lunes, 25 de abril de 2011

3 Estrellas Michelín. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que esta tarde leyó un comentario de una persona que después de perder su empleo, se dedicó a la provechosa tarea de prepararse para una búsqueda eficiente y eficaz, aprovechó al máximo su programa de outplacement, mejoró ostensiblemente su curriculum, afianzó sus puntos fuertes y reforzó los débiles. Hizo un pormenorizado análisis de los puestos que se ofrecían y se preparó para las entrevistas. Después de todo esto y de no conseguir, en un tiempo prudencial su objetivo, ha tirado la toalla, en cuanto a ser asalariado se refiere, y va a apostar por ser su propio jefe. Y todo porque piensa que es su edad la que obstaculiza su reinserción laboral.

Hortensia se obstina en creer que la edad sea un aspecto seleccionador, nunca lo fue para ella, pero parece que la realidad, lo que ve, lo que escucha, se aplica en mostrarle todo lo contrario, pasamos, como decía otro tertuliano, de ser profesionales capacitados a “viejas glorias” ¡qué desperdicio! y ¡qué miopía!, ¿será porque nuestro coste empresarial es más alto que el de personas más jóvenes?.

Cada vez que Hortensia se mete en la cocina, tiene que tener pensado lo que quiere hacer, sigue la receta al pie de la letra e innova pocas veces, primero porque no la gusta y trata de hacerlo bien y acabar cuanto antes sin florituras, segundo porque no se le ocurre qué podría combinar con qué para que quedara un plato diferente, y tercero, porque piensa que le va a salir mal y, claro, al final, le sale mal. Hortensia es una cocinera mediocre, para llenar el estómago con comida de buen sabor, pero sin que “le hagan la ola”.
Su “queridísmo”, que aprendió al mismo tiempo que ella, es todo lo contrario, si le falta algún ingrediente, busca rápidamente alternativas, añade modificaciones a sus recetas de siempre, y se atreve con nuevos “experimentos”. No en todas las ocasiones dichos experimentos son apetitosos, aunque siempre comestibles, pero en la mayoría de los casos abre nuevos panoramas a su universo culinario. Primero a su queridísimo le gusta cocinar, no quiere acabar rápido, busca alternativas, se le ocurre combinaciones novedosas, y no tiene miedo al fracaso y, por lo tanto, fracasa menos.

En el mundo empresarial hay gerentes, directores, responsables de recursos y propietarios que, como Hortensia en la cocina, siguen los patrones establecidos sin salirse del carril, no innovan por miedo al fracaso y por este motivo, se buscan toda clase de cortapisas, miden el rendimiento y el beneficio con una mentalidad cortoplacista, y por tanto, su política de selección, promoción, incentivación de recursos se basa en criterios tan absurdos como la edad, sexo, procedencia.

Otros, por el contrario, se parecen más al “queridísimo”, es normal por ello que vean valor, potencial, y beneficio en un candidato sea cual sea su edad, sexo, e incluso formación, es posible que consideren que puedan aprovechar sus cualidades y competencias en un puesto que no es el que, en principio, están seleccionando, o que en su organización los miembros que la componen evolucionan, crecen y se desarrollan, pueden hacer otras cosas diferentes o iguales pero mejor, y saben reconocerlas.

El futuro, como los buenos cocineros, está en estos últimos, ya que desperdiciar el talento, quitar valor a la promoción interna (deshaciéndote del know how), basarse en estereotipos, creer que el “ahorro” de hoy no te pasará factura más adelante, no fidelizar, no promover medidas de conciliación, etc, etc, es como utilizar ingredientes caducados o de baja calidad, es arrebatar los guisos y no darles el tiempo de cocción adecuado. Al final, has perdido tiempo, dinero y esfuerzo y tienes que llamar al Telepizza para poder comer.

jueves, 14 de abril de 2011

Tres Empresas. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que había una vez, hace más de doce años, tres empresas que eran una, un grupo.
Una de ellas daba siempre beneficios, otra estaba más a tenor de los tiempos, pero se sostenía, la otra, por el contrario, era claramente deficitaria.

Sin embargo, convivían en paz y armonía relativa, porque pensaban que la unión hacía la fuerza, que la oferta de productos al ser más variada daba lugar a más oportunidades, y que donde entraba una, podía entrar la otra o las dos.

