos, sin perder  su memoria y en honor a ella.

Los que tienen que cumplir una condena, tendrán que hacer balance, y reflexionar ¿qué hacer con sus vidas?. Espero, sinceramente que no desaprovechen esta oportunidad, que a ellos les brinda un sistema en el que no creen (¡qué paradoja!) y que, desgraciadamente, para 829 ya no es posible.

lunes, 10 de octubre de 2011

¡Peligro, fusión a la vista!. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que confundir las palabras es confundir los conceptos, se habla de fusiones cuando son compras o anexiones de unas empresas por otras y por distintos motivos, pero es que parece que decir “me he fusionado” no causa el mismo desaliento que decir “me han comprado”, aunque la incertidumbre por el qué pasará prácticamente es la misma.

Ninguna adquisición es igual a otra y no siempre se produce porque la empresa “comprada” esté en situación financiera o comercial delicada, es más, en ciertos sectores (como en las TIC), empresas pequeñas o medianas llegadas a un volumen de negocio se hacen especialmente apetitosas para otras más grandes, o para multinacionales que quieren tener mayor presencia en nuestro país o quieren hacerse con los servicios de ciertos clientes estratégicos.

Pero para muestra un botón, que no es más que eso, un ejemplo que puede o no, ser suficientemente representativo:

Hace años recalé en una empresa mediana, bien posicionada y con buenos clientes, aunque para mí eso no era lo importante ya que se me abría un panorama profesional fascinante, lleno de retos, de aprendizajes y un largo camino por descubrir.
En estas estaba, concentrada en mi trabajo y aprovechando al máximo las oportunidades que se me brindaban, cuando un par de años más tarde nos dieron una noticia, nos habíamos fusionado con una multinacional holandesa, que ya tenía una sede aquí en España.
Al principio no sabes cómo tomártelo, ni si será para bien o para mal, pero toda la cúpula directiva en pleno salió a tranquilizarnos, porque lejos de tener que echarnos a temblar por nuestros puestos de trabajo, íbamos a disfrutar de mejores medios para poder seguir desarrollando nuestro cometido con total tranquilidad.
Porque, qué es una fusión, sino la unión de fuerzas, intereses, en condiciones similares, en las que las dos partes tienen cosas que decir, tienen voz y voto. La cosa cambia mucho cuando te enteras de que no es una fusión sino una adquisición, y por tanto el que compra manda, y tiene la potestad de imponer sus decisiones, sus métodos, y hasta su plantilla.
Pero nosotros, ilusos, estábamos encantados, ¡qué digo!, henchidos de orgullo de que se hubiesen fijado en nosotros, por eso cuando nos dijeron que vendría un Controller holandés, ya fantaseábamos con la idea de que fuese alto, rubio y guapetón….pero debimos empezar a sospechar que no iba a ser todo tan bonito cuando el que vino era un malayo cincuentón, con muy malas pulgas y más feo que un dolor.
Más feo y con más malas pulgas se puso cuando, a pesar de todos los intentos de liarle y confundirle por parte de la cúpula directiva, las cuentas no le salían y los números cantaban desafinados por mucho que se intentasen edulcorar los resultados. Los holandeses pasaron de estar frotándose las manos por el estupendo negocio que habían hecho, a llevarse estas mismas manos a la cabeza preguntándose en qué lío se habían metido.

El tan esperado encuentro de plantillas se produjo y aquello fue….desamor a primera vista, mientras nosotros pensamos que eran una panda de gañanes, tuercebotas e informáticos de segundo orden, ellos pensaron de nosotros que éramos unos pardillos, finolis, resabiados y arrogantes con los que no tenían ni para empezar, ya que ellos curtidos en mil y una compras, fusiones, adquisiciones, estaban más que bregados en estas batallas. No tuvieron ni que esforzarse en dar codazos, ni en hacerse sitio a golpes, tenían la razón (la del dinero que paga), y se limitaron a empujarnos levemente mientras que nosotros nos quedábamos patidifusos unos, encolerizados otros ante tanta insolencia, y los más, lloriqueantes por lo que se avecinaba.

Conclusión, pocos vencedores (los que vendieron a buen precio), muchos vencidos (los que compraron y no supieron que ni unos ni otros entendíamos el negocio del vecino y nos mezclaron sin más ni más para desastre general, y los que se quedaron navegando a la deriva a la espera de otra compra, esta vez, no tan “ventajosa”). Y, por supuesto, muchísimos más cadáveres, entre los que se encontró Hortensia.