Cuando el mercado empezó a ir mal, lo que antes eran ventajas, ahora eran lastres, porque ganar para uno era difícil, pero para dos o para tres era prácticamente imposible. Y lo que era armonía relativa, se convirtió en discordia absoluta.

¿Qué diferencias había entre las tres?, muchas y variadas, pero la principal de ellas era cómo estaban concebidas.

La empresa que perdía dinero, estaba definida por una palabra, Casposa. Lo era en su organización, concepción, estrategia y visión del negocio y por lo tanto, en sus propuestas, creaciones, productos y en el tratamiento de su personal.

La empresa que se sostenía a duras penas, era Caótica, y por ende, en todo lo dicho anteriormente.

Por último, la que daba beneficios, tenía un Objetivo, una Visión de lo que quería alcanzar y del Camino para conseguirlo, y la seguridad de que sólo se conseguiría con una eficiente utilización de sus recursos humanos. Ni mucho menos eran altruistas o desinteresados, simplemente, sabían que ésa era la mejor alternativa posible, la que daba el rendimiento óptimo, a veces excelente, y la que garantizaba, más que ninguna, el beneficio empresarial.

Contaban con varias bazas a su favor, un Director General comercialmente insuperable, un Director de Operaciones que era el cerebro de toda la estrategia (entre los dos hacían un tanden indestructible) y un cuerpo de mandos intermedios completamente leales y entregados a la causa, partícipes de todo.
Estaba diseñada como un cuerpo de élite, y así se transmitía desde el primero hasta el último miembro de la plantilla, eran los mejores, los más creativos, los más eficaces, los más resolutivos, los más entregados, los que contaban con herramientas genuinas que podían vender a cualquiera, dando un valor añadido, la personalización del producto y, por supuesto, los que ganaban más dinero como grupo, es decir como empresa, pero, paradójicamente, no a nivel individual.
La pertenencia al grupo, al grupo de los elegidos, era una de las claves, ya que fuese cual fuese la categoría, desde el director de área hasta la secretaria, se sentían parte de un proyecto común.
Existía camaradería y trato cercano.
Se exigía mucho, pero donde estaba el “currito” estaba el jefe correspondiente, no había excusas para otro comportamiento y todos daban ejemplo.

Y todo esto, tenía sus recompensas, no sólo económicas, de otro tipo.
Se llevaban todos los premios empresariales, los que, con equilibrio, deberían estar repartidos entre las plantillas de las tres empresas.
Tenían ciertos privilegios y eran admirados por la plana mayor del grupo empresarial, a veces, en detrimento de compañeros que realizaban una gran labor profesional.

Pero es que había que quitarse el sombrero, tenían una política de recursos impecable, que servía a sus objetivos.

Eran feroces y manipuladores, los motivos, a veces más que cuestionables y la fuerza, ganar dinero, proyectos, prestigio…si para ello tenían que “cuidar” a las personas, lo hacían y muy bien.

Ésta fue siempre la diferencia más importante entre estas tres empresas, el bienestar de sus empleados era, para unas, una carga, y para la otra su fuerza motriz.

miércoles, 6 de abril de 2011

El Anuncio. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que hace un par de semanas vio un anuncio en un portal de empleo que rezaba de esta manera: “PERFIL 1:Técnico de selección 2.0 sector IT, EDAD MAXIMA: 28 AÑOS, *NO SE ADMITEN CANDIDATOS MAYORES DE 28 AÑOS”.

No soy experta en leyes, pero si no recuerdo mal, el artículo 14 de la Constitución Española y el 4 C del Estatuto de los Trabajadores, ¿no dicen algo al respecto?.

Deben ser imaginaciones mías o tontadas de legisladores a las que no hay que dar la más mínima importancia, porque si no, no cabe en la cabeza, que el propietario de dicho anuncio se lance sin más ni más a dejar por escrito y lanzar a la red con total desparpajo, un anuncio que pudiera contener una ilegalidad, y que el portal de empleo que le da soporte, aunque no estuviera obligado por ley, ni siquiera le advierta del asunto o, se cure en salud, negándose a publicarlo.

Debe ser, también, que no es suficiente que tengamos que aguantar que se produzca discriminación de manera soterrada, o que se intuya mediante eufemismos, sino que ahora ya, con descaro y sin pudor, se puede poner cualquier cosa que apetezca, para que se abstengan de inscribirse candidatos molestos, que ya desde el principio, por causas ajenas a sus méritos profesionales, están descartados.

No se trata de que, entre la gran masa de candidatos a la búsqueda de empleo, nos enzarcemos en una batalla entre jóvenes y mayores, hombres y mujeres, oriundos o extranjeros, para hacernos sitio a codazos, sino que no perdamos las formas y por lo tanto, el fondo del asunto. La selección de personal es una disciplina seria, profesional y respetable, no la zafia pantomima tramposa en la que se convierte a manos de algunos indeseables.

Alguien me dijo que era inocente por sorprenderme por eso, aunque lo soy, lo cual no me parece nada de lo que avergonzarse, no es sólo inocencia, es enfado, ya que me parece que no todo vale, aunque estemos en crisis, que el abuso descarado sigue siendo eso, en cualquier circunstancia, y desde mi escala de valores está mal.

Existen muchas personas capaces, su edad (pequeña o grande), su sexo o su procedencia siempre aporta valores, no los quita, y la valoración debe hacerse en función de esa capacidad y cómo combina con la empresa que desea cubrir el puesto.

Existe, afortunadamente para todos, otra manera de hacer selección, aunque, esta vez para desgracia, empiecen a visualizarse más los ejemplos de las malas prácticas desde el inicio (desde los anuncios).

Debo tranquilizarme, porque ya tengo una edad y no es cuestión de forzar la maquinaria, haré yoga, relajación o ejercicios de respiración profunda, porque como no tengo 28 años (¡quién los pillara!, bueno yo ya los pillé y se me escaparon) debo quedar, según algunos obtusos de mente, para sopitas, buen vino y por supuesto, para quedarme en mi casa haciendo calceta, y me pregunto, por el bien de todos ¿No sería mejor que se quedaran ellos?.

lunes, 4 de abril de 2011

La Clave del Éxito. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que después del post de "Mis siete pecados capitales" ha recibido muchos correos, preguntándole cómo tendrían que afrontar una entrevista de selección. En el fondo, Hortensia, cree que en muchos casos, la pregunta era ¿Qué es lo que tengo que hacer en la próxima entrevista para que me seleccionen?.

Si Hortensia supiera la respuesta a esta pregunta no estaría en la situación que está y, además, no necesitaría presentarse a ningún proceso de selección más, estaría haciendo "bolos" y entrevistas, habría escrito un libro que sería un súper-ventas y sería considerada el nuevo gurú de los Recursos Humanos.

Lo que nos gustaría saber, es la receta mágica para conseguir el ansiado puesto de trabajo, la próxima vez. Pero, plantearse el asunto así, es partir de argumentos falaces.

Primeramente, las recetas mágicas no existen, igual que las píldoras "aprende idiomas", o las dietas milagro, tampoco puedes tele-transportarte, ni hacerte invisible (por mucho empeño que le pongas), ni negar la realidad hace que desaparezca.

El éxito, como concepto global, tampoco existe, conseguimos metas parciales y temporales. Otra cosa, es que el cómputo global que hagamos de nuestra vida pueda resultar satisfactorio o no, pero en todos nosotros, y en nuestras vidas hay claros y oscuros, luces y sombras, y sobre todo, muchos grises.

No existen las garantías, ni para el éxito ni para el fracaso, ni por hacerlo bien, ni por hacerlo mal.

Conseguir todo lo que me proponga y conseguirlo ya, no es un derecho inalienable del ser humano.

Es verdad, que nosotros podemos controlar más de lo que creemos, en principio, pero no todo, los demás también interactúan y cambian la realidad.

Porque la realidad es cambiante y creativa, como dice Ken Robinson, y, por lo tanto, no podemos planificar ni asegurar el resultado hasta el último detalle.

Entonces, ¿me planteo tirar la toalla, dejarme llevar por las circunstancias? No, lo único que tengo que hacer es partir de planteamientos más reales, para no llevarme una y otra vez las mismas decepciones.

Cualquier meta que me proponga necesita motivación, ganas y pasión, disciplina para controlar los elementos, tesón, ejercicio y tiempo. Todo ello no me garantiza el "éxito final", pero me enseña el camino correcto, aprendo las habilidades que necesito, me satisface y me recompensa. puedo llegar a conseguir lo que me había propuesto, o algo distinto que no había planeado y que se abre como una nueva posibilidad, una oportunidad.

Es importante empezar a preparase a uno mismo con una "formación a medida", extraer de lo que leemos, y escuchamos lo que realmente nos sirve a nosotros, sin convertirnos en patéticas copias de otros o en impostores, hacernos preguntas y responderlas con sinceridad. Considerar nuevas alternativas. No obsesionarse con el resultado, ya que sólo produce una ansiedad terrible e impide el desarrollo.

Y, por último, pero no menos importante, considerar este artículo, como lo que es, la visión de Hortensia, que puede ser compartida o no por otros, pero que ni es la verdad absoluta (porque tampoco existe), ni la clave del éxito.

lunes, 28 de marzo de 2011

Mis siete errores capitales. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que cuando a uno le salen mal las cosas es de recibo que, tras unos momentos de autocompasión, de sentirte desgraciada, diminuta, de querer tirar la toalla y de estar enfadada con el mundo, hay que hacer un ejercicio, a veces doloroso, de análisis de qué, cómo, cuándo, dónde y por qué se hizo lo que se hizo; y tras responder a estas preguntas, viene, sin duda, la más importante ¿era lo adecuado teniendo en cuenta las circunstancias y el momento?

Dudo mucho que después de contestar con sinceridad estas preguntas, no encontremos algo que podamos mejorar en ocasiones venideras.

Desde luego no fue una actuación impecable la de Hortensia en el último proceso de selección en el que se vio envuelta como candidata.

Te llama un amigo y te dice que en su empresa puede que haya un puesto vacante (con salvedades), de categoría y sueldo menor a tu último trabajo, y con un hándicap final, la que sería tu jefa puede sentirse un poco incómoda teniendo a alguien con más experiencia que ella como subordinada. Y después de soltarte la perlita, va y te dice: “Bueno, ¡qué!, ¿te presento o no?”.

Primer error, no tomarte tiempo para decidir si quieres embarcarte en un proceso que, en principio no pinta muy bien.

Segundo error, no saber decir NO en el momento adecuado, porque si aceptas, TIENES que ir a muerte y a por todas, como si fuera el mejor puesto de trabajo del mundo.

Así que, en esta tesitura se vio Hortensia metida, sin todavía decidir si quería o no, por lo que empezó a buscarse salidas alternativas, excusas varias y “argumentos aplaca conciencias”, esperando el momento de la entrevista en la que se despejarían todas sus dudas.

Cayendo en el tercer error, no prepararse la entrevista, en definitiva, una consecuencia del primero y del segundo, porque todavía estás en el limbo de la indecisión.

La entrevista se convirtió en un mero trámite, además de en un completo desastre, con todos los elementos que nunca debe tener una entrevista de trabajo. La entrevistadora y “futurible” jefa la recibió entre un mar de sonrisas, agradecimientos y calidez, falsos e impostados, en un estado de agitación propio de una ingesta masiva de Red Bull, y dejándole claro que la “simplicidad”  del puesto no requería nada de lo que Hortensia pudiera ofrecer en su curriculum, adornado por una guinda que jamás se hubiese esperado, una prueba práctica. Hortensia, que a veces es pardilla hasta más no poder, lejos de sobreponerse con prestancia a tan descarado intento de neutralización de un candidato, se encogió cual bicho bola y simplemente desapareció.
Cometió el cuarto error, dejarse arrumbar por el entrevistador.

Quinto error, si tienes una segunda oportunidad, APROVÉCHALA.
Todo se ponía en su contra, si, en un primer momento, el puesto no era muy glamoroso, lo que estaba viviendo no hacía más que poner puntos negativos. Tras salir del despacho y creyendo que había acabado el suplicio, se encontró con otra sorpresa, en quince minutos, tendría una segunda entrevista con el jefe de RRHH. Por supuesto que esta oportunidad no la aprovechó y cometió el sexto error y, quizá, el más imperdonable de todos, no calibrar con objetividad tu situación y tus circunstancias y ser ARROGANTE.

Dejándose llevar por el mosqueo mayúsculo, Hortensia, se cegó de tal manera, que se dedicó en la segunda entrevista (diametralmente opuesta a la anterior), a sacar su orgullo herido y a vanagloriarse de sus muchos logros profesionales y a dejar claro que, escogerla o no, dependía en gran medida de la capacidad de otros para sobreponerse a sus propias inseguridades (¡¡Toma ya!!).
A ver, Hortensia, guapina, no es cuestión de hacer leña del árbol caído, pero tienes 46 años, ya casi no te llaman para hacerte entrevistas y llevas 2 años desempleada, el orgullo está muy bien, pero no da de comer.

Séptimo error, si tienes una tercera oportunidad, ¡¡¡¡¡NO TIRES LA TOALLA, POR FAVOR!!!!!. Para esta tercera entrevista, Hortensia ya había decidido que no quería trabajar allí, ya no era una cuestión de orgullo, sino de sonrojo. Pero se encontró con un “Súper” encantador y le gustó tanto que se arrepintió de no haber ido, desde el principio, con otra mentalidad (sin inseguridades y sin dudas). No consiguió mostrarse entusiasta, ni motivada, ya tenía mentalidad de perdedora.

Cuando eres joven e inexperta, es connatural cometer errores y es bueno para tu formación, después se tiende a pensar que es imperdonable cometer un error, no lo es, lo que sería IMPERDONABLE es no reconocerlo.

viernes, 25 de marzo de 2011

Incompatibilidad de caracteres. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que esta es la frase más manida en los divorcios televisivos norteamericanos, pero al margen de las relaciones de pareja, en la que influyen otros muchos factores, la incompatibilidad de caracteres se da en cualquier tipo de relación interpersonal, y no es más que la falta de “mezcla” entre los niveles de tolerancia de unos y los defectos de otros.

Algo así le pasa a Hortensia con un “conocimiento” que tiene (podríamos llamarla amiga, si ampliásemos el concepto de amistad a cualquier persona con la que te relaciones asiduamente).

Por razones que no vienen al caso, tiene que ver a esta persona dos o tres veces en semana, y pasar un rato en el que sólo se puede tomar un café, charlar y poco más. A Hortensia le resulta irritante, porque muchas de sus facetas más destacables, para Hortensia son defectos, quizá no sean muy dañinos, pero sí muy cargantes y difíciles de digerir. Y digo para Hortensia, porque aquí está el quid de la cuestión, su nivel de tolerancia para éstos es bajo y por lo tanto no pasa ni una.

Lo primero que no soporta es su afán de protagonismo (dice el refrán, le gusta ser la novia en la boda y el muerto en el entierro), incluso pensó que podría ser la consecuencia de un serio complejo o de un problema más grave, y se puso manos a la obra, tratando de averiguar qué se podría esconder detrás de tan recalcitrante actitud, pero rápidamente cejó en su empeño dada su experiencia en meterse en “fregaos ajenos” y “abogacías de pleitos pobres” y salir escaldada. La susodicha, siempre tiene una experiencia similar o superior a la que estás contando, y, no sólo eso, sino que dispone del perfecto tutorial para que salgas airosa de la situación, gracias a su inestimable conocimiento.

Como consecuencia de lo anterior, es una incansable monologuista, lo que no la exime de, en ocasiones, ser una grosera, impertinente y metepatas, y es que “tanto va el cántaro a la fuente…”. ¡¿Cómo no va a ser todo eso si no para de hablar?!, a cualquiera le ocurriría lo mismo.

Y para remate, anda por el mundo con unos aires de suficiencia, que te deja pasmada. No sólo sabe de todo y te lo dice hasta extenuarte, sino que, además, sienta cátedra. Vamos que está, como quien dice “encantada de conocerse”.

Es tanta la fatiga que la provoca, que incluso, cuando ella deja algún resquicio, ya no tiene ni ganas de conversar.

Hortensia trata de ser objetiva, analizar la situación con racionalidad y no dejarse llevar por el runrún que la bulle dentro, y por eso, entiende que todas estas particularidades de carácter, no son en sí mismas, ni perversas, ni malvadas, ni retorcidas, ni tramposas, son más bien molestas, fastidiosas, enojosas y cabreantes. Y es por ese motivo, por lo que semana tras semana sigue soportándola, unas veces con más acierto que otras.

De esta manera, Hortensia se debate entre dejarse llevar por sus instintos más primarios, o “pasar” de ella dada su tendencia natural a evitar las confrontaciones, y en esa actitud, aparentemente pasiva, se ha dedicado a observar el cotarro y a escuchar o desconectar, si el índice de tonterías por minuto supera el límite que puede soportar.

No es una postura ni inteligente ni madura, sólo quizá práctica, y tiene algunas ventajas, se ha dado cuenta que cuanto menos se empeña Hortensia en rivalizar por tener un hueco en la conversación, más descolocada deja a esta persona, y hasta le da paso (¡qué sorpresa!), cuanto más la mira a los ojos, más se calla (¡sorpresa de nuevo!), cuanto menos interés tiene en polemizar, contraargumentar o comentar, más le pregunta por su opinión y parece tener un interés verdadero (de esto último no se fía ni un pelo).

Todo esto me hace recordar el tema de la psicología inversa, a veces funciona, ¿quizá sea este el caso?.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Conciliar o no conciliar, that´s the question. Mi amiga Hortensia dice...

Mi amiga Hortensia dice que el tema de la conciliación entre vida personal y laboral corre el peligro de quedar en una bonita utopía a la que nadie hace caso por inalcanzable, o lo que es peor, en una burda utilización propagandística y de tintes electorales.

La conciliación no es exclusiva de las mujeres, ni de las parejas con hijos, la conciliación es para todos y a todos les afecta positivamente, casados, solteros, viudos, divorciados, con pareja, sin pareja, con hijos, sin hijos con idea de tenerlos o para los que ni siquiera se les pasa por la cabeza.

Conciliar supone tener vida después del trabajo, y tiempo para hacer lo que necesites, lo que quieras o, simplemente, no hacer nada.

Conciliar supone cuidar tus relaciones familiares y sociales y no esperar al fin de semana a meterte en una bacanal de actividad frenética, con una agenda más apretada que la de Carmen Lomana.

Conciliar supone tener tiempo para educar a tus hijos, para que cuando llegues a casa no les des todo lo que quieren, porque lo que menos te apetece es una pelea por una niñería. Para que seas capaz de imponer disciplina, o castigar ( o incluso dar un cachete), o decir “NO”, sin sentirte culpable, porque también tienes tiempo para reirte con ellos.

Conciliar supone tener una vida de pareja que no sea un ring, en el que cualquier tontería desencadena una pelea, o una apatía cortés en la que poco hay que decirse.

Conciliar es beneficioso para el Sistema Público de Salud, evitaría algunas bajas laborales por estrés, depresión, ansiedad, disminuiría el consumo de medicamentos para combatir el dolor de cabeza o el de estómago. ¡Temblad señores del Pharmatón y del Viagra!, porque habría menos disfunciones sexuales y no nos harían falta los complejos vitamínicos.

Pero si a algo beneficia la conciliación entre vida personal y laboral, es precisamente a esta última. Nuestra vida laboral se vería claramente favorecida por nuestra mejor disposición física y mental, mayor motivación, y un nivel más alto de aprovechamiento de nuestra jornada laboral.

Y es que no hay excusas, porque España, tiene las jornadas laborales más dilatadas pero la productividad más baja, por lo que sólo podemos ir a mejor.

Para que exista una verdadera conciliación entre ambas vidas (¡nos acecha la bipolaridad!), debe de darse una racionalización de la jornada laboral, suprimiéndose pérdidas de tiempo como las reuniones infinitas e inútiles. Debe desecharse, definitivamente, comportamientos absurdos como el presentismo, todavía criterio de valor en muchas organizaciones. Debe focalizarse la energía y el tiempo en hacer el trabajo lo mejor posible, en colaborar y en conseguir los objetivos del equipo, no en hacer la guerra por tu parte, medrar a toda costa, rivalizar, competir, fomentando modelos de mando y comportamiento tóxicos.

Hay que empezar a ser conscientes de que facilitar, promover y activar la conciliación supone, no un acto de buena voluntad, sino un beneficio empresarial.

Pero debe ser que estoy equivocada y todas las ventajas que yo encuentro, no son tales, y es preferible seguir haciendo jornadas maratonianas, que están mejor vistas, aunque sean poco provechosas para todos….
O quizá es que conciliar sea una UTOPÍA.